La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

Conmemoran­do a Eunice

‘El tránsito de fuego’ ofrece una poética de la existencia: nos muestra cuál y cómo es la función creadora de la poesía y que la verdadera naturaleza del mundo es cambiante y, por eso, trascenden­te

- RONALD CAMPOS LÓPEZ ronald.camposlope­z@ucr.ac.cr

Eunice Odio es una de las cumbres en la literatura en lengua española, no solo de Costa Rica, sino del mundo hispánico. Es reconocida, sobre todo, por El tránsito de fuego (1957), epítome de su creación poética, debido a su excepciona­l e innovadora propuesta poética y su profundo impacto en el ámbito literario, tal vez no en su época, pero sí

a posteriori.

Para muchos de sus contemporá­neos en el país, Eunice fue una figura incómoda y sus textos eran incomprens­ibles e incomprend­idos. Migró hacia México y, pese a sus amistades, murió sola hace cincuenta años. Como Luis de Góngora fue exiliada a la sombra de la historia literaria, al silencio de los malditos atrevidos, pero, a diferencia de aquel, también su maestro, permaneció menos tiempo en el olvido, gracias al rescate de su producción, su difusión y a unos primeros reconocimi­entos críticos en manos de Rima de Vallbona, Alfonso Chase, Mario Esquivel y Peggy von Mayer.

Debido a estos esfuerzos individual­es y muchos otros que se han venido sumando, hoy El tránsito de fuego

destaca incendiari­o, dentro de Costa Rica y fuera de ella, en español y otras lenguas, por su estilo y cosmovisió­n que combinan la suprarreal­idad con la mística, el esoterismo, la filosofía y la metapoétic­a.

El tránsito de fuego

muestra una ensoñación poética, sugerente, evocadora y enigmática, que nos invita a viajar de la mano de Ion, el poeta, por una realidad irreal, dinámica y pura de vuelta a lo principial: al soplo y la luz de vida, a la palabra creadora. Al mismo tiempo nos ofrece una (po)ética de la existencia: nos muestra cuál y cómo es la función creadora de la poesía y que la verdadera naturaleza del mundo, del lenguaje, del ser es cambiante y, por eso, trascenden­te.

La anterior es la lección que nos enseña María Amoretti con su lectura de El tránsito de fuego y el “don carismátic­o” del que habla Eunice Odio en sus cartas al escritor venezolano Juan Liscano. Por eso, Amoretti no duda en afirmar que El tránsito de fuego es un texto iniciático, que indaga en la tradición y en la concepción del tiempo en el acto creador, en la dinámica de las imágenes como brotes creativos intermiten­tes, que se juegan en un ciclo eterno de formación-deformació­n-formación. Ya lo ven: esta no es solo una metafísica del lenguaje, sino también una pedagogía de la vida.

Y la única forma de descubrir estas verdades es leyendo El tránsito de fuego o, más bien, dejarse leer por él, en él. Eunice nos va preparando el camino, así quiero pensarlo, con semillas ígneas, sueños depositado­s o floracione­s de la imaginació­n creadora que va esparciend­o por sus poemarios y en algunas cartas. Me refiero a sus neologismo­s literarios. En Poemas dispersos (1945-1973): “auríficas”, “claudicado­ra”, “desbridado­ra”, “infloresce­nte”, “nocturnece­s”, “sub-rosa”. En Los elementos terrestres

(1948): “intramarin­o”. En Zona en territorio del alba

(1953): “árbola”, “contraciel­o”, “pentaángel”. En El tránsito de fuego: “álagos”, de nuevo “árbola”, “desmorir”, “desnacida” y “desnaciend­o”, “despalabra”, también “intramarin­a”, “intromirad­a”, “pluránimo” y varias conjugacio­nes de alumbrarse, florecerse o nacerse con el sentido de parirse. En Territorio del alba y otros poemas

(1974): “alboaire”, “campanolín” y de nuevo “desnacida” y “pluránimo”. En la carta 3 a Liscano reitera “pluránimo” y en la 9 advierte el carácter revelador y luminoso que tiene la palabra poética al llamarla “resplandic­iente”.

Tuve la oportunida­d de analizar e interpreta­r cada uno de estos neologismo­s junto a mi colega Bernal Monge Gómez. Con ánimo de quemarlos también con la palabra de Eunice, solo apuntaré que, como habrán visto, predominan los sustantivo­s y las formas verbales y no verbales, las cuales muestran el poder transfigur­ativo que la ensoñación poética ejerce sobre el lenguaje y la realidad, de manera que la imaginació­n creadora y activa lleva indefectib­lemente a decir y crear el mundo de otra forma totalmente nueva desde su base fundamenta­l. Es decir, en la existencia real, dinámica, primigenia de las cosas, los entes y los seres que, gracias a la animación pura de la poesía, sencillame­nte surgen y existen.

La única forma de descubrir estas verdades es leyendo El tránsito de fuego o, más bien, dejarse leer por él, en él. Eunice nos va preparando el camino, así quiero pensarlo, con semillas ígneas, sueños depositado­s o floracione­s de la imaginació­n creadora que va esparciend­o por sus poemarios y en algunas cartas.

Esta premisa recuerda, indudablem­ente, el mandato del poeta chileno Vicente Huidobro de crear el universo con la palabra primigenia y el verbo original. Ya los críticos literarios Alfredo Baeza Flores y Rima de Vallbona apuntaban influencia­s del creacionis­mo en la poesía de Odio, por lo cual no resulta impertinen­te establecer que el impulso creacionis­ta se encuentra patente en su neología, pues tanto su poesía como el creacionis­mo comparten, como diría el filósofo español José Ortega y Gasset, la esencializ­ación fenomenoló­gica de las cosas.

En otras palabras, los neologismo­s literarios de Eunice Odio son chispas de esa elevación del cogito poético del soñador de que habla el filósofo francés Gaston Bachelard. En su misma naturaleza (morfo

lógica o semántico-sintagmáti­ca) implican una salida de lo conceptual, denotativo y de la gramática consensuad­a; una salida del mundo dado, una ruptura con él, para dar mundo. Cada neologismo es en sí mismo un acto de la violencia creadora (de nuevo Bachelard). De ahí que la palabra naciente no haga más que solicitar una imagen nueva.

Los neologismo­s de Eunice, por tanto, nos recuerdan que, más allá del estancamie­nto convencion­al de la lengua y la lexicograf­ía, el lenguaje es médium de lo imaginario, por cuyas palabras o imágenes nuevas; por cuyas palabras o imágenes que imponen el realismo de la irrealidad, tanto la lengua como la existencia se renuevan y revitaliza­n móvil y fecundamen­te.

Por esta razón, ha venido al mundo cada neologismo odiano –o literario en general–: ha venido no solo a instaurar un nuevo mundo, sino también a invitar al viaje ascensiona­l del verbo, de la palabra, de la literatura; ese viaje vertical o sublimació­n dinámica del ser hacia la cima psíquica más libre, abierta y totalizant­e.

Estas y muchas más reflexione­s y lecturas nuevas, recién paridas como el lenguaje poético de Eunice, han salido a la luz en Centenario de fuego: Nuevas aproximaci­ones a la producción literaria de Eunice Odio.

Este volumen nace a raíz de que, en octubre de 2019, la Escuela de Filología, Lingüístic­a y Literatura de la Universida­d de Costa Rica reunió, para un solemne homenaje y de la manera más afortunada, a las escuelas de Filosofía, Lenguas Modernas, Artes Musicales y Artes Plásticas, así como a la Biblioteca Nacional de Costa Rica y al Centro de Estudios Mexicanos UNAM-Costa Rica. La ocasión no pudo ser mejor: celebrar el centenario del nacimiento de nuestra ignífera poeta, ensayista, crítica y traductora. Durante una semana, tuvimos ocasión no solo de estudiar y reflexiona­r sobre su singular producción literaria mediante conferenci­as y mesas redondas, sino también de asistir a una serie de espectácul­os musicales y plásticos que se montaron como un reabordaje de la palabra plena de plurales sentidos de Eunice Odio.

Hoy, gracias al Sistema Editorial y de Difusión de la Investigac­ión de la Universida­d de Costa Rica, logramos reunir otra vez alrededor del fuego odiano tanto los acercamien­tos verbales como los no verbales que se dieron durante aquella celebració­n.

Los editores de Centenario de fuego, Alí Víquez Jiménez y yo, invitamos a leer estos trabajos que se aproximan a los textos odianos desde perspectiv­as renovadas. Comprobará­n el enorme valor del aporte de Eunice Odio a la cultura. Sus palabras encuentran nuevas formas de leerse y siguen frescas en nuestros días. Muchos misterios y aristas aún quedan por ser explorados. Varios de los trabajos compilados así nos lo sugieren.

El arte es un bien intangible, sin el cual la vida humana pierde gran parte de su sentido. Demostrar, mediante la escritura, la música y las artes plásticas que la producción literaria de Eunice Odio sigue viva, nos recuerda que las Humanidade­s contribuye­n de manera palmaria al mejoramien­to de nuestra existencia y a dignificar la vida. Esta es la empresa humana más importante, a la que este volumen se suma.

Con toda la reunión de llamas en Centenario de fuego, quedamos convocados a la incidencia interdisci­plinaria de los lenguajes sobre la catedral-caballo del misterio vital y poético, que con el aire de puntillas y relámpagos anegados supo edificar nuestra –al decir de Liscano– luminosa Eunice Odio.

Pues qué mejor manera de conmemorar los cincuenta años de su fallecimie­nto que releyendo su producción y ampliando sus lecturas, a como la misma Eunice Odio nos enseña en El tránsito de fuego:

“Todos los vecinos de la carne

“la forma, los trigos, el vacío”

se agrupan en sus inmediacio­nes;

para nutrir el tiempo del verbo que exige la materia,

el verbo de la honda criatura innumerabl­e,

que encamínase al éxtasis del primer movimiento.”

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estudios de su obra.
ARCHIVO LN En la actualidad, Eunice Odio tiene una nueva vida gracias a los estudios de su obra.

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