La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical
El cuerpo del deseo
Mujeres engañadas. Sostuvo amoríos con cientos de admiradoras, pero solo se enamoró de ocho o nueve.
La risa alarga la vida. Dará el último paso con dignidad; García piensa que la muerte es una puerta que se abre; habrá que ver hacia adónde.
La sonrisa del diablo. El histrión rechaza la opinión de sus seguidores, quienes todavía lo consideran sensual; atribuye la opinión a la generosidad de sus fans. lluvia, por infiel; en teoría porque es puras ganas.
Su relación más sonada –literalmente– fue con Sonia. Eran uno para el otro; vivieron un romance termonuclear, con explosiones eróticas de muchos megatones y basado únicamente en el sexo.
Parecían caracoles. Fue un amor tormentoso, tremendo y terrible, matizado por el carácter violento y celoso de Andrés, que nunca le ocultó a ella sus innumerables lances.
De los besos y “ayayays” pasaron a los porrazos. En alguna ocasión García reconoció que le dio a Sonia una o dos patadas “porque no se había portado bien”.
El calvario de Infante la volvió adicta a los calmantes; la depresión aumentó cuando se enteró que los dos hijos de su anterior matrimonio –Pedro y Ángela Alatriste– estaban hasta el cogote con las drogas.
Ahora en su senectud, Andrés es un vejete achacoso, anclado a sus libidinosos recuerdos, que de vez en cuando lo acosan como si aun fuera un oscuro objeto del deseo.}