La Nacion (Costa Rica)

Mr. Nice en Costa Rica

- Iván Molina Jiménez

En mayo de 1936, el gobernador de Maryland, Harry W. Nice, visitó Costa Rica en viaje de vacaciones, acompañado de su esposa e hija. Una vez en San José, fue entrevista­do por un periodista del diario La Tribunaace­r

ca de la política estadounid­ense de ese momento.

Por entonces, el presidente Franklin D. Roosevelt, pertenecie­nte al Partido Demócrata, buscaba reelegirse. Desde 1932, el gobierno de Roosevelt enfrentaba la profunda crisis económica mundial con una creciente intervenci­ón del Estado ( New Deal).

Nice, afiliado al Partido Republican­o, aprovechó la entrevista, que fue publicada en la primera plana de La Tribuna del domingo 24 de mayo, para declarar que “el presidente Roosevelt no debe ser reelegido, pues con una segunda administra­ción llevaría a los Estados Unidos a la ruina y a la bancarrota”.

También afirmó que el desempleo no había disminuido, que los impuestos eran cada vez más fuertes, que el gobierno había malgastado millones de dólares, que la mayoría de los periódicos estaban en contra de Roosevelt y que la opinión pública tampoco lo apoyaba.

Sack. Leo R. Sack se enteró de esas declaracio­nes un domingo en la mañana, mientras leía los periódicos y convalecía en cama de una fuerte gripe. Indignado, Sack se apresuró a redactar una respuesta y la envió mediante un mensajero al hotel Costa Rica, donde Nice estaba hospedado.

Sack calificó de ridículos los puntos de vista de Nice y lo acusó de propagar falsedades. Además le reprochó su partidaris­mo, al indicarle: “Me doy cuenta cabal de que en su condición de miembro del partido republican­o Ud. considera un deber atacar al presidente Roosevelta­toda hora y en todo lugar, pero en mi condición de ministro americano en Costa Rica no puedo menos que lamentar el procedimie­nto de usar la prensa extranjera, en un país extranjero, para su propaganda política”.

Para que no quedara ninguna duda de lo que quería decir, Sack agregó: “Según mi modo de ver las cosas, los sentimient­os partidaris­tas deberían terminar al llegar al límite de las tres millas de aguas territoria­les, y desde luego demuestra mal gusto, aun para el ciudadano de los Estados Unidos de menores capacidade­s, atacar el presidente de los Estados Unidos en un país extranjero”.

Finalmente, Sack le indicó que el ataque contra Roosevelt era tanto menos excusable cuanto que procedía de alguien que ejercía “las elevadas funciones de gobernador del gran estado de Maryland”.

Nice. Dos o tres minutos antes de que el mensajero llegara al hotel, Nice, muy preocupado por el relieve que La Tribuna había dado a sus declaracio­nes, tomó un taxi y se dirigió a la legación estadounid­ense. Allí, le explicó a Sack “que a sus palabras se les había dado otro sentido del que realmente había expresado y que era el primero en dolerse de ello”.

Además, Nice aclaró que “nunca tuvo la intención de reflejar en sus palabras nada que se tomara como un reproche en contra del presidente Roosevelt, a quien él considerab­a como un verdadero caballero poseedor de las más altas dotes del ciudadano”.

Luego de escuchar a Nice, Sack convocó a una reunión de los correspons­ales de la Associated Press, a quienes distribuyó un comunicado en el que incluyó la retractaci­ón de Nice y mantuvo las fuertes críticas contenidas en su respuesta previa.

La prensa estadounid­ense informó a sus lectores de este pequeño escándalo y, por lo menos en la versión publicada por el

New York Times, se indicó que las declaracio­nes de Nice también habían indignado a la colonia estadounid­ense asentada en San José. Casa Blanca. De todo lo ocurrido, Sack informó a Marvin H. McIntyre, asistente de Roosevelt, mediante una comunicaci­ón en la que dejó claro que, aunque a él no le preocupaba realmente la resonancia que las declaracio­nes de Nice pudieran tener en Costa Rica, se sintió ultrajado por el ataque al presidente.

Igualmente, tras indicar que la maldad de la campaña de los re- publicanos contra Roosevelt no conocía límites, refirió a McIntyre que el no creía en la “vieja excusa” de que las declaracio­nes de Nice hubieran sido malinterpr­etadas, ya que luego de conversar con el periodista que lo entrevistó, confirmó que el gobernador efectivame­nte había dicho loque La Tribunapub­licó,

Con respecto al uso de los términos “ruina” y“bancarrota”, el periodista le aclaró a Sack que fueron específica­mente utilizados por Nice, y agregó que algunosde los turistas estadounid­enses que acompañaba­n al gobernador le informaron que Nice, en una escala en La Habana, había hecho críticas similares de Roosevelt.

Lecturas. La decidida defensa que hizo Sack de Roosevelt podría ser explicada simplement­e a partir de la lealtad que le debe todo funcionari­o al gobierno que lo nombró en el puesto. Desde otra perspectiv­a, el proceder de Sack se puede interpreta­r como resultado de la prioridad que tienen los intereses nacionales (e impe- riales) sobre los específica­mente partidario­s.

En el caso de Sack, sin embargo, la rapidez y contundenc­ia de su respuesta fue resultado también de que él estaba decisivame­nte identifica­do con las políticas del New Deal, como lo demostró al apoyar a los políticos costarrice­nses que impulsaban medidas similares en esa época, y al mostrar simpatías por los comunistas debido a su lucha contra las injusticia­s sociales.

De hecho, durante la huelga bananera de 1934, cuando el gerente de la United Fruit Company sugirió que un desembarqu­e de marinos podría contribuir a solucionar ese conflicto laboral, Sack de una manera tan tajante como cordial rechazó esa petición.

A ochenta años de distancia, el pudor al que apeló Sack para enfrentar las declaracio­nes del gobernador desapareci­ó completame­nte de la política electoral de Estados Unidos y a los Nice de ahora, que despliegan su maldad en vivo y a todo color a lo largo y ancho del planeta, parece que ya no hay nada ni nadie que los pueda contener.

A los Nice de ahora parece que ya no hay nada ni nadie que los pueda contener

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