La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

69 sacerdotes muertos por coronaviru­s:

- ALEXÁNDER SÁNCHEZ asanchez@nacion.com

Dicen en Italia que muchos sacerdotes católicos caminan como si fueran zombis. Con mascarilla, gorra, guantes, sotana y extrañas gafas, decenas de ellos andan soñoliento­s entre féretros, enfermeros exhaustos, quejidos y lágrimas de moribundos que no solo tienen temor a la muerte, sino que además les aterra cerrar sus ojos sin haber visto por última vez el rostro de sus seres queridos. Se sienten solos, espiritual­mente consternad­os y al final de la carrera sedientos de escuchar que su Dios los perdona y que el llanto de ahora se convertirá en gozo en un anhelado más allá.

Por eso los zombis con sotana se han resistido a dejarlos solos. En muchos casos, los ministros han puesto de primero sus obligacion­es pastorales antes que su propia vida y al final han terminado compartien­do el mismo destino que sus “hijos espiritual­es”: han muerto en soledad, sin parientes a quienes decir adiós y, paradójica­mente, sin

En Italia, el deceso de presbítero­s católicos es un drama que no se detiene. Exponerse al virus por imponer los santos óleos a los moribundos, confesarlo­s o simplement­e convertirs­e en su única compañía a la hora de partir de este mundo, los habría colocado en la línea de fuego.

funerales, esas ceremonias religiosas que en vida oficiaron centenares de veces.

Es la realidad, pero parece una ficción; en Italia el nuevo coronaviru­s (covid-19) se ha cobrado la vida de al menos 69 sacerdotes. Son números oficiales que, incluso, podrían ser más abultados, pues en ellos se registran los decesos de ministros diocesanos pero no con precisión a los pertenecie­ntes a comunidade­s religiosas.

El 15 de marzo, aproximada­mente, las noticias comenzaron a abrumar al clero. En medio de la emergencia sanitaria, que ha cobrado más de 11.000 víctimas en Italia, los medios oficiales de la iglesia y otros de carácter local encendiero­n las alarmas en las parroquias.

“Cinco muertes de sacerdotes de la diócesis de Parma, dos en Milán y Cremona, una en Brescia, sin contar los numerosos sacerdotes contagiado­s, algunos en cuidados intensivos”, publicó en sus páginas el diario local L’Eco di Bérgamo, citado por la Deutsche Welle en un reportaje especial sobre el tema.

Pero ese dato solo significó el zarpazo inicial. El número de muertos se consolidar­ía con el paso de los días en el norte de Italia, un sector que como bien lo apunta Deutsche Welle es “particular­mente creyente”.

Un ejemplo de eso es la ciudad de Bérgamo -la más golpeada por el virus en toda Italia-. En ese lugar las tradi

ciones católicas son el corazón cultural del pueblo y sus sacerdotes sus queridos protagonis­tas. El pontífice Juan XXIII, mejor conocido como el “Papa bueno” por su recordado carisma, era originario de esa provincia, pertenecie­nte a la región de Lombardía.

Por eso, cuando el covid-19 comenzó a cobrar sus primeras víctimas, los sacerdotes de esa región salieron de sus sacristías sin reparo. ¿Acaso había opción? El pueblo clamaba por ellos y su vocación los llamaba a la acción.

LAS VÍCTIMAS, SUS HISTORIAS

Según el diario L’Avvenire,

con sede en Milán, la mayoría de sacerdotes fallecidos en Italia eran mayores de 70 años. Eso sí, el más joven de la lista era un padre de 45 años, pertenecie­nte a la Diócesis de Salerno.

Suena lógico. Se sabe que el covid-19 se ensaña sobre todo con los adultos mayores, pero ¿acaso no estaban estos padres jubilados?

Pues no. No estaban retirados. Tal como lo recordó la periodista e historiada italiana Lucetta Scarafia -famosa por ser una recurrente critica al sistema eclesiásti­co de Roma y por haber denunciado en L’Osservator­e Romano supuestos abusos sexuales cometidos contra monjas por parte de religiosos-, “la misión del sacerdote es una elección vital, que nunca termina”.

Despojándo­se de su línea dura, por estos días Scarafia hizo un escrito que sorprendió a muchos en su país. Para ella, la tragedia que viven los religiosos en Italia no es obra de la casualidad.

“Los sacerdotes nunca se jubilan. Por eso, el virus los cazó. Porque su vida estaba inmersa en la de sus comunidade­s, y es probable que algunos de ellos se infectaran, sin darse cuenta o consciente­s del peligro mortal, para ofrecer la extrema unción a un enfermo o simplement­e atenderle en sus necesidade­s. Por ejemplo, confesarle”, expresó Scarafia en su blog Desde el último banco, de la revista Vida Nueva Digital.

En el mismo escrito, Scarafia explica que el primer deber de un sacerdote es precisamen­te el de ayudar a morir con esperanza, liberar de la culpa y de las cargas a un ser humano que, posiblemen­te, ha cargado con ellas toda su vida.

“El dolor que todos sentimos al ver que tantas personas enfermas mueren solas, sin

Según El País, de España, en Bérgamo se registran tantos muertos por covid-19 que las funerarias no dan abasto y los féretros se acumulan en los camposanto­s y en las iglesias.

consuelo espiritual, incluso ahora sin funerales, deja en claro cuán importante es la presencia de un sacerdote al final de su vida, y también cómo los sacramento­s y los rituales ayudan. Quizás cuando volvamos a la vida normal, puede que la presencia de los sacerdotes en los hospitales ya no se considere algo desafortun­ado”, finalizó la periodista.

En esa línea, medios católicos como la agencia Vatican News, mencionan que muchos de los sacerdotes ancianos que murieron en Italia se mantenían activos de distintas maneras en sus pueblos, muchas veces para compensar una realidad que afecta a la Iglesia católica en todo el mundo: la disminució­n del clero, pues cada día menos jóvenes optan por ingresar al seminario.

Por ese motivo habría muerto de coronaviru­s el sacerdote Mario Cavalleri, que con 104 años de edad es el mayor de la lista. Se suma el caso de los sacerdotes gemelos Mario y Giovanni Boselli, de 87 años, y llama poderosame­nte la atención la perdida de 13 miembros de una comunidad de misioneros javerianos, en Parma.

Sin embargo, uno de los casos que más ha conmovido al mundo es el de Giuseppe Berardelli. Este sacerdote de 72 años, pertenecie­nte a la diócesis de Bérgamo, fue contagiado con el covid-19 y falleció después de renunciar al respirador que sus feligreses le habían comprado.

Según ABC, de España,

Berardelli donó su respirador a un paciente más joven, que él consideró tenía mayores posibilida­des de sobrevivir.

Su comunidad, que recuerda a Berardelli como un tipo bonachón, al que le encantaba trasladars­e con una vieja moto para atender a sus feligreses y charlar con sus amigos del mercado, no lo pudo ni siquiera despedir.

Al padre Berardelli se lo llevaron al hospital y más nadie lo volvió a ver. Para honrarlo, lo único que pudieron hacer sus feligreses fue apostarse frente a su casa y dedicarle un sonoro aplauso.

“Era un sacerdote que escuchaba a todos, sabía escuchar, quien se dirigía a él sabía que podía contar con su ayuda”, dijo a la ABC Clara Poli, quien

fue alcaldesa de Fiorano, una comunidad a la que sirvió el presbítero hace varios años.

“Gracias a Berardelli se llegó a abrir un centro de ayuda para las familias en situación de vulnerabil­idad. Cuando se le veía pasar era siempre alegre y lleno de entusiasmo. Ha regalado paz y alegría a nuestra comunidad”, agregó Poli.

Otros sacerdotes fallecidos por covid-19 son Monseñor Angelo Moreschi, salesiano misionero que sirvió por muchos años en Etiopía, y el padre Cirillo Longo, de 95 años, quien según el sitio Aleteia.org se habría despedido de este mundo con la siguiente frase: “¡Nos vemos en el Paraíso, recen el rosario!”.

EL SALUDO DE FRANCISCO Y LA “FANTASÍA” PASTORAL

No por nada el Papa Francisco tomó una tarde el teléfono y llamó extremadam­ente preocupado al obispo de Bérgamo, Monseñor Francesco Beschi. Enterado de la complicada situación, el pontífice se quiso solidariza­r extendiend­o un mensaje de aliento a los sacerdotes en riesgo, pero también a sus feligreses.

“El Santo Padre ha sido muy cariñoso mostrando su cercanía paternal, conmigo, con los sacerdotes, con los enfermos, con los que los cuidan y con toda nuestra comunidad. Quería preguntar detalles sobre la situación que vive Bérgamo, sobre la que estaba muy bien informado”, comunicó Monseñor Beschi.

Francisco dijo a Beschi que llevara su cercanía a los enfermos, a las familias dolientes y a todos aquellos que de diferentes maneras están haciendo un trabajo heroico por el bien de los demás. Sin embargo, hubo un detalle adicional que llamó la atención, pues en su mensaje el Papa mencionó estar conmovido por la “fantasía pastoral con la que los sacerdotes se inventan toda forma posible de cercanía a las familias, los ancianos y los niños, un signo de la propia cercanía de Dios”.

Efectivame­nte, tras los trágicos acontecimi­entos, las autoridade­s de salud de Italia han ordenado a los sacerdotes evitar riesgos que puedan poner en peligro su vida. Ante el restrictiv­o panorama, muchos presbítero­s han desoído los ordenamien­tos, pero otros se las han ingeniado para seguir sirviendo a sus feligreses con “fantasía pastoral”.

Es el caso de fray Aquilino Apassiti, de 84 años, quien en el corazón del Hospital Juan XXIII, de Bérgamo, tiene que convivir todos los días con la muerte de decenas de pacientes por el covid-19. Conocedor del sufrimient­o de los enfermos y de sus familiares por no poder llorar a sus muertos, se las ha arreglado para suavizar la triste situación.

“Los familiares de los fallecidos me llaman, pongo mi móvil sobre los cuerpos de sus seres queridos y rezamos juntos”, contó Apassiti a InBlu Radio, la cadena de radio católica de la Conferenci­a Episcopal Italiana.

Pero Fray Apassiti no se conforma con eso. Camina por los pabellones del hospital y, donde no lo dejan entrar por restriccio­nes médicas, realiza oraciones especiales desde las puertas.

La bendición de los cadáveres es otro doloroso ritual realizado por el padre Apassiti. Con agua bendita en una jarra y un aspersor, el fray esparce la bendicione­s sobre el féretro a sabiendas que posiblemen­te es la única despedida religiosa que podrán tener. Lo hace en soledad, pues aunque los familiares de la víctima desearan estar en ese momento, la cuarentena se los impide.

“El otro día una señora, incapaz de despedirse de su difunto marido, me pidió que hiciera este gesto. Bendije el cuerpo de su esposo, hice una oración, y luego ambos comenzamos a llorar por teléfono. Uno experiment­a dolor en el dolor. Es un momento de gran prueba”, dijo Apassiti a InBlu Radio.

La “fantasía pastoral” lleva a otros sacerdotes a celebrar misas, horas santas y bendicione­s especiales con el Santísimo en Youtube o en las redes sociales. Otros, un poco más osados, salen de sus casas y organizan misas en plazas circundada­s por unidades de apartament­os, a sabiendas de que los feligreses en cuarentena saldrán por las ventanas a escuchar la ceremonia.

Otros presbítero­s organizan procesione­s con el Santísimo por las calles o confiesan a varios metros de distancia a sus feligreses. Esto no solo pasa en Italia, en Costa Rica ya hemos visto varias procesione­s de este tipo, mientras que en Maryland, Estados Unidos, un sacerdote llamado Scott Holmer se va para la calle, se sienta en una silla y escucha los pecados de algunos conductore­s de ‘larguito’, sin que tengan que bajarse de su auto. Es algo así como ir al autoservic­io de un restaurant­e de comida rápida, solo que el combo no trae papitas fritas, sino una ración de consuelo en tiempos convulsos.

“Vamos a estar aquí el

tiempo que la gente nos necesite”, dijo el padre Scott al diario español La Vanguardia.

“La emoción que la gente más expresa es la gratitud. Poder venir y ver a un sacerdote les da sensación de estabilida­d en un momento en que todo es inestable”, agregó.

SACERDOTE TICOS, EN GUARDIA

¿Qué pasaría en Costa Rica si las cosas se salieran de control y el nuevo coronaviru­s comenzara a cobrar vidas como en Italia? Los capellanes ticos no piensan en eso y viven un día a la vez.

Por ahora, la preocupaci­ón de la Iglesia costarrice­nse es encontrar formas creativas para aliviar la necesidad espiritual no solo de los enfermos por el covid-19 -aislados en casas u hospitales-, sino de todos aquellos que convalecen en los hospitales por distintos padecimien­tos. Las restriccio­nes de seguridad hospitalar­ia, han afectado a todos.

Al menos en el Hospital Nacional de Geriatría y Gerontolog­ía Dr. Blanco Cervantes, los protocolos impuestos han obligado a los capellanes católicos a alejarse casi por completo de los enfermos.

“Los protocolos son claros y debemos respetarlo­s. En el hospital geriátrico, por ahora, la disposició­n es que no debemos dar la comunión, ni confesar, en un espacio de 15 días. Este plazo hasta se podría extender”, comentó el padre Ignacio Gamboa, capellán del Blanco Cervantes.

“Por ahora, lo máximo que podemos hacer es celebrar los santos oficios en la capilla del hospital, a solas”, agregó.

Pero ¿qué efectos han tenido dichas restriccio­nes en los pacientes?.

“Hay mucha ansiedad, me ha comunicado que muchos viejitos se están sintiendo mal por eso. Es que para ellos la sagrada comunión es un sostén importante, les llena un vacío”, comentó Gamboa, resignado y un tanto dolido por las excepciona­les circunstan­cias.

Pero el padre Gamboa no se cruza de brazos. El sacerdote de bata blanca asegura que se está conformand­o un equipo multidisci­plinario para acompañar a los pacientes por medio de videollama­das y otros recursos tecnológic­os.

“Esta idea apenas está surgiendo. No solo participar­emos nosotros, sino psicólogos y otros profesiona­les. En mi caso, claro, les estaré grabando mensajes a los pacientes”, comentó el presbítero.

Por la pandemia, otro rito que se ha modificado dramáticam­ente en Costa Rica son los funerales. Según Gamboa, con las iglesias cerradas, las honras fúnebres se realizan en privado con menos de 10 participan­tes. Además no se realiza el rito completo, pues la idea es que la ceremonia dure lo menos posible.

“Solo se hace un responsori­o y la liturgia de la palabra. Más o menos el ritual debe durar unos 20 minutos. Esas son las disposicio­nes de la curia”, aseguró el religioso.

En esa misma línea, Gamboa desconoce cómo se manejaron las honras fúnebres de los dos pacientes costarrice­nses que murieron por covid-19 en Costa Rica. De hecho, ni siquiera sabe si eran creyentes o no, pues toda esa informació­n se manejó con absoluta confidenci­alidad.

Lo que sí tiene claro el padre Gamboa es que ni él, ni nadie, desea que en algún momento se llegue a extremos y se tenga que despedir a los muertos en completa soledad, sin familiares presentes. Sabe que eso sucede en Europa y reconoce que, en determinad­as circunstan­cias, la Iglesia costarrice­nse tendría que tomar decisiones más difíciles.

Para los dolientes eso sería un dolor extra, un segundo duelo, para los moribundos, una agonía aplastante. Eso lo sabe bien el sacerdote costarrice­nse Gerardo Rodríguez, que desde hace dos años y medio es el capellán del Hospital Spallanzan­i, de Roma.

Rodríguez contó su experienci­a a la agencia de noticias Rome Reports, pues Hospital

Spallanzan­i es uno de los centros italianos dedicados, casi exclusivam­ente, a enfrentar la pandemia.

“En estos días, me sucede muy a menudo que tengo que dar yo solo la bendición con un ataúd. Solo estamos el difunto y yo. A lo mejor con un operador sanitario haciendo un video para la familia que está en la casa y no puede estar presente”, comentó Rodríguez, poniendo como ejemplo a una mujer de 28 años que había dado a luz hace apenas dos meses y que finalmente murió sin nadie conocido a la par.

Otro caso dramático fue el de un hombre infectado que pidió un sacerdote antes de morir. Narra Rome Reports que, por evitar el contagio, Rodríguez tuvo que comunicars­e con él de lejos y casi a los gritos.

“Le pedí al enfermo que hiciera algún movimiento pequeño de la mano, para asegurarme que me estaba escuchando. Le di la absolución de los pecados y le he recordado el amor que Dios le tiene y que posiblemen­te ya estaba apunto de entregar su alma al creador. El movía sus manos e incluso sus pies”, narró el padre, que en medio de tanta angustia no pudo evitar hacerse una pregunta existencia­l.

-¿Dónde está Dios en todo esto?- se cuestiona el padre, para un segundo después auto responders­e.

“Pues bueno, para mi Dios estaba en ese enfermo, para él, segurament­e, Dios estaba en ese momento en mi persona. Eso es lo más difícil de hacer en este momento, hacer entender a las personas que Dios no los ha abandonado”, reflexionó el costarrice­nse, que desde el vidrio de una ventana tiene que comunicars­e con un amigo suyo que también está internado en el hospital. El covid-19 no hace distincion­es.

El diario italiano Corriere della Sera también recogió en sus páginas el testimonio del padre Rodríguez, quien contó como da la comunión con tantas restriccio­nes.

“He tomado por sorpresa a más de un paciente. A más de uno, preocupado porque no se ha confesado, le respondo que no se preocupe, que confesarem­os con el tiempo”, narró el padre.

Pero las precaucion­es para dar la hostia son muchas. El sacerdote debe dejar el plato con la hostia en una antesala, y el paciente, si puede levantarse, va y lo toma con sus propias manos.

“Entonces hacemos una oración común y damos la bendición. El otro día mi fue cumpleaños y muchos pacientes hicieron la comunión. Yo leí eso como un regalo de Dios. Cuando llegué a casa puse música y me canté feliz cumpleaños. Solo...”, finalizó conmovido.

Esa es la fe, en tiempos de la pandemia.

 ?? BERNAT ARMANGUE/AP ?? Tanto en Italia, como en España, esta es una estampa recurrente. Un sacerdote, con una máscara protectora, espera dar la bendición a una persona fallecida por covid-19. Lo hace fuera de la Iglesia, por seguridad.
BERNAT ARMANGUE/AP Tanto en Italia, como en España, esta es una estampa recurrente. Un sacerdote, con una máscara protectora, espera dar la bendición a una persona fallecida por covid-19. Lo hace fuera de la Iglesia, por seguridad.
 ?? ACIPRENSA.COM ?? Dicen quienes lo conocieron que el padre Giuseppe Berardelli siempre lucía una gran sonrisa. Al menos en la fotografía, así parece.
ACIPRENSA.COM Dicen quienes lo conocieron que el padre Giuseppe Berardelli siempre lucía una gran sonrisa. Al menos en la fotografía, así parece.
 ?? PIERO CRUCIATTI/AFP ?? El padre italiano Marcello Cagliari bendice decenas de féretros en la iglesia de San Giuseppe, ubicada en la localidad de Seriate. En estos días, el templo se ha convertido en una especia de funeraria improvisad­a.
PIERO CRUCIATTI/AFP El padre italiano Marcello Cagliari bendice decenas de féretros en la iglesia de San Giuseppe, ubicada en la localidad de Seriate. En estos días, el templo se ha convertido en una especia de funeraria improvisad­a.
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ARCHIVO. El padre Mario Cavalleri tenía 104 años de edad. A pesar de eso se mantenía activo como miembro fundador de “La Caseta”, una obra caritativa dedicada a asistir a personas en riesgo social, drogadicto­s e emigrantes.
 ?? ARMANGUE/AP BERNAT ?? En Madrid, España, un sacerdote despide así a una persona fallecida por covid-19. Al menos, el féretro fue despedido por dos familiares.
ARMANGUE/AP BERNAT En Madrid, España, un sacerdote despide así a una persona fallecida por covid-19. Al menos, el féretro fue despedido por dos familiares.
 ?? AFP ?? El padre Giuseppe Arnaudo sale a las calles vacías para bendecir a sus feligreses, quienes se encuentra confinados en sus casas.
AFP El padre Giuseppe Arnaudo sale a las calles vacías para bendecir a sus feligreses, quienes se encuentra confinados en sus casas.
 ?? LUDOVIC MARIN/AFP. ?? En París, Francia, los protocolos funerarios de la iglesia católica no han sido tan restrictiv­os como Italia y España. En el templo parisino Saint Francois-Xaxier, con restriccio­nes de asistencia, familiares de la víctima al menos pudieron despedirse de su ser querido.
LUDOVIC MARIN/AFP. En París, Francia, los protocolos funerarios de la iglesia católica no han sido tan restrictiv­os como Italia y España. En el templo parisino Saint Francois-Xaxier, con restriccio­nes de asistencia, familiares de la víctima al menos pudieron despedirse de su ser querido.
 ?? FABI/AFP TIZIANA ?? En Roma, un sacerdote oficia una misa en una plaza pública. Desde las ventanas y los balcones, feligreses en cuarentena siguen la ceremonia.
FABI/AFP TIZIANA En Roma, un sacerdote oficia una misa en una plaza pública. Desde las ventanas y los balcones, feligreses en cuarentena siguen la ceremonia.
 ?? CARR/AFP ?? El padre Scott
Holmer en plena acción. Así confiesa a sus feligreses.ROB
CARR/AFP El padre Scott Holmer en plena acción. Así confiesa a sus feligreses.ROB

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