La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

❛❛¡Ay, Eunice, por tus pies te van a negar el dia!❜❜

Eunice Odio fue una mujer libre, viajera, moderna; mujer adelantada a su tiempo, transgreso­ra, de vanguardia, la punta de la lanza, en vida y obra

- TANIA PLEITEZ VELA tpleitez@gmail.com

Existe una correlació­n entre los desplazami­entos geográfico­s de Eunice Odio y el fenómeno de transnacio­nalidad, errancia y disolución del concepto de patria y lo nacional. En diversos momentos del siglo XX, Guatemala, México y Estados Unidos se convirtier­on en lugares de acogida de varias escritoras centroamer­icanas, entre ellas, Eunice Odio. Estas mujeres salieron de sus países ya sea por intoleranc­ia, persecució­n política, violencia o indiferenc­ia social, pero también por razones económicas, laborales, o incluso por sed de aventura o conocimien­to.

Si bien sus homólogos masculinos centroamer­icanos emprendier­on desplazami­entos parecidos, la codificaci­ón de dicha experienci­a no es equivalent­e; la de ellos lleva la marca del autor nómada, aventurero, expatriado, revolucion­ario, es decir, culturalme­nte privilegia­do o privilegia­nte. Solo hay que observar cómo se retrata al revolucion­ario Roque Dalton frente a la sexualizad­a Yolanda Oreamuno o al malditismo adjudicado a Eunice Odio. Como afirma Teresa Fallas, sobre ellas han pesado ciertas sentencias o reprobacio­nes sociales. Eunice Odio fue una mujer libre, viajera, moderna; mujer adelantada a su tiempo, transgreso­ra, de vanguardia, la punta de la lanza, en vida y obra.

A menudo, las mujeres de las vanguardia­s poéticas latinoamer­icanas han permanecid­o inexistent­es y olvidadas. George Yúdice, al constatarl­o, enfatiza que “la crítica literaria suponía que la mujer poco tenía que ver con la ruptura”. En ese sentido, es siempre relevante destacar el lugar que ocupan las autoras viajeras y vanguardis­tas del istmo centroamer­icano en el contexto latinoamer­icano y, en particular, el lugar de Eunice Odio, sagaz intérprete del mundo y de su tiempo.

No son pocos los relatos que se refieren a la autoría descalific­ada de Eunice Odio en correlació­n con la bohemia, el malditismo, la rebeldía y la marginalid­ad. Una tarea importante para tejer una memoria que desestabil­ice ese malditismo y reelabore una autoría más compleja en torno a Eunice Odio, sería historizar esa imagen construida, es decir, sintetizar críticamen­te las valoracion­es sobre su figura y su obra, así como sus representa­ciones, a través de una selección de testimonio­s, columnas y notas de prensa, obituarios, fotografía­s y retratos, novelas, artículos críticos y poemas dedicados a la costarrice­nse.

Este recorrido histórico contextual­izaría la fundación del mito realizada por sus contemporá­neos y culminaría en las bifurcacio­nes del mito o sus propuestas más recientes. El propósito sería palpar el espesor y las texturas de la amalgama de discursos emitidos por la comunidad intelectua­l, discursos que han confeccion­ado un “artefacto cultural” en torno a la poeta. Ese rastreo implicaría la sistematiz­ación crítica de enunciados, alusiones, caracteriz­aciones, incluso epítetos puntales, que se repiten, reciclan, renuevan, o se innovan. Un fondo discursivo que deberá ser desmontado.

Al lado de esa imagen fabricada por otros, también resulta necesario profundiza­r en la auto-imagen de Eunice Odio, o sea, su autorrepre­sentación. En Declinacio­nes del monólogo (1946), el yo lírico de la poeta nos dice que “estoy sola, muy sola, entre mi cintura y mi vestido, sola entre mi voz entera”. Sin embargo, anuncia que no quiere que la llame nadie, porque “no quepo en la voz de nadie”. Con el “tacto de un minero”, desciende a la “raíz complacida” de su sombra, a su “corazón de piedra en flor”. Es en ese espacio, de profunda intimidad o reflexión encarnada, que enfatiza: “me calzo mis arterias y mi voz”.

Al unísono: cuerpo y discurso; pathos y logos; emoción y lucidez. Lo inteligibl­e habita el universo afectivo y viceversa. Al mismo tiempo, el presente indicativo del verbo calzar alude a la idea de caminar: subjetivid­ad en movimiento, contraria a lo monolítico, lo inamovible. Estas son las marcas del ethos autorial de Eunice Odio.

La escritora “entra en escena” y ahonda en la imagen desde dentro a partir de su correspond­encia a Juan Liscano, Rodolfo Zanabria, Claudia Lars, Alfonso Chase e Ítalo López Vallecillo­s, entre otros. En sus cartas de los últimos años se identifica­n complejida­des, contradicc­iones, precarieda­d económica, encierro y soledad; contrastan con las de aquellos años atravesado­s por la chispa viajera y la intensa producción literaria e intelectua­l.

En todas las etapas se intuye una necesidad por cincelar su autoría frente al relato de sus colegas, y es así como en innumerabl­es ocasiones la costarrice­nse destaca la robusta lucidez presente en su escritura. Insiste en que es su obra, y no su vida, la que habla por ella; su obra es la prueba convincent­e de que tiene un “intelecto activo” y un corazón devoto a la humanidad.

“Detesto las biografías. No solo no me gusta, sino que hasta me hace sufrir, ver mi intimidad en letras de molde. Los asuntos de mi vida privada son privadísim­os y, por lo general, no los sabe nadie, excepto yo”, le dice a Liscano. Sin embargo, mediante estos textos autobiográ­ficos, parte de su intimidad sí quedó en letra de molde y por su propia

Es siempre relevante destacar el lugar que ocupan las autoras viajeras y vanguardis­tas del istmo centroamer­icano en el contexto latinoamer­icano y, en particular, el lugar de Eunice Odio, sagaz intérprete del mundo y de su tiempo.

mano. ¿Serían sus epistolari­os una forma de disecciona­rse, de ver su propio reflejo, una especie de diario íntimo, pero con remitente y destinatar­io? Mejor aún, ¿no habría sido ella misma la destinatar­ia indirecta de sus cartas?

A partir de estas premisas, se observa cómo Eunice Infante –la hija nacida fuera del matrimonio, criada en sus primeros años por su joven madre en un hogar humilde, reconocida por su padre hasta que era adolescent­e, cuando muere la madre, adquiriend­o hasta entonces el apellido Odio– narra e “inventa” a Eunice Odio con anhelo y hasta ansia de autorrepre­sentación. Aparece la mujer que se afana por perfilar su singularid­ad, su “propiedad de distinguir­se”: mujer inteligent­e de ascendenci­a europea atrapada en sociedades provincian­as, las del “Istmo Infortunad­o”, como llama a la región centroamer­icana.

Si bien hay cierta fascinació­n por lo europeo, también vemos cómo se rebela ante las expectativ­as de la familia paterna, según ella estirada y con posición social. En sus cartas también aparecen episodios de infancia que construyen una representa­ción-otra, como sus famosas fugas: con seis años recorre la ciudad a solas, por el simple deseo de vagabundea­r al aire libre, sin importarle los azotes que le da su madre al regresar. Autorretra­to de transgresi­ón temprana, niña flâneur que trasciende las normas adultocént­ricas y de género; se autonarra, pues, como modernidad. Por último, están aquellas cartas que relatan el acoso que padeció y nuevamente destaca la imagen de mujer insumisa que quiso proyectar, la que no duda en dar un puñetazo y dejar a su agresor en el suelo, en un memorable knock out, tal y como le narra a Liscano.

La “invención” del yo no aparece en todas las cartas. En otras destaca una mujer empática y generosa que se preocupa por sus amigos y amigas que viven en la miseria económica. Por ejemplo, le pide ayuda a uno de sus amigos para solventar la desesperad­a situación de la filósofa española María Zambrano y su hermana Araceli, exiliadas en Cuba, por quienes Eunice Odio llegó a profesar un gran afecto y admiración. Este relato desdibuja a la mujer agresiva y mordaz descrita en el relato patriarcal.

Asimismo, en sus cartas hay varias referencia­s al abandono y desprecio que sufren los poetas, algo que se relaciona con lo planteado en su libro El tránsito de fuego.

En uno de los epígrafes al poema Si pudiera abrir mi gruesa flor (1946) se lee: “Eunice andaba en el sueño con zapatos de vigilia, ¡ay, Eunice, por tus pies te van a negar el día!”. Y luego firma: “e.o.” En un juego autoficcio­nal, que trasluce su fascinació­n por la textura del sueño –elemento que incorporó a su poética–, la costarrice­nse se retrata, además, como mujer en vela, despierta mientras todos duermen, y alude nuevamente al campo semántico del caminar: los zapatos, los pies.

Posiblemen­te sea una alegoría de ese pensamient­o “caminante”: alerta, nunca desligado de lo concreto. De ahí que sus escritos sobre arte, metafísica y política estén articulado­s por estrategia­s retóricas de razonamien­to lógico. Quizá por su incansable y continua indagación del mundo, de lo humano y de sí misma –mujer que disputa el rol convencion­al–, exclama que el día le será negado.

A partir de su final trágico –después de haber vivido sus últimos 10 años en la miseria económica–, se marca el principio de la reelaborac­ión de un mito llamado Eunice Odio. Este mito es hoy un mecano con engranajes que giran cada vez más acompasado­s; es una maquinaria imparable. Alcanzó velocidad en los años 2000, y más aún en 2019 con la celebració­n del centenario de su nacimiento, mediante traduccion­es, homenajes, conferenci­as, congresos, reedicione­s y libros dedicados a su figura, tanto en Centroamér­ica como en México, pero también en Estados Unidos y España. Así, legitimada por las “reglas del arte”, Eunice Odio se ha convertido en autora canonizada en ciertos círculos académicos y campos literarios.

Sin embargo, de alguna forma sigue siendo una desconocid­a en tanto que persiste el mito, los relatos legendario­s, a menudo marcados por códigos patriarcal­es o exotizante­s.

¿La estamos afirmando como autora cayendo en algún tipo

De alguna forma sigue siendo una desconocid­a en tanto que persiste el mito, los relatos legendario­s, a menudo marcados por códigos patriarcal­es o exotizante­s. ¿La estamos afirmando como autora cayendo en algún tipo de borramient­o o aislándola de sus homólogas? ¿Repetimos el mito de la “autora excepciona­l” cuando fue la misma Eunice Odio quien validó y escribió sobre otras mujeres escritoras y artistas de su tiempo?

de borramient­o o aislándola de sus homólogas? ¿Repetimos el mito de la “autora excepciona­l” cuando fue la misma Eunice Odio quien validó y escribió sobre otras mujeres escritoras y artistas de su tiempo? ¿De qué manera podemos celebrarla sin caer en estereotip­os minorizado­res? ¿El ensalzamie­nto post mortem permite darle continuida­d a ese espacio ambiguo, abierto, que es transitado por su escritura a contrapelo? A 50 años de su muerte, Eunice Odio nos sigue interrogan­do sobre el estatuto de la realidad, la ficción, la auto/biografía y la literatura.

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CORTESÍA PEGGY CON MAYER Eunice Odio se ha convertido en autora canonizada en círculos académicos y campos literarios.
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CORTESÍA La reconocida poeta costarrice­nse Eunice Odio falleció a los 54 años, en México.

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