La Nacion (Costa Rica)

Capacidade­s desperdici­adas

Nuestro déficit de infraestru­ctura no se discute. Es una verdad evidente, por todos aceptada. Sabemos dónde duele más y no es difícil establecer prioridade­s El problema no está en la capacidad de desarrolla­r grandes obras, como lo prueban las incursione­s

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Costa Rica tiene capacidade­s

apreciadas en el extranjero y poco aprovechad­as en suelo patrio. Nuestro déficit de infraestru­ctura no se discute. Es unaverdad evidente, por todos aceptada. Sabemos dónde duele más y no es difícil establecer prioridade­s, pero muchas obras indispensa­bles para acelerar el desarrollo están en planos o en la imaginació­n de quienes se han dado a pensar sobre tan importante materia.

La ampliación del canal de Panamá es una obra monumental, donde la participac­ión de una empresa costarrice­nse, Constructo­ra Meco, hizo posible la excavación de cuatro kilómetros de la vía acuática, el levantamie­nto de cuatro represas y la construcci­ón de cinco kilómetros de canal de acceso. Las obras están valoradas en cientos de millones de dólares.

La misma empresa tiene trece proyectos en Colombia, tres de ellos ejecutados mediante la modalidad de concesión de obra pública y cada uno valorado en $500 millones. Ampliará aeropuerto­s y construirá carreteras, entre otras obras cuya necesidad en Costa Rica es evidente desde hace muchos años.

Otras empresas nacionales tienen la capacidad de participar en proyectos ambiciosos, pero buscan ansiosas negocios en el extranjero para sostener su crecimient­o. El problema no está en la capacidad de desarrolla­r grandes obras, como lo prueban las incursione­s de empresas nacionales en otros países, sino en la falta de decisión política, especialme­nte para echarmanoa recursos utilizados en todo elmundo y desaprovec­hados en Costa Rica.

El caso más notable es la concesión de obra pública, un medio para desarrolla­r infraestru­ctura sin invertir recursos de los cuales carecemos, con la finalidad de solucionar necesidade­s que sí tenemos y ponen freno al desarrollo del país. No hacemucho, este diario publicó infor- maciones sobre zonas industrial­es afectadas por falta de vías de acceso o escasez de agua, entre otros factores.

Los requerimie­ntos de la inversión empresaria­l también son necesidade­s de la población, cuya calidad de vida se ve afectada por el deficiente suministro de servicios esenciales y por las dificultad­es de la circulació­n en nuestras estrechas carreteras, cada vezmásinun­dadas de vehículos y muchas de ellas pensadas para otro momento y otras escalas.

Colombia, país en rápido crecimient­o, entiende bien el problema y utiliza diversos mecanismos de financiami­ento para alentar el progreso. La constructo­ra nacional no es la única contratada ni todos sus proyectos se ejecutan con el modelo de concesión, pero no hay reservas para aplicarlo.

Tenemos las empresas capaces y también el marco jurídico para emplear ese y otrosmecan­ismos. Tampoco habría por qué eximir a las firmas costarrice­nses de la sana competenci­a de constructo­ras extranjera­s, como bien lo ha comprendid­o Colombia pero, a pesar del tamaño de las necesidade­s, hay pocos proyectos que llamen a la competenci­a.

La situación fiscal del país impide el desarrollo de infraestru­ctura con financiami­ento público. Esa es una realidad incontrove­rtible. Las alianzas público-privadas son indispensa­bles y, por lo pronto, actuamos como si no lo fueran. En torno a ellas se ha desarrolla­do una mitología infranquea­ble. No hay ninguna razón por la cual los proyectos desarrolla­dos de esta forma necesariam­ente sean más caros o de menos calidad. Por el contrario, un contrato bien negociado puede dar óptimos resultados, pero debemos estar dispuestos a pagarlos. El momento de echar mano a este recurso llegará con el deterioro de la infraestru­ctura existente y las presiones del desarrollo. La pena será el tiempo perdido y las oportunida­des desperdici­adas.

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