La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

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3magine un barco enorme, del tamaño del Titanic, flotando por los aires y cruzando el océano Atlántico. Imagínelo lleno de pasajeros –97, precisamen­te–, preparados para desembarca­r en la Estación Aeronaval de Lakehurst, en Nueva Jersey.

Ahora, imagine ese Titanic volador –245 metros de longitud y 41 de diámetro; es decir, tres campos de fútbol a lo largo y 16 pisos a lo alto– colapsando sobre la tierra, envuelto en una bola de fuego. Imagine a los pasajeros saltando al vacío para escapar de las llamas.

Imagine, también, la voz de Herbert Morrison, un periodista radial, observando aquella escena dantasca y exclamando, para la historia, “Oh, la humanidad”.

El 6 de mayor de 1937, hace precisamen­te 80 años, aquella escena fue una realidad. El colapso del dirigible Hindenburg sigue ocupando un lugar importante en el imaginario colectivo.

Fue construido en 1935 por la empresa alemana Luftschiff­bau Zeppelín. Con este modelo, pretendían revolucion­ar la aviación comercial. Sus argumentos tenían: el Hindenburg podía cruzar el Atlántico en pocos días –la alternativ­a era tardar hasta una semana atravesand­o el océano en barco–; era lujoso y práctico, y se convirtió en el orgullo del régimen nazi.

“Hitler utilizó el Hindenburg para sus exhibicion­es de poder, incluso lo hizo aparecer en los multitudin­arios congresos del partido en Nuremberg”, contó el historiado­r Jesús Hernández al diario español ABC.

Existen teorías de que fue precisamen­te el nazismo la génesis de su destrucció­n. El dirigible estaba diseñado para funcionar a base de helio, cuyas reservas estaban controlada­s por Estados Unidos; la desconfian­za del régimen negó el acceso al helio y obligó a los alemanes a utilizar hidrógeno, material mucho más inflamable.

Lo cierto es que, durante su complicada maniobra de aterrizaje, los 248 obreros a cargo de atracar la nave observaron una chispa en la parte trasera.

No hubo tiempo de reacción. En 40 segundos, la aeronave se consumió en fuego, lo que fue capturado por cámaras de televisión y reporteros de todo Estados Unidos.

El golpe fue mortal para los viajes en dirigibles, que se abandonaro­n de inmediato.

La humanidad había quedado marcada para siempre.

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