La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical
¿un crimen olvidado por Hollywood?
Las búsquedas de Charles Manson, Sharon Tate y el mismo Bruce Lee, entre otros protagonistas de tragedias en la meca del cine se han disparado por estos días tras el estreno de ‘Érase una vez en Hollywood’, la última película de Tarantino. Y entonces, com
Veinte años recién cumplidos y el universo de Hollywood tendiendo una alfombra a sus pies en el emblemático 1980, cuando daba inicio la década que marcaría de manera muy particular la cultura pop justo antes del arribo de la Internet, que cambiaría el planeta para siempre.
Se llamaba Dorothy Ruth Hoogstraten, había nacido en Vancouver, Canadá, y apenas saliendo de la adolescencia simplificó su nombre por razones artísticas y se convirtió en Dorothy Stratten, modelo, playmate y actriz principiante que vio truncada su vida el 8 de agosto de 1980, en lo que se considera uno de los feminicidios más sangrientos y dramáticos en la meca del entretenimiento angelino, lo cual ya es mucho decir.
Con el reciente estreno de la esperada película de Quentin Tarantino, Érase una vez en Hollywood, una realidad ficcionada que
transita por los años 60 y evoca historias reales pero con desenlaces distintos a lo ocurrido, el afamado director pone en la palestra, una vez más, sonados casos como los protagonizados por el psicópata Charles Manson, la actriz Sharon Tate y el actor y campeón de artes marciales, Bruce Lee, entre otros.
Como suele ocurrir, las búsquedas en Internet no tardaron en precipitarse en el afán de los fans por saber más de estos y otros sonados y lúgubres casos, y entonces fue inevitable que reflotara la corta, intensa y tristísima vida de la rubia canadiense que prometía convertirse, para muchos, en la próxima Marilin Monroe.
¿Por qué Hollywood parece haber olvidado el cruento caso de Dorothy, siendo las historias macabras parte de su cantera permanente? Más allá de las especulaciones, lo cierto es que la historia de la canadiense no fue tema menor en su época, e incluso provocó que la reconstrucción de los hechos que rodearon su final, en el artículo periodístico La muerte de una playmate, publicado en el diario Village Voice, que le confiriera un premio Pulitzer a la periodista neoyorquina Theresa Carpenter, en 1981.
Imposible contar la historia de Dorothy sin empezar por el final, aquel día de agosto que, desprolija de toda preocupación –pese a las advertencias de sus amigas– decidió ir a la casa de Paul Snider, un buscavidas que se le había cruzado tres años atrás, en la natal Canadá de ambos, y quien la conquistó con la promesa de que la convertiría en una rutilante estrella de Hollywood.
Antes de conocer a Dorothy, Snider malvivía entre Vancouver y Beverly Hills, donde organizaba desfiles y castings para futuras actrices,