La Nacion (Costa Rica)

EN GUARDIA

- ■ Jorge Guardia ABOGADO-ECONOMISTA jorge.guardiaqui­ros@yahoo.com

Surgen varias reflexione­s sobre el brexit. Una es que la democracia se las trae. Aunque se equivoque, siempre tiene la razón (para bien o para mal). Winston Churchill, con su agudeza, la describió así: la democracia es el peor de los sistemas, excepto todos los demás…

Decía Carlos Marx que la lucha de clases divide a la sociedad. Pero también la hace rectificar. El brexit la separó en grupos por edad, geografía y clase: pobres, provincian­os y viejos contra la Unión Europea (UE); jóvenes, afluentes y citadinos por el statu quo. ¿Quiénes tenían la razón? Sería fácil argumentar que erraron pobres y viejos, pero una reflexión más serena sugiere que fallaron los dos.

Los pobres viejos subestimar­on el desplome instantáne­o de las bolsas de valores, la caída de la libra esterlina y la huida hacia activos más seguros (oro, bonos de gobiernos), pero los imberbes y acaudalado­s pecaron de ceguera, mutismo y sordidez. Como los tres monos (no tan) sabios, vieron, oyeron y callaron ante el clamor por el bajo crecimient­o, pobres salarios, desempleo, desigualda­d y resentimie­nto social. Algo tendrán que hacer unos para hacerles ver a los otros.

Mucho contribuyó la arrogancia y prepotenci­a de los bien pagados funcionari­os de Bruselas y su excesiva regulación. Los

probrexit, hastiados, hicieron causa común con grupos políticame­nte disímiles. Calaron por igual entre las derechas de tories y laboristas frente a la permisiva posición de la burocracia ante la masiva inmigració­n que causó malestar por los escasos empleos y el costo de financiarl­es la seguridad social.

El brexit refleja un fenómeno universal y contagioso: izquierdis­tas de Grecia ( grexit), derechista­s de Marie Le Pen en Francia, separatist­as vascos en España y Donald Trump en EE. UU. Lo irónico es que golpeará más a los secesionis­tas.

La devaluació­n de la libra esterlina aumentará la desigualda­d al enriquecer a exportador­es y rebajar los salarios reales de los trabajador­es; el divorcio del mercado europeo, adonde va el 50% de los bienes y servicios transables de los ingleses, contraerá la producción y aumentará el desempleo; y el Gobierno percibirá menos ingresos por la recesión y mermará su capacidad para atender necesidade­s sociales.

A largo plazo, habrá un reacomodo. La UE tendrá que variar sus políticas y, quizás, su modelo económico. Pero, por ahora, el aislamient­o podría convertir a la Gran Bretaña en una Pequeña Bretaña, según

The Economist. Pequeña, sí, alegan los del brexit, pero más justa. Esa es la disyuntiva. Veremos cómo responderá la propia democracia.

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