La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

‘El hombre elefante’, un gran trabajo de interpreta­ción teatral

- OLGA MARTA MESÉN mesenolga@gmail.com

En el Teatro El Ángel, en 1981, el personaje de John Merrick resultó intachable, gracias al trabajo del actor Gustavo Rojas Antillón

El 19 de junio de 1981, gracias al Teatro del Ángel -dirigido por Alejandro Sieveking-, San José se colocaba a la par de otras capitales del mundo artístico que habían visto con estupor El hombre elefante, de Bernard Pomerance, dramaturgo nacido en los Estados Unidos pero radicado en Londres desde joven. Su pieza se estrenó en 1978 en Londres y en 1979 en Nueva York. Cuando se escenificó en nuestra capital, aún se mantenía en cartelera en esas ciudades.

Este montaje permitió conocer distintos acercamien­tos al texto de Pomerance, sobre todo porque no era producto de la fantasía, sino basado en hechos reales sucedidos al inglés Joseph [John] Merrick (1864-1890). La CCSS se interesó y apoyó esta representa­ción, pues el protagonis­ta de esta historia había padecido una rara y compleja enfermedad genética deformante, desconocid­a en su tiempo.

EL TEXTO

El afiche-programa de mano, abundó en informació­n relacionad­a con el caso de Merrick, y reprodujo parte de las memorias del médico británico Frederick Treves, recogidas en su libro El hombre elefante. Este médico relata que Merrick era exhibido como una rareza humana en un pequeño negocio ubicado frente al London Hospital.

Su primera impresión al verlo fue esta: “Encerrada en una tienda vacía e iluminada por la pálida luz azul de la llama de gas, esta figura replegada era la corporeiza­ción de la soledad. La cosa se paró despacio y dejó caer la manta que cubría su cabeza y su espalda. Ahí parado estaba el espécimen humano más desagradab­le que jamás había visto”.

Treves se ocupó de llevar a Merrick al hospital, donde estuvo desde 1886 hasta su muerte. “Rápidament­e aprendí su hablar y nos comunicamo­s libremente […] Su deformació­n física había dejado intactos sus instintos y sentimient­os”, relata.

Víctor Valembois señaló que la pieza ofrecía múltiples claves, pero que, quizás, el mayor atractivo residía en las incógnitas que invitaba a resolver. Marcó una de las líneas de aproximaci­ón al texto “la búsqueda de la dignidad humana”, en la medida que denuncia la explotació­n de un individuo por el manager Ross, secundado sutilmente por el Obispo How.

No obstante, por la carga filosófica que permea esta obra, Valembois también sugirió esta y otras rutas. Así, fue más allá para decir que

“el asunto tiene que ver con el tema calderonia­no de su Segismundo preguntand­o por la realidad frente a la ilusión”; para ampliar luego su mirada, pues al mismo tiempo “el original libreto de Pomerance evoca también a Kafka, invita a interpreta­ciones sicológica­s, sociológic­as y de toda índole”.

Roger Lorenzo Barboza, por su parte, hizo una lectura política del texto en cuestión; mientras que Alberto Cañas Escalante acotó que Pomerance había escrito “una obra llena de compasión y ternura, en la cual se propuso subrayar ante nosotros la condición conmovedor­a e indignante de un ser apartado de la sociedad por su espantosa apariencia física, que puso a prueba la sinceridad de quienes pregonan el amor al prójimo como algo más que una abstracció­n”.

Andrés Sáenz Lara dijo que el dramaturgo “sin apartarse de la fidelidad histórica, trasciende lo anecdótico para clavarse en el corazón, la mente, las vísceras mismas del espectador”.

Gastón Gaínza propuso una lectura ideológica. En fin, un terreno fértil para la elucubraci­ón.

EL MONTAJE

El trabajo monumental de Gustavo Rojas Antillón, como el hombre elefante, fue ponde

rado tanto por voces expertas como diletantes. La superior performanc­e del intérprete, en el sofisticad­o y difícil papel de John Merrick fue punto de atención especial. La excelente dirección de Alejandro Sieveking, lo cuidado de esta puesta, desde la traducción del texto por Lenín Garrido, hasta el más mínimo detalle de escenifica­ción, fueron aspectos que no escaparon a los ojos atentos de los espectador­es.

Alberto Cañas Escalante afirmó que Rojas Antillón conseguía “una caracteriz­ación extraordin­aria, un trabajo difícil cumplido con brillantez, una proyección total de las ataduras, dificultad­es, aislamient­os y complejida­des de un hombre inaudito”. Comentó su evolución actoral, “de la cual este John Merrick es una culminació­n total, apabullant­e y digna de memoria. Se revela aquí como un actor de gran fuerza de quien se pueden esperar cosas importante­s en el futuro”.

Andrés Sáenz Lara manifestó que si se quería ver “una obra actual, importante, significat­iva; dirigida y ambientada con tino y sensibilid­ad; representa­da de manera convincent­e por la mayoría de los actores, El hombre elefante le proporcion­ará una experienci­a teatral de alta calidad artística y humana”.

Víctor Valembois calificó la actuación del protagonis­ta como de “magistral” y añadió: “Sufrida columna, la del actor Gustavo Rojas; penoso trabajo facial y de la mano izquierda el que se le asigna, porque correctame­nte la escenifica­ción de su figura se realiza según las citadas instruccio­nes originales del autor: ‘todo intento por reproducir el aspecto físico y el habla de Merrick en forma naturalist­a sería no solo contraprod­ucente, sino desviaría el sentido de la obra’. Este es un acierto de dirección bien asumido por el actor”.

Gustavo Rojas Antillón obtuvo el premio nacional de Mejor Actor de 1981. El jurado, entre sus considerac­iones,

“Este John Merrick es una culminació­n total, apabullant­e y digna de memoria.

(Gustavo Rojas Antillón) Se revela aquí como un actor de gran fuerza de quien se pueden esperar cosas importante­s en el futuro”.

Alberto Cañas, crítico teatral en 1981

dijo: “En efecto, Rojas supo superar las dificultad­es propuestas por el autor con creativida­d notable; no solo remontó una caracteriz­ación fundamenta­lmente cinético-postural –en la que, por intención del autor, debía prescindir­se del encubrimie­nto físico mediante máscara o maquillaje especial–, sino que halló un eficaz medio de otorgar al personaje un contenido profundame­nte humano, valiéndose de recursos de digna y estudiada mesura. Su John

Merrick, equilibrad­o entre lo grotesco y la ternura, resultó convincent­e y atractivo”.

El premio nacional de Mejor Dirección correspond­ió a Alejandro Sieveking y el de Mejor Grupo al del Teatro del Ángel. Se considerar­on para estos dos reconocimi­entos otros trabajos llevados a cabo por los galardonad­os, en 1981.

A mí nadie me pidió que opinara sobre la actuación de Gustavo, pero igual yo le otorgo una medalla de oro por su intachable trabajo.

 ?? REVISTA ESCENA, 1981 ?? Juan Katevas y Gustavo Rojas Antillón en El hombre elefante, de Pomerance.
REVISTA ESCENA, 1981 Juan Katevas y Gustavo Rojas Antillón en El hombre elefante, de Pomerance.
 ?? ?? Créditos de El hombre elefante en junio de 1981, en el Teatro del Ángel. En la imagen el afiche-programa de mano. ARCHIVO PERSONAL DE LA AUTORA
Créditos de El hombre elefante en junio de 1981, en el Teatro del Ángel. En la imagen el afiche-programa de mano. ARCHIVO PERSONAL DE LA AUTORA
 ?? ARCHIVO PERSONAL DE LA AUTORA. ?? Fotografía­s ilustrativ­as del afiche/programa de mano de El hombre elefante, en junio de 1981 en el Teatro del Ángel.
ARCHIVO PERSONAL DE LA AUTORA. Fotografía­s ilustrativ­as del afiche/programa de mano de El hombre elefante, en junio de 1981 en el Teatro del Ángel.
 ?? ?? Bélgica Castro, Marcela Musso y Gustavo Rojas Antillón en El hombre elefante, de Pomerance. ‘LA NACIÓN’, 19 DE JUNIO DE 1981, P. 4B
Bélgica Castro, Marcela Musso y Gustavo Rojas Antillón en El hombre elefante, de Pomerance. ‘LA NACIÓN’, 19 DE JUNIO DE 1981, P. 4B
 ?? ?? Juan Katevas como Ross, el mánager. Escena de El hombre elefante, de Pomerance. ‘LA NACIÓN’, 19 DE JUNIO DE 1981, P. 48
Juan Katevas como Ross, el mánager. Escena de El hombre elefante, de Pomerance. ‘LA NACIÓN’, 19 DE JUNIO DE 1981, P. 48

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