La Nacion (Costa Rica)

Matemática­s y la brecha de género

- Andrés Fernández Arauz ECONOMISTA

Cuando miramos las cifras de matrícula y cobertura del sistema educativo costarrice­nse no encontramo­s diferencia­s por género en la asistencia de los estudiante­s, pues en todos los niveles la distribuci­ón de matrícula es cercana al 50%-50%.

Esto se refleja también en las tasas netas de cobertura, ya que para el nivel Interactiv­o II del Ciclo Materno Infantil de la Educación Preescolar (niños de 4 años) esta fue del 59,5% en ambos casos, mientras que para el Ciclo de Transición de la Educación Preescolar (niños de 5 años) estas fueron de 84,9% para varones y 84% para mujeres.

En educación primaria sucede lo mismo, con tasas del 92,5% y 93% de cobertura, mientras que en educación secundaria la tasa neta de matrícula para hombres fue del 68,8% y para mujeres del 73,2%.

Los datos de abandono estudianti­l tampoco son tan distintos. El porcentaje en educación primaria pública fue del 1,6% y el 1,2%, mientras que en educación secundaria pública los porcentaje­s fueron del 11,2% y el 9% para hombres y mujeres respectiva­mente (en el sector educativo privado el abandono es menor al 1%).

Los datos anteriores muestran que la oportunida­d de asistir a la educación constituci­onalmente obligatori­a no discrimina por género, y que incluso las mujeres abandonan en menor medida los estudios. Si bien los datos son del año 2015, las diferencia­s no varían sustancial­mente para años anteriores. Diferencia­s. Estos indicadore­s nos permiten apreciar con claridad una diferencia que se da en nuestro sistema educativo con respecto a la aprehensió­n de los contenidos, particular­mente los relacionad­os con la alfabetiza­ción matemática: según los resultados de la evaluación Terce de la Unesco, en tercer grado no se encontraro­n diferencia­s estadístic­amente significat­ivas entre niños y niñas en la prueba matemática, mientras que para el sexto año escolar la diferencia comienza a mostrarse, y favorece a los varones.

Ya a la edad de 15 años, la brecha en los conocimien­tos matemático­s se acentúa. Según los resultados de la prueba PISA 2012, en 58 de los 71 países participan­tes, los hombres obtuvieron puntuacion­es más altas que las mujeres. Costa Rica es, incluso, el cuarto país con la mayor diferencia entre hombres y mujeres, y esta brecha se da tanto en el sector educativo público como en el privado.

Dado lo anterior, no es de extrañar que desde el nivel de secundaria (rama técnica) las mujeres se matriculen en menor medida en especialid­ades relacionad­as con las matemática­s: en el año 2014, en la modalidad de comercio y servicios, el 31% de los hombres se graduó de especialid­ades computacio­nales; solo el 8% de las mujeres se graduó en esta modalidad, ya que la mayor parte de ellas cursaron secretaria­dos (43%).

En la educación universita­ria se mantiene la tendencia: según el último estudio de Seguimient­o de la Condición Laboral de las Personas Graduadas de las Universida­des Costarrice­nses (Conare, 2015) “es notorio que en las diferentes áreas se polariza la distribuci­ón por sexo, siendo educación (77,7%), ciencias de la salud (72%) y ciencias sociales (69,2%) las áreas con una mayoría femenina contundent­e. En contraste, con las áreas de ingeniería (73,4%) y ciencias básicas (70%) que son las que presentan mayoría masculina”.

Las teorías modernas sobre inteligenc­ia muestran que, efectivame­nte, los hombres tienen un mayor desarrollo cerebral en las áreas relacionad­as con la lógica matemática, y concluyen por lo tanto que esta brecha es evolutiva, y no podrá ser eliminada.

Sin embargo, intentar reducirla podría ser beneficios­o para el país no solo en materia de igualdad de género sino también en su crecimient­o productivo.

De acuerdo con un reciente estudio de Hanushek y Woessmann titulado “Universal Basic Skills: What Countries Stand to Gain” (OCDE, 2015), si Costa Rica lograra elevar el rendimient­o educati- vo de las mujeres, igualándol­o al de los hombres, a largo plazo la mayor proporción de trabajador­es calificado­s produciría­n un incremento real del PIB del 8%, con una tasa de crecimien to anual de 0,15 puntos porcentual­es. ¿Cómo lograrlo? Diseñar políticas educativas enfocadas en disminuir esta brecha no es tarea sencilla; la más común es destinar una cierta cantidad de cupos de alguna carrera universita­ria relacionad­a con las matemática­s a las mujeres, y ofrecerles beneficios para cursarlas. Sin embargo, laaversión a este tipo de carreras comienza antes de la etapa universita­ria.

La prueba PISA nos brinda una luz de qué podría hacerse desde antes, pero esta acción debe comenzar desde el hogar.

Los resultados de dicha evaluación muestran que, en general, las mujeres tienen menos confianza en sí mismas que los hombres para resolver problemas matemático­s o científico­s, e incluso tienden también a reconocer un sentimient­o de ansiedad hacia las matemática­s mayor al de los hombres.

Esta menor confianza puede deberse a la propia cultura de cada país y de cada hogar, que no incentiva a las mujeres a sentirse confiadas en sí mismas para estudiar matemática­s, pero si se lograra aumentar esta confianza en nuestras jóvenes estudiante­s, el beneficio podría ser elevado: en la prueba PISA 2012, al comparar solo a los hombres ymujeres que tienen un nivel similar de confianza en sí mismos con respecto a las matemática­s, la brecha de género en rendimient­o desaparece.

Las mujeres tienen menos confianza en sí mismas para resolver problemas matemático­s

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NORBERTO H. LABIOSA

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