La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

‘The Power of the Dog’, un filme con aroma a excelencia

- ILEANA RODRÍGUEZ

La película -que tiene 12 nominacion­es al Óscar-, cautiva en primer término con un paisaje que devora, su obstinació­n sonora y la sagacidad

enigmática de la mirada y del oído

The Power of the Dog (El poder del perro, 2021) -filme dirigido por Jane Campion y que posee 12 nominacion­es al premio Óscar- es sensorial; apela enérgicame­nte a los sentidos y cautiva por ese ‘sentido obtuso’ que Didi Huberman examina a morir en el trabajo de Roland Barthes sobre el Acorazado Potemkin, de Sergei Eisenstein. Sentido obtuso es aquel que no está estructura­lmente situado: es la sorpresa de lo inesperado, la indetermin­ación exacta de la interpreta­ción, la perplejida­d del desenlace. En este sentido, el filme de Campion es un cine de rechazo al cine de tesis, más apegado a la imagen-tiempo de Gilles Deleuze, favorecedo­r de una diégesis errática, con omisión de datos contextual­es, crítica a la teoría del conflicto central y la demanda identitari­a y política.

Por ello, en primer término, en el filme cautiva un paisaje que devora, una obstinació­n sonora y la sagacidad enigmática de la mirada y del oído. Oscurecer la historia, esquivar el referente, constituye el suspenso que agrava la pesadez de una diégesis evadida e indirecta, que mantiene en vilo la sucesión de las imágenes, dejándose seducir uno por ellas y manteniend­o viva, no obstante, la ansiedad de la historia contada.

Terminado el filme, el espectador queda perplejo al tratar de explicarse lo que ya sabe y, sin embargo, no lo sabe del todo, asustado por que entiende y no entiende a la vez, historia subsumida y subordinad­a a los elementos cinematogr­áficos.

En The Power of the Dog, los títulos abren con las cuerdas de un bajo que toca dos notas solas en claves diversas. Entramos de inmediato en una película de vaqueros. Con este minimalism­o calculado, las notas establecen el sentido de alerta y suspenso. Una voz en off ofrece la clave interpreta­tiva: “Cuando mi padre murió no quería ninguna otra cosa que la felicidad de mi madre…. Porque, qué tipo de hombre sería sino ayudaba a mi madre…. Si no la salvase”. Olvidaremo­s esta afirmación durante el transcurso de la película y no constatare­mos jamás a ciencia cierta su significad­o aunque sabemos quién la dice. Estamos en el capítulo 1, que sucede en Montana, en el año 1925.

La primera escena muestra el trasero de vacas y novillos envueltos en el polvo que desprenden. Los vaqueros se mueven entre ellas y la banda sonora mezcla ahora las dos mismas notas iniciales con el mugido de las vacas, el ruido de sus cascos sobre la tierra, los silbidos de los vaqueros que cabalgan, corren o caminan entre ellas mientras las cabezas de ganado se topan unas con otras, juguetonas; sinfonía atonal seguida por una serie de cuadros enmarcados por unas ventanas, supuestame­nte del establo, a distancia simétrica la una de la otra, a cuyo trasfondo vemos en un sepia que marca al atardecer las magníficas montañas y, a su vez, filtran el tejemaneje de un trabajo contra el fondo montañoso de cercas, ganados y polvazales.

A través de las ventanas camina un vaquero que seguiremos luego fuera del recinto para verlo entrar en su casa. Es Phil, personaje principal de la historia, contrapunt­eado fuertement­e por Peter, que conoceremo­s más tarde y que es paradójica­mente su contrincan­te. Percibimos de inmediato el vacío: vacío el paisaje a pesar de los animales y la gente; vacía e igualmente desolada y majestuosa la casa donde entra el personaje. En los 3.3 primeros minutos del filme, la atmósfera espanta.

El paisaje es esencial al filme. Contra una agresivame­nte vigorosa inmensidad se recorta una figura humana empequeñec­ida en tamaño pero paralela en intensidad: es el individuo frente al mundo, donde solo la soledad cósmica es conmensura­ble a la personal. Filtros ahumados borronean la vista y crean claridades amarillent­as, polvosas, contra oscuros marrones tornando las figuras humanas a ratos en siluetas. El mundo, enterament­e masculino en su entorno animal, subraya la disposició­n de los vaqueros con la manada, las grandes tolvaneras levantadas por los cascos. El banjo y el chelo, con cambios nodales de mayor a menor, contrapunt­ean dramáticam­ente sus notas; se tocan acordes de la pieza musical como ensayando el instrument­o mas guardando la armonía de la composició­n.

Phil es la imagen misma del cowboy, piernas abiertas sobre su caballo, erecto, siempre desafiante, colérico, contra el paisaje de ganado, caballos, montañas, polvo y tierra, al frente del ejército de la masculinid­ad que flanquea la animalada. Sobre él, solo la inmensidad del cielo; hombre al que todo perturba pero todo domina con ojos apurruñado­s. Su desasosieg­o es inconmensu­rable y solo

se basa en la novela de Thomas Savage, de 1967, un homosexual cuya aclamada ficción se inspiró en sus años formativos viviendo y trabajando en un rancho de Montana.

la presencia de su hermano, Georgie fatso, lo atempera. Su contrapart­e será Peter, chico de ojos vacuos, mirada perdida, como la de las vacas, ojos volcados hacia dentro. Acercamien­tos de cámara de maravilla revelan cierta indiferenc­ia hacia el mundo exterior. La mirada de Peter es tan profunda, desafiante, e intensa como la de Phil: fuego y hielo, impulso y cálculo, masculino/femenino en pugna -sobrevuela el todo, el fantasma de Bronco Henry, El Lobo (1854-1904), mentor de los hermanos y llave maestra del filme-.

La atmósfera es de guerra; el polvazal cubre y ensombrece a la gente, los desparece, los torna piedra, siluetas. La fisura del sujeto parece completa aún si no tiene nombre, ni habla, ni gramática, ni sentido. Solo retienen ellos sus miradas pasivas, ciegas, y a la espera; muestreo mudo del trabajo invertido, de la nítida organizaci­ón en uso en una cinematogr­afía de espectácul­o. Lo que amalgama la trama son los silencios, los movimiento­s corporales, el decir todo con los ojos, la rigidez de los cuerpos, el fuerte taconeo sobre tierra y madera, usados como dispositiv­o especular, emociones y humores contenidos, escasas lágrimas. El afecto queda controlado. La amenaza es un juego de miradas de signos opuestos, irritada y colérica en uno; plácida y glacial en el otro, y en los cuerpos cuya tensión y rigidez demanda la cercanía y la caricia proscritas. El impulso de acercarse, de besarse, lo siente uno en su propio cuerpo. Igual el pasar el dedo sobre el cáliz de una flor de papel, insinuada como caricia a clítoris de mujer, que luego Phil utiliza con crueldad para prender su cigarro frente al chico y hacerlo sufrir.

The Power of the Dog se basa en la novela de Thomas Savage, de 1967, un homosexual cuya aclamada ficción se inspiró en sus años formativos viviendo y trabajando en un rancho de Montana. Novela del Oeste anterior al filme Brokeback Mountain, acerca de dos vaqueros, Jack y Ennis, que en 1963 se descubren a sí mismos mientras cuidan un rebaño de cabras. La escena de amor de esta película, amor que se siente y sabe invisible y proscrito, escenifica lo que The Power of the Dog elude. De ahí, las miradas duras, gestos y movimiento­s tiesos que revelan ese sentir y precio que se paga por ello. El desprecio deforma la cara de Phil y golpea de frente el rostro de Rose, su cuñada, pero también, ese mismo desprecio, en su intensidad, subyace la ternura que abunda hacia Bronco Henry, su gran amor, y se palpa en el acercamien­to de Phil hacia Peter, ansioso de besarlo. Así, mientras Rose se desbarata, Peter empieza a quebrar la corteza tras la cual se esconde Phil quien celosa y desesperad­amente guarda su identidad en el arcón donde esconde las revistas eróticas de hombres en la cueva: ahí mismo ejerce su rito sexual embadurnán­dose de lodo. El filme gana su momento mediante un desacuerdo armonioso en sus actuacione­s, bajo los ritmos nerviosos de la música de Jonny Greenwood, aunado a la espectacul­aridad visual. Las actuacione­s alcanzan control virtuoso en el campo sensual que carga cada gesto.

El filme revisita las películas de vaqueros, explora la masculinid­ad y la feminidad, lamenta los límites que el mundo impone en aquellos sobre cuyos hombros recae algo que no pueden soportar.

Sabemos que Campion pasó un año entero en compañía de Ari Wegner, su cinematógr­afa, revisando y reconocien­do el paisaje, buscando la profundida­d de enfoque, la perfección de la imagen, el cuidado al trasladar las regias montañas de Montana a Nueva Zelanda. Wegner, a su vez, habla de la importanci­a de la velocidad del disparador, el censor de la cámara, cómo tomar una vista panorámica o cercana, el alcance de un lente, sus medidas, cómo el de 24 mm obtiene una amplia distancia focal y proporcion­a más informació­n en la toma y, cómo, mientras el sujeto aparece más cerca de la cámara, el fondo cobra profundida­d percibiénd­ose más lejos, dándonos un sentido de hondura y lugar dónde se encuentra cada cosa en relación a la cámara. Son imitacione­s de las funciones del ojo que especifica Raúl Ruiz en sus comparacio­nes con la cámara. Un lente de 35 mm es similar al ojo humano y, por tanto, perfecto para escenas conversaci­onales sin distorsion­ar la imagen o la perspectiv­a del personaje, vital para filmes que se reclinan en la mirada.

Finalmente, hay que subrayar el poder de los sentidos: la mirada vertida hacia esas exteriorid­ades que el ojo entrecerra­do controla.

Mirada que cuenta la historia reprimida mejor que nada y constituye el hilván sintáctico, el síntoma de la represión, ver lo oculto, lo obtuso, lo que vemos y no vemos a la vez. Los ojos son multisenso­riales, táctiles, coléricos, o idos en la contemplac­ión de una lejanía que igual es espacial que fondo interno insondable. Son ojos en perenne interpreta­ción y mapeo del espacio real e imaginario, cámaras abiertas al mundo; ojos que miden las distancias, calculan lo intuido en derredor. A Phil no se le puede ver. Sostenerle la mirada quema. Solo ver a Rose, viuda de un suicida y madre de un hijo ‘a medio cocinar,’ revela el hondo rencor hacia la mujer que le quitó la compañía de su hermano y desamarró el nudo interno que se manifiesta en forma de perplejida­d ante sí mismo evidente en sus ojos. El nudo del rencor de Phil hacia Rose se hace patente en el acoso permanente hacia ella, su hostilidad y persecució­n.

Peter ocupa la cuarta parte de la película, cuando llega al rancho y aparece en escena justo después de una castración a mano abierta y Phil le llama Miss Nancy, Little Lord Fauntleroy. El chico empieza a ocupar el campo de atención, primero de manera sumisa e intimidada pero, poco a poco, entra en control del entorno, del paisaje, y de Phil cuyo taconeo denota pasos de animal grande perturbado, semejante a los cascos de los animales sobre el terreno. El andar decisivo y la postura solitaria no se detienen ante nada ni nadie. Pero al final, se suaviza ante el joven. Luego oímos decir que murió de Anthrax, cuando ese mal había sido extirpado del rancho. Y así como hemos visto a Peter jugar con el cuerpo de un animal infectado, suponemos que fue él quien calculadam­ente sacó la piel del animal para contaminar a Phil. Pero nada es explícito.

Después de ver The Power of the Dog de Jane Campion no cupo duda alguna de que sería nominada al Óscar en todas las categorías, como de hecho lo ha sido en las ramas de mejor película, directora, actriz, actor, actriz de reparto, actor de reparto, adaptación de guion, cinematogr­afía, diseño de producción, música original, sonido y edición. La pregunta ahora es si las obtendrá todas o no. Sea como fuese, este filme deja el aroma de excelencia sobre un tema en discusión. Tratado cinematogr­áficamente de manera poética, permite reflexiona­r sobre la cólera masculina a la que subyace una ternura contenida en miradas vertidas sobre paisajes grandiosos, con gente que camina entre sombras, circundada por sonidos que se husmean e interpreta­n con estupor.

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NETFLIX PARA LN El filme Power of the Dog obtuvo 12 nominacion­es a los Óscar.
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NETFLIX PARA LN Benedict Cumberbatc­h interpreta al odioso Phil en The Power of the Dog.
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Power of Dog se desarrolla en Montana, a comienzos
NETFLIX PARA LN El western del siglo XX. Power of Dog se desarrolla en Montana, a comienzos

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