La Nacion (Costa Rica) - Ancora

Entre la arquitectu­ra y la milicia

El primer ingeniero-arquitecto costarrice­nse diseñó varias obras icónicas de la capital, como la Aduana Principal y la iglesia de La Merced

- Andrés Fernández andfer1@gmail.com

El 22 de noviembre de 1884, una nota del semanario El Atlántico detallaba: “Hemos visto en el despacho del Ing. Lesmes Jiménez, el plano del que será parque Central. Si todo en este asunto se lleva a feliz término como el plano, creemos que San Jo sé se enorgullec­erá con un lugar tan ameno como el que nos pinta don Lesmes”.

“Solo una pequeña observació­n queremos hacer. El kiosco

(sic) debe ir en el centro de la plaza, aunque perezca la pila, que bien puede trasladars­e a otra de nuestras plazas. Con gusto felicitamo­s al Ing. Jiménez, máxime cuando sabemos que sus trabajos los hace ad honorem”.

Estudios y regreso

Hijo de Alejo Jiménez y Elisa Bonnefil, Lesmes Jiménez Bonnefil nació en San José el 27 de julio de 1860. Dueños de una gran fortuna, sus padres le brindaron –como a todos sus hermanos– una refinada educación.

Adolescent­e apenas, fue enviado a Burdeos adonde su abuelo Juan Jacobo Bonnefil, para que aprendiera la lengua francesa. Luego se inscribió en la Universida­d Católica de Lovaina, en Bélgica, bajo la tutoría del Cardenal Mercier; para graduarse, en marzo de 1882, como ingeniero en construcci­ones civiles y mecánicas.

Regresó al país ese mismo año y, al poco tiempo de estar aquí, fue llamado por su amigo Ferdinand-Marie, vizconde de Lesseps, a unírsele en la obra que emprendía la compañía francesa en el Canal de Panamá. Sin embargo, no pudo adaptarse al duro clima y tuvo que abandonar tan magnífica posición laboral.

De vuelta en Costa Rica, fue nombrado director de Obras Públicas, puesto que desempeño sin recibir retribució­n económica y en el cual desarrolló múltiples labores de su especialid­ad. Desde esa dirección, él realizó el citado diseño para el parque Central, que fue construido en 1885.

Ese mismo año, dada su inclinació­n marcial, cuando el presidente Próspero Fernández decidió ir a la guerra contra el general Barrios de Guatemala, Jiménez, con el grado de teniente coronel, fue encargado de una sección de tropa. Con ese batallón, llegó hasta Honduras, donde les sorprendió la noticia de la muerte de Barrios, y el consecuent­e fin del conflicto.

Recompensa­do al regreso con el grado militar inmediatam­ente superior, fue llamado de nuevo a las armas en 1889, cuando se suscitaron conflictos con Nicaragua durante la presidenci­a de Rafael Yglesias. Precisamen­te fue en esos años que ten- dría un pico en su actividad como ingeniero-arquitecto.

Obras de todo tipo

En efecto, en 1886, por encargo del obispo Bernardo Augusto Thiel, Jiménez comenzó la construcci­ón del Palacio Episcopal, al costado sur de la Catedral; tal obra neoclásica la estrenó el prelado en abril de 1888.

Para entonces, encargado del diseño, empezaba también la construcci­ón del Palacio de Justicia, en la esquina suroeste de las actuales avenida 2 y calle 6, y del Colegio Superior de Señoritas, en la esquina suroeste de avenida 6 y calle 3.

Entonces, el 30 de diciembre de 1888, el llamado terremoto de Fraijanes causó serios daños en la capital. Sin embargo, como informó la prensa, los edificios nacionales en construcci­ón y dirigidos por el director de Obras Públicas –Colegio de Señoritas y Palacio de Justicia– no sufrieron daños.

Si la primera era más bien la remodelaci­ón de una vieja casa solariega, que se terminó en 1889, la segunda obra acabaría en 1893; de arquitectu­ra neoclásica muy atenuada en el primer caso, pero de rigurosa aplicación del canon renacentis­ta en el segundo edificio.

Neoclásico­s a su vez serían solo algunos detalles del Hospi- cio de Huérfanos de San José, de 1889, que, en general, es una edificació­n criolla, de techos a dos aguas y compuesta de pabellones y patios internos, construida en mamposterí­a de ladrillo. Con esa técnica constructi­va, también edificaría por entonces la Aduana Principal, al este de la ciudad.

Volumétric­amente, esta es una bodega longitudin­al con cubierta a dos aguas y amplios aleros, con un monitor que le sirve de lucernario. Su arquitectu­ra es un atenuado neorománic­o, cuyas reminiscen­cias medievales pueden leerse en sus pilastras y contrafuer­tes, en los rosetones y arcos rebajados de las puertas.

La complement­aban el edificio administra­tivo de arquitectu­ra victoriana. y la construcci­ón de la actual calle 23, al norte de la cual, para comunicar más directamen­te con Guadalupe, diseñó y construyó Jiménez el viejo puente de arco sobre el río Torres.

De lo neoclásico a lo neogótico

Tras el terremoto de 1888 le habían encargado a los ingenieros Lesmes Jiménez yG. H. Lathamel informede los daños sufridos por los principale­s edificios públicos. Este concluía, entre otras cosas, que la iglesia de La Merced, entonces en calle 4 y avenida central, debía ser demolida.

La recomendac­ión pública fue que dicho templo se reconstruy­era, pero en la llamada Plaza del Hospital, manzana donde hoy se encuentra. Ahí, con planos elaborados por su colega Jaime Carranza Aguilar, construyó Jiménez, entre 1896 y 1903, el templo neogótico de Nuestra Señora de La Merced.

Diseño de Jiménez en esa estética medieval son los templos de San Vicente de Moravia, de San Rafael y San Isidro de Heredia, todos de la misma época, aunque se terminaron cuando él ya había muerto.

En julio de 1903, con el fin de normar el ejercicio profesiona­l de la ingeniería, se fundó la Facultad Técnica de la República, cuya primera Asamblea General se celebró en la casa de habitación de Jiménez, su presidente provisiona­l. Este había sido parte, también, del primer intento de crear en Costa Rica la carrera de ingeniería.

Fue por esa fecha que, en un retorno a lo neoclásico, diseñó y construyó, en la esquina noroeste de avenida 3 y calle 5, el edificio La Arena. De estampa parisina, en esa edificació­n, el primer piso simulaba ser construido en sillería de piedra, para servir así de pedestal al segundo piso, cuya profusión de puertasven­tanas contaba con balcones forjados que alternaban, en la cubierta, con una serie de buhardilla­s de dos aguas y claraboyas neobarroca­s.

Por lo demás, ese oscilar entre lo neoclásico y lo neogótico en la obra de Jiménez, queda patente en sus obras en el Cementerio General, tales como los mausoleos de las familias Bonnefil, Quirós, Odio y Peralta, que se le atribuyen.

Mas, para principios del siglo XX, con la baja en los precios internacio­nales del café, la fortuna de los Jiménez Bonnefil fue a menos, así que Jiménez fundó, en 1906, con el comerciant­e colombiano José María Castillo como propietari­o, la fábrica de “mosaicos” –en realidad, baldosas hidráulica­s– que, pasado el tiempo, se convertirí­a en compañía constructo­ra.

Eso solo sucedería luego, tras el fallecimie­nto del ingenier oarquitect­o y de la mano de su enérgica esposa doña Adela GargolloFr­eer, pues Lesmes Jiménez Bonnfil murió el 24 de junio de 1917.

En su funeral, el prolífico diseñador y constructo­r josefino fue objeto de los honores militares que le correspond­ían como general de división, y sus restos reposan en la célebre pirámide del Cementerio General.

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DRÉS FERNÁNDEZ PARA LN. AN- 3. De 1889. Hospicio de Huérfanos de San José. Ubicado en la esquina de calle 23 con avenida 5, se inauguró en 1889. Fotografía de autor no determinad­o. 3
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FERNÁNDEZ PARA LN. ANDRÉS 2. Otra muestra. Sede de la Corte Suprema de Justicia, en avenida 2 y calle 6. Fotografía de autor no determinad­o. 2
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FOTOGRAFÍA DE NATHALIEL HARRISON RUDD. 1. Capitalino. Vista del diseño original del parque Central de San José, con el quiosco original hacia el costado noroeste. 1

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