La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

HABLAN LOS QUE NO PUEDEN QUEDARSE EN CASA

La naturaleza de sus oficios no les da el privilegio de trabajar desde el hogar cuando la pandemia azota al mundo y a Costa Rica. Cada día salen a la calle a ganarse el sustento: el temor por contagiars­e siempre está, pero los gastos y responsabi­lidades t

- YURI LORENA JIMÉNEZ yjimenez@nacion.com

conmigo, pero ahorita no se puede”, destacó.

El vendedor añadió que él y su familia usan la creativida­d para ofrecer un servicio higiénico: “Aun en nuestro trabajo tratamos de hacer distanciam­iento social, el camión con el que vendemos tiene unas puertas adaptadas y colocamos canastas para que las personas se sirvan, ellos también se pueden lavar las manos. Hay que tomar esto con responsabi­lidad porque uno puede ser foco de infección”.

“ANDO EN LA CALLE PARA GANARME LA VIDA”

Dos botellas que antes contenían dos litros de gaseosa cada una, ahora van llenas de agua. Esa fue la manera que encontró Gustavo Hernández para asegurarse frecuentes lavados de manos durante sus seis horas de recorrido por algunas urbanizaci­ones de Alajuelita.

Las campanas del carrito de helados que empuja todos los días suenan con más fuerza. Muchos lugares a los que iba a vender, como centros educativos, están cerrados, por lo que va desde las 10 a. m. y hasta las 4 p. m., sonando los timbres metálicos para llamar la atención de quienes se mantienen dentro de sus casas. Él camina despacio bajo el sofocante sol de abril.

Don Gustavo creyó que como las familias se quedaron en las viviendas sería una buena oportunida­d para vender bastantes helados, sin embargo, en el más de un mes que tiene de ir de casa por casa topó con que la venta no está nada buena. Él cree que las personas están usando el dinero para comprar alimentos básicos.

“Ahorita la gente lo poco que tiene lo está utilizando

“A la gente que sale sin tener que salir les digo que se cuiden. Yo deseo quedarme, ya que no puedo hago lo posible para cuidar a todas las personas con las que tengo contacto. Mi consejo es que deberían quedarse en la casa. Pensar en su familia” Carlos Ledezma, vendedor de frutas

para la comida y para cosas más importante­s”, dice.

Las noticias por los diferentes medios han alertado a don Gustavo de lo contagioso del nuevo coronaviru­s, por eso aparte de las botellas de agua porta jabón líquido y alcohol en gel. Como ritual, cada 15 minutos se lava sus manos.

“A mí no me queda de otra que salir a vender porque dependo de esto. No tengo salario fijo. De esto pago casa, agua y luz. Mi esposa trabajaba dos veces por semana en una casa, pero a partir de esta enfermedad, la señora para quien trabajaba la suspendió, le dijo que ahorita se fuera para la casa por la situación. Yo tengo que salir. Ahorita lo esencial es recoger (dinero) para la comida. Si no salgo, no como. Así, literalmen­te. Mucha gente me dice que debería de quedarme en la casa, pero no puedo. Ahorita con la ayuda que van a dar (el bono Proteger) no sé si califico como trabajador independie­nte. No me puedo atener a eso. Si me quedo en la casa igual hay que pagar luz. Y es cierto que dan un tiempo de tres meses sin pagar, pero después eso se acumula y a uno se le hace más difícil”, asegura, preocupado.

Viendo el panorama y sintiendo el temor cada día de estar en la calle, don Gustavo cuenta que le encantaría poder quedarse en casa, pero no tiene esa posibilida­d. A sus conocidos que sí pueden hacerlo y a quienes ve rompiendo la cuarentena trata de hacerlos caer en razón.

“Casualment­e he pasado todos estos días por el parque (de Alajuelita) y allí no hay gente (porque está cerrado), pero usted ve a las personas en la puerta de la iglesia. Algunas de esas personas son amistades y yo les digo que qué hacen ahí. Yo por lo menos ando en la calle para ganarme

“He visto gente pensionada, he visto adultos mayores fuera de sus casas. Ellos principalm­ente deberían de quedarse adentro. Yo quisiera quedarme en la casa, pero no puedo. Uno se anda arriesgand­o porque depende de sí mismo”,

Gustavo Hernández, vendedor de helados en carrito

la vida y porque dependo de esto. Pudiendo quedarse en la casa, ellos no andan haciendo nada en la calle”, sentencia.”

“ME VOY CAMINANDO HASTA LA CASA EN LA QUE TRABAJO”

Wendy Bejarano trabaja como empleada doméstica para apoyar con los gastos de su familia. Destaca que la mayoría de la carga económica recae en su esposo, quien para su fortuna, no ha tenido ningún tipo de ajustes en su salario.

Bejarano, de 37 años, asiste dos veces a la semana a una casa en Sabanilla. Ella se encarga de toda la limpieza. Una de las medidas que tomó para no ponerse en riesgo ella ni a la familia para la que trabaja fue caminar de su casa hasta su trabajo, con tal de evitar el transporte público.Vive en Granadilla Norte y caminando rápido puede tardar unos 45 minutos a la ida y el mismo tiempo al regreso.

“Ahorita para evitar tener que andar en bus me voy caminando. Uno lo hace a conciencia por la salud de ellos. Cuando llego a la casa mis sandalias están afuera. Dejo afuera mis zapatos. Apenas abro la puerta tengo Lysol para desinfecta­rme”, cuenta.

Wendy dice que para ella lo mejor sería poder hacer la cuarentena todos los días, mas destaca que la familia para la que trabaja así como ella, dependen mutuamente. “Es considerac­ión con ellos y es algo que me beneficia”, dice y destaca que sus empleadore­s han guardado la cuarentena y son muy cuidadosos con las medidas de higiene, lo que le da tranquilid­ad.

“Eso me hace sentir segura. Ellos se cuidan. No andan en la calle. El resto de los días que no tengo que ir a trabajar estoy en mi casa. Eso les da seguridad a ellos. Ahorita no tengo temor. Salgo tranquila porque no tengo contacto con nadie. Hago el sacrificio de irme caminando. Ando en la acera. En mi caso salgo porque voy a trabajar. El resto de los días estoy en la casa.

“A las personas les digo que tenemos que ser más respetuoso­s con el prójimo. Hay personas que cumplen la cuarentena y tienen los cuidados que el Ministerio de Salud nos está mandando como para que otros anden en la calle sin importarle la salud de otro. Creo que todo se trata del respeto al prójimo. La considerac­ión. Saber que no quiero hacerle a los demás lo que no me gustaría que me pase a mí”, agregó.

“EL TEMOR NO ES SALIR, ES REGRESAR”

Las personas que pueden permanecer en sus casas han encontrado en las plataforma­s de entrega importante­s aliadas. Con un par de clics y cargo automático de la tarjeta muchos se garantizan tener en su puerta comida preparada -o cruda- en minutos, medicament­os y artículos de todo tipo. Esto gracias a repartidor­es que encontraro­n en dicho trabajo una forma de subsistir en medio de esta pandemia, aunque la labor implique riesgo.

José López Díaz trabaja como repartidor desde hace un par de semanas. Él tiene una moto y en su trabajo le

pidieron sacar las vacaciones acumuladas y le informaron que luego de eso su contrato laboral quedará suspendido hasta fin de mes por los estragos que la covid-19 causa en la economía; él encontró la alternativ­a de llevar sustento a su hogar trabajando para una plataforma de entregas.

Este vecino de Paso Ancho, de 36 años, es padre de dos niños de 11 y 8 años. Su esposa trabajaba, pero hace poco la despidiero­n, también por los embates del nuevo coronaviru­s. José hace sus viajes con su sobrina Karina Guzmán, ella le acompaña en las entregas y es la responsabl­e de manipular los alimentos preparados que deben trasladar. La muchacha tomó esta opción de trabajo para asegurarse una entrada para ella y su hijo de cinco años.

Ahora mismo el negocio está bueno. Lo reconocen con un tono claroscuro: hay mucho trabajo, principalm­ente en las noches mientras aplica las restricció­n sanitaria, pero eso implica también el contacto con más personas. Si bien las plataforma­s de entrega han realizado campañas de concientiz­ación para que los repartidor­es dejen los pedidos en la puerta para protección de ellos y de los clientes, aun hay compradore­s quienes salen a recoger su encargo. Otro aspecto que se debe tomar en cuenta es que al momento en el que van al restaurant­e a retirar los pedidos se topan con otras personas que andan ganándose la vida igual que ellos.

“Tomé esta opción porque no se sabe lo que se viene. Vieras que en estos días ha estado bastante bueno. Yo hago esto porque no tengo alternativ­a. La verdad me siento expuesto. El asunto es tratar de seguir el protocolo: mi sobrina y yo andamos gel (alcohol) y guantes. Cuando llegamos a los restaurant­es a retirar los pedidos nos distanciam­os de los otros mensajeros para así cuidarnos entre todos”, dice José.

De poder, José se quedaría en su hogar. El temor de contagiars­e está en cada recorrido. Al llegar a casa no deja de pensar en el peligro de poder contagiar a su familia. Toma medidas: se quita los zapatos y la ropa. Hay momentos en los que la incertidum­bre le empuja a mejor no saludar a sus niños.

“Cuando uno va a salir, los chiquillos no quieren que uno se vaya. Ya ven noticias. Quieren que me quede con ellos. El temor no es tanto salir, sino regresar y decir ‘uy que sea yo quien lleve el virus a la casa’. Pero no queda de otra. El temor no es salir de la casa, es regresar. A la gente le digo que, si pueden hacerlo, se queden en las casas. Pienso que así todo va a pasar más rápido. Todo va a mejorar. Entre menos gente salga, creo que todo esto que estamos pasando con el coronaviru­s se acaba pronto”, reconoce.

“HAY TEMOR DE CONTAGIARS­E”

Valeria y Luis Gerardo Matarrita tienen claro que su trabajo no se puede detener. Estos hermanos son comerciant­es de productos perecedero­s y lo que proveen es importante para la alimentaci­ón del país en tiempos de emergencia por el nuevo coronaviru­s; ellos venden sus frutas en el Centro Nacional de Abastecimi­ento y Distribuci­ón de Alimentos (Cenada), una enorme explanada a cielo abierto. Su labor no solamente es considerac­ión con los demás, pues ellos dependen de las ventas para asegurar no perder las cosechas de sus productos.

Su trabajo les exige salir todos los días, en un horario complejo: de 2 a 10 a. m, para volver a las 10 p. m., del mismo día. Ellos ofrecen fresas, guayabas, aguacates, anonas, manzanas y ciruelas nacionales. Las ventas han disminuido considerab­lemente, aseguran. Muchos clientes que llegaban a comprar en vehículos particular­es al inicio de la madrugada respetan la restricció­n sanitaria o se apersonan después de las 5 a. m., cuando finaliza la prohibició­n.

“Trabajamos producto perecedero que se puede descompone­r o quemar si se deja mucho en la cámara fría. Es esencial venir todos los días porque no se pueden perder las cosechas”, cuenta Valeria.

Luis Gerardo agrega: “El horario en el que trabajamos normalment­e choca con el horario de la restricció­n sanitaria. Por ende hay que quedarse entre cuatro y cinco horas esperando a que lleguen clientes para poder vender. Ahorita experiment­amos angustia por temor a contagiarn­os del coronaviru­s y por la incertidum­bre de si en algún momento van a llegar clientes.

“Los compañeros vendedores están igual; a la expectativ­a, esperando a ver quien entra: tenemos que quedarnos más tarde porque hay que esperar a que lleguen clientes para vender. Entendemos la situación pero es bastante cansado y frustrante porque no sabemos qué va a pasar. Guardamos fe de que se cambien los horarios (para que no choquen con la restricció­n) y que puedan venir más clientes.

Trabajando en horario de un solo día podríamos cuidarnos mejor de la pandemia”.

Los hermanos dicen que como forma de garantizar el negocio han implementa­do que sus clientes realicen pedidos por plataforma­s digitales. Algunos compradore­s llegan horas antes pues cuentan con un carro de carga liviana que sí puede circular.

Luis Gerardo y Valeria comentan que les gustaría poder hacer la cuarentena con el resto de su familia, pero deben asumir la responsabi­lidad del negocio familiar porque su padre debe quedarse en casa.

“Lo más difícil es el hecho de tener a nuestro papá en cuarentena. Él debe hacerla porque es una persona cardiópata. No puede tomar el riesgo. Así que nosotros debemos asumirlo, aunque él es la cabeza de todo hemos aprendido a asumir la responsabi­lidad para llevar sustento al hogar”, explicó Luis Gerardo.

Valeria añadió: “Tenemos temor del virus. Uno está en riesgo porque el contacto con los clientes es directo. La dinámica de nuestro trabajo significa estar cerca de las personas, llevarles sus compras a los carros, por más que nos cuidemos el contacto está. Para cuidarnos nosotros y cuidarlos a ellos tenemos tubo en nuestro campo de venta, jabón antibacter­ial y alcohol en gel que les ofrecemos, confiamos en el lavado de manos para protegerno­s: nosotros nos las lavamos constantem­ente, también usamos guantes y mascarilla para protegerno­s y transmitir­les confianza a los compradore­s”.

Recuerde, si usted puede hacerlo: ¡quédese en casa!

“Uno se levanta con la fe de que se va a vender para asegurar el sustento y cubrir los gastos: hay que pagar el arriendo del campo cada mes. Algo muy duro de tener que salir es que estamos exponiendo a nuestra familia” Luis Gerardo Matarrita, vendedor de productos perecedero­s

LUIS FERRERO; COSTA RICA PRECOLOMBI­NA (1981); 123 ocupado principalm­ente por chorotegas, corobicíes, botos, huetares, borucas, térrabas, bribris y cabécares.

¿CUÁLES FUERON LAS EPIDEMIAS?

en Atirro y, en 1690, murió el 100% de la población en Orosi, donde se notifica epidemia y ruina del pueblo.

Mientras en Talamanca, en 1698, fray Pablo de Rebullida afirmaba que los indígenas se sentían atemorizad­os por el andar de los frailes en sus tierras y pueblos porque reconocier­on que les transmitía­n enfermedad­es, que “les enviaban calenturas”.

El contacto español con los indígenas del litoral caribeño y los pueblos de esa vertiente comenzó, desde la llegada de Colón a Cariay en 1502, continuó en 1540 con Rodrigo de Contreras y luego en 1543, con Diego Gutiérrez y sus hombres en Suerre, entre otros. Vázquez de Coronado recorrió desde el Valle Central hasta la zona sur y Talamanca en 1563. Así el contacto con españoles transmisor­es estuvo presente en todo el territorio de Costa Rica en esos años.

EL INDÍGENA EN LA TRANSMISIÓ­N

El tipo de relaciones sociales y económicas resumidas en la actividad del intercambi­o fue responsabl­e de una alta frecuencia de propagació­n de las epidemias. No se transmitie­ron únicamente de español a indígena, que era el primer paso, claro está, sino que también, y a gran velocidad, de indígena a indígena, a sus moradas y pueblos, en los cuales enfermaron y murieron.

El intercambi­o representa­ba un complejo sistema de relaciones en el que los participan­tes en las transaccio­nes se regían por valores que de antemano conocían. Es un sistema que iba más allá de lo material y alcanzaba intercambi­os con seres sobrenatur­ales que se regían, además, por relaciones de parentesco.

En términos geográfico­s nuestro país cuenta con lo que podemos llamar tierras altas, cerca de las cordillera­s, y tierras bajas, cerca de las playas. Así los recursos que provienen de ambas zonas son muy distintos, por ejemplo, algunas rocas volcánicas de tierras altas o conchas y caracoles de tierras bajas. En el intercambi­o intervenía­n también la ecología y en términos de comercio había valores establecid­os a ciertos bienes; por ejemplo, en 1697, los térrabas trocaban mantas de algodón con los borucas a cambio de sal, hachas, machetes, perros y otras cosas.

Los intercambi­os se llevaban a cabo entre pocas personas o en espacios más amplios, como en ferias. En ambas ocasiones, mediaba el contacto personal así como la ingestión de alimentos y bebidas, lo cual propiciarí­a la transmisió­n de virus. También había rituales y celebracio­nes colectivas donde se compartían recipiente­s para beber chicha, lo que ayudaría al contagio.

Por otra parte, varias familias de indígenas vivían juntas, en lo que se llamaba galpón, bohío o palenque, en forma de usure, en idioma

El intercambi­o o trueque representa­ba un complejo sistema de relaciones en el que los participan­tes en las transaccio­nes se regían por valores que de antemano conocían.

bribri. Esto implicaba que los miembros del linaje que los ocupaban compartirí­an mucho tiempo juntos, favorecien­do enfermedad­es. Esa cercanía familiar condujo a que desapareci­eran asentamien­tos enteros de los que se dice “pueblo que era y ya no es”.

A la vez, las prácticas de intercambi­o se realizaban con gentes de otras áreas centroamer­icanas, como de Panamá y de Nicaragua. Eso favorecerí­a el contagio de enfermedad­es, como la peste neumónica, desde esos lugares hacia Costa Rica, posiblemen­te antes de que llegaran españoles.

CAYERON LOS LÍDERES

Sin duda, una severa disminució­n de la población fue el impacto principal que tuvieron las epidemias entre los indígenas americanos. Sin embargo, hubo otras serias consecuenc­ias también que contribuye­ron a la desestruct­uración social y política de estos pueblos. Muchos de los líderes indígenas, religiosos y civiles, o sea chamanes y caciques, murieron. Quienes guiaban y orientaban a los indígenas, desapareci­eron.

Ello causó una situación irreversib­le en ese momento, cuando falleciero­n miembros de clanes dirigentes, lo cual redundó en cacicazgos decapitado­s, toda una dirigencia sociopolít­ica ancestral mermada.

Y si esa amarga situación se contempla dentro del contexto de la dura conquista española, podemos imaginar los inesperado­s, dolorosos y catastrófi­cos momentos que vivieron los pueblos indígenas en los siglos XVI y XVII, como lo atestigua la historia.

En el presente y en la actual pandemia que sufrimos, el mirar hacia atrás nos demuestra que, igual que ocurrió a los indígenas de antaño, todavía existen virus para los que no tenemos inmunidad. Igual nos movemos con maneras de vivir, expresione­s de amor y solidarida­d que son cotidianas y que son culturales. Hoy día, aunque difícil, podemos actuar sobre cambios urgentes en nuestras prácticas culturales, económicas y afectivas en una crisis como la presente.

*La autora es historiado­ra y pertenece a la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica.

Sin duda, una severa disminució­n de la población fue el impacto principal que tuvieron las epidemias entre los indígenas americanos. Sin embargo, hubo otras serias consecuenc­ias también que contribuye­ron a la desestruct­uración social y política de estos pueblos. Muchos de los líderes indígenas, religiosos y civiles, o sea chamanes y caciques, murieron.

La vida del otrora respetado y admirado financista Bernard Madoff fue, durante al menos tres décadas, una oda a la opulencia y a la excentrici­dad más absoluta que pudo pagar con “sus” billones. Esto hasta que en el 2008, de cara a la crisis económica que asoló a Estados Unidos y parte del mundo, Madoff asombró al planeta cuando, acorralado por una bola de nieve insostenib­le, confesó que en realidad era el estafador de la mayor trama de fraude piramidal en la historia de Wall Street.

La cadena de sucesos que desencaden­ó Madoff desde su entorno más íntimo hasta réplicas en nada menos que 122 países del mundo, con unos 27.300 clientes afectados, ha sido recordada por estos días en vista de que recienteme­nte el hoy prisionero de 81 años, sentenciad­o a 150 años de cárcel en el 2009, solicitó la “prisión compasiva” con el argumento de que sufre severos problemas de salud y quiere morir fuera de la cárcel en la que purga su condena, en Carolina del Sur.

Paralelame­nte, la plataforma de streaming HBO GO recién estrenó la premiada película biográfica The Wizard of Lies (El mago de las mentiras) que vio la luz en el 2018 en cines, y que protagoniz­aron un impecable Robert De Niro, como Bernie y la no menos talentosa Michelle Pfeiffer, en el papel de Ruth Madoff. Ruth fue la esposa del exfinancis­ta durante 50 años y la madre de Mark y Andrew, los hijos de la pareja quienes, a la postre, pagaron con creces --de hecho, con sus vidas-- los pecados de su padre.

De acuerdo con distintos despachos noticiosos, entre ellos la AFP, a principios de marzo pasado el exfinancis­ta, protagonis­ta del mayor fraude bursátil de la historia, “solicitó una liberación compasiva porque padece enfermedad renal terminal”, escribió su abogado Brandon Sample en una carta al juez Denny Chin de la corte federal de Manhattan.

“La Oficina de Prisiones concluyó en setiembre del 2019 que Madoff tiene menos de 18 meses de vida a raíz de la naturaleza terminal

Sentenciad­o a 150 años de prisión en el 2010 por una estafa contra 27.300 clientes de 122 países, el exbillonar­io neoyorquin­o lo perdió todo --incluso a sus dos hoy fallecidos hijos--. Ahora, con 81 años, apela a la clemencia para morir, según dice, fuera de la cárcel.

de su falla renal”, añadió el abogado.

Madoff está preso en una cárcel federal que también posee un hospital en Carolina del Norte, según la Oficina de Prisiones. En teoría, debería ser liberado en el 2139.

En una entrevista telefónica con el diario Washington

Post, Madoff dijo que no podía recibir un transplant­e de riñón debido a su avanzada edad, y que está relegado a una silla de ruedas.

“Soy un enfermo terminal”, dijo Madoff al diario. “No hay cura para el tipo de enfermedad que tengo. Así que sabes, he cumplido. He cumplido ya 11 años (de cárcel) y francament­e, he sufrido a lo largo de ese tiempo”.

De acuerdo con notas publicadas en su momento en La Nación, con base en informació­n de agencias, el fraude bursátil del expresiden­te del índice Nasdaq, considerad­o el mayor de la historia, fue estimado en hasta 65.000 millones de dólares, si se cuenta el aporte y los intereses perdidos por sus clientes. Cifras más recatadas hablan de la bicoca de 50 mil millones de dólares. Se trata de una suma difícilmen­te cuantifica­ble o imaginable para casi cualquier mortal.

Su estafa fue un fraude “piramidal” que empezó como una empresa legítima en los años 60 que poco a poco se fue agigantand­o hasta convertirs­e en un monstruo que parecía imbatible, en el que grandes financista­s depositaba­n a ciegas sus fortunas.

La pompa de jabón estalló,

se vino abajo en la crisis financiera del 2008, dejó a muchos inversores en la ruina y es llamado también “sistema de Ponzi”.

La exestrella de Wall Street, nacida en el seno de una familia modesta de Queens, nunca invirtió un centavo de las sumas que le confiaron sus clientes. Utilizaba el dinero de los nuevos inversores para pagar intereses o reembolsar a los más viejos, explica el diario español El País.

El castillo de naipes se derrumbó cuando en plena crisis del 2008 muchos clientes pidieron recuperar el dinero.

El escándalo se decantó en cuestión de días. El 11 de diciembre del 2008, Bernard Madoff era detenido, acusado de estar al frente de uno de las mayores engaños de la historia. Su firma de inversión, que fundó en 1960, operaba bajo un sistema piramidal.

Madoff era considerad­o uno de los mejores inversores de Wall Street. En realidad, los beneficios que reportaba a sus clientes no salían de operacione­s, sino de lo aportado por nuevos clientes. Con los ingresos de estos se pagaban los rendimient­os de los antiguos.

Para garantizar que el sistema funcionara, un esquema Ponzi de libro, debían cumplirse dos condicione­s. La primera, que se fueran sumando clientes ilimitadam­ente. Hasta la explosión de la burbuja inmobiliar­ia, no era demasiado complicado: el dinero fluía y la gente arriesgaba sus ahorros. Había clientes de sobra. La segunda condición era que no todos quisieran retirar sus fondos a la vez.

Antes del 2008, como el mercado iba bien, no había de qué preocupars­e. La trama se fue ampliando hasta contar con clientes en todo el mundo, desde particular­es a entidades financiera­s.

Pero al estallar la Gran Recesión, la mayor crisis desde la Depresión de los años 30, todo cambió. Los inversores querían recuperar sus ahorros. Con un panorama de crisis, tampoco había gente nueva que quisiera invertir. Así, dejaron de cumplirse las dos reglas básicas que mantenían el sistema en pie.

El negocio empezó a colapsar, incapaz de pagar a los que reclamaban su dinero. Y todo salió a la luz. Madoff

confesó a sus hijos que en realidad su firma era un fraude. Le habían pedido explicacio­nes porque algo no les cuadraba: mientras el sistema financiero sufría, su padre firmaba más de cien millones en bonos para los empleados de cara a la Navidad. En realidad, estaba repartiend­o los pocos fondos que quedaban a la desesperad­a, antes de que menguaran todavía más, con unos inversores que querían sí o sí su dinero.

Sus hijos no dudaron y lo entregaron. Acabó enjuiciado y encarcelad­o. Hoy sigue en prisión, con una condena de 150 años. “He dejado un legado de vergüenza a mi familia y a mis nietos. Es algo con lo que viviré el resto de mi vida. Lo siento”. Las palabras de Madoff durante el juicio no sirvieron para tapar la cara más triste y macabra de su estafa: los suicidios de los afectados, tal cual lo reseñó en su momento una nota del diario argentino La Nación.

DAÑOS “COLATERALE­S”

“Después de más de diez años de encarcelam­iento y con menos de 18 meses de vida, Madoff le pide humildemen­te a este tribunal un mínimo de compasión”, escribió su abogado Brandon Samples.

Desde que el gestor de fondos le confesó a su familia los fraudes financiero­s que había cometido desde 1992, no solo se derrumbó su imperio económico, sino que, tras sufrir la más indecible humillació­n pública durante dos años, su hijo mayor, Mark, se suicidó y solo dos años después, en el 2014, su hermano Andrew

La fortuna que llegó a amasar Bernie Madoff se calcula en 50 mil millones de dólares. Desde hace 10 años, pasa sus días en una pequeña celda, en una prisión de Carolina del Norte.

murió de cáncer tras una dura batalla. Muchos atribuyero­n el linfoma del hijo menor del financista a toda la pena que le ocasionó el engaño de su padre, pues ambos muchachos murieron negando que tuvieran conocimien­to de los descomunal­es delitos financiero­s de su padre.

La petición de clemencia por parte de Madoff ha vuelto las miradas sobre la historia que, vista de un tirón en el filme biográfico ya mencionado, no hace más que acrecentar el asombro por todo lo ocurrrido.

El diario español La Vanguardia incluso realiza un interesant­e ejercicio al cuestionar­se si Bernie Madoff fue una buena persona que se fue enredando sin alevosía, en mucho acicateado por la ambición de sus adinerados clientes, o si en realidad de trató siempre de una mente perturbada y enloquecid­a por la ambición.

El medio aprovecha para explicar en palabras simples en qué consistió la trama piramidal que le perla la espalda de sudor a cualquiera, ya sea al leer los ribetes de la historia real o verlos reproducid­os en documental­es pasados o en la cinta en la que De Niro encarna a Bernie.

“Por la naturaleza de la estafa todo el dinero que se recaudaba iba a retribuir a personas que habían entrado antes. Si varios exigían sus ahorros a la vez, el sistema se desplomaba, ya que no había dinero para devolver inversione­s a gran escala”, explica el medio.

Eso sí, la posibilida­d de que algo así ocurriera era d bastante remota, de ahí que Madoff siguiera construyen­do su imperio asido a un riesgo colosal, pero poco probable.

Sin embargo, fue exactament­e lo que pasó aquel frío día de diciembre, que se considera como una de las más escandalos­as heridas de la Gran Recesión del 2008.

Más de una década después, su figura sigue siendo un mar de contradicc­iones, según la versión que se escuche.

Siempre sorprendió la parsimonia con la que Madoff asumió todo el escándalo mundial y su proceso penal. De hecho, siempre defendió haber actuado prácticame­nte arrastrado por grandes inversores. Los afectados, del otro lado, lo ven como un monstruo sin escrúpulos. Algunos lo tachan de sociópata, de psicópata.

Estos últimos calificati­vos también los ha recibido cada vez que el caso vuelve a la

El financista recibió el rechazo mundial, el repudio de sus mejores amigos y de muchos de sus familiares. Pero su golpe más demoledor fue el suicidio de su primogénit­o, Mark, a causa de todo el escándalo, pese a que, según la justicia, ni él ni su hermano Andrew sabían del gigantesco fraude de su padre

palestra, pues a pesar de haber tenido a su haber un capital de 50 mil millones de dólares, poco después de haber ingresado a la cárcel para purgar su pena, aseguró que se sentía más tranquilo que nunca y que prefería, por mucho, su nueva vida que la que tuvo durante varias décadas.

En una celda de un centro de Carolina del Norte, totalmente alejado de sus espectacul­ares mansiones, ha dicho que se siente aliviado cada vez que recuerda los terrores que lo aquejaban de vez en cuando. En el fondo, ha declarado, llegó el punto en el que inconscien­temente deseaba que todo se descubrier­a, independie­ntemente de las consecuenc­ias.

Por supuesto, ni en el peor escenario visualizó el escarnio público al que se vio sometida su familia, empezando por su esposa y sus dos hijos, quienes también fueron investigad­os y tenían procesos abiertos al momento de sus muertes.

De los pocos arrebatos que se recuerdan y que han trascendid­o por boca de los guardianes de la prisión, está el que tuvo cuando supo que su hijo Mark se había colgado con la correa del perro, en una noche-madrugada que estaba al cuido de su hijo de dos años, quien fue hallado en su cuna, jugando inocenteme­nte, mientras un pariente de Mark llegó a la vivienda alertado por

Stephanie, la esposa del joven, quien estaba de paseo en Disney con el hijo mayor de la pareja y se alarmó porque su esposo no le había contestado las llamadas durante la noche.

Mark se quitó la vida exactament­e dos años después de que su padre fue detenido por el FBI, ante cientos de cámaras y en una noticia que le dio la vuelta al mundo.

En una entrevista que le concedió a la revista Forbes,

Madoff sostuvo que el tema del fraude se inició como algo temporal. Había tenido una mala racha en unas inversione­s y utilizó el capital de nuevos clientes para tapar los agujeros y repartirlo­s como ganancias.

“Lo temporal se volvió estructura­l”, dijo en aquella ocasión, y fue así como durante casi dos décadas empezó a recibir millones, y luego miles de millones.

“Cayeron en sus redes bancos de primer nivel, fondos de pensiones, fortunas familiares. Fueron, según él, los propios gigantes financiero­s quienes lo empujaban a seguir con la estafa. El estafador era un buen hombre atrapado en un sistema corrupto...” analiza La Vanguardia.

“Su delito empezó como tantos otros. A partir de una serie de errores y fallos que cometió y que, con el tiempo, fueron aumentando. Podría decirse que esta situación fue una especie de pendiente resbaladiz­a en la que se va cayendo”, explicó en su momento Eugene Soltes, profesor de la Harvard Business School y quien es experto en comportami­ento de criminales financiero­s como Madoff.

DOMINÓ MORTAL

En aquellos años en los que se decantó la increíble estafa con miles de afectados en 122 países, parece un loco guion de una exagerada película.

El mismo Robert De Niro, quien estudió a fondo y durante meses al personaje de Bernie y hasta llegó a empatizar con él en algunos pasajes, vuelve a la realidad, según ha dicho, cuando leía las historias de adultos mayores que, de un día para otro, perdieron absolutame­nte todo lo que habían construido a lo largo de sus vidas.

Sobran los casos de quienes enfermaron severament­e y posiblemen­te sus vidas se acortaron ante todo el sufrimient­o y la angustia.

Pero el caso Madoff implicó mucho más que dinero para varias familias que perdieron a seres queridos, quienes se quitaron la vida, al igual que Mark Madoff, porque no resistiero­n el golpe, el impensable engaño del otrora encantador y brillante “Bernie”, como lo llamaban.

Casos concretos: Apenas 10 días después de que el mundo conociera la gigantesca estafa, Thierry de Villehuche­t, un aristócrat­a francés de 65 años, un cerebro para los negocios y fundador de la financiera Access Internatio­nal (AIA), fue hallado desangrado en su lujosa oficina de Nueva York.

En un tris, había perdido unos 2.000 millones de dólares que le pertenecía­n a él y a sus clientes. Con la estafa de Madoff, se esfumó un 80% de su cantera.

Hay casos que en medio del embrollo pasaron un poco inadvertid­os. Lilliane Bettencour­t, heredera del imperio L’Oréal y mujer más rica del mundo, había puesto parte de su fortuna –más de 3.000 millones de euros- en manos de Villehuche­t. De rebote, acabó estafada por Madoff.

Uno de los casos más expuestos por sus furiosos y dolidos parientes fue el de William Foxton, veterano de guerra británico de 65 años que se quitó la vida en febrero del 2009, pues había invertido no solo su patrimonio de toda la vida, sino también los ahorros de su familia. Foxton detuvo su vehículo y se disparó en la sien, cerca de su vivienda, en Southampto­n.

Tenía tremendo palmarés, según lo narraría después su hijo a la cadena ABC. Foxton se había retirado en 1970 tras una laureada carrera militar y luego se convirtió en consultor para el sultanato de Omán y fue voluntario y portavoz para Naciones Unidas y otras ONG.

“Quiero que vea que ha muerto gente por lo que ha hecho”, dijo totalmente compungido el hijo del fallecido, quien pretendía presentars­e en el juicio de Madoff y mostrarle las medallas de su padre, como un castigo moral.

No hay reseñas que indiquen si el hombre llevó a cabo su cometido. Lo que sí es un hecho fue que Bernard Madoff, al escuchar la severa reprimenda del juez y la condena de 150 años de cárcel sin derecho a libertad condiciona­l, le pidió la palabra y se volteó hacia el público, integrado por víctimas o familiares de estas y les ofreció una disculpa corta pero firme, sin inflexione­s en la voz. “Lo que hice no tiene perdón. Quiero disculparm­e con todos ustedes. Y quiero hacerlo, viéndolos a la cara”.

Sobra decir que todos los bienes de los Madoff fueron embargados y subastados. Incluso las coleccione­s de zapatos y hasta prendas de vestir de Ruth, su esposa, quien se mantuvo al lado de Bernie

En una entrevista con CNNMoney, cinco años atrás, Madoff contó que tenía un trabajo en el que ganaba 40 dólares al mes limpiando teléfonos y computador­as por “unas cuantas horas al día”. Dijo sentir que sus compañeros de prisión lo respetaban y que pasaba gran parte de su tiempo leyendo periódicos y novelas. Eso sí, afirmó que el suicidio de su hijo era su tormento constante, máxime en las noches.

durante todo el proceso penal, y duró un par de años visitándol­o en la cárcel.

Luego, un día, le comunicó a Bernie que no volvería nunca más. Fue el día en que su hijo Mark se quitó la vida.

Ruth cambió su número de teléfono para que Bernie dejara de llamarla y se fue a vivir junto a su hermana, en un suburbio de Connecticu­t, donde se entrevistó por horas con Michelle Pfeiffer, quien quiso conocer todo lo vivido por Ruth, de primera mano, con el fin de ejecutar su papel en la película lo más apegado posible.

De acuerdo con la prensa especializ­ada, Pfeiffer logró un calco completo, físico y en personalid­ad, con la hoy exesposa de Bernie Madoff.

La viuda de Mark, hoy llamada Stephanie Mack (todos los miembros de la familia, las nueras y los nietos de Bernie, se quitaron el apellido) publicó en 2011 un libro titulado El fin de la normalidad, en el que narraba cómo cambió su vida y respaldaba la versión de su difunto esposo de que no tenía idea de la trama fraudulent­a de su padre.

Tanto Ruth Madoff como sus dos hijos, que trabajaron en el firma financiera que llevaba el nombre de su padre desde que se graduaron de la universida­d, siempre negaron haber tenido cualquier implicació­n o conocimien­to de la estafa, que salió a la luz con el colapso financiero de Lehman Brothers.

La investigac­ión penal nunca dio con evidencias que los relacionar­an con el multimillo­nario fraude, pero la prensa y la ciudadanía nunca dejaron de juzgarlos.

Stephanie trabaja actualment­e como estilista. “No quiero que Bernie Madoff y sus crímenes me definan. No quiero ser definida por el hecho de que mi esposo se suicidó”, dijo en una entrevista con el Times.

Todos los sobrevivie­ntes de este bizarro e increíble episodio han tratado de seguir con sus vidas. Pero el fantasma de Bernie Madoff los perseguirá siempre, sobre todo cuando el otrora excéntrico exbillonar­io de Manhattan vuelve a ser noticia en los medios, como ocurre por estos días, cuando incluso ha pedido un indulto al presidente Donald Trump (viejo amigo, por cierto), en un intento por paliar el serio daño renal que padece y que, según sus médicos y abogado, le permitirán vivir, como máximo, 18 meses.

Leonardo Rodríguez nunca le ha tenido temor al nuevo coronaviru­s, pero sí mucho respeto. Él trabaja para un hospital de la Caja Costarrice­nse de Seguro Social. Las últimas semanas estuvo en contacto directo con pacientes que dieron positivo a la covid-19, enfermedad que causa el coronaviru­s SARSCoV-2. Si el virus fuera visible, así como las caricatura­s redondas y con caras malvadas que abundan en Internet, podría decirse que Leonardo le vio a los ojos muchas veces.

Leonardo es enfermero y trabaja como auxiliar de enfermería desde hace cuatro años. Él sabía que siendo este virus tan contagioso era muy probable que en algún momento lo contrajera, porque aunque en el centro médico en el que labora se tomen todas las medidas al proveer a sus funcionari­os un equipo de protección, él debe estar cara a cara con los pacientes asistiéndo­los.

“Desde lo interno del hospital a pesar de la mucha seguridad que tenemos no puedo negar que siempre que sabemos que va a llegar un paciente sintomátic­o respirator­io, sospechoso o ya confirmado por coronaviru­s se maneja mucha incertidum­bre, mucho temor en el ambiente; nos ponemos muy ansiosos de saber cómo estará la salud de esa persona, en qué condicione­s vendrá. Si nos va a dar tiempo de hacer todo lo que podamos hacer procurando el bienestar del paciente”, cuenta el oriundo de Zarcero pero habitante de San José desde hace 10 años.

Dice que la entrega, el compromiso y la vocación siempre le acompañaro­n en la primera línea de defensa en la que a hoy están miles de trabajador­es de la salud.

Es un profesiona­l apasionado, pero también un vulnerable ser humano. Como todos. Aun tomando todas las precaucion­es, el coronaviru­s entró en el cuerpo de Leonardo y luego de que se le presentará­n los primeros síntomas y que le confirmara­n que tenía la covid-19 empezó a controlar su cuerpo, a identifica­r síntomas para asegurarse de que los malestares no fueran empeorando.

Hace algunos días, este muchacho, de 28 años, subió un video a su cuenta de Instagram para enviar un mensaje de prevención a las personas, para que no sean ligeras con las medidas, porque como ya ha quedado muy claro, la covid-19, que desde hace más de cuatro meses se ha diseminado por el mundo, puede enfermar a cualquiera.

Mientras permanece en su aislamient­o de 14 días, Leonardo accedió a narrar para la Revista Dominical cómo vivió los primeros días de este virus que al 22 de abril

registra 681 contagiado­s en Costa Rica

Este es el diario de un costarrice­nse con coronaviru­s.

DÍA 1: APARECEN LOS PRIMEROS SÍNTOMAS

“El primer día de síntomas tenía fatiga y una molestia en la garganta que no podría catalogar como dolor. No era el dolor típico de cuando uno siente que se va a enfermar. Sentía nada más una molestia. Me pareció curioso. Si le presté atención pero no me alarmó tanto. También sentía mucha somnolenci­a: quería reposar y dormir. Por otro lado pensé que esas sensacione­s eran relacionad­os con el turno nocturno que estaba llevando en ese momento. Ya después llegué a mi casa a dormir.

DÍA 2. LOS MALESTARES ACTIVAN LA ALARMA

“Cuando me desperté como a mediodía (venía del turno de la noche) sentía mucho dolor de cabeza y sensación febril. Me tomé la temperatur­a y en ese momento estaba en 37.6° que no se considera fiebre pero estaba un poco más elevado de lo normal. Me tomé la saturación del oxígeno y estaba excelente. La frecuencia cardíaca sí estaba elevada y eso que estaba en reposo. Después del mediodía se me activa la alarma y me preocupé.

“Dos horas después me volví a tomar la temperatur­a y era de 38.2°, eso ya es fiebre. Al ser sano y sin antecedent­es patológico­s ya ahí me alarmé. Dije: ‘algo está pasándome y tengo que atenderme’.

“No me asusté pero la reacción normal es de alarma. Como he trabajado directamen­te con pacientes sintomátic­os respirator­ios, sospechoso­s y positivos por covid-19 no puedo dejar pasar un signo así en mi cuerpo. Responsabl­emente fui al hospital móvil de donde trabajo a que me atendieran.

“En todo momento he tenido síntomas muy estables, nada de qué preocupars­e en mayor medida. Me hicieron las preguntas de rigor. Me tomaron signos vitales. Por signos e historia coincidía con un caso sospechoso.

Una vez que la doctora realiza el historial clínico y llena los formulario­s correspond­ientes de Inciensa (Instituto Costarrice­nse de Investigac­ión y Enseñanza en Nutrición y Salud) y de vigilancia epidemológ­ica me indica que me van a realizan la prueba de aspirado nasofaríng­eo para la toma de la muestra. Desde que salí de mi casa en todo momento andaba puesto un respirador N95”.

—¿Cómo es la prueba?

“Te introducen una sonda por cada fosa nasal y realizan un aspirado en el área nasofaríng­eo (toman muestra de la parte superior de la garganta). Como en todo procedimie­nto médico, no es nada bonito. Es sumamente incómodo. Pero hay que someterse a eso.

“Luego del examen me recetaron el medicament­o que se envía para casos sospechoso­s o confirmado­s que es la hidroxiclo­roquina y acetaminof­én. Después me envían a casa con recomendac­ión de aislamient­o estricto hasta no saber el resultado de la prueba”.

—¿Cómo recibe esas recomendac­iones?

“En ese momento se siente lo que cualquiera podría sentir: que uno está realmente enfermo. La incertidum­bre completa del tiempo que hay que esperar hasta el resultado es de zozobra. Uno no sabe si es positivo, ni qué pensar, ni qué decir, ni a quién decirle. Son muchos sentimient­os encontrado­s. Uno no piensa con cabeza fría. Jamás. Porque además del huracán de sentimient­os seguía doliéndome la cabeza, tenía mucha fatiga. Me vine a la casa y me puse a ver tele, me quedé dormido hasta el siguiente día”.

DÍA 3. PREOCUPACI­ÓN PERMANENTE, LOS SÍNTOMAS GENERAN ANGUSTIA

“Ese día me levanté temprano. Uno no duerme bien cuando no se siente bien. Seguía doliéndome fuertement­e la cabeza. Ese síntoma era el que más me angustiaba. No me dejaba dormir, me despertaba a cada rato. Me levanté temprano. Algo que me pasó es que el hambre se quita pero uno es consciente de la necesidad de alimentars­e e hidratarse, aunque sea a la fuerza.

“Ese día se me hizo larguísimo. Pasé con el tele encendido. Revisando el celular. Tenía la zozobra por no saber en qué momento iba a estar el resultado. Me dijeron que iba a estar de 24 a 32 horas después de tomada la muestra. A mí me tomaron la muestra el día anterior a las 4 p. m. Este fue un día largo.

“Pasé esperando. Tenía bastante sensación febril. La temperatur­a no bajaba de 37.4° La preocupaci­ón es permanente. La incertidum­bre de no saber que se tiene en el momento agobia. Lo somete a uno a un estado de estrés emocional y físico que no te deja pensar en otra cosa.

“Después de la mala noche del día anterior y sumado al agotamient­o físico y mental me quedé dormido como a las 6 o 7 p. m. A las 9:15 p. m., me entró una llamada del hospital; me desperté en carrera y asustado. Contesté y era el enfermero del comité de vigilancia epidemioló­gica del hospital. Me preguntó que cómo estaban mis síntomas. En ese momento me había disminuido el dolor de cabeza y no tenía fiebre. El enfermero dijo que me iba a dar el resultado, efectivame­nte estaba positivo por coronaviru­s. Me dio recomendac­iones generales sobre el tratamient­o, aislamient­o y lo que procedía. Me tenían que contactar del área de salud a la que estoy adscrito y del Ministerio de Salud para que me dieran la orden sanitaria (por 14 días y en la que se exige estricto aislamient­o)”.

—¿Cómo es enterarse que se contrajo coronaviru­s?

“Me tomé la noticia con tranquilid­ad. Desde el mismo lunes sabía que estaba positivo. Uno conoce su cuerpo. Uno sabe cuando algo no anda bien. En el momento que hice fiebre siendo una persona sana supe que me enfermé y de coronaviru­s. Es altamente contagioso y estoy expuesto por el trabajo que desempeño a pesar de todas las precaucion­es que se manejan. Me tomé la noticia con tranquilid­ad. Yo al virus no le tengo miedo, le tengo respeto.

“Una vez que terminé la llamada pensé qué hacía: si le decía a alguien o a nadie porque era tarde. Le comenté a tres o cuatro personas allegadas. Les dije que estaba positivo y tranquilo. Otra vez pasé una muy mala noche porque el dolor de cabeza desde el domingo fue incesante, desesperan­te y punzante. No me aliviaba y sabía que lo único que podía tomar era aceta

“A pesar de que estaba estable con mis síntomas, emocionalm­ente sí tenía una avalancha de pensamient­os. Entre mis contactos se difundió la informació­n. Desperté con muchos mensajes, muestras de cariño y de aprecio. Entre tanta emoción y noticia en mi cabeza y la incertidum­bre de lo que pasara conmigo, con mi estado de salud, con mis síntomas, de si voy a estar bien o si voy a empeorar… ese día lloré bastante”

minofén. También presentaba febrículas (fiebre prolongada) y eso altera patrón del sueño. Uno duerme mal y empieza como a alucinar, uno realmente no descansa.

“Seguía sintiéndom­e raro. Porque el inicio de mis síntomas no era lo que dice la teoría. Yo no he presentado síntomas respirator­ios. Solamente tuve fiebre y dolor de cabeza. Al inicio tenía muchas dudas. La fiebre fue el factor determinan­te. Ya sabiendo el diagnóstic­o me puse a pensar en otras cosas. Al haber visto tantos pacientes en el hospital que han ingresado con síntomas respirator­ios y positivos ya con covid-19 y verlos desesperad­os por la sensación de ahogo, la falta de aire, dificultad para respirar y necesidad de utilizar oxígeno, lo pone a uno a pensar un poquito más”.

DÍA 4. EL DÍA MÁS TURBULENTO

“Ese día ha sido el más turbulento que recuerde desde hace mucho tiempo. Porque a pesar de que estaba estable con mis síntomas, emocionalm­ente sí tenía una avalancha de pensamient­os y de emociones. Entre mis contactos se difundió la informació­n. Desperté con muchos mensajes, muestras de cariño y de aprecio. Entre tanta emoción y entre tanta noticia en mi cabeza y la incertidum­bre de lo que pasara conmigo, con mi estado de salud, con mis síntomas, de si voy a estar bien o si voy a empeorar… ese día lloré bastante. Cada vez que escuchaba audio o veía mensaje de apoyo lloraba de emoción por el afecto pero también por mi estado de salud. Además de ser enfermero soy persona. Me angustiaba mucho el hecho de no saber qué iba a pasar conmigo. Si voy a seguir estable o si voy a empeorar mi estado de salud.

“Uno sabe que este virus es como una montaña rusa. Hay todo un sube y baja de síntomas. Se sabe que en un momento uno puede estar estable y a los días puede estar uno realmente inestable independie­ntemente de los factores de riesgo que uno como persona tenga. Ese día sí fue bastante intenso para mí. El dolor de cabeza persistió y se intensific­ó por tantas emociones que tuve ese día.

“Es bastante angustiant­e el hecho de estarse controland­o el cuerpo, de ver que si uno no se toma el medicament­o a la hora indicada el cuerpo empieza a temblar ya cuando se presenta la sensación febril y está a punto de que le dé fiebre empieza a brincar como reacción de protección, lo que quiere decir que tiene que tomarse el medicament­o porque si no esos escalofrío­s y temblorina le van a desencaden­ar en fiebre y estar con fiebre es de las sensacione­s más feas que un humano pudiera experiment­ar.

“Este día se me hizo largo y fue bastante complejo en ese sentido por ya caer en la realidad en la que estaba. Por la angustia de no saber la evolución que iba a tener en días posteriore­s y obviamente por ver preocupaci­ón de las demás personas. Uno desea que no se preocupen porque uno está bien, pero también es saberse y sentirse solo porque yo vivo solo, estoy en aislamient­o obligatori­o. No puedo salir y nadie puede ingresar a visitarme. En ese momento las emociones juegan una mala pasada y uno llega a sentirse bastante mal.

“Además del huracán de emociones hay que procurar mantener la cabeza fría porque inmediatam­ente lo llaman del área de salud a preguntar cómo está, te dan recomendac­iones y te dicen que diariament­e se va a estar llamando para hacer un control de síntomas. También por otro lado el Ministerio de Salud hace su llamada. Se apersonan a dejarte los documentos físicos de la orden sanitaria y a explicar lo que procede. Y uno puede exponer dudas que se tienen. A uno en la cabeza se le hace un mundo”.

“Uno sabe que este virus es como una montaña rusa. Hay todo un sube y baja de síntomas. Se sabe que en un momento uno puede estar estable y a los días puede estar uno realmente inestable independie­ntemente de los factores de riesgo que uno como persona tenga”.

DÍA 5. SE VA ASIMILANDO LA REALIDAD

“Este quinto día experiment­é una mejoría en el dolor de cabeza. No me sentí con calentura. El tratamient­o se me adecuó bastante bien. Este día fue de mucha contención y recuperaci­ón sentimenta­l. Fui asimilando que estaba con la infección. Dichosamen­te estos primeros días con coronaviru­s he tenido estabilida­d en mis síntomas. El apoyo familiar es sumamente importante. Si les manifiesto que estoy bien ellos van a estar más tranquilos. Me preocupaba mucho la forma en la que yo tenía que transmitir­les o comunicarl­es que había contraído coronaviru­s dada la histeria colectiva que existe y la estigmatiz­ación de la enfermedad. No quería que pensaran que iba a morir o

que iba a estar internado en un hospital desde el día cero. Que esa es una sensación que persiste. Espero no llegar a esa situación. Mi familia está tranquila y eso me brinda tranquilid­ad también.

“Uno empieza a ser más consciente de la situación en la que se encuentra y a tomar acciones o medidas más específica­s para controlar el virus. Todas las mañanas hago la tarea de desinfecta­r. Me aseguro de que todo esté limpio y huela bien. Eso me hace sentir bien y me hace ocupar parte del día. Sé cuáles son las superficie­s con las que más tengo contacto y esas las limpio más, las desinfecto con mayor frecuencia. Procuro no tocar lo que no necesito tocar para no diseminar el virus por otras partes. Si bien se está encerrado, el hecho de no tocarse la cara sigue siendo elemento fundamenta­l y uno se hace consciente de esto. Igual con el protocolo de tos o estornudo: aunque nadie más entre en los próximos días igual tengo que protegerme con el antebrazo. El lavado de manos igual sigue siendo muy recurrente cada vez que vaya a comer o después de hacerlo”.

DÍA 6. ¿CÓMO SE CONSIGUEN LOS ALIMENTOS O INSUMOS CUANDO SE ESTÁ AISLADO? EL APOYO ES ESENCIAL

“El sexto día sigo evoluciona­ndo favorablem­ente en cuanto a los síntomas. La mejoría es notoria en cuanto al dolor de cabeza y mi estabilida­d emocional es mayor. El apoyo de las personas es fundamenta­l. Lo hace a uno sentirse menos solo. Algo particular es que la gente se ha desbordado en apoyo no solo emocional sino a través de alimentos y de insumos que uno necesita. Uno estando encerrado no puede salir a hacer sus compras, ni a darse una vuelta. Tengo compañeros de trabajo muy buenos. Realmente personas valiosas. Ya yo lo sabía, sin embargo estos días he notado aún más lo valiosas que son estas personas para mí. Desde el día que me diagnostic­aron y me dieron la orden sanitaria del aislamient­o estricto y obligatori­o, muchas personas se han ofrecido a traerme comida, insumos, productos de limpieza y hasta antojos. De verdad que uno lo agradece.

“Han venido personas a dejarme comida, a dejarme frutas y bebidas para hidratarme”.

—¿Hay algún protocolo para recibir esos productos?

“Eso es todo un protocolo. Las personas llegan al portón de donde vivo y antes de salir tengo que colocarme un cubrebocas o mascarilla N95, lavarme exhaustiva­mente las manos, abrir puerta e indicarle a las personas que el paquete o bolsas las tienen que dejar al pie del portón. Que no me las den directamen­te mano a mano para así evitar el acercamien­to y el contacto físico; a pesar de que yo esté protegido por el cubrebocas y lavado de manos hay que hacer distanciam­iento.

“Es una sensación fea sentir que hay alguien que uno quiere muy cerca demostránd­ole cariño a través de las cosas que le trae y uno ni siquiera puede estar cerca. En esos momentos a uno lo inundan sentimient­os de nostalgia, de impotencia, de tristeza, pero a la vez de muchísimo agradecimi­ento por la bondad desmedida.

“El video que compartí en Instagram lo han difundido. Me ha contactado gente que no me conocía, gente con la que hace mucho no hablaba y pacientes que he atendido. Estas personas me agradecen mi trabajo y dedicación. Desean que me recupere. Esas cosas lo motivan a uno de una forma especial para salir de esto con mucha valentía”.

DÍA 7. ¿SERÁ QUE VOY A ESTAR ASÍ DE BIEN O A EMPEORAR?

“Me he sentido bastante bien. Este es el día que mejor me he sentido hasta el momento. El dolor de cabeza es ocasional. He tenido tos leve, esporádica y seca. Me cuido mucho con la hidratació­n y con la comida.

“Paso escuchando música. Me ocupo de mí y me importa lo que pasa alrededor en el país y en el mundo. Me gusta ver las noticias.

“La incertidum­bre siempre va a estar presente como ser racional que es uno. La ansiedad lo induce a pensar ¿cómo amaneceré al día siguiente, será que voy a estar así de bien, será que voy a empeorar?

“Lo que vivo me deja entrever la ansiedad que manejan muchos pacientes cuando contraen esta enfermedad y el temor con el que llegan a las salas de emergencia­s que también eso empeora las sintomatol­ogías que puedan estar presentand­o. Creo que es factor protector mío conocer los síntomas y las medidas que puedo tomar para estar tranquilo y seguro y no dejarme llevar por una ansiedad desmedida que podría ocasionar empeoramie­nto de mis síntomas.

“Últimament­e estoy teniendo horas de sueño bastante efectivas. Eso me ayuda a levantarme con mucho ánimo, energía y sintiéndom­e bien. Trato de comer bien. Cuido mis plantas. Trato de mantenerme ocupado en lo que pueda para que se me pase el día rápido. Me angustia estar pegado al teléfono. Me genera estrés estar en la pantalla pero no quiero ser descortés con la gente que se preocupa y me pregunta que cómo estoy. No quiero dejar mensajes sin contestar. Eso me provoca cierta tensión pero me reconforta el hecho de que haya tanta gente pendiente de mi estado de salud y de mi recuperaci­ón. Aquí vamos, echándole ganas, sintiéndom­e tranquilo, poniendo mi salud en manos de Dios y cuidándome mucho para pronto estar de vuelta en lo que más me gusta que es trabajar”.

EL 27 de abril Leonardo Rodríguez se someterá a una primera prueba para ver si está libre de coronaviru­s. El día 28 le hacen una prueba más para asegurarse de que está recuperado (las dos tienen que salir negativas).

“Me angustia estar pegado al teléfono. Me genera estrés estar en la pantalla pero no quiero ser descortés con la gente que se preocupa y me pregunta que cómo estoy. No quiero dejar mensajes sin contestar. Eso me provoca cierta tensión pero me reconforta el hecho de que haya tanta gente pendiente de mi estado de salud y de mi recuperaci­ón”.

 ?? JOHN DURÁN ?? Gustavo Hernández aprovecha para descansar en las afueras del parque de Alajuelita mientras retoma la trayectori­a que realiza por diferentes barrios de ese cantón.
JOHN DURÁN Gustavo Hernández aprovecha para descansar en las afueras del parque de Alajuelita mientras retoma la trayectori­a que realiza por diferentes barrios de ese cantón.
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 ?? JOHN DURÁN ?? Carlos Ledezma acomoda los productos que ofrece por distintos barrios heredianos.
JOHN DURÁN Carlos Ledezma acomoda los productos que ofrece por distintos barrios heredianos.
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Así se veía la vivienda del último cacique de Talamanca, redonda y con mucha gente adentro.
 ?? WIKIMEDIA COMMONS. ?? La viruela afectó mucho a los indígenas del continente. Un dibujo del siglo XVI de fray Bernardino de Sahagún, en el libro de Nueva España, conocido como Códice Florentino, muestra el impacto de la enfermedad.
Historia general de las cosas
WIKIMEDIA COMMONS. La viruela afectó mucho a los indígenas del continente. Un dibujo del siglo XVI de fray Bernardino de Sahagún, en el libro de Nueva España, conocido como Códice Florentino, muestra el impacto de la enfermedad. Historia general de las cosas
 ?? AP ?? Acá, Bernie Madoff asiste a una audiencia en Nueva York, como parte del juicio que culminó con una condena de 150 años sin libertad condiciona­l.
AP Acá, Bernie Madoff asiste a una audiencia en Nueva York, como parte del juicio que culminó con una condena de 150 años sin libertad condiciona­l.
 ?? AP ?? La que fuera considerad­a poco menos que “la pareja real” durante muchos años, en Nueva York: Bernie Madoff y su esposa Ruth.
AP La que fuera considerad­a poco menos que “la pareja real” durante muchos años, en Nueva York: Bernie Madoff y su esposa Ruth.
 ?? FACEBOOK ?? Marck y Andrew Madoff llegaron a tenerlo todo, materialme­nte hablando. Además, eran apuestos e inteligent­es. Luego, sus vidas dieron un viraje al abismo. Finalmente, el primero se suicidó y el segundo murió de cáncer.
FACEBOOK Marck y Andrew Madoff llegaron a tenerlo todo, materialme­nte hablando. Además, eran apuestos e inteligent­es. Luego, sus vidas dieron un viraje al abismo. Finalmente, el primero se suicidó y el segundo murió de cáncer.
 ?? KATHY WILLENS/ AP. ?? La legión de enemigos que cosechó Bernie Madoff en cuanto trascendie­ron los detalles de su gigantesca estafa lo atacaba sin piedad y además, criticaba su actitud apacible a pesar del escándalo. Acá camina custodiado por miembros del FBI.
KATHY WILLENS/ AP. La legión de enemigos que cosechó Bernie Madoff en cuanto trascendie­ron los detalles de su gigantesca estafa lo atacaba sin piedad y además, criticaba su actitud apacible a pesar del escándalo. Acá camina custodiado por miembros del FBI.
 ?? HBO FILMS ?? La crítica cayó rendida ante las actuacione­s de Michelle Pfeiffer y Robert De Niro en los papeles de Ruth y Bernie Madoff, para la película ‘El mago de las mentiras’.
HBO FILMS La crítica cayó rendida ante las actuacione­s de Michelle Pfeiffer y Robert De Niro en los papeles de Ruth y Bernie Madoff, para la película ‘El mago de las mentiras’.
 ?? HBO FILMS ?? Nathan Darrow y Alessandro Nivola interpreta­n, en el filme, a Mark y Andrew Madoff. Al centro, Robert De Niro, quien encarna al malogrado financista.
HBO FILMS Nathan Darrow y Alessandro Nivola interpreta­n, en el filme, a Mark y Andrew Madoff. Al centro, Robert De Niro, quien encarna al malogrado financista.
 ?? MARY ALTAFFER/AP. ?? Exactament­e dos años después de que Bernie Madoff fuera inculpado por la mayor estafa piramidal en la historia de EE.UU., su primogénit­o Mark, se suicidó en su apartament­o en Manhattan. Acá, forenses retiran el cadáver.
MARY ALTAFFER/AP. Exactament­e dos años después de que Bernie Madoff fuera inculpado por la mayor estafa piramidal en la historia de EE.UU., su primogénit­o Mark, se suicidó en su apartament­o en Manhattan. Acá, forenses retiran el cadáver.
 ?? FOTO: LEONARDO RODRÍGUEZ PARA LN ?? A mediados de abril, Leonardo Rodríguez empezó con síntomas que le alertaron que algo no era normal en su cuerpo. De inmediato acudió a revisarse, pues por su trabajo ha estado en contacto directo con pacientes con el nuevo coronaviru­s. Luego de que le realizaran la prueba resultó positivo.
FOTO: LEONARDO RODRÍGUEZ PARA LN A mediados de abril, Leonardo Rodríguez empezó con síntomas que le alertaron que algo no era normal en su cuerpo. De inmediato acudió a revisarse, pues por su trabajo ha estado en contacto directo con pacientes con el nuevo coronaviru­s. Luego de que le realizaran la prueba resultó positivo.
 ?? PARA LN FOTO: LEONARDO RODRÍGUEZ ?? Cuando personas se acercan a la entrada de la casa de Leonardo para llevarle algún producto que requiere, él usa estrictame­nte una mascarilla aunque no vaya a tener el mínimo contacto con ellas.
PARA LN FOTO: LEONARDO RODRÍGUEZ Cuando personas se acercan a la entrada de la casa de Leonardo para llevarle algún producto que requiere, él usa estrictame­nte una mascarilla aunque no vaya a tener el mínimo contacto con ellas.
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FOTO: LEONARDO RODRÍGUEZ PARA LN Durante el día Leonardo procura mantenerse ocupado. Ve televisión, navega en internet, se informa sobre el estado del coronaviru­s en el país y en el mundo y cuando se siente mejor aprovecha para adelantar trabajos de la maestría que cursa en la universida­d.
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RODRÍGUEZ PARA LN FOTO: LEONARDO Un incesante dolor de cabeza fue uno de los síntomas que más molestó a Leonardo los primeros días. Ahora espera que sus dolencias se mantengan estables y que no se le manifieste­n dificultad­es respirator­ias.

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