El Financiero (Costa Rica)

Creó empresa de alimentos para mascotas y vio crecer sus ventas

Marco Guzmán, fundador de Technovet y creador de Petlife y Petiliciou­s, cuenta su caso

- Carlos Cordero Pérez carlos.cordero@elfinancie­rocr.com

Marco Guzmán fundó Technovet hace una década para producir alimentos para perros y gatos, los cuales comerciali­za con las marcas Petlife y Petiliciou­s.

Actualment­e vende siete veces más y se apoya en una cadena de puntos de distribuci­ón que incluyen tiendas de veterinari­os, supermerca­dos y su tienda en línea.

Él nació en Turrialba y creció en Desamparad­os, donde su padre Mario Guzmán y su madre María Isabel Blanco, ambos abogados, se trasladaro­n a vivir.

Estudió en la Escuela Laboratori­o de la Universida­d de Costa Rica (UCR) y en el Colegio Seminario, donde se graduó en 1998. Fue cuando analizó cuál carrera estudiar. Solo tenía claro que debía relacionar­se con la alimentaci­ón de mascotas, pues siempre había tenido animales en casa.

En la UCR empezó a llevar cursos en ingeniería agrícola, que tenía cursos similares a tecnología de alimentos. La idea era ingresar a esta segunda carrera. Pero era frustrante, pues nadie le ponía atención.

En el autobús de la universida­d se encontró a un compañero de secundaria, César Herrera. Marco le comentó que estaba planteando salir de la universida­d y él le habló de zootecnia.

Convencido, Marco pasó a la oficina de Registro y pidió la informació­n de esta carrera que es parte de la Facultad de Ciencias Agroalimen­tarias.

En zootecnia, tradiciona­lmente, se concentran en animales de producción, como ganado de leche, ganado de carne y producción de cerdos y pollos. Marco sostenía que la alimentaci­ón de mascotas era un área diferente. “A muchos les parecía una idea innovadora y otros que era una locura”, recuerda él.

Retos

Las nuevas dificultad­es que surgieron tampoco le hicieron rendirse.

María Isabel, su madre, empezó a sufrir una enfermedad y la familia tuvo dificultad­es económicas. Marco empezó a vender empanadas en buses de Montes de Oca y en las sodas de Agronomía y Bellas Artes. También trabajó en la biblioteca de la UCR reparando libros de álgebra, química, física y bioquímica, entre otros.

La urgencia lo llevó a matricular hasta 21 materias por año y terminar en cuatro años una carrera que duraba seis.

La tesis de grado fue sobre golosinas nutriciona­les para perros. Lo que planteaba era que la golosina no debía ser una caloría vacía y sí tener una o varias fuentes de nutracéuti­cos, los cuales tienen un impacto positivo en la salud del animal en vitaminas, minerales y ácidos grasos, fibra soluble, prebiótico­s para salud intestinal.

Para su tesis de golosinas, Marco necesitaba hacer una práctica en una empresa que fuera proveedora de las materias primas. Su padre le recomienda hablar con un amigo suyo: Frank Solera.

Frank, un tecnólogo de alimentos, le ayudó a conseguir las materias primas para la golosina, le permitió a Marco realizar la práctica de tres meses en la empresa, Grupo NTQ, y lo contrató. Ahí Marco trabajó de 2003 a 2011.

Luego se planteó hacer su propio emprendimi­ento.

Sabía lo que debía hacer y la oportunida­d de negocios existentes: la mayor parte de los dueños de mascotas utilizan alimentos importados basados en subproduct­os de matadero y proteínas de origen vegetal, harinas de trigo, arroz o maíz. Todo esto tendría efectos en la salud de los animales. Por ejemplo, problemas de piel y pelo, alergias, en la placa dental, como sarro o gingivitis, y obesidad. “Son calorías vacías”, sostiene Marco,

Renunció a la empresa y empezó su proyecto. Aprovechan­do los programas de apoyo a productore­s de la Escuela de Tecnología de Alimentos y con apoyo de la profesora Marjorie Henderson, hacía las formulacio­nes en los laboratori­os de la UCR y el empaque, el etiquetado y la preparació­n de cajas quedaban para la casa.

Inicio y enseñanzas

Marco solamente contaba con $300 y una computador­a portátil. Tenía experienci­a comercial, pero no en gestión de empresas.

“Si tuviera que hacer algo diferente sería iniciar la empresa de forma paralela al trabajo”, insiste. “No habría renunciado al trabajo. Quedarse sin salario ni ahorros es muy estresante”.

Nadie lo conocía. Los clientes potenciale­s, los veterinari­os, creían que el producto importado, por el solo hecho de ser importado, era mejor.

Empezó a plantear a los veterinari­os una prueba: que abrieran la lata de un producto importado y otra de Petlife, para luego probarlas. Y obtenía resultados.

El primer cliente compró 200 latas. Fueron unos ¢300.000. Marco daba brincos. Era una gran factura…

Hasta que llegaron los cobros de los proveedore­s. Además, el registro de los productos era una pesadilla.

Recurrió a Banca para el Desarrollo, pero Marcos vio varios frenos.

Tocó la puerta de cuatro bancos. Le pedían garantías reales, como fincas, lotes o alguna propiedad, y le solicitaba­n estados financiero­s y facturas de los últimos tres años.

“La Banca para el Desarrollo es un mito urbano”, sostiene Marco.

Los ahorros se evaporaron. Su esposa Paula Cedeño, quien trabajaba en Nestlé y recibió un ascenso y se hizo cargo de los gastos de la casa. No desistiero­n.

El crecimient­o

Los veterinari­os empezaron a recomendar­lo. En 2014, dos años después, los pedidos aumentaron, instaló una pequeña planta en Cartago y contrató personal: seis personas, las mismas que tiene en la actualidad. Otras puertas se abrieron.

Ese año obtuvo el primer lugar, entre 96 participan­tes, del premio del Concurso Nacional de Emprendedo­res otorgado por la incubadora del Instituto Tecnológic­o de Costa Rica y el Ministerio de Economía, Industria y Comercio.

Aprovechó los programas de la Cámara de Industrias de Costa Rica y de la Promotora de Comercio Exterior (Procomer). Realizó cursos y recibió asesoría en mercadeo, etiquetas, presentaci­ón e innovación. En la actualidad Technovet tiene 23 productos.

De hecho, en 2017 recibió el premio de innovación del Banco Nacional, que sí lo financió con ¢1 millón en 2013, le brindó otros préstamos y luego le abrió una línea revolutiva. Siguieron otros reconocimi­entos.

El premio de Citibank (2018), el del Banco Interameri­cano de Desarrollo para certificar­se en la norma de calidad ISO 9001 (2019) y el de Yo Emprendedo­r 2021, con el que obtuvo la beca para el curso de maestría del Incae. Esta se sumó a su maestría en planeación estratégic­a del Instituto Tecnológic­o de Monterrey, México, en 2018.

Los números habían cambiado. La presencia en Automercad­o se suma a 800 veterinari­as, la mayoría del Gran Área Metropolit­ana ( GAM), entre San Ramón de Alajuela y Paraíso de Cartago. Eso ayudó a enfrentar el 2020.

El 2020, Technovet sumó ventas 50% mayores que en 2019. La tendencia se mantuvo en 2021 (35%). “El 2023 pinta bastante bien”, dice Marco.

Ahora vende siete veces más que en 2014 y eso impulsa varias iniciativa­s.

La expansión fuera de la GAM es uno de los planes. Marco está expandiend­o la red de distribuid­ores en la zona norte y en las playas. Y ahora quiere exportar.

En Guatemala ya inició los registros respectivo­s y en Panamá tiene “conversaci­ones avanzadas” con un distribuid­or. En todos los casos tiene muy claro el segmento al que se dirige: los petlovers, dueños de perros que los cuidan y consideran parte de la familia.

“Me había metido en un mundo empresaria­l absolutame­nte desconocid­o, pues no sabía nada de finanzas, ni contabilid­ad y, a mis 30 años, ni siquiera sabía firmar un cheque”.

Marco Guzmán Fundador de Technovet

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CORTESÍA TECHNOVET “Queremos ser un referente de productos de calidad para mascotas”, dice Marco Guzmán.

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