Crecimiento de la banca en la sombra
La Ley Orgánica del Banco Central de Costa Rica (BCCR) establece que sus normas y las emitidas por el Consejo Nacional de Supervisión del Sistema Financiero (Conassif) son aplicables solo a las entidades que realizan intermediación financiera. Esta última se define como la captación en forma habitual de recursos financieros del público para destinarlos a cualquier forma de crédito o inversión de valores.
Este concepto deja por fuera a entidades públicas y privadas que se dedican a otorgar préstamos, ya sea porque no realizan captación habitual del público, o porque su fondeo depende de otros ingresos establecidos por leyes o programas específicos. Por ejemplo, algunos fondos de pensiones otorgan préstamos a sus afiliados, al igual que otras instituciones públicas, como el Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo ( INVU) y la Comisión Nacional de Préstamos para la Educación (Conape). Dentro de este mismo grupo cae otro conjunto de empresas privadas, formales e informales, que se dedican a ofrecer créditos sin que realicen intermediación financiera.
A las instituciones y empresas que desarrollan actividades financieras fuera del foco de la regulación se les denomina banca en la sombra. Estas actividades son principalmente de naturaleza crediticia, pero pueden ampliarse al otorgamiento de otros servicios financieros. Una parte de la banca a la sombra es legal, como los casos mencionados del INVU y Conape. Algunos prestamistas que se denominan “de maletín” también realizan actividades de conformidad con las leyes. Sin embargo, existe otra parte de la banca a la sombra que opera en la clandestinidad o informalidad y muchas veces está vinculada a actividades delictivas y al lavado de activos procedentes de esos
negocios ilegales; además, utiliza métodos coercitivos para lograr la recuperación de las deudas.
En el caso de las actividades lícitas, la banca a la sombra tiene la dificultad de no contar con todo el andamiaje regulatorio que asegura la solvencia del negocio y el acceso a información regulatoria; por ejemplo, las centrales de deudores. En Costa Rica, se trata del Centro de Información Crediticia (CIC), de la Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef).
Por otra parte, en la banca a la sombra informal se encuentra el típico problema de selección adversa, pues atiende primariamente a la población más vulnerable, de bajos ingresos o desempleados, lo que lleva a una precarización de la economía de estas personas.
Aunque no parece posible detener la banca a la sombra, pues el mismo Estado la ha creado mediante algunos programas de carácter público, sí parece viable, al menos con las actividades lícitas, intentar legislar para establecer algunas garantías elementales, como el resguardo de la información privada, el acceso a herramientas de control de riesgos como el CIC y medidas para controlar el lavado de activos, al igual que otras acciones que procuren evitar problemas a los clientes de este sector.
En otros casos, vale la pena revisar algunas leyes y regulaciones que, contrario al objetivo de su creación, han promovido que una mayor cantidad de clientes encuentren sus necesidades de financiamiento en la banca a la sombra. Por ejemplo, ya existe evidencia de que la ley que fijó topes sobre las tasas de interés provocó la exclusión del uso de tarjetas de crédito en la población con menor nivel de ingreso. De la misma manera, la ley que estableció topes a las comisiones de uso (o adquirencia) de tarjetas de crédito, también imposibilitó el uso de datáfonos en pequeños comercios. Todo ello aumentó la vulnerabilidad de estos grupos a la banca en la sombra.
En esta misma dirección, las políticas regulatorias actuales relacionadas con el lavado de dinero y la legitimización de capitales están más preocupadas por el cumplimiento de requisitos de entrega de papeles innecesarios (como declaraciones juradas de contadores públicos), en lugar de velar por la identificación de las transacciones ilegales. Nada de esto ha detenido el crecimiento de la banca a la sombra y, al contrario, el país ha visto su aumento a través de los años. El cumplimiento se convirtió en un fin en sí mismo y ha provocado que los capitales ilegítimos se escondan en un océano de información, en donde la inmensa mayoría corresponde a actividades legítimas. En este sentido, se lograría más mediante el desarrollo de algoritmos de inteligencia artificial y la identificación del comportamiento repetitivo de quienes intentan legitimar capitales, que poner a consumidores y productores a incurrir en altos costos de cumplimiento, lo cual, a su vez, incentiva la exclusión y el desarrollo de la banca a la sombra.
Lo que está sucediendo con los bancos en Estados Unidos (EE. UU.), perfectamente podría suceder en Costa Rica y en realidad prácticamente en cualquier otro país, pero por razones muy diferentes a las que desataron la crisis del 2008.
Las corridas bancarias ocurren cuando los ahorrantes pierden la confianza en un banco. Por su lado, los reguladores han hecho todo lo posible para evitar que estas cosas vuelvan a suceder. Sin embargo, cuando se pierde la confianza y ocurre el “efecto rebaño”, concepto que en términos sencillos consiste en que los usuarios siguen al resto en situaciones de alta volatilidad; es muy difícil contenerlo.
Recordemos por un momento la corrida bancaria del 2004 que tuvo uno de los bancos más sólidos de este país y de la región: el BAC. Por un rumor sin fundamento, en menos de 12 horas, la gente sacó aproximadamente el 25% de los saldos que tenían en cuentas corrientes. La corrida del BAC hace 19 años, sin embargo, fue muy diferente a la que sucedió en EE. UU. Primero porque en ese momento, las personas iban al banco a sacar el efectivo o a pedir cheques de gerencia y segundo porque no existían mecanismos electrónicos para sacar el dinero como los que existen hoy en día.
En la actualidad, es simplemente impensable una corrida bancaria en efectivo, pues los bancos ya casi ni tienen efectivo en sus bóvedas. Los clientes mueven su dinero a través de mecanismos electrónicos en cuestión de segundos, a cualquier hora y desde su casa u oficina e incluso desde su celular. Es por esto que una eventual corrida, como la que sufrió el Silicon Valley Bank, puede materializarse en cuestión de minutos.
En el 2008, por otra parte, los bancos en Costa Rica que dependían del fondeo de sus bancos corresponsales en EE. UU. vieron sus líneas de crédito cerradas y se quedaron sin dinero para prestar; pero no se quedaron sin liquidez. Simplemente no podían prestar o tenían que captar localmente para poder hacerlo.
Lo que está sucediendo en Estados Unidos, principalmente con los bancos regionales pequeños, es una combinación de problemas de liquidez y una crisis de confianza, que es la peor de todas las crisis. Veamos el caso específico de Silicon Valley Bank. Este banco recibió fondos (captación en cuentas corrientes) de empresas principalmente del sector de tecnología y específicamente de las start-ups, que son empresas que están iniciando operaciones y tradicionalmente pierden dinero por lo que usan intensamente sus fondos disponibles.
Los fondos que captó Silicon Valley Bank no eran recursos financieros que permanecían constantemente en sus balances y SVB no debió disponer de ellos para hacer intermediación financiera (préstamos) y menos invertirlos, aunque fuera a cortísimo plazo. ¿Por qué? Recordemos que el valor de un título de inversión se mueve en sentido contrario a las tasas de interés. Si yo tengo un título que me paga el 5% y las tasas suben, ese título pierde valor, por el contrario, si las tasas bajan el título se aprecia. Entonces, Silicon Valley Bank, al invertir estos recursos en instrumentos de deuda en una época de subida de tasas de interés, inevitablemente iba a ocasionar que los títulos perdieran valor. Esto significa que, al necesitar liquidez, el banco tuviera que vender sus títulos asumiendo pérdidas enormes.
¿Cómo nos puede afectar esto en Costa Rica y qué debemos hacer?
La gente en EE. UU. perdió confianza en los bancos pequeños y movió sus fondos a los bancos grandes como JP Morgan., Goldman Sachs, Citi, Wells Fargo, Bank of América, entre otros. En Costa Rica, nuestros bancos por lo general tienen
En la actualidad, es simplemente impensable una corrida bancaria en efectivo, pues los bancos ya casi ni tienen efectivo en sus bóvedas.