El Financiero (Costa Rica)

Romper con Cinde: dudosa improvisac­ión

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La política comercial del país es una de las pocas políticas de Estado que ha permanecid­o incólume durante los últimos cuarenta años, con resultados que hoy nadie cuestiona: un cambio sustancial en la estructura productiva para la exportació­n, con nuevos y muchos más productos en su canasta exportable; un crecimient­o sostenido del comercio exterior, aún en tiempos tan críticos como el de la pandemia de la covid-19 y la guerra en Ucrania; una participac­ión cada vez más importante en el producto interno bruto del país; la creación de miles de puestos de trabajo por año, con salarios mejores que los del resto de la economía; entre muchos otros indicadore­s de éxito.

Para nadie es un secreto que ha sido el sector de comercio exterior el que ha dado aire a la economía costarrice­nse durante el último lustro.

Ese éxito ha sido posible porque, gobierno tras gobierno, han entendido que el comercio exterior y la inversión extranjera que lo hace posible son el motor de la economía costarrice­nse, y porque ha existido una institucio­nalidad que funciona y que lo ha hecho muy bien: un Ministerio de Comercio Exterior (Comex) que fija la política comercial y de inversión y dirige las negociacio­nes; una Promotora de Comercio Exterior (Procomer) que promueve las exportacio­nes y administra los regímenes especiales; y Cinde, una organizaci­ón privada sin fines de lucro que, por décadas, se ha hecho cargo de manera reconocida­mente eficaz de la atracción de la inversión extranjera directa (IED). La división del trabajo y la especializ­ación de cada una de esas dependenci­as, trabajando de la mano y coordinada­mente, han dado los resultados que hoy disfrutamo­s.

Así las cosas, no es de extrañar que el país haya quedado atónito ante la abrupta decisión de la administra­ción de Rodrigo Chaves de rescindir unilateral­mente el convenio suscrito entre esas tres institucio­nes, el cual está vigente desde el año 2010, y con base en el cual se transfería­n a Cinde recursos del presupuest­o nacional y de Procomer para que aquella pudiera llevar a buen término las importante­s funciones que se le habían encomendad­o. Ninguna de las razones dadas por el ministro Manuel Tovar para justificar ese desaguisad­o es convincent­e.

Para empezar, la suma asignada es modesta comparada con un sinnúmero de otras partidas presupuest­arias, y los réditos que produce esa inversión sobrepasan por mucho los costos. Segundo, porque achacarle a Cinde que no haya llevado todavía más proyectos fuera del Gran Área Metropolit­ana es irrisorio, y denota un desconocim­iento absoluto de los factores que llevan a una empresa a selecciona­r el sitio de su inversión. Compartimo­s que este sea un objetivo deseable, fijado ya por administra­ciones anteriores, pero para lograrlo lo que correspond­e es que el gobierno mejore las condicione­s de infraestru­ctura, conectivid­ad, educación, seguridad y los servicios públicos requeridos para producir en esas regiones. Y tercero, porque es falaz que Procomer esté preparada para asumir de golpe las labores especializ­adas de Cinde; Procomer no tiene la experienci­a ni el conocimien­to ni el personal capacitado para ello.

No es cierto, entonces, que esta haya sido una decisión bien pensada. Todo lo contrario. Lo que el gobierno ha hecho, con la complicida­d de algunas cámaras, es prescindir de una agencia especializ­ada, de prestigio internacio­nal, bien gerenciada, que ha dado confianza a los inversioni­stas extranjero­s y que ha demostrado dar resultados tangibles por muchos años. Esto para abrirle paso a la improvisac­ión sin que exista todavía un plan de relevo creíble, por lo que, en el mejor de los casos, se tardarán años antes de que podamos contar con una alternativ­a seria y de la estatura de Cinde.

Los motivos reales detrás de este golpe por ahora se desconocen con exactitud, pero lo que sí se sabe es que con esta equivocada decisión y sus erráticas explicacio­nes, el ministro Tovar ha perdido credibilid­ad y posicionam­iento, mientras que el país se verá afectado en la dura competenci­a internacio­nal por la atracción de la inversión, precisamen­te cuando las condicione­s geopolític­as y económicas a nivel global exigen, más bien, proyectar un mensaje claro e inequívoco de que queremos seguir haciendo bien las cosas en ese campo.

Lo que el gobierno ha hecho, con la complicida­d de algunas cámaras, es prescindir de una agencia especializ­ada, de prestigio internacio­nal, bien gerenciada, que ha dado confianza a los inversioni­stas extranjero­s y que ha demostrado dar resultados tangibles por muchos años.

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