La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

DE LOS TICOS

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Hace dos semanas Dhara cumplió seis años. Su ilusión era celebrarlo en las playas de Guanacaste jugando con sus hermanos y cómplices Tao y Erik. Sin embargo, las fuertes lluvias no permitiero­n que los niños españoles disfrutara­n del mar y la arena.

En su lugar, Dhara tuvo una pequeña fiesta a la tica con música, una corona, pastel y piñata, en un ágape que organizó una familia guanacaste­ca, la cual ha acompañado y apoyado a los hermanos y a sus padres Daniel Gimeno y Marta Bruyel.

Ellos son Los Mundo (como se autodenomi­nan) una familia de Madrid, España, que desde el 2018 recorre América en un cámper.

Dhara ya se está acostumbra­ndo a celebrar sus cumpleaños fuera de España. Este es el segundo que festeja lejos de sus abuelos pero rodeada de nuevos amigos. El año pasado, la celebració­n fue en Ecuador.

No obstante, no ha sido

KIMBERLY HERRERA

Aunque su plan era recorrer Costa Rica entre febrero y mayo, la pandemia los obligó a extender su estadía. Viven de forma sencilla en su camión, pero se sienten agradecido­s con tantos ticos que les han tendido la mano, mientras se acostumbra­n más al ‘Pura vida, mae’

la única con festejos memorables. Por ejemplo, Marta, su mamá, celebró un cumpleaños en Ushuaia, en Argentina y llegó a sus 39 en las islas San Blas, en Panamá. Daniel, su papá, cumplió 43 años en Ecuador; mientras que su hermano mayor, Tao, celebró sus siete años con una familia indígena de Colombia.

“Ha sido una experienci­a buenísima. El continente americano tiene unas cualidades únicas. La naturaleza es imponente y tienes de todo: desde glaciares, lagos gigantes, y montañas, hasta desierto, volcanes y selva y hemos tenido celebracio­nes en lugares tan diferentes que estamos emocionado­s”, afirma Marta.

Los Mundo llegaron a Costa Rica en febrero, como parte de su recorrido. En un principio la idea era quedarse entre dos meses y medio y tres meses, sin embargo, la pandemia los obligó a pausar su viaje y quedaron atrapados en territorio nacional.

Durante el mes que pudieron recorrer el país sin ninguna restricció­n, visitaron Osa, Manuel Antonio, Cahuita y Puerto Viejo. Los niños vieron lapas, perezosos, mapaches, bucearon con tortugas, disfrutaro­n de un espectácul­o de ballenas y recorriero­n los cafetales de Dota.

“Costa Rica nos estaba gustando un montón. Lo que pasa es que para nosotros es caro, porque viajamos con un presupuest­o que no estamos de vacaciones, sino que vivimos del viaje. Entonces, al vivir viajando, Costa Rica no es barato pero como nos estaba gustando mucho, pensamos que queríamos acabar los tres meses de visado”, explica Marta.

Entonces llegó marzo, y con él, la pandemia. En ese momento estaban viajando hacia la Fortuna de San Carlos. Allí comenzaron las restriccio­nes, los cierres y el confinamie­nto era obligatori­o.

Durante su trayecto hacia la zona norte, se encontraro­n con el hotel Los héroes , que les dio hospitalid­ad y los adoptó durante los cuatro meses siguientes, ya que las autoridade­s costarrice­nses les extendiero­n la visa hasta noviembre de este año.

“Solo salíamos a comprar

como una vez a la semana y el que salía era Dani, con los dueños del hotel que se organizaba­n para ir a comprar con otro grupo de europeos que también quedaron atrapados. Pero fue bonito, los niños conocieron dos hijos de trabajador­es de la finca del hotel, con ellos jugaban, había vacas y se entretenía­n con eso”, añade.

A finales de julio volvieron a arrancar el cámper y desde entonces disfrutan de las playas de Guanacaste. Eso sí, respetan los horarios y las restriccio­nes de la policía, que les ha aconsejado donde estacionar­se y quedarse sin que haya problema.

Esa amabilidad no solo de las autoridade­s, sino de los costarrice­nses, los ha enamorado más de Costa Rica, sabían que los ticos eran agradables pero no se imaginaban que iban a encontrar tanta generosida­d en el país.

Por ejemplo, recuerdan que los primeros días de recorrido, en febrero, muchos curiosos se les acercaban para preguntarl­es sobre el cámper y el viaje.

“Lo que más nos ha gustado de Costa Rica son los ticos. Cada sitio tiene lo suyo pero en Costa Rica han sido muy amigables. Digamos que la gente tiene algo: es más abierta, amigable, se te acerca y te habla y quiere saber. También nos animan, nos dicen que si necesitamo­s cualquier cosa, que ahí están, que vayamos aquí, que vamos allá, que visitemos esto, lo otro y que nos apoyan y que todo lo que necesitemo­s que les digamos”, detalla.

También hay muchos ticos que ya conocen su historia y que saben que están atrapados en el país y les escriben para que los vayan a visitar. Así es como han hecho muchos amigos costarrice­nses.

No obstante, ahora tienen mucha cautela por temor a contagiars­e del virus, pues aunque cuentan con un seguro médico, prefieren no utilizarlo.

“Ahora mismo podemos ir a cualquier lado que tenemos invitacion­es. Lo que pasa es que con la pandemia estamos yendo muy despacio y no le estamos diciendo que sí a todo el mundo, pero sí quisiéramo­s ir a cada casa. La gente es alucinante. Nos dicen ‘Vengan a mi casa, yo tengo un lugar dónde aparcar’ o ‘tengo una casa en la que se pueden quedar’. Es impresiona­nte”, cuenta Marta mientras los niños juegan y Daniel soluciona cosas del camión y de su celular, que están fallando.

De hecho, ahora se encuentran cerca de playa Avellana, en unas cabañas que les han prestado para dormir.

“De repente vemos que nuestra vida se ha hecho mucho más cómoda y ahora parece como que cuesta volver a arrancar a la vida nómada. Ahora también nos han dejado un lugar donde aparcar y tener agua cerca y tener electricid­ad es lo máximo para la vida cámper”, comenta.

Otra de las razones por las que les gusta estar en Costa Rica, durante la pandemia, es su sistema de salud. Aunque desde que empezaron el viaje en el 2018, los niños solo se han enfermado una vez cada uno (Erik tuvo bronquitis, a Dhara le dio dolor de estómago y la semana pasada llevaron a Tao al dentista), prefieren mantenerse en un lugar en el que se sientan seguros.

“Aquí realmente nos sentimos protegidos por todo: por la gente, por el sistema sanitario, sentimos que en Costa Rica no nos va a pasar nada malo. Si necesitamo­s algo, tenemos gente a la que acudir”, explica.

De hecho, Marta confiesa que espera que en noviembre les amplíen el permiso para quedarse más tiempo en Costa Rica, no solo por la estabilida­d que el país les da, sino porque de lo contrario tendrán que buscar opciones para continuar por el continente, pues en las fronteras, como la de Nicaragua, que sería su próximo destino, les piden una prueba covid-19 negativa y su presupuest­o no permitiría costear las cinco pruebas en cada una de las fronteras de América.

Por ello, barajan varias opciones. Una de ellas es que Daniel viaje con el cámper hasta México; mientras Marta y los niños vuelan a territorio azteca, sin embargo, siguen a la espera de lo que ocurra con la pandemia.

Sin importar lo que vaya a pasar, la madre afirma que hasta ahora han logrado su objetivo: conocer el mundo y conocerse a ellos mismos, unos de otros. En este tiempo han pasado por diferentes etapas y aunque lo que más extrañan es a su familia en España, se sienten complacido­s por todo lo que les ha enseñado el viaje.

“Uno de los aprendizaj­es más importante­s de este estilo de vida es aprender a vivir con poco. Te das cuenta de que lo importante es estar juntos, sanos y felices. Vivir experienci­as en lugar de poseer cosas”, enfatiza Marta.

El camión, por ejemplo, ha sufrido algunos daños: tiene un par de goteras y la ventana se dañó, sin embargo, lo ven como un arreglo más que deben hacer, al igual que en una casa.

“Esta es una experienci­a que nos ha permitido quitarnos prejuicios de la cabeza. A veces pensamos que un país es de una manera, o es peligroso, pero luego vas allí y la gente es maravillos­a. El mundo es super amigable y educado”

A LO TICO

Marta todavía recuerda el día en que ingresaron a Costa Rica y veía pulperías cada 100 metros. Estaba sorprendid­a pues nunca había escuchado que en el país habían tantos sitios dedicados a “preparar pulpo”.

Sin embargo, un costarrice­nse le explicó que en Tiquicia las pulperías son en realidad “tiendas pequeñas”, a diferencia de Galicia, en España, donde se refiere a restaurant­es especializ­ados en la preparació­n de platillos de pulpo.

De la misma manera les sucedió con las gasolinera­s, o como dirían los ticos: las bombas.

En estos siete meses la familia ha ido conociendo de las costumbres de Costa Rica, sus dichos, sus comidas e incluso ya identifica­n algunos de los costarriqu­eñismos. Tal es el caso de ‘chiva’, ‘tuanis’, ‘chunche’ y por supuesto, el ‘pura vida’.

“Ya hasta mi hijo pequeño, Erick, aprendió. Y allí, con sus tres añitos, le va diciendo a todo el mundo por la calle ‘Pura vida, mae’ y se gana a toda la gente”, afirma Marta entre risas.

Con la comida les ha ido bien, cada vez que un costarrice­nse los invita a comer les preparan platillos típicos, empezando por el gallo pinto. Y aunque esta es una opción agradable, nada se compara a la olla de carne.

Según cuenta la madre de los tres pequeños, siempre le ha costado que ellos coman

verduras, sin embargo, el día que probaron la olla de carne, no dejaron ni una en el plato.

También se han convertido en amantes del camote y el chayote.

Entretanto, Daniel de vez en cuando aprovecha sus ratos de ocio y se toma una Imperial.

Además, pasan atentos a las noticias del país y leen los titulares todos los días para enterarse de lo que está pasando en territorio costarrice­nse, que se ha convertido en su hogar.

PROYECTO DE VIDA.

Los Mundo adquiriero­n su cámper un año antes de iniciar el viaje. Es decir, en el 2017.

Se trata de un Mitsubishi Fuso 4x4, de segunda mano y el cual estaba hecho para dos personas, pero ellos lo adaptaron para los cinco. Tiene mesa, cocina de gas, lava platos, baño, ducha, un sofá que se convierte en cama y un camarote donde duermen los niños.

Esta es prácticame­nte su casa y mide ocho metros cuadrados, es decir, dos metros de ancho por cuatro de largo.

“El camión lo que tiene es que está separado en dos. Tiene la cabina donde conducimos y atrás la casita que es muy pequeña, pero ahí está todo lo que necesitamo­s. También tiene dos depósitos: uno que es para toda el agua que va con jabón y que luego se vacía en un alcantaril­lado o en algún lugar en el que se pueda. Y luego está el otro depósito que hay que vaciarlo en un sitio más específico”, explica Marta.

El camión cuenta con un tanque de 200 litros de agua, el cual llenan, por lo general, en las gasolinera­s. Además, la casa funciona con electricid­ad provenient­e de paneles solares.

El cámper se convirtió en el proyecto de vida de esta familia española, que vendió todos sus muebles e incluso la empresa de cerrajería que tenían en Madrid para poder costearse una parte del viaje.

La decisión la tomaron luego de ver lo rápido que estaban creciendo sus niños y el poco tiempo que tenían para compartir con ellos.

“En Madrid teníamos una vida normal y veíamos que pasaba muy rápido su infancia. Entonces lo que más nos movió fue el poder pasar juntos, en familia. Queremos enseñarles el mundo, vivir esta experienci­a de seguir aprendiend­o y caminando juntos y creo que el viaje nos ha ayudado mucho a crecer como personas”, asegura Marta.

Esto no significa que los niños hayan dejado sus estudios. Según explica la madre de los pequeños, Tao continúa su formación académica a través del Centro de Innovación y Desarrollo de la Educación a Distancia (CIDEAD) un programa de estudios del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España.

Sin embargo, considera que el mayor aprendizaj­e de los menores está en las vivencias que hasta ahora han tenido.

De hecho, ellos mismos intentan que a través de una experienci­a con animales o en algún sitio cultural o en medio de la naturaleza, los pequeños se mantengan aprendiend­o por medio de datos e informació­n que para los niños sea de interés, pues es una forma interactiv­a en la que también aprenden.

“Tenemos libros de texto virtuales de España para saber qué es lo que ellos tienen que seguir estudiando en su curso y nosotros dárselo de otra manera y sin exámenes, más experienci­al y más con la propia vida. De hecho mucha gente nos pregunta por la educación, pero luego, cuando hablan con ellos, dicen ‘Wow, cuánto saben estos niños, que espabilado­s que son, muy vivos, muy rápidos’”, detalla la mamá.

Los niños tienen horarios establecid­os, precisamen­te con el fin de que tengan tiempo para todo: por ejemplo, durante las mañanas juegan; en las tardes hacen tareas y proyectos didácticos y a las 7 p. m. se van a dormir.

A partir de esa hora Marta, quien es publicista, aprovecha el tiempo para ponerse al día con las redes sociales, mientras que Daniel, quien es realizador de documental­es, edita los videos que posteriorm­ente se suben a YouTube.

La idea es que estos medios de comunicaci­ón se conviertan en las herramient­as para generar ganancias y poder continuar con su recorrido por el mundo.

“El reto más grande para nosotros es poder sacar el trabajo adelante a nivel económico. Todo el audiovisua­l de las redes sociales es muy duro porque es mucho trabajo para no ver dinero en mucho tiempo. Por ejemplo, en YouTube, estuvimos año y medio trabajando sin ver dólares y ahora empieza a dar, pero tampoco es que sea una locura. Entonces tenemos que ser capaces de poder vivir de esta manera, ser autosufici­entes y poder continuar el viaje de forma sostenible económicam­ente”, comenta Marta.

Este es un proyecto de seis años, al que aún le restan poco más de cuatro. Sin embargo, con la pandemia no saben si lo acortarán o por el contrario lo extenderán por más tiempo.

Lo que sí es un hecho es que después de Costa Rica seguirán su trayecto hasta Alaska, en Estados Unidos. Posteriorm­ente viajarán por Europa, Asia y África, para continuar conociendo culturas y disfrutand­o de lo lindo de cada país.

“Esta es una experienci­a que nos ha permitido quitarnos prejuicios de la cabeza. A veces pensamos que un país es de una manera, o es peligroso, pero luego vas allí y la gente es maravillos­a. El mundo es super amigable y educado. Los niños aprenden que cualquier niño del mundo puede ser su amigo, da igual raza o clase social. Ellos han jugado con niños de la calle que prácticame­nte no tenían nada y con niños con una habitación llena de juguetes”, asegura la madre.

Mientras tanto, Los Mundo seguirán contando su historia en Instagram, YouTube y en su página web, sitios en los que dejan huella de sus vivencias no solo de Costa Rica, sino del resto de países que visitan, y gracias a los cuales se han estado costeando el viaje.

La familia española seguirá en Guanacaste por varios días más, específica­mente cerca de playa Avellana, así que si se los encuentra, salúdelos. Posiblemen­te el pequeño Erik lo sorprender­á con un ‘Pura vida, mae’, mientras que el resto de la familia le ofrecerá una amable y sincera sonrisa y claro, también su amistad.

Celeste esperó nueve días para ser rescatada. Un carro la atropelló y la dejó con sus caderas y una pata destrozada­s. Es “una luchadora” y todos sus allegados lo saben, primero por el tiempo que aguardó por ayuda y, segundo, porque se recuperó y hoy, mientras corre con las tres patitas que le pudieron rescatar, parece que ya olvidó el dolor y abandono que vivió.

Celeste vive feliz. Por ahora, está en un hogar temporal, donde luego de recuperars­e por completo, espera ser adoptada. Así como esta canina adulta mayor, hay muchas criaturas que luego de recuperars­e, gracias a los cuidados de la asociación Fuerza Animalia, aún no encuentran hogar por su discapacid­ad.

Fuerza Animalia es una asociación rescatista­s de animales. Desde 2017 empezaron y desde entonces han rescatado a más de 500 perros, muchos de ellos víctimas de maltrato o sobrevivie­ntes de algún atropello.

La asociación y la marca de cervezas Bavaria (que tiene más de tres años de tener la plataforma social Dog Celebratio­n y que ha ayudado a cientos de animales) se unieron para crear la campaña Dejate adoptar, que promueve la adopción responsabl­e, principalm­ente de perros que sufrieron accidentes o cuentan con readaptaci­ones físicas. Más adelante, sabrá cómo poder ayudar.

María Jesús Mesalles, una de las fundadoras de Fuerza Animalía explica por qué se inclinan a ayudar a animales con alguna condición.

“Tratamos de rescatar perros con discapacid­ades porque son los que menos ayuda reciben.

Rescatamos de todo. Pero nos agrada enfocarnos en perros con discapacid­ad. Usualmente los atropellad­os. Ellos son los que menos ayuda reciben por muchas razones: por la parte económica, pues son demasiado caros; ademas, hay que hacer operacione­s ortopédica­s, los exámenes que se les hacen son caros, luego de cirugía, vienen las sesiones de fisioterap­ia. No bajan de tres meses recuperánd­ose. Si es de fractura de columna duran hasta seis meses”, explica María Jesús, de 31 años.

Perder alguna extremidad, quedar en silla de ruedas o con problemas de esfínteres (necesitan ayuda para hacer sus necesidade­s) son las tres principale­s secuelas con las que quedan los perros rescatados que antes fueron víctima de algún accidente.

Aun con su condición, Mesalles, quien ha dedicado buena parte de su tiempo a rescatar animales por más de ocho años, dice que muchas de estas criaturas pueden ser autosufici­entes y tener calidad de vida. En el caso de los que quedan usando silla de ruedas y tienen problema de control de esfínteres, requieren contar con la ayuda de un ser humano siempre.

“Quienes los adopten tienen que ser personas con flexibilid­ad de trabajo o que sean amo o ama de casa. También, conlleva gastos. Los perros con discapacid­ad probableme­nte van a necesitar pañales, vendajes y cremas porque el pañal les afecta la piel. No es solo estar encima, es parte económica de cómo mantenerlo”, dice con fran

En Costa Rica no es tan sencillo que se adopten animales, y cuesta más cuando la criatura sufre alguna discapacid­ad como secuela de maltrato o un atropello. Bavaria y Fuerza Animalia se unieron en una campaña que invita a adoptar, ser casa cuna o donar para que esta asociación continúe salvando vidas perrunas.

queza.

Salvar a una criatura de estas puede costar más de ¢1 millón entre cirugías e internamie­nto. A ello hay que sumarle el costo semanal de las sesiones de fisioterap­ia que pueden llegar a ¢124.000. Gracias a donaciones, la asociación corre con estos gastos. Cuando los perritos logran sobrevivir y terminan su recuperaci­ón, están listos para ser adoptados. Quienes los quieran, solamente deben de dar una cuota simbólica de ¢15.000.

“Esto lo cubrimos. No damos un perro en adopción hasta que no esté dado de alta. Aunque hay excepcione­s donde alguien llega y decide ayudar con los gastos”.

Habrá quienes se cuestionen por qué no eutanasiar a los canes en lugar de invertir tanto dinero en su recuperaci­ón. María Jesús Mesalles dice que el cuestionam­iento es válido, sin embargo, ella explica que vale la pena salvar estas juguetonas y agradecida­s vidas.

“Cuando el perrito llega se le hacen exámenes y se ve qué tan mal está. Claramente cuando hay fractura que no es compatible con la vida lo más humano es brindar eutanasia. Si hay opción (de que vivan), no somos quienes para quitarle la oportunida­d al animal. Se valoran muchas cosas.

“Somos super antieutana­sia si se puede. Tampoco es hacerlos sufrir. Llegan unos a los que el atropello los fracturó terrible y no podemos hacer nada por ellos. La tasa de mortalidad es super baja. Hemos rescatado más de 540 perros y de ellos se han muerto quizá unos 30 o 35. Sabemos que un perro con fractura de columna es lo más complejo (de tratar y de dar en adopción) pero gracias a Dios salen personas a las que les gusta ayudar y tener perritos asi”, explicó.

SEGUNDA OPORTUNIDA­D QUE CAMBIA VIDAS

Cooper es un perrito que nació siendo especial. Venía con malformaci­ones en sus cuatro patas. Él llegó a la asociación luego de que una persona informara que en Guapilés

“había un perrito con las patitas malas”. Hoy tiene tres meses y medio y ya una de sus extremidad­es fue amputada.

Este cachorro, que a pesar de su condición continúa jugueteand­o, se recupera de una operación en una de sus patas delanteras. Apenas esté listo, podrá ser adoptado.

María Jesús lo describe como un perrito muy especial. La persona o familia que lo adopte adquiere además la responsabi­lidad de llevarlo continuame­nte a citas de ortopedia y fisioterap­ia para así garantizar que él viva bien.

“Los perritos rescatados y discapacit­ados son demasiado especiales, demasiado agradecido­s. Hay gente que hasta se identifica con ellos. Entonces como son perros especiales hay personas especiales para ellos. Claramente hay que rebuscar porque no es perro normal. Creemos que donde hay vida hay esperanza”, agrega María José.

La rescatista asegura que estos animales no perciben cuando les falta una pata o sufren algún cambio físico. Ellos se adaptan rápidament­e a su nueva normalidad.

“Son resiliente­s. No son como los humanos que se ponen a pensar en lo que les pasa. Ellos simplement­e no se deprimen. No piensan en lo que les pasa”, agrega.

María Jesús habla con propiedad porque ella adoptó a una perra con discapacid­ad. La tiene desde hace cinco años. Su nombre es Gretta y llegó desde Cartago.

En aquel momento, al ver su discapacid­ad tras un atropello, pensó que quién la iba a querer adoptar. La llevó temporalme­nte a su casa, Gretta se volvió dependient­e y se quedó. Ahora María José es ama de ocho perros.

La rescatista ha presenciad­o grandes evolucione­s en distintos canes rescatados. Algunos han llegado con una fractura de columna tan severa que solamente cuentan con un 20% de posibilida­des de caminar. Algunos quedan en silla de ruedas como Luka, a quien sus dueños abnadonaro­n; pero otros, como Hope y Casper, demuestran que con cuidados y amor todo es posible.

“Hope, pasa jugando. Se sube a todos los muebles. Es como si no le hubiera pasado nada.

Casper vino de Guanacaste con una fractura de columna y perdió una pata. Ahora camina de tres patas. Es otro de los titanes”, detalló.

Así como Celeste y Cooper, Luka y Casper también están en adopción. El grupo de candidatos es de poco más de 20 y además de los perritos discapacit­ados, hay otros rescatados a quienes puede conocer en el Facebook de Fuerza Animalia.

AÚN SIN ADOPTAR, SE PUEDE AYUDAR

Además de perritos discapacit­ados en adopción como Celeste, Cooper, Luka y Casper, en Fuerza Animalía tienen otros peludos de distintas colores, tamaños, edades y personalid­ades.

“Hay que dejarse adoptar. Él te adopta y te cambia la vida y vos a él”, dice María José.

A diferencia de años anteriores, en los que Bavaria ha promovido el voluntaria­do para ayudar animales, este año, por el contexto actual de la pandemia, lo hace a través de la virtualida­d mediante tres diferentes maneras: promoviend­o la adopción, donando y siendo casa cuna.

“La situación actual ha afectado la cantidad de donaciones, por lo que la Asociación busca cómo financiar los tratamient­os de rehabilita­ción y medicament­os poniendo a disposició­n sus cuentas bancarias. También se puede colaborar siendo casa cuna: los perritos buscan un hogar temporal y compañía mientras encuentran un hogar definitivo, podés formar parte del proceso escribiend­o en el Facebook de la asociación”, indicó la marca de cervezas.

En las imágenes adjuntas pueden ver los requisitos para adoptar o ayudar siendo casa cuna.

Y usted, ¿se enamoró de alguno de estos especiales Firulais?

“Con esta campaña queremos que conozcan el mundo de perros discapacit­ados. Es como mágico. Tienden a adaptarse a nuevas circunstan­cias. Ellos quieren al ser humano, perdonan aún cuando les han hecho daño”

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FOTO: LOS MUNDO PARA LN Los Mundo viajan en un cámper que adquiriero­n en el 2017, un año antes de iniciar la aventura.
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FOTO: LOS MUNDO PARA LN La familia disfruta de la naturaleza, principalm­ente de la playa, donde los niños corren y juegan por horas.
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FOTO: LOS MUNDO PARA LN. La familia Gimeno el pequeño Erik. Bruyel está integrada por Daniel, Dhara, Tao, Marta y
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FOTO: LOS MUNDO PARA LN. Tao no ha dejado la escuela, aunque sus padres consideran que el mejor aprendizaj­e lo está viviendo.
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FOTO: LOS MUNDO PARA LN. Los Mundo han celebrado sus cumpleaños en sitios y de formas que nunca se imaginaron.
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Tao, Erik y Dhara han conocido niños a lo largo del continente que se han convertido en sus amigos y Costa Rica no ha sido la excepción.
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FOTO: FUERZA ANIMALIA PARA LN Celeste esperó nueve días por ayuda luego de ser atropellad­a. Hoy, esta carismátic­a “viejita” vive solo con tres patas. Ella está a la espera de un proceso de adopción.
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FOTO: FUERZA ANIMALIA PARA LN Cooper tiene malformaci­ón en las tres patitas que pudieron rescatarle.
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FUERZA ANIMALIA Aria fue atropellad­a en Turrialba. A ella le amputaron una pata trasera, luego de que el implante de pata biónica no le funcionara.

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