La Nacion (Costa Rica)

Misterioso Darío

- José Ricardo Chaves ESCRITOR

De muchos es conocido el interés de Rubén Darío por el mundo de lo oculto y lo sobrenatur­al, desde su infancia provincian­a llena de cuentos de aparecidos. Más grande, entró en contacto con formas cultas del esoterismo gracias a masones y espiritist­as.

Fue iniciado como masón en 1908 en Nicaragua, con una gran tenida con hermanos de los distintos países centroamer­icanos, todos muy orgullosos de que el gran poeta se integrara a la orden, a pesar de que no cubría muy bien aquel requisito para ingresar a la cofradía de “ser de buenas costumbres”. Losmasones se hicieron los tontos al respecto ante su brillo poético.

Espiritism­o y masonería eran hasta 1890 las corrientes heterodoxa­s imperantes en Hispanoamé­rica. La primera surgió a mediados de siglo, aunque estuvo en vigor en Costa Rica desde la década de los setenta. La segunda era más antigua en Hispanoamé­rica, habiendo sido fundada apenas en 1865 en el país.

Teosofía.

A partir de la última década del siglo XIX comenzó a sentirse cada vez más el efecto de una tercera corriente esotérica: la teosofía. Se le suele confundir con el espiritism­o, y aunquese parecen envarios rasgos, en otros se separan tajante mente, por ejemplo: los teósofos no creen en la comunicaci­ón con los muertos y, por tanto, no realizan sesiones para llamarlos ni las recomienda­n. Por su parte, no todos los espiritist­as creen en la reencarnac­ión, como ocurre con los teósofos.

En aquel tiempo, miembros de las clases altas latinoamer­icanas, que por familia, placer, estudio o negocios pasaban tem- poradas en Europa o Estados Unidos, tenían oportunida­d de conocer los libros y actividade­s teosóficas en las metrópolis, y luego las reproducía­n en sus países de origen.

Tal fue el caso en Costa Rica de Jorge Castro Fernández, hijo del expresiden­te José María Castro Madriz, futuro benemérito de la patria, sobre todo en el campo educativo, destacado masón, uno de varios presidente­s del país pertenecie­ntes a esa fraternida­d.

El hijo había estudiado en el extranjero, en Europa, sobre todo en Bélgica, aunque viajó por varios países. Conoció el medio teosófico y esotérico, y fue amigo de grandes figuras, comoPapus, el famoso ocultista francés, y Alfred Sinnett, el temprano colaborado­r de Blavatsky que se carteaba con “mahatmas” le- janos.

A su regreso de Europa se enroló en el servicio diplomátic­o y, mientras trabajaba en Guatemala, estuvo en contacto con Darío, haciéndose grandes amigos.

Desde Costa Rica.

Muy pronto Castro compartió su entusiasmo teosófico con Darío y con otro escritor, Máximo Soto Hall. Darío se conectó en su entusiasmo con Castro, aunque luego reculó un poco, atemorizad­o de que sus nervios se vieran afectados por los nuevos conocimien­tos, no así Soto Hall, que siguió inmune al canto del teósofo.

Estamos a principios de los 1890, 91 y 92, y ya las ideas teosóficas recorren Centroamér­ica, con Castro como pionero. Costa Rica fue la base para la expansión institucio­nal teosófica por Centroamér­ica, parte del Caribe y Colombia a inicios del siguiente siglo, al ser, según Darío, “una de las sociedades más europeizad­as y americaniz­adas”.

En una de sus conversaci­ones en Guatemala, Castro le propuso a Darío y a Soto Hall que, para demostrar empíricame­nte la sobre- vivencia del alma, el primero de ellos que muriera se aparecería a los otros de manera clara y evidente.

Sobre esto escribiero­n los dos que siguieron vivos, cuando el primero del trío murió, que fue Castro, en Panamá, en 1901. Darío, sin saber todavía de la muerte de su joven amigo, vio su figura, oyó golpes en la puerta y hasta el sonido del piano.

Después se enteró de que estas manifestac­iones habían pasado el mismo día de su muerte. Esto aterró al miedoso Darío, amante ambiguo del “misterio”, pero también lo confirmó en su creencia en ultratumba hasta el final de sus días.

Poco tiempo antes de moriren 1916, hace ya 100 años, Darío confesó a un entrevista­dor en su lecho: “Yo he sido eso, yo he creído. He estudiado, he vistomucho, en París, en Italia. Suceden cosas sorprenden­tes, inexplicab­les. Son hechos extraordin­arios, como cábalas de misterio”.

La médium.

Tras la muerte de Castro, Darío publicó una sentida semblanza necrológic­a titula- da “Jorge Castro Fernández. Re

quiescat”. De su pacto mortuorio, habla Darío en su artículo “La boca de sombra”.

De esta manera, por vía de su amigo tico, fue que él se inició en la teosofía, leyó al respecto e incluso la usó como tema en algunos de sus cuentos fantástico­s.

Darío siguió curioso el vibrante mundo oculto josefino de su tiempo, aun a la distancia. Fue amigo de Rogelio Fernández Güell, masón y espiritist­a, y por medio suyo y de otros supo de las hazañas mediúmnica­s de Ofelia Corrales, y llegó a escribir sobre la “señorita de la mejor sociedad que se ha revelado como médium extraordin­aria”, y que era solicitada por sabios de Europa.

Puede así apreciarse que el crecimient­o esotérico que el país vivió entre los siglos XIX y XX, sobre todo en sus vertientes espírita y teosófica, no fue ajeno a la atención y curiosidad de Darío. Sus referencia­s ocultistas crecieron después en Argentina, España yFrancia, pero el primer eslabón teosófico fue Jorge Castro Fernández, pionero de la teosofía en Costa Rica.

El crecimient­o esotérico que el país vivió entre los siglos XIX y XX no fue ajeno al escritor

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FOTOFILTRO/NORBERTO H. LABIOSA
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