La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical
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os grandes festivales veraniegos de música a cielo abierto son una tradición que prácticamente nació al mismo tiempo que el rock and roll. Miles de almas apiñadas frente a una tarima, pieles coloradas de tanto sol, enormes torres de parlantes, músicos en trance atacando sin piedad a sus instrumentos, cerveza por doquier, bailes, volteretas. La gloria.
La experiencia festivalera que es rutinaria para el público estadounidense y europeo desde los años 60, en Costa Rica se adaptó en una escala más acorde a nuestro medio, y por lo general con participación de talento local. Hasta mediados de la dé- cada anterior, solo el Rock Fest –dedicado por entero al rock costarricense– había logrado consolidarse como una franquicia con identidad propia y una frecuencia sostenida año a año.
Para las firmas productoras de recitales con artistas internacionales, el montar un festival con grandes nombres no parecía una prioridad en el país, y a lo más que se podía aspirar era a ver a dos o tres artistas latinos en una misma jornada.
En el 2006 todo cambió: el Águila tomó la palabra.
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Desde antes de que el contar con la denominación “Esencial Costa Rica” fuese una posibilidad para las marcas comerciales, ya Florida Bebidas tenía una de las marcas más esenciales de Costa Rica. Nadie discute que Imperial es un símbolo comercial asociado con la imagen tica y para muchos turistas extranjeros el águila negra sobre fondo amarillo es el más costarricense de los íconos.
Con décadas de experiencia en la organización y producción de espectáculos masivos gratuitos en zonas fiesteras, Imperial asumió como propio el reto de crear un festival musical de dos días, con entradas pagadas y artistas internacionales de primer nivel en el cartel.