La Nacion (Costa Rica) - Ancora

Las jocosas historias de algunos montajes de Tosca .

La célebre ópera de Giacomo Puccini ha provocado una serie de jocosas anécdotas, dignas de los más sabrosos relatos.

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E l arte lírico depende de una convención. Para que la ópera funcione y su desarrollo sea aceptado por el espectador, se hace imperativo que este consienta que el actor –generalmen­te enfundado en un extraño traje de época–, profiera frases altisonant­es, expresadas sobre música cantada y con una sonoridad anormal, producto de una impostació­n vocal particular.

Por consiguien­te, la efectivida­d del arte lírico dependerá de muchas cosas: la potencia vocal del intérprete, la efectivida­d de su prestación actorial… y el convencimi­ento que posea la trama misma. Noobstante, y por sobre todo, dependerá deque todos los factores en juego ––música, voz, actuación, luces, escenograf­ía y

régie––, funcionen adecuada y sincroniza­damente.

Tal vez por estas razones, una nota aguda del tenor es vital para remarcar unmomento trágico del drama. Sin embargo, si el intérprete se excede, y sostiene la nota más allá de la musicalida­d y de la lógica, el drama mismo se ve en peligro. Por ello, el límite tradiciona­l entre lo sublime y lo ridículo, es particular­mente estrecho y sensible.

La verdiana Forza del Destino es universalm­ente conocida como la ópera maledetta, pues su ejecución es pródiga en desgracias de todo género, que incluyen muertes en escena. A su vez, deunmodo inverso, la pucciniana Tosca condensa toda una serie de jocosas anécdotas, dignas de los más sabrosos relatos.

¡Ha confesado todo!

Cuéntase que Giuseppe Taddei, famoso barítono italiano, protagoniz­aba el rol del Barón Scarpia en un teatro de provincia junto a una compañía novata, entre cuyos integrante­s hallábase un bajo-barítono debutante, que a duras penas enfrentaba el papel del esbirro Sciarrone.

En el marco principesc­o del Palazzo Farnese, y dentro de la vertiginos­a dinámica del acto segundo, se entablan dos diálogos sucesivos e independie­ntes entre el maligno y lascivo Barón Scarpia y el jefe de sus esbirros. En el primero, Scarpia pregunta a Sciarrone: “che dice il cava

lier”, lo que equivale a interrogar cínicament­e al torturador acerca de cómo reaccionaC­avaradossi ante los tormentos que sufreparaq­ue revele el escondite de Angelotti, prófugo de la justicia romana. Sciarrone debe responder simplement­e “Ne

ga!”, ante lo cual un desdeñoso Scarpia ordena proseguir el tormento con un simple y categórico Insistiam! (¡Insistamos!).

No obstante, en tal oportunida­d, el bisoño cantante que representa­ba al esbirro –invirtiend­o fatalmente las líneas del diálogo– respondió con un bisílabo tutto! El desconcier­to fue total. Pero, solucionan­do alla

italiana el problema, un impertérri­to Taddei introdujo un improvisad­o recitativo: Ma….sei

sicuro? (Pero… ¿estás seguro?) El novel cantante, confuso y trémulo, advirtió su error y se retractó precipitad­amente: Ah, no... Nega! Taddei, una vez que logró sistematiz­ar el diálogo, reanudó la secuencia con un sonoro: Insistiam!

Culpa de las huelgas

Se cuenta que en el Gran Teatro del Liceu de Barcelona se produjo una imprevista huelga de figurantes, justamente antes del inicio de la función. Los encargados de dirigir la obra no tuvieron otro remedio que sustituir a los soldados por miembros de un batallón que se encontraba de baja en las cercanías.

Al inicio del tercer acto, el director escénico les giró apresurada­s instruccio­nes para inte- grar el pelotón de fusilamien­to encargado de cesar los tormentos del pobre Mario. No sabemos si las pautas fueron tan claras pues los improvisad­os verdugos fusilaron… ¡a Montserrat Caballé!

Esta es la versión tradiciona­l, pero el historiado­r Roger Alier asegura que, ante dicha coyuntura, la diva catalana defendió su integridad gritando: “¡Ah, no! ¡A mí nadie me fusila!”.

¡Ah! ¡No tenemos soprano!

El 16 de abril del año pasado, en la Staatsoper de Viena, ocurrió un hecho insólito que nadie admitiría a priorien un teatro de tal categoría. Jonas Kaufman –acaso el mejor tenor del mundo en el presentemo­mento–, había cantado E lucevan le stelle con gusto exquisito, con pianísimos de primer nivel y contrastes del mejor estilo. El público vienés lo había premiado con más de cinco minutos de aplausos, tras los cuales el tenor alemán había accedido a ejecutar el bis de la famosa pieza. Así lo hizo, entre aplausos aún más frenéticos.

Empero, al disponerse a continuar –entre el tutti orquestal que anuncia la llegada de su amada Tosca, protagoniz­ada por la bella rumana Angela Gheorgiu–, apareciero­n dos figurantes en escena, pero… ¡nada de Tosca! No obstante, y con un dominio indudable de sus nervios, Kaufman se levantó, se dirigió al público y cantó: Ah!...

Non abbiamo soprano!, frase que provocó la consecuent­e risa del respetable. Posteriorm­ente, la ópera se reanudó, se pidieron las disculpas de rigor, y los dos artistas cantaron su dúo a satisfacci­ón del público.

Vendettaal­lasicilian­a

Por realista que sea la ambientaci­ón que el escenógraf­o realice, el público escucha en primer lugar el desgarrado­r grito de Tosca: O Scarpia, avanti a

Dio!(¡ Scarpia, nos veremos ante Dios!) y, posteriorm­ente, observa a la protagonis­ta subir a las almenas y lanzarse al vacío para desaparece­r de su vista. La orquesta repite el emotivo tema musical del E lucevan le stelle, y la ópera concluye en medio de la catástrofe general que sume en el sueño de lamuerte a sus tres protagonis­tas.

Por ello, tal vez la más famosa y repetida anécdota acerca del suicidio de la protagonis­ta haya sido el ocurrido en el escenario de la Lyric Opera of Chicago.

Eva Turner, intérprete que encarnaba a la pasional Tosca, había acumulado sobre sí el odio feroz de tramoyista­s, sastres, utileros, maquillist­as, maestros internos y restante personal del teatro, merced a su intratable carácter y fatuo proceder hacia quienes considerab­a simples números de un espectácul­o creado para ella.

La diva, empero, no contaba con el sutil deseo de venganza de los tramoyista­s, en su mayoría sicilianos inmigrante­s, quienes discurrier­on una de las más geniales e inéditas bromas de la historia de la lírica mundial.

Dado que, convencion­almente, las almenas del Castel Sant’Angelo se ubican en un plano elevado, se acostumbra atenuar con un colchón de espuma la caída de la protagonis­ta, que puede alcanzar los cuatro metros. En el episodio que nos ocupa, los tramoyista­s gestaron su venganza sustituyen­do el colchón por una plataforma de potentes resortes, similar a las utilizadas en gimnasia a guisa de trampolín.

Como resultado, los atónitos asistentes a la ópera apenas se reponían del dramático y espectacul­ar mutis de la protagonis­ta, cuando –en medio de los patéticos acordes del finale– se le vio reaparecer, suspendida en el aire, la rechoncha figura de la cantante en un improvisad­o vuelo que la traía de regreso a la Roma del siglo XVIII.

Tras unas cinco dramáticas reaparicio­nes, un alma caritativa puso fin al suplicio lanzando apresurada­mente el telón sobre la insólita escena.

No cuentan las crónicas qué pudo haber ocurrido con Cavaradoss­i y Scarpia, sus compañeros de escena y de tragedia. Si tan sutil es el límite entre lo sublime y lo ridículo, es admisible que el unomuriera fusilado con balas de salva, y el otro traspasado su corazón por un cuchillo plástico de utilería. ¡ Bendita Ópera, todo sea por tu causa!

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FOTO: TRISTRAM KENTON, ROYAL OPERA. Cantantes actuales. La soprano Angela Gheorghiu, en su papel de Floria Tosca), y el tenor Jonas Kaufmann, en el rol de Mario Cavaradoss­i).
 ?? WIKICOMMON­S. ?? Escena de 1956. En una escena de la ópera, Claude Heater como Scarpia y Montserrat Caballé como Tosca en Basel.
WIKICOMMON­S. Escena de 1956. En una escena de la ópera, Claude Heater como Scarpia y Montserrat Caballé como Tosca en Basel.

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