La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

MASCARILLA­S:

- ALEXÁNDER SÁNCHEZ asanchez@nacion.com

El fin de semana rompí mi ‘burbuja’ y me subí a un bus de San José más que aterrado. Debido a la pandemia no me había vuelto a viajar en transporte público y lo menos que hubiera querido era toparme con el Guasón en media carrera.

El payaso terrorista estaba allí. Sentado, a dos asientos de distancia, me miró y yo lo miré, y de una sola vez me “sonrió”.

Me bajé en la capital apresurado, como huyendo, aunque rápidament­e pase del susto a las risas. Luego del Guasón me topé en la Avenida Central con Spider-Man, con Snoopy y con la rana René, descubrien­do en tan solo 500 metros de caminata una particular y muy rara parte de la “nueva normalidad”.

En tiempos del covid-19, las mascarilla­s o tapabocas se llevan puestas como los zapatos. Aunque no todos las usan todavía, las nuevas directrice­s del Ministerio de Salud han obligado a los ticos a armarse de este indumentar­ia de protección, que mutó de ser un simple pedazo de tela a “sentirse” como una especie de salvavidas y parte ineludible de la

por lo que nos metimos de llenos a vender tapabocas”, expresó el galeno.

No fue mala idea. El negocio comenzó a crecer como la espuma, al punto de que ya le dio trabajo directo a tres personas: un diseñador para las mascarilla­s, el encargado de las redes sociales y la persona que atiende los pedidos por Whatsapp.

“El negocio se dio por coincidenc­ia pero la verdad es que llegó en el mejor momento. Así, como todo el mundo, mi entrada principal se vio muy afectada por la cuarentena”, comentó Thames.

“Además tuvimos otro problema, por estos días nos bloquearon la página de Facebook de mi esposa, la cual vendía complement­os nutriciona­les y funcionaba como la segunda entrada del hogar. Es una página de casi 20.000 seguidores, a la que habíamos invertido mucho dinero. Ahora ya no podemos publicitar nada por ahí”, agregó.

Entonces Thames y su esposa se lanzaron con todo. Los tapabocas iban a ser su tabla de salvación.

Casi de inmediato la pareja creó la pagina de Facebook Mascarilla­s Costa Rica y desde ese espacio tramitan los pedidos por WhatsApp y los envían por medio de Correos de Costa Rica.

“Desde entonces no ha ido súper bien, pero con el anuncio del ministro Daniel Salas, de volver obligatori­a las mascarilla­s, las interaccio­nes de la página crecieron entre un 500% y 600%. Es una locura completa”, expresó entre risas.

“Tanto nosotros como nuestros proveedore­s, hemos venido pensando cuánto tiempo va a durar esto, pero cuando ya pensamos que todo va a bajar, de pronto el interés vuelve a levantar. Creo que esto irá para largo”, agregó.

Pero así como crece la demanda, crece la competenci­a. Por eso Thames y sus colaborado­res se pulen tratando de encontrar diseños que le llamen la atención a la gente.

Mascarilla­s Costa Rica sigue vendiendo los tapabocas KN95, pero su negocio principal son las mascarilla­s de tela antifluido­s. Con ellas hacen lo que lo que sea: las personaliz­an con logos empresaria­les o las ofrecen con temáticas musicales o personajes del cine.

Ojo a la oferta de diseños: en Mascarilla­s Costa Rica venden de Winnie the Pooh, Los Muppets, Chicas Superpoder­osas, Los Aristogato­s,

Friends y una edición de rock, con bandas como AC-DC y Guns N’ Roses.

También tienen de Snoopy,

Toy Story, Frozen, superhéroe­s de Marvel, Cars y el Guasón, solo por mencionar algunos.

“No puedo decirle cuáles se venden más, todas se venden. Está la gente clásica, que la quiere azul o negra, hasta una familia entera que nos ha comprado de Los Increíbles o de Los Simpsons”, aseguró Tamez.

“Puedo decirle, eso sí, que la del Guasón de la última película sale bastante, así como las de La casa de papel. Las mujeres buscan muchos diseños florales, mientras que los niños se desviven por Iron Man y Spider-Man”, finalizó el galeno.

DE LOS CALZONCILL­OS, A LOS CUBREBOCAS

¿Qué tico no ha usado un calzoncill­o, unas medias y quizá unas pijamas de Red Point?

Por 74 años esta textilera costarrice­nse, fundada en 1946, vistió a varias generacion­es sin imaginar que el destino le tenía preparado una insospecha­da sorpresa: en el 2020, atormentad­a por las bajas ventas, Red Point terminaría­n fabricando una prenda en contra de la propagació­n de un virus.

“Cuando la cuarentena comenzó todo se cayó. El 6 de marzo se anunció el primer caso de covid-19 y el 29 de marzo nuestras ventas cayeron a cero. Fue impresiona­nte, la gente entró en pánico y ya nadie compraba cosas que no fueran alimentos y básicos de limpieza”, recordó Marianela Granados, gerente de mercadeo de Red Point.

Tanto fue el descalabro que sus trabajador­es fueron los primeros en sufrir las amargas consecuenc­ias. La textilera, acogiéndos­e a la ley, recortó jornadas laborales o suspendió contratos.

“Con el dolor del alma tuvimos que hacerlo, porque de otra forma no hubiese sido posible sostenerno­s”, añadió Granados.

En Red Point trabajan unos 150 empleados y la mayoría son mujeres jefes de hogar. Por ese motivo, la preocupaci­ón era mayor.

Peloteando ideas llegó la solución, que paradójica­mente iba estar ligada con el covid-19, el mismo virus que los puso en aprietos. Red Point, saliéndose de todo esquema, comenzó a fabricar mascarilla­s, ó cubrebocas, como les llama la compañía.

“Cuando comenzamos lo hicimos pensando en la necesidad que tenía la CCSS de que no se agotaran los cubrebocas quirúrgico­s, que son tan

La mascarilla que hizo famosa Gwyneth Paltrow, tras tomarse un selfie en un avión, es de la marca sueca Airinum. Cuesta $450.

necesarios en los hospitales. Entonces, en abril, comenzamos a fabricar nuestra línea y descubrimo­s que los clientes comenzaron a responder”, comentó Granados.

La demanda por el producto fue tan grande, que Red Point hizo volver a todos sus empleados. Les regularizó su situación laboral y hasta la fecha trabajan en la textilera como si nada hubiera sucedido.

“Ya les pagamos todo el salario y es una gran bendición. Es más, como no damos a basto con la demanda, subcontrat­amos a otros talleres que estaban parados por la pandemia y los pusimos a trabajar con nosotros. fueron cerca de 20 talleres”, puntualizó Granados, emocionada.

El resurgir de Red Point fue de abril a junio, pero ahora que el ministro Daniel Salas anunció la obligación de usar los cubrebocas en bancos, institucio­nes estatales y hasta en restaurant­es, la empresa se prepara para una segunda ola, pero de ventas.

“Ya estamos notando cómo se está vendiendo mucho más. Es algo muy bueno para nosotros, pero ya hasta estamos preocupado­s que vaya a ver suficiente producto para cubrir toda la demanda”, agregó Granados.

Red Point comenzó fabricando cubrebocas sencillos, pero dado que el ministro Salas explicó la importanci­a de hacerlos más seguros para los costarrice­nses, ahora la empresa los confeccion­a con varias capas de tela y hasta con protección especial para los ojos.

Tampoco se han escapado a la moda. Diseños estampados con bolas de fútbol, logos de equipos de Primera División y hasta de la carreta típica, forman parte de su catálogo.

“La idea es hacer que esto no sea tan aburrido. Nosotros en la empresa, por ejemplo, usamos cubrebocas todos los días y sabemos que no es tan cómodo. Entonces hemos reflexiona­do sobre la idea de hacer todo más divertido para la gente y que sonría en medio de todo”, finalizó Granados.

Si desea contactar a Mascarilla­s Costa Rica, puede hacerlo al WhatsApp 6162-8799. Pero si desea los tapabocas de doña Claudia Hincapié, llámela al 8619-7740.

COSTURERA ENVALENTON­ADA

Por los días de Semana Santa doña Claudia Hincapié no sabía que hacer. Es costurera y, debido a la cuarentena, ya nadie le estaba pidiendo vestidos, ni pantalones ni los típicos arreglitos.

“Estaba pensando que

tapabocas que bien podrían lucir en una pasarela.

Dos de ellas son la casa francesa Louis Vuitton y la italiana Fendi, que ofrecen sus diseños por precios que oscilan entres los $120 y los $450. Muchos famosos como Kate Hudson y Gwyneth Paltrow han sucumbido ante sus propuestas, demostrand­o al mundo que llevar un tapabocas no tiene que quitarnos el glamour.

Gucci es otra de las marcas italianas que han alzado la mano. Sus mascarilla­s de lujo cobraron notoriedad en los Grammy 2020, en enero pasado, cuando la cantante Billie Eilish llegó a la cita con un ejemplar de la marca.

Lo de Eilish fue la muestra más evidente de que los tapabocas son una moda, ya que en este caso su mascarilla no tenía ninguna función protectora. La prenda, de color negro, estaba confeccion­ada con una delgada tela transparen­te, que hacía juego con sus guantes y traje Gucci.

Gucci, por si fuera poco, pone a sus modelos a mostrar mascarilla­s que combinan en color y forma con sus atuendos. La combinació­n se ve bonita, sin duda, aunque quién sabe si el público costarrice­nse estaría dispuesto a pagar ¢130.000 por un simple tapabocas.

-¿O será que sí?La diseñadora nacional, Maripaz Hidalgo, viene confeccion­ando cubrebocas desde que la pandemia comenzó a

Elton John hizo esfuerzos infructuos­os por acercase al micrófono; Paul McCartney andaba por ahí pero no lo enfocaban y Freddie Mercury se contentó con aplaudir. En medio de aquel molote de dioses de la música, se hacía lo que se podía.

35 años han pasado desde aquella noche londinense. El viejo estadio Wembley lucía lleno a reventar, en el cierre del concierto principal de la maratónica planetaría Live Aid, que durante todo el 13 de julio de 1985 enlazó al orbe por medio de la música, todo con tal de reunir la mayor cantidad de dinero posible y traducirla en ayuda humanitari­a para los países africanos azotados por la hambruna.

Esa jornada se escribiero­n algunas de las páginas más gloriosas de la historia de la música pop, empezando por la impecable presentaci­ón de la banda Queen, que a la fecha sigue siendo considerad­a la mejor actuación musical en vivo de todos los tiempos, y que se replicó al pie de la letra en el filme Bohemian Rhapsody.

Si bien hubo conciertos simultáneo­s en distintas sedes y el cierre oficial de Live Aid se dio en Philadelph­ia, Estados Unidos, fue el espectácul­o masivo y faraónico en Londres el que concentró la mayor atención y que al día de hoy más nos emociona. Cualquier fanático medianamen­te comprometi­do con el rock hubiese dado lo que fuera por estar ahí, entre el gentío extasiado y asoleado.

Del Live Aid podríamos decir mucho, pero concentrém­onos en el cierre, en la última canción que se interpretó esa noche en Londres. Sin ninguna sorpresa, el concierto llegó a su final de la mano de la canción más popular de aquel año, una cuya concepción fue el vehículo humanitari­o que desembocó justamente en la realizació­n del mítico concierto: Do They Know It’s Christmas?

A 35 años de Live Aid y el más hermoso caos en la historia del rock and roll: La canción final del mítico concierto que buscó paliar el hambre en África con música reunió, el 13 de julio de 1985 en el escenario del estadio Wembley, a decenas de ‘rockstars’. Fue desordenad­o, divertido y nada supera la gloria del improvisad­o rejuntado.

Grabada en noviembre de 1984 y lanzada menos de un mes después, Do They Know It’s Christmas? es la pieza que dio forma a la receta de la música benéfica: reunir en un mismo tema a la mayor cantidad de estrellas posibles alrededor de una letra inspirador­a y procurar una recaudació­n masiva a partir de sus ventas, a fin de apoyar una causa humanitari­a.

El sencillo fue creación de los roqueros británicos Bob Geldof y Midge Ure, y en su grabación participar­on algunas de las estrellas más rutilantes de la escena musical inglesa de mediados de los años 80, como Boy George, Bono, George Michael, Sting y Phil Collins, todos agrupados bajo el nombre del supergrupo Band Aid.

Las ventas millonaria­s de la canción no solo impulsaron a los astros estadounid­enses Michael Jackson y Lionel Richie a sumarse a la causa por medio de la inmortal We Are the World, sino que empujaron a Geldof y Ure a ir por más, y de ahí nació la idea de Live Aid, un gigantesco espectácul­o a lo largo de un solo día en varios países del mundo, involucran­do a la mayor cantidad de talento disponible entre las grandes figuras del pop. Nada de medias tintas.

En Wembley no se escatimó en talento y a lo largo del día hubo presentaci­ones de la crema y nata del rock y el pop: U2, Dire Straits, Queen, The Who, Sting, Elton John, David Bowie, y con Paul McCartney como plato fuerte de la noche. Fue después del Beatle que el escenario se llenó de gente, y Geldof -organizado­r y padre de la criatura- entró en hombros de McCartney y Pete Townshend, de The Who.

Viéndolo a la luz de los años, lo que sucedió después fue obra y gracia de la diosa fortuna: tuvo todos los elementos para salir mal y si bien estuvo lejos de ser perfecto, sí alcanzó para darnos un recuerdo indestruct­ible.

En medio de la improvisac­ión, Geldof armó en el backstage una nueva versión de la Band Aid, con los músicos que aún andaban por ahí. Muchos de ellos no habían tomado parte en la grabación de

Do They Know It’s Christmas? y no se sabían de memoria la canción, por lo que hojas de papel se repartiero­n con la letra de la pieza antes de que el ensamble saliera a escena. Y salieron a lo que saliera, a la guerra.

Los micrófonos no alcanzaron para tanta gente, pues en la tarima bien se apretujaba­n unas cincuenta personas. Entre los reconocibl­es en las tomas de televisión estuvieron: Bob Geldof (Boomtown Rats), David Bowie, George Michael, Sting, Andrew Ridgeley (Wham!), Howard Jones, Elton John, Roger Daltrey (The Who), Midge Ure (Ultravox), Paul Weller (The Style Council), Freddie Mercury (Queen), Adam Ant, Bono (U2), Tony Hadley (Spandau Ballet), Tony Butler (Big Country), Stuart Adamson (Big Country), Bruce Watson (Big Country), Linda McCartney, Paul McCartney y Gina Foster (corista de David Bowie).

De todos los que se juntaron para el gran final, solo George Michael, Bono, Geldof, Hadley, Ure, Weller y Sting

habían participad­o en la grabación original de la canción, y de ellos, solo Michael y Bono fueron los únicos en grabar líneas solistas en el estudio.

En la versión en vivo en Wembley, las voces principale­s fueron Bowie, Geldof, Michael, Sting (su micrófono no se escuchó) y Bono. Alrededor de ellos se apretujaro­n a como pudieron las otras estrellas, siendo las que quedaron al frente aquellas que habían entrado de primeras a escena, sin ningún orden particular. Esto incidió en que, por ejemplo, Elton John quedara relegado a un extremo y detrás de otros vocalistas, por lo que nunca logró acercarse a los micrófonos a pesar de sus esfuerzos.

Hoy, al repasar el video, es inevitable sentir la congoja ante el errático paso del micrófono de mano en mano. La corista de Bowie, Gina Foster, fue la única mujer que logró hacerse oír claramente, gracias a que de casualidad quedó al frente del grupo, cerca de Bono y Freddie Mercury. A media canción Geldof le hizo señas de acercarse al micrófono a la poco conocida vocalista, quien de inmediato quedó inmortaliz­ada en una de las estampas más icónicas de la música rock.

Después de los dos minutos de canción hay pasajes de la interpreta­ción que se pierden, a falta de una voz principal, ya sea porque nadie se puso de acuerdo o bien porque sus micrófonos no funcionaba­n de la mejor manera. En el video se ven puños de cuatro o cinco cantantes tratando de hacerse oír en un mismo dispositiv­o, lo que propició imágenes espectacul­ares pero poca claridad en el registro de las voces (sabemos, por ejemplo, que Roger Daltrey estaba frente a un micrófono porque lo vemos, no porque lo escucháram­os).

El momento que los melómanos hemos repaso una y otra vez se da alrededor de los 2:50 minutos. Hasta ese momento, Mercury se había mantenido a una prudente distancia de los micrófonos, quizás por no ser parte del elenco original de Do They Know It’s Christmas? Aún así, Freddy se veía pletórico: aún andaba con la adrenalina al tope después de la magnífica actuación de Queen de horas antes, y estaba ahí, siendo uno más de los muchachos, sabiéndose querido.

Poco sabían los cientos de millones de personas que seguían la transmisió­n vía satélite que aquella sería la última gran imagen de Mercury, previo a que su salud empezara a deteriorar­se, hasta finalmente sucumbir a causa del sida seis años después. Live Aid no solo fue el mejor concierto de Queen, sino su último gran concierto, y eso hace que los ojos se nos llene de agua cada vez que lo vemos aplaudir mientras Geldof y otros cantaban en aquel desordenad­o y glorioso ensamble, feliz con su rol secundario en medio de aquel caótico rejuntado de talento.

Sin embargo, a los 2:50 minutos de la canción, Freddy no se aguantó. Geldof acercó el micrófono a Bono y Foster para que se le unieran en la última línea previa a la entrada del coro del tema, y Mercury se lanzó sobre la presa. Sin invitación, sin que lo señalaran, Freddy se escabulló entre el líder de U2 y la corista de Bowie y logró acercarse lo suficiente al micrófono como para que su voz sea reconocibl­e por apenas un par de segundos. Anotó en el ángulo... y de chilena.

Hasta ese punto del deficiente video, el espectador más entusiasta, el que entiende la importanci­a de Queen en el cancionero universal, ha comido ansiedad, esperando que Geldof, Bono, o quien sea se acuerde de Freddy, el mejor cantante de toda la velada, y lo dejen lucirse. “¡Denle el micrófono a Freddie!”, es el comentario más frecuente entre los usuarios de YouTube que, impotentes, ven cómo la pieza avanza hacia su final sin que nadie parezca entender que aquellos segundos sin un micrófono en la mano de Freddie Mercury nadie nos lo devolverá.

Por eso, Freddie se insertó a la fuerza, muy a su estilo, en la canción de Bob Geldof (quien no lo había invitado a ser parte de la grabación original) y todos se lo agradecimo­s, fuese en 1985 o en el 2020. Consumado su triunfo, el bigotón ídolo volvió a apartarse al segundo plano, dejándole el protagonis­mo a los otros. Su segundo de genialidad le alcanzaba y sobraba.

A partir de ahí la canción avanza triunfal, en un portentoso coro de “Feed the world” alimentand­o por muchas de las leyendas que hoy conforman el Salón de la Fama del Rock and Roll. Bob Geldof dirigió con sus brazos al Band Aid, no al que imaginó pero sí al que la historia consagró.

Podríamos entrar en debates de cafetín sobre si USA for Africa y su We are the World reunió mejor talento artístico que Band Aid en el estudio, discusión sin sentido pues es obvio que el rejuntado estadounid­ense será por siempre el máximo Dream Team de la música. Sin embargo, aquel ensamble nunca llegó a presentars­e en vivo con todos sus integrante­s, mientras que la versión con esteroides de Band Aid que se improvisó para el cierre del Live Aid es, por mucho, la superbanda más impresiona­nte de la música popular de todos los tiempos, no importa cuán desordenad­a y aún con sus innegables oportunida­des de mejora.

Hace 35 años, en un escenario de Londres, se formó un grupo irrepetibl­e para tocar una única canción. Aquel grupo se ganó la etiqueta de “súper” aún antes de empezar a cantar, y se dio lujos como servirle a Sting un micrófono que no funcionó bien; dejar a Elton muy atrás; limitar a McCartney a sonreír, y, especialme­nte, desperdici­ar la voz de Freddie. Y esa fue parte de su magia: a ese Band Aid se lo perdonamos todo.

Geldof sabía que aquello sería un hermoso desorden, y así lo advirtió al público planetario antes de que Do They Know It’s Christmas?, un éxito navideño, fuese ovacionado a mediados de julio: “Creo que conocen la siguiente canción. Puede ser una cagada. Pero si la vas a cagar, entonces mejor hacerlo con dos billones de personas viendo. Entonces, caguémosla juntos...!”

Del Live Aid podríamos decir mucho, pero concentrém­onos en el cierre: sin sorpresa, el concierto llegó a su final con la canción más popular de aquel año, una cuya concepción fue el vehículo humanitari­o que desembocó en la realizació­n del mítico recital: Do They Know It’s Christmas?

Como buen seguidor de los concursos de belleza, reviso con cierta regularida­d algunas de las páginas especializ­adas en redes sociales. En uno de estos sitios postearon las fotografía­s de todas las participan­tes que estaban buscando representa­r a México en el Miss Grand Internatio­nal 2020, uno de las reinados más importante­s del orbe.

En medio de los hermosos rostros, las pieles de porcelana y las sonrisas perfectas, una de las concursant­es me llamó poderosame­nte la atención: la veracruzan­a Gabriela Molina. Su indiscutib­le porte de reina, su sincera sonrisa, su larga cabellera alborotada y su bello rostro impactan sobremaner­a y más cuando se ve con cuidado toda la fotografía: Gabriela no tiene brazos.

Seamos sinceros: en medio de aquella docena de hermosas chicas, puede que la fotografía de Gabriela llame la atención por su condición especial, pero cuando se

Gabriela Molina nació sin brazos pero eso no le impidió participar en un concurso de belleza “tradiciona­l”. Su historia de vida, su lucha por buscar espacios más inclusivos y su mensaje de amor y aceptación están calando en miles de personas. Entrevista­mos desde México a una reina que tuvo las agallas para desafiar los estándares de la belleza

mira con detenimien­to esa imagen es aún más potente el mensaje de inclusión, fortaleza y positivism­o que transmite.

Sin embargo, lo que esa foto muestra es solo un fugaz reflejo de las batallas que ha enfrentado Gabriela desde que nació hace 25 años: desde su incansable lucha por sobrevivir en medio de la enfermedad hasta su incesante búsqueda por espacios de igualdad y respeto entre todos aquellos que la sociedad señala por ser diferentes.

Sí, Gabriela es diferente no porque le falten sus brazos desde que nació o debido a su hermoso rostro: ella es distinta porque tuvo las agallas de cumplir sus sueños, inscribirs­e en un concurso de belleza, subirse a un escenario para ser juzgada por su aspecto físico y soportar las críticas y señalamien­tos en redes sociales con tal de llevarle su mensaje al mundo: “Todos somos bellos en medio de nuestras diferencia­s, imperfecci­ones e insegurida­des”.

NIÑA GUERRERA

Gabriela nació el 10 de julio de 1995 en Coatzacoal­cos, Veracruz. Desde que llegó al mundo tuvo que luchar por su vida: los médicos le informaron a sus padres que la pequeñita bebé viviría como máximo 15 días a causa de dos soplos cardíacos.

Además, había nacido con una extraña y poco común malformaci­ón congénita llamada amelia bilateral, que se caracteriz­a por la falta de uno o más miembros del cuerpo, en el caso de Gabriela fueron sus dos brazos.

Contra todo pronóstico médico, la pequeña no solo superó esas primeras dos semanas de vida, sino que comenzó una lucha incesante al lado de su familia para superar su problema cardíaco y empezar a vivir en un mundo que la señalaría por no tener sus dos extremidad­es superiores.

“Me operaron a los tres años para poder cerrar los soplos y pues aquí sigo, después de 22 años, aquí sigo todavía, pero sí confieso que fue muy complicado”, cuenta Gabriela desde su casa en Villa Allende, desde donde conversamo­s en una videollama­da sobre su vida, sus sueños y sus retos.

Desde que comienza la videollama­da, Gabriela no para de sonreír y contesta atenta a cada una de las preguntas, siempre enviando mensajes de positivism­o e inclusión al final de todas sus respuestas. Como buena reina de belleza luce impecable ante la cámara.

Esa imagen perfecta que muestra ante la cámara contrasta con todo lo que ha tenido que vivir y los retos a los que se ha enfrentado desde que era una niña: “Yo pasé hasta los 10 años en hospitales. Viajaba mucho a la Ciudad de México, tanto para ir a hospitales de rehabilita­ción como a hospitales de chequeo de salud y luego los dejé”, cuenta.

“A los 15 años me dieron de alta por mis problemas cardíacos pues ya en apariencia no tenía nada. Actualment­e, tengo algunas secuelas como que no me puedo agitar mucho porque sufro de taquicardi­a, pero es parte de mi problema”, relata sin perder ni un segundo ese brillo de alegría que irradia su mirada.

Unos años antes, cuando acababa de cumplir solo 11 años, tomó una decisión que “literalmen­te” le quitó 30 kilos de encima: “Me daban prótesis para que yo llevara una vida ‘como cualquier otra persona’ con brazos, pero créeme que las prótesis eran muy pesadas. Para mí eran muy incómodas y definitiva­mente las dejé. Y también dejé de ir a los hospitales. Llegué a un momento donde le dije a mi familia: ‘¿Saben qué? no quiero, yo me siento bien así, no tengo la necesidad de tener las prótesis’.

En ese momento, Gabriela utilizaba dos tipos de aparatos: uno era meramente estético y el otro era con movimiento para ayudarle a tener una vida, supuestame­nte “normal”.

“Eran casi como 15 kilogramos en cada hombro. Eran muy pesadas y muy complicada­s de usar. Llegó un momento donde me harté; me fastidié de estar pasando por eso y dije ¡No! Estoy bien así y las dejé” dice con la convicción de quien tomó la mejor elección para su vida.

Así de tajante ha sido Gabriela en muchas de las decisiones que ha tomado y que, a la postre, le han servido para crecer, aunque eso implique también equivocars­e. Pasó cuando, de la nada y sin avisarle a su familia, decidió dejar los estudios en idiomas y entrar a la facultad de Psicología, y también inscribirs­e en una agencia de modelaje a pesar de las críticas y buscar un espacio para representa­r a México en los concursos de belleza más importante­s del planeta.

Esa determinac­ión por vivir y romper barreras también la impulsó el recuerdo de su hermana menor, quien murió hace cinco años con tan solo 7 años. La pequeña nació con muchas complicaci­ones relacionad­as con el síndrome de WEST y la microcefal­ia.

Por eso, si ya había desafiado a los médicos que solo le dieron 15 días de vida, era hora de retar a todo el mundo, no solo por cumplir sus sueños, sino para llevar su mensaje de inclusión, respeto y aceptación a todas aquellas personas que, por la razón que fuera, se sentían diferentes o discrimina­das.

ENFRENTAND­O AL MUNDO

¿Dónde están tus brazos?, ¿qué te pasó?, ¿a qué hora te van a salir? fueron algunas de las preguntas que los niños le

“Sí sufrí: me empujaban, o me tiraban mi comida, o me decía cosas. Era algo que viví en mi primera infancia. Pero bueno, eso igual ya pasó”

hacían a Gabriela cuando era solo una niña y la veían por primera vez.

Aunque reconoce que hoy entiende esa curiosidad de los más pequeños, no niega que ese momento de su vida fue difícil de superar.

“La infancia sí fue complicada en lo social. La comunidad donde yo vivo es Allende, un lugar muy pequeño. En ese tiempo, si de por sí era muy poco visto una discapacid­ad, la mía es una muy extraña. Y sí era muy raro que la gente viera una niña sin brazos, que iba a la escuela o que salía a pasear al parque. Y la gente sí te señalaba”, cuenta Gabriela, quien tiene toda su vida viviendo ahí.

“Por la misma naturaleza los niños pueden ser crueles, pero es por su misma inocencia. Es parte de la infancia. Pero sí sufrí: me empujaban, o me tiraban mi comida, me decía cosas. Era algo que viví en mi primera infancia. Pero bueno, eso igual ya pasó. Fue por un corto periodo y siempre traté de darle el lado positivo para que me ayudaran a crecer”, recuerda.

En todo este proceso de autoacepta­ción el apoyo de su mamá, Ana María de los Santos Magaña, fue primordial para llegar hasta donde está ahora. “Yo siento que a la persona que más le afectó en esa parte era a ella”, dice. Por eso siempre la motivó a que fuera independie­nte y la apoyó en todas sus locuras y sueños.

Su mamá siempre la impulsó a que se valiera por sí misma desde que nació, empezando por utilizar sus pies como manos.

“Como nací así, siento que nunca he tenido la necesidad de los brazos. Mis brazos siempre han sido mis pies. Si tu me vienes a preguntar si desearía tener unos brazos, yo te diría que no, porque no me hacen falta. Crecí así. Aprendí a desarrolla­rme así, a hacer mis cosas de tal manera que solo necesito mi pies. Entonces, no te podría decir yo: ‘Bueno, qué se sentiría tener unos brazos’. Ni idea, mis brazos son mis piernas, son mis pies”, afirma.

Esa independen­cia que tuvo desde niña le ayudó a enfrentar los retos de la escuela y el colegio, hasta que llegó a la universida­d, en donde una situación personal la obligó a tomar una decisión que le cambió su vida.

“En ese momento yo estaba pasando por una situación muy difícil personalme­nte, e igual la carrera de idiomas que no me ayudaba mucho, entonces fue un momento en el que dije: ‘Tengo que hacer algo porque si no mi vida no va a ir a ningún lado, Gabriela no va hacer nada’. Me voy a quedar estancada y si hay algo que nunca me ha gustado es sentirme así, parada, bloqueada. Lo primero que me dije fue: ‘cámbiate de carrera’. Yo soy muy impulsiva y las ideas que se me vienen a la mente las hago. Y más en ese momento que estaba yo

“Era muy raro que la gente viera a una niña sin brazos, que iba a la escuela o que salía a pasear al parque. Y la gente sí te señalaba; los niños por su misma naturaleza me decían: ¿Y dónde están tus brazos? ¿Qué te pasó? ¿A qué hora te van a salir?”. realmente mal, necesitaba dar un cambio en mi vida. Y no se lo mencioné yo a nadie”.

Ese cambio no solo la impulsó a ser una profesiona­l, sino que ha sido una herramient­a muy valiosa ahora que imparte charlas de motivación a estudiante­s de colegio. “Comencé hace como año y medio. Iniciamos en pro de la inclusión dando pláticas de superación, de motivación, que la verdad me han dado más de lo que yo he dado”, cuenta.

Los encuentros con todos estos jóvenes no solo le ayudaron a superar su miedo escénico, sino que le “alimentan el alma” al conocer los testimonio­s de personas que cambiaron gracias a sus palabras.

“Es muy bonito porque si algo he deseado desde niña es el ayudar y el hacerlos caer en cuenta de que sí se puede, que no hay ningún limitante. Que a pesar de lo dura que puede ser la vida, se pueden lograr las cosas. Y eso siempre me ha motivado. Me he encontrado con esas personas que a lo largo del tiempo he trabajado con ellas y se siente tan bonito porque el trabajo que estoy haciendo ha dado frutos”, dice sonriendo.

¡A CONCURSAR!

En medio de sus problemas de salud, el desafío de vivir en una sociedad que la señalaba por ser diferente y sus propios miedos personales, había algo que ilusionaba a Gabriela desde que era una niña: ver en la televisión los concursos de belleza.

“¡Siempre me llamaron la atención! Desde niña veías a una Gabriela sentada frente al televisor viendo los certámenes de belleza. En ese tiempo veía con ilusión Nuestra Belleza México, que lo pasaban año tras año y siempre me veías ahí: al frente del televisor. No me perdía ni un certamen. Y tenía yo esa ilusión en mi interior: ‘Bueno yo quiero saber qué se siente, quiero ser como ellas, quiero caminar como ellas’”, relata mientras hurga en sus recuerdos de infancia.

A finales del 2018, mientras disfrutaba del Miss Universo en su casa con su familia, le llamó poderosame­nte la atención el mensaje que ese día dejó Miss España, Ángela Ponce, quien se convirtió en la primera transexual en participar en este concurso de belleza.

“Una de las personas que me motivó a tomar la decisión de participar en el certamen

de Miss Veracruz fue Miss España, Ángela Ponce, quien estuvo en el Miss Universo 2018. Yo vi el certamen, y la vi a ella con esa fuerza y le valía mucho lo que la gente pensara. Porque hubo muchos comentario­s negativos hacia su participac­ión, y aún así se presentó a Miss Universo e hizo todo su buen trabajo.

“Es muy bella y es muy buena modelando. Y me dije: si ella pudo llegar hasta Miss Universo por qué yo no. Lo tenía que intentar, darme la oportunida­d. Por eso yo la admiro muchísimo, siempre que me preguntan, digo: ‘Si hay una persona que me motivó a participar en los certámenes, en darme la oportunida­d fue ella. Fue la participac­ión que vi de Ángela Ponce en Miss Universo”.

Por eso, cuando una diseñadora local le pidió hacer un casting para participar en un proyecto de modelaje inclusivo no lo dudó dos veces. Decidió hacerlo y a los días la eligieron. Fue con ellos que aprendió de pasarela, fotografía y oratoria.

Con Angela Ponce como ejemplo, y con un poco más de experienci­a en la pasarela, decidió probar suerte en un concurso local de belleza. “Yo me enteré de una convocator­ia para un certamen local en mi comunidad y me inscribí para quitarme esa espinita que había tenido desde niña de sentir qué era estar en un certamen de belleza aunque sea local. ¡Quedé entre las 5 finalistas!”.

Gabriela se dio cuenta de lo mucho que le gustaban los certámenes. Ya no solo lo quería intentar, sino que se dio cuenta de que era muy buena y que tenía mucho por aportar. Durante ese proceso conoció a personas que la ayudaron y la motivaron a seguir su sueño, que era participar en un concurso estatal para luego representa­r a México en el extrajero.

Fue así como llegó al escenario para elegir a Miss Veracruz, representa­ndo al municipio de Nanchital. Su objetivo era ganar esa corona para representa­r al estado de Veracruz en Miss México que, de ganar, le daba el tiquete para estar en el Miss Mundo.

Sus recuerdos de esos días son muy intensos y enriqueced­ores: “Cuando yo conocí a mis demás compañeras, sí fue un impacto muy fuerte pues ellas no me conocían y apenas estaban escuchando de Gabriela. Pero fueron muy lindas. Toda la semana que

“Eso es lo que he querido demostrar no solo a las niñas y muchachas, sino a todas las personas de que no importa de que uno luzca diferente, ya sea por el color, cualquier condición física, o por cualquier situación que esté pasando, uno es bello, uno es único y uno tiene que darse ese amor”.

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Rica, el tapabocas de ‘La casa de papel’ es bastante popular. No se extrañe si se la
FOTO ALONSO TENORIO Según Mascarilla­s Costa encuentra en la calle. Rica, el tapabocas de ‘La casa de papel’ es bastante popular. No se extrañe si se la
 ?? CORTESÍA MASCARILLA­S COSTA RICA ?? Si lo suyo es la protección y no tanto la moda, estos tres modelos son de los más solicitado­s en el mercado nacional.
CORTESÍA MASCARILLA­S COSTA RICA Si lo suyo es la protección y no tanto la moda, estos tres modelos son de los más solicitado­s en el mercado nacional.
 ?? CORTESÍA DE RED POINT ?? Gracias a los cubrebocas, hoy las trabajador­as y trabajador­es de Red Point tienen trabajo. Luego de ser suspendido­s, el 100% de su planilla regresó a las labores para fabricarla­s.
CORTESÍA DE RED POINT Gracias a los cubrebocas, hoy las trabajador­as y trabajador­es de Red Point tienen trabajo. Luego de ser suspendido­s, el 100% de su planilla regresó a las labores para fabricarla­s.
 ?? FOTO JEFFREY ZAMORA ?? Claudia Hincapié tiene su taller de costura en su propia casa. Desde allí se gana la vida confeccion­ando mascarilla­s y prendas de todo tipo .
FOTO JEFFREY ZAMORA Claudia Hincapié tiene su taller de costura en su propia casa. Desde allí se gana la vida confeccion­ando mascarilla­s y prendas de todo tipo .
 ?? CORTESÍA DE RED POINT ?? Con telas antifluido­s, de distintos diseños, los empleados de Red Point tejen a mano sus cubrebocas.
CORTESÍA DE RED POINT Con telas antifluido­s, de distintos diseños, los empleados de Red Point tejen a mano sus cubrebocas.
 ?? FOTO CORTESÍA DE MARIPAZ HIDALGO ?? Mascarilla de lujo, los $40 y $50. diseñada por Maripaz Hidalgo. Tiene un valor entre
FOTO CORTESÍA DE MARIPAZ HIDALGO Mascarilla de lujo, los $40 y $50. diseñada por Maripaz Hidalgo. Tiene un valor entre
 ?? FOTO: ARCHIVO. ?? Foto oficial de los participan­tes del concierto de Live Aid, en Londres.
FOTO: ARCHIVO. Foto oficial de los participan­tes del concierto de Live Aid, en Londres.
 ?? FOTO: CAPTURA DE YOUTUBE. ?? Instante en que Freddy Mercury se acercó al micrófono que compartía Bob Geldof (izquierda) con Bono y Gina Foster.
FOTO: CAPTURA DE YOUTUBE. Instante en que Freddy Mercury se acercó al micrófono que compartía Bob Geldof (izquierda) con Bono y Gina Foster.
 ?? FOTOS CORTESÍA ?? Los concursos de belleza le han permitido a Gabriela Molina esparcir su mensaje de inclusión y aceptación por el mundo. Ella fue la representa­nte de Veracruz en el concurso nacional de Miss Grand Internatio­nal México.
FOTOS CORTESÍA Los concursos de belleza le han permitido a Gabriela Molina esparcir su mensaje de inclusión y aceptación por el mundo. Ella fue la representa­nte de Veracruz en el concurso nacional de Miss Grand Internatio­nal México.
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Gabriela reconoce que su infancia no siempre fue sencilla. Constantem­ente era señalada por la falta de sus dos brazos. De pequeña, usaba prótesis.
FOTO CORTESÍA FOTO CORTESÍA A los 11 años decidió que no iba a volver a utilizar una prótesis. Eran muy pesadas y no la permitían llevar una vida normal. Hoy utiliza sus piernas para todo. Gabriela reconoce que su infancia no siempre fue sencilla. Constantem­ente era señalada por la falta de sus dos brazos. De pequeña, usaba prótesis.
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 ?? FOTO CORTESÍA ?? Gabriela Molina (de vestido rojo) participó en el concurso para elegir a la representa­nte de Veracruz en el Miss México. Logró clasificar entre las 12 finalistas y le ayudó a darse a conocer en el mundo.
FOTO CORTESÍA Gabriela Molina (de vestido rojo) participó en el concurso para elegir a la representa­nte de Veracruz en el Miss México. Logró clasificar entre las 12 finalistas y le ayudó a darse a conocer en el mundo.
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FOTO CORTESÍA Cambiando Modelos es una de las agencias más importante­s de México que se ha interesado en el trabajo de Gabriela Molina. Está en conversa- ciones para ser parte de sus modelos.
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FOTO INSTAGRAM Gracias a su participac­ión en los concursos de Belleza, México y el mundo ha conocido la historia de Gabriela Molina. La han invitado a participar en diferentes programas de TV, como el programa matutino ‘Hoy’ donde compartió junto a la tica Maribel Guardia y Andrea Legarreta.

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