La Nacion (Costa Rica) - Ancora

Espacio renovado, catálogo imperdible

Rigurosida­d científica y pasión se unen en las salas de historia nacional del Museo Nacional, lo cual queda en evidencia en el catálogo de la exhibición

- Andrés Fernández andfer1@gmail.com

Era un hecho: las salas del Museo Nacional habían envejecido. Por eso, de acuerdo con su Junta Administra­tiva y la actual dirección, se había propuesto su renovación, empezando por las de historia de Costa Rica. Era un reto, uno que a juzgar por los resultados, se asumió y se consumó como tal.

Lo era porque la atención del público contemporá­neo, ahíto de informació­n mediática y de imágenes inmediatas, es más difícil de capturar, porque las tendencias actuales de la museografí­a se oponen al museo como depositari­o pasivo de objetos mortecinos y, en fin, porque la riqueza de las coleccione­s de nuestro museo es enorme, pero heterogéne­a.

Las nuevas salas

Las tres variables tenían que atenderse, pues, de manera integral. El guion debía expresarse clara y elocuentem­ente, sacando partido –en términos tanto cronológic­os como de contenido– de los objetos disponible­s; mientras que su disposició­n espacial en un entorno patrimonia­l y su claridad gráfica debían conducir finalmente al resultado deseado: un apasionant­e viaje por el pasado de Costa Rica, desde el momento del encuentro de culturas hasta nuestros días.

Porque pasión debe despertar el pasado de un pueblo en su presente, si quiere de veras construirs­e un porvenir. Más la pasión, para ello, debe guiarse por la rigurosida­d que da la investigac­ión científica­mente producida y objetivars­e en atención al público dicho, con la mayor claridad y calidad.

Ese fue el trabajo de la historiado­ra Gabriela Villalobos, a cargo de la curaduría, del arquitecto Ronald Quesada, responsabl­e de la museografí­a, y de la fotógrafa y diseñadora gráfica Carolina Jiménez, en sus dos áreas de trabajo; además del personal de los departamen­tos de Protección del Patrimonio Cultural y Proyección

Museológic­a, y de los encargados de restaurar los objetos y de montar las exhibicion­es dichas.

Dos de las salas renovadas se inauguraro­n en el 2017 –la que abarcaba de la época colonial hasta nuestros días, y la del momento del encuentro– en coincidenc­ia con el 130 aniversari­o del Museo Nacional (1887-2017). Este año, en mayo, se inauguró la Sala de Historia Colonial y, posteriorm­ente, se presentó ya el libro objeto de esta reseña. Porque las salas, como las administra­ciones, pasan, pero los catálogos quedan, como testimonio irrecusabl­e del esfuerzo que fue realizarla­s.

Un catálogo de lujo

El libro-catálogo de la exhibición, sin duda, ha de haber representa­do también un reto: ¿cómo no desmerecer la experienci­a sensorial que brindan las salas así renovadas? Pues las encargadas –Villalobos y Jiménez nuevamente– salieron bien libradas.

El resultado es un libro de lujo por su diseño gráfico, que compensa lo tradiciona­l de una diagramaci­ón tan austera para los contenidos histórico-literarios, como atrevida cuando acerca al lector a selección de los cerca de 200 objetos más representa­tivos que se muestran en la exhibición permanente. En las fotografía­s que los muestran, por su parte, el acercamien­to que a dichos objetos se nos permite, enriquece el disfrute estético de piezas cuyo valor, entonces, se comprende más allá de lo histórico o lo arqueológi­co.

El texto del libro, a su vez, resume la historia del país, durante el período dicho, en seis capítulos temáticos: Costa Rica frente al espejo de la historia, Poder y Estado, Economía y trabajo, Sociedad y vida cotidiana, Diversidad y creencias, y Comunicaci­ón y ciencia.

El texto –que se presenta en español e inglés–, sin dejar de lado la rigurosida­d requerida por el tema, es fluido y de fácil comprensió­n, amigable con el lector no especializ­ado pero a la altura del especialis­ta también. Cuidadosam­ente alternado con imágenes tan bien logradas como las mencionada­s, su contenido se deja leer a ritmo del disfrute.

Con tal producto, el esfuerzo realizado para concretar la renovación de las salas de historia en el Museo Nacional, logra pues una culminació­n a su altura y trasciende más allá, hacia un amplio público que, con toda seguridad, agradecerá el testimonio de lo que fue, que cada vez que un lector abra sus páginas.

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