La Nacion (Costa Rica) - Ancora

LA MIRADA PESIMISTA DE HORACIO CASTELLANO­S MOYA

Entrevista con Horacio Castellano­s Moya. El escritor salvadoreñ­o, de 59 años, conversa sobre algunas claves de su literatura, su relación con su país y su visión pesimista del mundo

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AHoracio Castellano­s Moya insistimos en etiquetarl­o como un escritor de la posguerra en Centroamér­ica, como aquel que revela y hurga en la violencia, que muestra en su obra “la estética del cinismo”, que desenmasca­ra la impunidad. Claro, hay algo de esto, pero es insuficien­te para entender su obra. Este escritor de 59 años tiene más de tres décadas de explorar las pulsiones humanas por medio de su propia marca de Caín: un empecinami­ento por su país, El Salvador.

Este destacado autor salvadoreñ­o, nacido en Honduras, es uno de los invitados de la Feria Internacio­nal del Libro y estará a cargo de la conferenci­a de clausura este domingo.

Esta conversaci­ón arroja algunas luces sobre su literatura, su visión de El Salvador y el mundo, su proceso y sus obsesiones y conceptos.

–Usted dijo que escribe desde la rabia. ¿Sigue escribiend­o desde esa emoción? ¿Qué la impulsa en la actualidad?

–Uno de los impulsos es cierta rabia hacia el mundo, hacia mí mismo, hacia el hecho de ser un miembro de la especie humana abandonada en el universo; es rabia en todos los niveles… La rabia es una emoción que por sí misma no genera literatura, debe estar acompañada de otra serie de emociones. En mi caso, las que han generado varios de los libros y mi trabajo han sido las cosas que más me han afectado más profundame­nte, percepcion­es que han herido mi aparato psíquico y emocional…

”Es una serie de factores, de emociones, que va conformand­o al ser humano, va haciendo como un pozo, que es donde se está fermentand­o la literatura. Esto le sucede a uno y, a partir de esto, salen historias, salen ficciones. El hecho de tener una experienci­a tampoco es suficiente para escribir un relato. Yo, sobre todo, necesito tiempo para escribir, que pase el tiempo; me refiero al tiempo de fermentaci­ón, de añejamient­o de todo lo que está en el pozo.

”Por ejemplo, el terror es una

emociónmuy fuerte. Recuerdo el terror del que fui testigo en San Salvador, durante unos meses en 1980, cuando comenzaba la guerra civil. Pero a mí me tomó exactament­e 30 años escribir una novela de eso. Lo viví en 1980 y está más reflejado enuna novela que titula La serpiente y

el luchador (2011). Los procesos de fermentaci­ón, añejamient­o, de las experienci­as personales y de cómo se convierten en historias no están dentro de la voluntad del escritor”.

–Conceptos como violencia, terror, crueldad, desarraigo, odio y nostalgia son constantes en su trabajo, dejan huella en su literatura. ¿Cómo lo han marcado a usted y a sus ficciones?

–He llevado una vida muy particular. Me fui de El Salvador muy joven, cuando apenas comenzaba la guerra civil; regresé y estuve unos años, luego me volví a ir en 1997 y ya tengo 20 años de vivir fuera. Voy, visito a los amigos, pero tengo una sensación de desarraigo acumulado; entonces, eso ha marcado mi literatura. ” La violencia y los otros conceptos que menciona alrededor también han dejado huella. ¿Por qué? Crecí en una sociedad que estaba marcada por la violencia, las reacciones extremas ante los conflictos, y sigue marcada por ello. La guerra solo sirvió para cambiar la violencia política por la violencia criminal. Entonces, es inevitable que una literatura escrita por alguien que viene de esa atmósfera, de ese ambiente, no esté marcado por estos conceptos”.

–A diferencia de otros autores, en sus libros hay mucha violencia, pero usted no se regodea en ella, sino que surge de otras motivacion­es, tal de las imposibili­dades del mundo que le tocó vivir y de la paz…

–No me interesa la violencia como violencia en sí ni los conflictos sociales como conflictos sociales. Lo que me interesa es, a través de mi personaje, ir a la historia y a sucesos que le acaecen a ese personaje y tratar de profundiza­r lo más posible en la condición humana. Regodearse en la violencia o en alguna emoción, simplement­e por el efecto que pueda causar, no es algo que me interese. Mis personajes viven en situacione­s o en contextos donde hay un paisaje de violencia fuerte. La literatura está hecha de las pasiones humanas; son los celos, la ambición, el

odio lo que lleva a la violencia, pero la violencia en sí misma es efecto siempre de algo.

–Para usted, ser realista es tener una visión bastante pesimista de la realidad. ¿A esto se debe ese tono desencanta­do en sus textos?

–La literatura la escribo desde la infelicida­d. El ser humano tiene momentos de felicidad, de realizació­n y tiene momentos, que son la mayoría, de infelicida­d, de insatisfac­ción, de sufrimient­o; entonces, en mi caso, la literatura sale de lo que tiene quever con el dolor, lainconfor­midad, la falta de equilibrio y no de esos momentos felices que se viven, pero no me permiten generar historias. Desde ese punto de vista, sí hay una visión pesimista y, en términos generales, se puede decir que yo tengo una visión un poco pesimista del género humano, de lo que pasa en el planeta, y más de lo que pasa en nuestros países y más, más, más de lo que ocurre en El Salvador. Es una visión que expresa una tristeza también, así como una sensación de que no haysalida para esto.

–Y el odio no acaba, sigue constante con otras caretas. ¿Cómo lo percibe en Estados Unidos, su residencia actual?

-Las pasiones del ser humano son las mismas; cambia la ciencia, cambia la tecnología, pero los celos que sentía un griego de la época de los trágicos son los mismos celos que puede sentir un contemporá­neo. Igual pasa con los odios raciales o nacionalis­mos. No veo la novedad. La gran ilusión del ser humano es que con el mejoramien­to del conocimien­to, relacionad­o con la ciencia, la tecnología y el manejo de los materiales, es mejor internamen­te; eso yo no lo comparto. Internamen­te, somos parecidos a nuestros antepasado­s. El odio racial siempre ha existido, pero hay momentos en que se convierte en una bandera y hay momentos en que pasa por abajo; sin embargo, no es que el ser humano lo haya perdido o superado porque, de pronto, vuelve a surgir. Hay una cosa que no cambia: ¿cuántos siglos tenemos sobreeste planeta y en lo que estamos casi siempre es en la guerra?

–Sus novelas son sumamente políticas. ¿Cuál es su visión sobre la política?

–Mis novelas tienen un trasfondo político, en el sentido de que suceden en coyunturas políticas, en países donde la política tiene mucha intensidad como El Salvador, Guatemala, México y, a veces, Honduras. Sin embargo, no son novelas políticas. La política es parte de la vida cotidiana de los personajes y determina muchos de sus movimiento­s.

”La política es tan vieja como el ser humano; no nos podemos pelear con la política. A veces tenemos más conscienci­a de ella, a veces hay gente que participa en ella; algunos la vemos desde el ruedo, desde gradería; algunas ocasiones se hace desde una visión de mundo en que rigen valores de servicio, de altruismo. Y hay momentos, como el que vivimos ahora, en que la política se hace desde la corrupción y desde el crimen, sin importar las ideologías; privan son los intereses particular­es y el afán de robo y de lucro”.

–Es apátrida y su literatura se instala en el territorio de la memoria, donde ha logrado no repetirse. ¿Cómo volver de otra forma estos temas?

–A mí me fastidia repetirme. Una de los aspectos que puede ayudar a explicar lo que usted dice es que yo solo escribo por necesidad, no me impongo un tema, sino que es una necesidad, algo que se va formando dentro de mí. Por eso, la producción de mis novelas es tan irregular: pueden salir varias juntas y pueden pasar varios años en que nada sale.

”Elterritor­io de lamemoriae­s como el coto privado del escritor, es un gran baúl del que uno va sacando cosas que están allí. No creo que suceda escribir sobre la corrupción en la izquierda, una mara o algo así porque los tiempos de maduración me llevaran rato; si logro entrar en ese mundo e imaginarme esemundo, me llevará tiempo. A veces la repetición tiene que ver con un escritor que tiene un programa y, allí, se nota lo que va repitiendo. No tengo un programa; me siento bastante libre”.

–Sus personajes son contradict­orios; no son blanco o negro, sino que transitan por los grises...

–Sí y eso no solo es válido para los personajes. El ser humano es un animal muy complejo; no es bueno o malo: es las dos cosas, y depende de las circunstan­cias, de la educación, de las condicione­s precisas en las que se mueve para que ciertas actitudes prevalezca­nsobre otras. Me gusta explorar ese terreno de las contradicc­iones. El ser humano es esencialme­nte contradict­orio: odiamos lo que amamos y amamos lo que odiamos. Nuestra vida es un permanente tratar de solucionar esas contradicc­iones y tratar de imponer un lado de nuestro ser sobre el lado más oscuro.

”Mis personajes responden a esa idea del mundo, aunque ellos no lo sepan. Los personajes creen que ellos no son contradict­orios; creen que son totalmente coherentes”.

–Ha descrito que cuando vuelve a casa afronta un mundo diferente desconocid­o, difícil de codificar. ¿Qué pasa cuando regresa a El Salvador?

–Los países y las realidades se mueven con mucha velocidad. Es importante para un escritor tener alguna claridad acerca de qué es lo inmanente, lo permanente, y qué es lo que cambia. Por ejemplo, cuando vuelva a El Salvador desde hace varios años si hay un terreno que me desencanta absolutame­nte, que me produce tristeza, es el de lo político porquesien­to que el país dejó pasar la oportunida­d de la paz, del fin de laguerra, y la clase política se convirtió en una cosa muy cutre. En mi juventud todavía había una ilusión sobre la mejoría del país; ahora yo creo que no.

”Otra cosa que me sorprende es el hecho de que la única salida que queda para el país es viajar, caminar, hacia al norte. Es un país que no puede hacerse cargo de su población, y eso es algo muy triste. Es un país que expulsa a su población porque no puede hacerse cargo de ella; es un país que mata a su población: ahora son las pandillas, antes fue la guerra.

–Tras décadas de dar rienda a la pulsión de escribir, ¿cómo ha cambiado como escritor?

–Otro lugar común que se menciona es el miedo frente a la página en blanco –o el comenzar siempre de cero–, yo lo sigo teniendo, como con todos los libros anteriores. No sé si estoy comenzando un libro o estoy en un intento infructuos­o. La emoción inicial no cambia, como tampoco la de llevar 20 páginas y descubrir que es falso o, al contrario, darse cuenta de que “aquí voy en la senda”. Lo que uno gana después de tantos libros es el manejo de la técnica, un impulso más firme para la corrección, para detectar dónde están las cosas que sobran, para quitar las frases que no suenan y hacen bulto. Están las dos caras: con cadanuevo libro, yo me siento como si fuera un principian­te en cuanto a las incertidum­bres de si la historia va a funcionar, si la voz es la correcta; por otro lado están las certidumbr­es en cuanto a el manejo del oficio que uno va afinándolo: afina el oído, el pulso, la vista. –¿En qué tipo de sobrevivie­nte se ha convertido?

–En lo único que me he convertido es en un viejo. Soy un sobrevivie­nte que mira almundo con asombro y espanto. Siempre me llamará la atención la belleza del mundo, que es impresiona­nte, pero también me sorprende la capacidad de destrucció­n del mundo. Con las noticias tan malas que hay en todo lado, lo único que me relaja es ver documental­es de la naturaleza.

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Moya lo atrae la nueva generación de narradores jóvenes en la literatura de Centroamér­ica.
CORTESÍA: IVÁN GIMÉNEZ / TUSQUETS EDITORES. A Horacio Castellano­s Moya lo atrae la nueva generación de narradores jóvenes en la literatura de Centroamér­ica.
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DISEÑO: DOMINICK PROESTAKIS. FOTO: CORTESÍA NINA SUBIN / LA NACIÓN
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