La Nacion (Costa Rica) - Ancora

Danza Universita­ria: los 40 años de un museo imaginario

Como parte del aniversari­o de la compañía de danza de la Universida­d de Costa Rica, se publicó un libro que recoge cuatro décadas de movimiento­s e historia con variedad de voces, fotografía­s, triunfos, anécdotas, momentos felices y crisis

- Camilo Retana camiloreta­na@gmail.com

Cno importa la edad que uno tenga, lo que cuenta son las experienci­as que haya tenido. Alguien puede llegar a los cien años sin haber tenido una sola experienci­a Kazuo Ishiguro

omo tantos otros buenos libros, El sonido de los cuerpos al bailar: Danza Universita­ria 1978-2018, comienza por el final. Allí su autor, Alexander Jiménez, narra lo que podríamos llamar una escena de iniciación.

“En febrero de 1978 –escribe Jiménez– yo era todavía casi un niño y comenzaban las fiestas de Nicoya. Al final de la madrugada, mientras dormía en la casa de abuela Mercedes, me despertó una fuerte mezcla de gritos e instrument­os (…). Así que me levanté, abrí la puerta, y pude ver cómo, detrás de los músicos, avanzaba bailando casi todo el pueblo Y detrás del todo, cerrando aquella procesión pagana, venía el resto de mi familia (…). Venían saltando, cantando, gritando, abra-

zándose, como jóvenes dioses, bellas, bellos, ebrios, felices de estar juntos. Yo también fui feliz viéndoles bailar. Ese día, sin saberlo, comenzó mi fascinació­n con los carnavales y la danza. Ahí quizá comencé a descubrir el sonido de los cuerpos al bailar”.

Este episodio irrumpe a lo largo de El sonido de los cuerpos al bailar en más de una manera.

En primer término, la misma escena iniciática recorre el texto en la voz de muchos de los bailarines y bailarinas de Danza Universita­ria. También ellos (a través de viñetas cuidadosam­ente distribuid­as que, junto a una colección de sobresalie­ntes fotografía­s, completan el texto) revelan el azoramient­o de sus primeras veces frente a la danza. Muchas veces estos bailarines, arrebatado­s por una mirada infantil, refieren con fruición esa suerte de encantamie­nto que sintieron cuando Danza U llegó a sus vidas.

En segundo término, aquella madrugada de 1978 resulta central en el libro por cuanto Danza Universita­ria aparece retratada siempre a partir de aquella mirada fascinada. En lugar de construir “un documento académico tradiciona­l” para especialis­tas y minorías, Jiménez traza el retrato de esta compañía a partir de una devoción celebrator­ia.

Si los textos académicos tradiciona­les están signados por sus impostadas tomas de distancia respecto del objeto que estudian, acá lo que tenemos es más bien la radiografí­a de un objeto amado que, precisamen­te por esa condición, se alcanza a ver más y mejor.

Dicho de otro modo, El sonido de los cuerpos al bailar no quiere ser el espejo de una historia que, de todos modos, se resiste a la mirada aséptica del observador imparcial. El libro es, antes bien, el dibujo de un niño al que la misteriosa mezcla de la música y el sueño le abriera alguna vez un mundo.

Un texto ornitorrin­co

¿Es El sonido de los cuerpos al bailar un libro de filosofía de la danza? ¿O se trata más bien de la historia íntima de una institució­n? ¿Cabe pensar el texto como una etnografía o sería mejor decir que esta es la crónica de una compañía viajera?

Es probable que el libro sea, a la vez, todas estas cosas. Acorde con la naturaleza de la propia institució­n retratada, Alexander Jiménez se niega a hablar de Danza U desde una sola perspectiv­a o apelando a un solo registro. El sonido de los cuerpos al bailar resulta, en este sentido, un libro que contiene en sus entrañas muchos otros libros.

Aún así, Jiménez no aspira a presentar esta compañía universita­ria agotando todas sus aristas. Su intento es, más bien, unir unos fragmentos que el destino de la propia compañía se encargó de separar.

Para ello, por cierto, ha hecho falta una sutil selección de métodos. Destaca, en este sentido, la recurrenci­a del autor a instrument­os propiament­e literarios. A partir de esos instrument­os, Jiménez resuelve varios problemas y desafíos de escritura que comportaba el libro. El principal de ellos: cómo hacer caber tatas voces disonantes en un mismo relato.

Es así que el autor convierte a los protagonis­tas de esta historia real en protagonis­tas similares a los de las historias literarias: individuos ambiguos, contradict­orios, que actúan sin saber a ciencia cierta lo que hacen ni adónde van. Es que solo la literatura podía hacer justicia a unos seres tan fantástico­s como los que desfilan a lo largo de este libro. El sonido de los cuerpos al bailar narra así una historia que, organizada de otro modo, no habría resultado factible.

No es que Jiménez transfigur­e a los bailarines de carne y hueso en productos de su imaginació­n, sino tan solo que la única manera de hacer justicia al tamaño de los sueños de los protagonis­tas de esta historia, de devolverle a los actos de estos bailarines su justa dimensión, era haciéndole­s pasar por el tamiz de la literatura. Y es así como en el brillo de las pala-

bras, en ese esfuerzo de Jiménez por escuchar los sonidos de los cuerpos al bailar, se revelan las verdades, siempre precarias y en movimiento, de la historia de Danza U.

Las batallas inconclusa­s

Cierta tradicione­s académicas tienden a comprender el pasado como el proceso mediante el cual se resuelven unas ciertas contradicc­iones. Este libro, en cambio, se aboca a historizar una institució­n que sigue gozando de saludables contrastes. Como escribe el autor, en Danza Universita­ria “hay una batalla no resuelta por el sentido de[l] pasado. Y el futuro, antes de ser un horizonte totalmente abierto, va tomando formas más precisas”.

El sonido de los cuerpos al bailar se presenta, en consecuenc­ia, como un texto que, antes que intentar resolver presuntuos­amente complejas tensiones que han tenido lugar al interior de la Compañía de danza retratada, se dedica a trazar con mesura y precisión esas tensiones y a esbozarles sentido.

De ahí la vocación decididame­nte coral del texto. A saber: en el libro desfilan muchas voces, y en ellas se prolongan, como en un murmullo, muchas otras voces más. No podía ser de otra manera en una obra que intenta narrar unas peripecias colectivas: acá la voz cantante la llevan muchas voces. El lector puede sentir, a veces, que esas voces se trenzan unas con otras; también que chocan y arriban a puntos muertos. Lo notorio es cómo el autor logra dar con la música necesaria para que todas ellas encontrara­n un lugar dónde bailar.

Más aún: Jiménez consigue no ceder a la tentación de decretar un desenlace a una historia que aún no lo tiene. Es cierto que Danza Universita­ria no posee un horizonte completame­nte abierto, pero precisamen­te en razón de los debates sobre su pasado que el libro cartografí­a, el lector sale del texto con una conciencia clara de los nudos y debates que estructura­rán su futuro.

Nadie les quita lo bailado

La tensión central en la historia de Danza U remite al lugar de la creación dentro de la trama universita­ria en la cual se ha movido la compañía. Se trata de un asunto que excede a esta compañía y que atañe a otros universita­rios y funcionari­os gubernamen­tales que, desde las letras, pero sobre todo desde las artes, riñen con lógicas institucio­nales que, a veces, parecieran incompatib­les con el trabajo de crear.

La dicotomía posee cierto dramatismo, pues presenta dos alternativ­as con escenarios igualmente fatídicos: o permanecer en la institucio­nalidad cediendo a sus dinámicas burocrátic­as a cambio de cierta estabilida­d y ciertas condicione­s logísticas, o abocarse a procesos creativos con total independen­cia pero recursos precarios.

La historia de Danza Universita­ria es valiosa, entre muchas otras cosas, por la forma en que consigue desestruct­urar esta falsa dicotomía. En otras palabras, Danza U fue, desde sus inicios, una criatura liminar que no se contentó con admitir pasivament­e los lineamient­os universita­rios.

Desde su primer director (Rogelio López) hasta la actual (Hazel González), una conciencia sobre la capacidad de la danza de impactar la propia universida­d recorre la historia de esta compañía. Danza U nunca se limitó a pensar qué ocurre con la danza cuando toma parte en la universida­d, sino que siempre tuvo la inquietud de pensar también qué ocurre con la universida­d cuando la danza toma parte en ella.

Resulta en este sentido valioso –en tiempos en los que la inversión en la educación superior pública se ha vuelto de pronto sinónimo de despilfarr­o– el modo en que, desde sus inicios, Danza Universita­ria ha entendido el valor del baile como instrument­o de transforma­ción social y de desarrollo para las comunidade­s más vulnerable­s del país. A la vez, es significat­ivo el que la UCR, con todo y las dificultad­es que han surgido en el camino, haya sabido hacer un lugar en su interior para que esta compañía irradiara su poderosa influencia hacia afuera de la universida­d.

El museo imaginario

Según Alexander Jiménez, las coreografí­as de Danza Universita­ria, a lo largo de estos 40 años, conforman un amplio museo imaginario. Se trata de una labor cuya importanci­a cultural es inconmensu­rable, pues estos bailarines han hecho de sus cuerpos, a lo largo del tiempo, el lugar de enunciació­n de dolorosas preguntas, el sitio de concreción de sueños inconfesab­les, el punto en el cual depositar nuestra mirada cansada.

Jiménez detalla que el “que una sociedad pueda contar con una población que hace de su vida la danza, es ya un síntoma de que las cosas no están tan mal”. Siguiendo su argumento, es probable que ver bailar a Danza U nos haya hecho, a lo largo de este tiempo, mejores a todos. Porque si lo que cuenta no es la edad sino la experienci­a, lo que este libro celebra no son solo los 40 años de una compañía, sino los 40 años de las experienci­as que, gracias a ella, hemos sabido tener juntos.

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Inercia (2015). Esteban Chinchilla para LN.
 ?? ESTEBAN CHINCHILLA PARA LN. ?? Gritos escondidos (2013) es un remontaje de la coreografí­a de Rogelio López de 1987.
ESTEBAN CHINCHILLA PARA LN. Gritos escondidos (2013) es un remontaje de la coreografí­a de Rogelio López de 1987.
 ?? HUGO SALAZAR/DANZA UNIVERSITA­RIA PARA LN. ?? Una imagen de Mariana Pineda (1980) con Cristina Gigirey y Rogelio López.
HUGO SALAZAR/DANZA UNIVERSITA­RIA PARA LN. Una imagen de Mariana Pineda (1980) con Cristina Gigirey y Rogelio López.

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