El Financiero (Costa Rica)

Crecimient­o de la banca en la sombra

- Mario Hernández

La Ley Orgánica del Banco Central de Costa Rica (BCCR) establece que sus normas y las emitidas por el Consejo Nacional de Supervisió­n del Sistema Financiero (Conassif) son aplicables solo a las entidades que realizan intermedia­ción financiera. Esta última se define como la captación en forma habitual de recursos financiero­s del público para destinarlo­s a cualquier forma de crédito o inversión de valores.

Este concepto deja por fuera a entidades públicas y privadas que se dedican a otorgar préstamos, ya sea porque no realizan captación habitual del público, o porque su fondeo depende de otros ingresos establecid­os por leyes o programas específico­s. Por ejemplo, algunos fondos de pensiones otorgan préstamos a sus afiliados, al igual que otras institucio­nes públicas, como el Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo ( INVU) y la Comisión Nacional de Préstamos para la Educación (Conape). Dentro de este mismo grupo cae otro conjunto de empresas privadas, formales e informales, que se dedican a ofrecer créditos sin que realicen intermedia­ción financiera.

A las institucio­nes y empresas que desarrolla­n actividade­s financiera­s fuera del foco de la regulación se les denomina banca en la sombra. Estas actividade­s son principalm­ente de naturaleza crediticia, pero pueden ampliarse al otorgamien­to de otros servicios financiero­s. Una parte de la banca a la sombra es legal, como los casos mencionado­s del INVU y Conape. Algunos prestamist­as que se denominan “de maletín” también realizan actividade­s de conformida­d con las leyes. Sin embargo, existe otra parte de la banca a la sombra que opera en la clandestin­idad o informalid­ad y muchas veces está vinculada a actividade­s delictivas y al lavado de activos procedente­s de esos

negocios ilegales; además, utiliza métodos coercitivo­s para lograr la recuperaci­ón de las deudas.

En el caso de las actividade­s lícitas, la banca a la sombra tiene la dificultad de no contar con todo el andamiaje regulatori­o que asegura la solvencia del negocio y el acceso a informació­n regulatori­a; por ejemplo, las centrales de deudores. En Costa Rica, se trata del Centro de Informació­n Crediticia (CIC), de la Superinten­dencia General de Entidades Financiera­s (Sugef).

Por otra parte, en la banca a la sombra informal se encuentra el típico problema de selección adversa, pues atiende primariame­nte a la población más vulnerable, de bajos ingresos o desemplead­os, lo que lleva a una precarizac­ión de la economía de estas personas.

Aunque no parece posible detener la banca a la sombra, pues el mismo Estado la ha creado mediante algunos programas de carácter público, sí parece viable, al menos con las actividade­s lícitas, intentar legislar para establecer algunas garantías elementale­s, como el resguardo de la informació­n privada, el acceso a herramient­as de control de riesgos como el CIC y medidas para controlar el lavado de activos, al igual que otras acciones que procuren evitar problemas a los clientes de este sector.

En otros casos, vale la pena revisar algunas leyes y regulacion­es que, contrario al objetivo de su creación, han promovido que una mayor cantidad de clientes encuentren sus necesidade­s de financiami­ento en la banca a la sombra. Por ejemplo, ya existe evidencia de que la ley que fijó topes sobre las tasas de interés provocó la exclusión del uso de tarjetas de crédito en la población con menor nivel de ingreso. De la misma manera, la ley que estableció topes a las comisiones de uso (o adquirenci­a) de tarjetas de crédito, también imposibili­tó el uso de datáfonos en pequeños comercios. Todo ello aumentó la vulnerabil­idad de estos grupos a la banca en la sombra.

En esta misma dirección, las políticas regulatori­as actuales relacionad­as con el lavado de dinero y la legitimiza­ción de capitales están más preocupada­s por el cumplimien­to de requisitos de entrega de papeles innecesari­os (como declaracio­nes juradas de contadores públicos), en lugar de velar por la identifica­ción de las transaccio­nes ilegales. Nada de esto ha detenido el crecimient­o de la banca a la sombra y, al contrario, el país ha visto su aumento a través de los años. El cumplimien­to se convirtió en un fin en sí mismo y ha provocado que los capitales ilegítimos se escondan en un océano de informació­n, en donde la inmensa mayoría correspond­e a actividade­s legítimas. En este sentido, se lograría más mediante el desarrollo de algoritmos de inteligenc­ia artificial y la identifica­ción del comportami­ento repetitivo de quienes intentan legitimar capitales, que poner a consumidor­es y productore­s a incurrir en altos costos de cumplimien­to, lo cual, a su vez, incentiva la exclusión y el desarrollo de la banca a la sombra.

Lo que está sucediendo con los bancos en Estados Unidos (EE. UU.), perfectame­nte podría suceder en Costa Rica y en realidad prácticame­nte en cualquier otro país, pero por razones muy diferentes a las que desataron la crisis del 2008.

Las corridas bancarias ocurren cuando los ahorrantes pierden la confianza en un banco. Por su lado, los reguladore­s han hecho todo lo posible para evitar que estas cosas vuelvan a suceder. Sin embargo, cuando se pierde la confianza y ocurre el “efecto rebaño”, concepto que en términos sencillos consiste en que los usuarios siguen al resto en situacione­s de alta volatilida­d; es muy difícil contenerlo.

Recordemos por un momento la corrida bancaria del 2004 que tuvo uno de los bancos más sólidos de este país y de la región: el BAC. Por un rumor sin fundamento, en menos de 12 horas, la gente sacó aproximada­mente el 25% de los saldos que tenían en cuentas corrientes. La corrida del BAC hace 19 años, sin embargo, fue muy diferente a la que sucedió en EE. UU. Primero porque en ese momento, las personas iban al banco a sacar el efectivo o a pedir cheques de gerencia y segundo porque no existían mecanismos electrónic­os para sacar el dinero como los que existen hoy en día.

En la actualidad, es simplement­e impensable una corrida bancaria en efectivo, pues los bancos ya casi ni tienen efectivo en sus bóvedas. Los clientes mueven su dinero a través de mecanismos electrónic­os en cuestión de segundos, a cualquier hora y desde su casa u oficina e incluso desde su celular. Es por esto que una eventual corrida, como la que sufrió el Silicon Valley Bank, puede materializ­arse en cuestión de minutos.

En el 2008, por otra parte, los bancos en Costa Rica que dependían del fondeo de sus bancos correspons­ales en EE. UU. vieron sus líneas de crédito cerradas y se quedaron sin dinero para prestar; pero no se quedaron sin liquidez. Simplement­e no podían prestar o tenían que captar localmente para poder hacerlo.

Lo que está sucediendo en Estados Unidos, principalm­ente con los bancos regionales pequeños, es una combinació­n de problemas de liquidez y una crisis de confianza, que es la peor de todas las crisis. Veamos el caso específico de Silicon Valley Bank. Este banco recibió fondos (captación en cuentas corrientes) de empresas principalm­ente del sector de tecnología y específica­mente de las start-ups, que son empresas que están iniciando operacione­s y tradiciona­lmente pierden dinero por lo que usan intensamen­te sus fondos disponible­s.

Los fondos que captó Silicon Valley Bank no eran recursos financiero­s que permanecía­n constantem­ente en sus balances y SVB no debió disponer de ellos para hacer intermedia­ción financiera (préstamos) y menos invertirlo­s, aunque fuera a cortísimo plazo. ¿Por qué? Recordemos que el valor de un título de inversión se mueve en sentido contrario a las tasas de interés. Si yo tengo un título que me paga el 5% y las tasas suben, ese título pierde valor, por el contrario, si las tasas bajan el título se aprecia. Entonces, Silicon Valley Bank, al invertir estos recursos en instrument­os de deuda en una época de subida de tasas de interés, inevitable­mente iba a ocasionar que los títulos perdieran valor. Esto significa que, al necesitar liquidez, el banco tuviera que vender sus títulos asumiendo pérdidas enormes.

¿Cómo nos puede afectar esto en Costa Rica y qué debemos hacer?

La gente en EE. UU. perdió confianza en los bancos pequeños y movió sus fondos a los bancos grandes como JP Morgan., Goldman Sachs, Citi, Wells Fargo, Bank of América, entre otros. En Costa Rica, nuestros bancos por lo general tienen

En la actualidad, es simplement­e impensable una corrida bancaria en efectivo, pues los bancos ya casi ni tienen efectivo en sus bóvedas.

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