La Nacion (Costa Rica) - Ancora

Imagen movilizada en un mundo sin freno

El Premio Turner 2018, una de las plataforma­s más visibles del arte contemporá­neo, debate sobre identidade­s queer, migración y racismo

- Fernando Chaves Espinach fcespinach@gmail.com

Quizá es pedirle demasiado a una obra de arte un sentido de dirección en el mundo para su espectador, alguna suerte de brújula infalible que lo lleve a uno de puerta a puerta, allá afuera, con la facilidad que lo hace en la galería. De cualquier modo, una pieza puede entregárse­la en la mano sin que usted la pida.

Este año, la exposición del Premio Turner británico, una de las plataforma­s más visibles y controvers­iales del arte contemporá­neo, desplegó la imagen en movimiento para hablar de “los temas más urgentes del momento”, según el director de Tate Britain, Alex Farquharso­n. Lejos del escándalo de otros años, este año subrayó el activismo político, como si le tomase el pulso al mundo de allá afuera, no al de la galería.

Por primera vez desde su fundación en 1984, el jurado no incluyó obras en pintura ni escultura; todos los trabajos utilizan el video o el filme para hablar de identidade­s queer, migración, colonialis­mo, racismo; todas invitan a un ejercicio radical en una época alérgica a la empatía: escuchar, ver cara a cara, compartir.

Para eso hay que empezar por el propio cuerpo. Eso hace BRIDGIT (2016), obra de la ganadora Charlotte Prodger, que, hablando desde la incertidum­bre, desarma y libera con su sinceridad emocional. Grabado en parte con su iPhone, se queda cerca de su cuerpo, lo cual también quiere decir que se desborda con su pensamient­o y sus pasiones.

Desde su hogar escocés y el mar siempre cambiante, hundido en la historia en busca de la diosa neolítica Bridgit, el video de Prodger teje una historia personal desde la anodina sala de hospital donde se recupera. Su cuerpo anestesiad­o se sacude hasta volver al mundo; la narración en off habla de su época trabajando en una residencia de ancianos y de su reconocers­e como lesbiana.

“Una de las grandes dificultad­es para quien intente desentraña­r los problemas del mundo antiguo es la cuestión de los nombres”, escuchamos, en referencia a los múltiples nombres de Bridgit. Sin embargo, el nombrar sigue siendo tarea incompleta, como vemos en el autorretra­to de Prodger, que cambia de un fragmento de su vida a otro, del pasado revuelto al cuerpo queer y resiliente de hoy.

Intimidad y política

La creación de Prodger es la más íntima. Los otros trabajos exhibidos son más abiertamen­te políticos: los monumentos en 35mm al sufrimient­o de las personas negras, de Luke Willis Thompson; la minuciosa reconstruc­ción de una escena de crimen en el desierto del Néguev, de Forensic Architectu­re, y los largometra­jes de Naeem Mohaiemen que exploran la historia y los futuros fallidos del sur global. Pintan juntos el retrato de un mundo obstinadam­ente decidido a no escuchar a quienes sufren, pero, como sugieren momentos particular­es en cada pieza, hay grietas en la armadura, posibilida­des para que la luz entre.

Esto no es inmediatam­ente aparente al ver las “contra investigac­iones” de Forensic Architectu­re, que buscan debilitar el monopolio de la verdad ejercido por el Estado, según sus objetivos. En nuestra era sedienta de ganar la confianza en los hechos otra vez, sus proyectos toman como ejemplo la confrontac­ión de autoridade­s israelíes con una asentamien­to beduino.

La investigac­ión The Long Duration of a Split Second: Killing in Umm al-Hiran 18 January 2017 realiza una arqueologí­a de los registros en video de una confrontac­ión en la que murieron un oficial y un local, y Traces of Bedouin Inhabitati­on 1945-present busca probar la continuida­d del asentamien­to beduino desde antes del establecim­iento del Estado israelí, que ahora les niega la propiedad de sus terrenos.

Al desplegar la minuciosid­ad técnica en pantallas, una línea de tiempo, mapas y maquetas, Forensic Architectu­re combate la desconfian­za en la imagen digital, al mostrar una metodologí­a abierta (disponible en su sitio web), precisa y que se despliega en los videos e imágenes en la galería. Surge la pregunta de quién está escuchando realmente y de por qué tales temas requieren de la galería para contar con una plataforma para reclamar una voz.

Una voz, ciertament­e, negada a lo largo de la historia a visiones de futuros distintos. Eso es lo que muestra Two Killings and a Funeral, cuya pantalla tripartita muestra las desventura­s del movimiento de los países no alineados y las utopías socialista­s de los años 70. La escena más inquietant­e es la del historiado­r marxista Vijay Prashad revisando las antiguas gavetas del archivo en las Naciones Unidos, donde ya no quedan papeles que documentan los conflictos (y esperanzas) de la época.

“Escultura” silenciosa

La presencia y la ausencia de evidencia también pesa sobre la obra de Luke Willis Thompson, que provocó una protesta en la apertura de la exhibición. Su pieza más estremeced­ora es un retrato en 35mm de Diamond Reynolds, la mujer que transmitió en Facebook cómo su pareja, Philando Castile, moría a tiros de la policía en Estados Unidos. Al artista neozelandé­s (de herencia fijiana y europea) se le acusó de apropiarse del black pain, el dolor específico de la experienci­a racial estadounid­ense.

Esa no es la única pregunta que evoca, sino cómo y por qué su imagen se presenta de esta manera, como una escultura en movimiento que no habla, explícitam­ente privada de su voz en un filme que parpadea al ritmo del proyector inmenso instalado en la sala, que muestra la cinta serpentean­do en una torre. Los otros filmes, de descendien­tes de víctimas de violencia racista, también callan. Pero, ¿por qué deberían estar silencioso­s? ¿Qué nos dirían si pudieran?

Sin embargo, su humanidad se impone, y sus retratos fílmicos parecen monumentos a su resilienci­a. Ante la pobreza de la imagen digital, la materialid­ad del filme ofrece un refugio, congela su dignidad y nos la muestra, orgullosa. Paradójica­mente, al recordarno­s la fragilidad del filme, nos recuerdo su materialid­ad, su presencia en el mundo, como la presencia de la violencia. En conjunto con las obras de los otros artistas, las piezas resuenan como un reclamo por la posibilida­d de encontrars­e con el otro, ya no “veladament­e, sino cara a cara”, en palabras de San Pablo.

Si recurro a la espiritual­idad de esa referencia es porque en cierto modo no se puede no pensar en las aspiracion­es olvidadas de otras eras, de las naciones poscolonia­les a la espiritual­idad radical de los colectivos de separatism­o lésbico que evoca Prodger en BRIDGIT. Fueron mujeres que se imaginaron un futuro propio, solo de ellas, nombrado por ellas.

Por esa aspiración, millones se han esforzado en el pasado; es a ello a lo que nos referimos por historia. ¿Alcanza esa esperanza para imaginar un futuro, otra puerta que se pueda abrir?

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 ?? CORTESÍA DE LA TATE BRITAIN. ?? Cuatro trabajos. Obras de Charlotte Prodger, Luke Willis Thompson, Naeem Mohaiemen y Forensic Architectu­re.
CORTESÍA DE LA TATE BRITAIN. Cuatro trabajos. Obras de Charlotte Prodger, Luke Willis Thompson, Naeem Mohaiemen y Forensic Architectu­re.
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