La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

¿Dónde fue el atentado de La Penca?

En 1984, La Penca era un campamento de los contrarrev­olucionari­os en el lado nicaragüen­se de la frontera norte de Costa Rica.

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de todo el mundo, muchos libros y películas, y diversas investigac­iones periodísti­cas, legislativ­as y judiciales que llegan a un callejón sin salida o no prosperan, mientras los sobrevivie­ntes no se cansan de contar su historia y acumulan cirugías para paliar las secuelas del acto terrorista y el crimen de lesa humanidad sigue impune. En estas cuatro décadas, nadie ha sido juzgado ni ha pagado por este atentado.

¿DE DÓNDE SALIÓ EL TERRORISTA?

En la década de los años 80, el mundo seguía polarizado por la guerra fría. En la convulsa Centroamér­ica de entonces, se paseaban espías, mercenario­s, oficiales de la inteligenc­ia de Estados Unidos y Cuba… Sus fines nunca eran turísticos, sino que trataban de influir e inmiscuirs­e en las luchas políticas y sociales que se libraban.

Así llegó el guerriller­o argentino Roberto Vital Gaguine al Istmo. Ese hombre nacido el 23 de junio de 1953, estuvo en Estados Unidos e Inglaterra por estudios y llevó clases de Medicina. Luego, se involucró en el Ejército Revolucion­ario del Pueblo de Argentina, guerrilla de orientació­n marxista que, por ejemplo, asesinó a Anastasio Somoza en Paraguay en 1980 como un “favor” para los sandinista­s.

Según reveló The Miami Herald en agosto de 1993, el cubano Renán Montero, jefe de inteligenc­ia sandinista a principios de los 80, le encargó diferentes “trabajos” a integrante­s del Ejército Revolucion­ario del Pueblo de diversas nacionalid­ades, entre ellos estaba el guerriller­o conocido como Martín el Británico – seudónimo nacido en su buen manejo del inglés–, que era nada menos de Roberto Vital Gaguine. Incluso, el joven fue entrenado en armas en Managua en una base militar sandinista.

La investigac­ión del Herald se encargó de desenmasca­rarlo: usaba un pasaporte robado al danés Per Anker Hansen, no era fotógrafo y se infiltró en el grupo de periodista­s asistentes a la rueda de prensa con el fin de matar a Pastora. En su maleta como supuesto fotógrafo transportó la bomba.

Unas imágenes tomadas por el camarógraf­o de Notiseis, quien resultó una de las víctimas mortales, pusieron la mira en él desde las primeras investigac­iones, ya que mientras todos se acercan a Pastora, el argentino sale del lugar con el pretexto de que iba a orinar. Sin embargo, eso se entendió después. En las primeras horas luego del atentado, el terrorista se coló entre los heridos por atender, aunque solo tenía unos rasguños. Luego de salir del hospital en San Carlos, viajó a San José y desapareci­ó. Nunca más se le volvería a ver.

La Fiscalía costarrice­nse buscaba a un fotógrafo danés inexistent­e. Era un callejón sin salida. Luego de informacio­nes que apuntaron a Gaguine, el medio estadounid­ense usó el estudio de un perito experto para comparar las huellas dactilares del argentino al sacar su cédula de identifica­ción en Argentina en 1972 y la que encontraro­n del falso Hansen las autoridade­s panameñas en un documento de 1982. La coincidenc­ia era del 100%.

Para 1993, cuando la investigac­ión periodísti­ca reveló su verdadera identidad, Gaguine ya había fallecido. Permaneció en Nicaragua hasta 1987; es decir, el perpetrado­r del crimen estuvo tres años más en el vecino país del norte; luego regresó a Argentina y como integrante del Movimiento Todos por la Patria murió calcinado el 23 de enero de 1989, en el asalto del cuartel de La Tablada, en las afueras de Buenos Aires, según se cuenta en el libro Gorriarán: La Tablada y las “guerras de inteligenc­ia” en América Latina, de Juan José Salinas y Julio Villalonga.

Las revelacion­es sacudieron a Costa Rica, que durante nueve años esbozó las más variadas hipótesis sobre el atentado que responsabi­lizaban al gobierno sandinista, a la CIA, a un supuesto sicario de Libia, al finquero estadounid­ense John Hull y al cubano de Miami Felipe Vidal… De hecho, estos dos últimos, supuestos colaborado­res de la CIA, fueron involucrad­os en el caso, huyeron de Costa Rica y las solicitude­s de extradició­n los siguieron por años.

Ante la publicació­n del Herald, la fiscalía en Costa Rica y la Asamblea Legislativ­a, donde había una comisión que investigab­a el caso, reaccionar­on con cautela en un primer momento y solicitaro­n las huellas y otros documentos a las autoridade­s de Panamá y Argentina. Cinco días después de la publicació­n del periódico estadounid­ense, el fiscal tico Jorge Chavarría Guzmán dudó de esa informació­n, reportaron los medios nacionales. Incluso, en el 2008, la fiscal Alejandra Arce insistía en que no había evidencia de la muerte del asesino de La Penca.

Fue hasta cinco años después, en diciembre del

2013, que el Ministerio Público dio por agotada la investigac­ión cuando las autoridade­s argentinas confirmaro­n que

Roberto Vital Gaguine había fallecido en 1989. Esta conclusión, adelantada 20 años antes por The Miami Herald, surgió luego de que se le realizaron pruebas de ADN a los restos óseos del terrorista y se pidiera levantar la orden de captura internacio­nal que se había girado contra él. Chavarría Guzmán, entonces fiscal general de la República, aseguró que el caso seguía abierto porque “hay autores intelectua­les” que estarían en el extranjero, pero que en Costa Rica era “imposible avanzar”. Costa Rica persiguió por dos décadas un fantasma.

¿QUIÉNES SON LOS AUTORES INTELECTUA­LES?

Si se pregunta cómo un fotógrafo danés prácticame­nte desconocid­o llegó tan cerca de Pastora en épocas en que las suspicacia­s y sospechas estaban a la orden del día, la respuesta la dio el periodista sueco Peter Torbiörnss­on, otro de los sobrevivie­ntes del acto terrorista.

Luego de más de dos décadas de silencio, el hombre que fue correspons­al en la región para la radio y la televisión sueca se sinceró: él llevó al falso reportero gráfico a La Penca y aseguró que fueron el exministro del Interior de Nicaragua, Tomás Borge (1930-2012), y dos exjefes de la inteligenc­ia de ese país (Renán Montero y Lenín Cerna), quienes ordenaron la muerte del Comandante Cero. Ellos serían los autores intelectua­les del mortífero atentado.

Así lo reveló aquel testigo en la ampliación de su declaració­n inicial que hizo el 11 de marzo del 2008 en la Fiscalía de Trámite Rápido, en San José.

El sueco simpatizab­a con la causa sandinista y se convirtió en un periodista “cercano” a algunas de las figuras del FSLN. A la Fiscalía le detalló que Renán Montero, jefe cubano en la Inteligenc­ia nicaragüen­se, le preguntó si él podía llevar al fotógrafo danés Per Anker Hansen a Costa

Rica para hacer contactos, a lo cual el sueco accedió e incluso se hospedaron en el mismo hotel (Gran Vía) en San José. ¿Y nunca tuvo sospecha alguna del danés? Sí, pero curiosamen­te no dijo nada. En una entrevista que le dio a José Adán Silva, publicada en abril del 2008 en el periódico nicaragüen­se Nuestro Diario, dijo que siempre sospechó que Hansen “fue mandado por los sandinista­s en una misión de espionaje”. De esta forma entró el Caballo de Troya en la conferenci­a de prensa que segó vidas y dejó heridas que aún no cierran por completo.

Después de callar tantos años y motivado por la culpa, Torbiörnss­on no ha parado de repetir esta historia desde el segundo lustro de los años 2000. Incluso, informó que ese 2008 puso una denuncia ante la Procuradur­ía de los Derechos Humanos en Managua, en la que acusaba a Borge, Montero y Cerna por crímenes de lesa humanidad. La acusación no pasó del papel.

Consultado en ese momento acerca de la versión que dio Torbiörnss­on, el Comandante Cero le aseguró a La

Nación que no lo sorprendía lo contado por el sueco y, más bien, lo incriminó: Pastora dijo que fue el periodista europeo quien se encargó de hacer el estudio de cómo vivía él “para realizar el operativo”. Es más, sostuvo en la conversaci­ón con el diario nacional que el comunicado­r trabajó en conjunto con Gaguine y sabía que era un terrorista a las órdenes de la inteligenc­ia de Nicaragua. “Me dijo que lo utilizaron, pero la verdad es que no. Él no aguanta su conciencia”, agregó.

Aunque la denuncia nicaragüen­se no fructificó, lo que sí sucedió es que la versión de Torbiörnss­on dio origen al documental El último capítulo: Adiós Nicaragua (2010), una producción de 101 minutos que ha ganado premios como el de mejor documental, tanto en el Festival de Sevilla como en Nordisk Panorama y se ha presentado en diferentes ocasiones en Nicaragua y Costa Rica.

El sueco sostiene que fueron los sandinista­s los responsabl­es del atentado de La Penca. “En los años 1987 o 1988 me acerqué al entonces presidente Daniel Ortega, cuando estaba de visita en Suecia, y le pregunté sobre si era cierto que los sandinista­s estaban involucrad­os. Me parecía que Daniel no sabía nada, pero él prometió averiguar. Antes de las elecciones de 1990 estuve con Ortega en Managua y él llamó al jefe de inteligenc­ia sandinista, Lenín Cerna, y en presencia mía y de Ortega confirma que ellos habían ocasionado el problema ahí, en el río San Juan”, explicó a este medio en setiembre del 2011.

Como pruebas, la película ofrece la confirmaci­ón de Luis Carrión, quien fungió como viceminist­ro del Interior nicaragüen­se entonces, así como la versión de Jorge Masetti, exagente de los servicios cubanos de inteligenc­ia, de que el artefacto lo estalló Gaguine con órdenes del Ministerio del Interior, que estaba a cargo de Tomás Borge.

De hecho, ya desde el informe especial de The Miami Herald en 1993, un teniente coronel retirado del KGB había develado, como parte de una conversaci­ón acerca del colapso de la Unión Soviética, que los agentes soviéticos en Managua y La Habana informaron que la explosión fue causada por los sandinista­s.

Desde el 2005, el Colegio de Periodista­s de Costa Rica presentó una denuncia ante la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) por la impunidad en el atentado de La Penca. Fue hasta el 2018 que el órgano de la Organizaci­ón de los Estados Americanos la acogió.

Cuatro décadas después, muchos de los protagonis­tas de esta historia de terrorismo, espionaje, revanchas y dolor a personas en ejercicio de su profesión han muerto. Sin embargo, la esperanza en la justicia sigue viva. Cada año, los sobrevivie­ntes le recuerdan al mundo que la impunidad hace más daño que las secuelas que les causó la bomba aquella fatídica conferenci­a de prensa en la noche del miércoles 30 de mayo de 1984. Para nuevas generacion­es de periodista­s y de costarrice­nses, esta historia parece una novela o el guion de una serie de un servicio de streaming; esta es una de tantas ocasiones en que la realidad supera a la ficción.

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FUENTE: LA NACIÓN
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FREDDY ARIAS. Al fondo, la casucha donde ocurrió el atentado de La Penca. El terrorista salió del lugar a orinar y, entonces, accionó la bomba dentro de la estructura.
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ARCHIVO LN. Esta imagen recuerda a los comunicado­res camino a la fatídica conferenci­a de prensa donde murieron siete personas y hubo 22 heridos a causa del atentado de La Penca.
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ARCHIVO LN. Así se veía Roberto Vital Gaguine, el autor material del atentado de La Penca. Según se reveló en 1993, era un guerriller­o argentino que vino a Costa Rica para trabajar con la Inteligenc­ia sandinista.

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