La Nacion (Costa Rica)

De cacería

- Eduardo Ulibarri PERIODISTA correo: radarcosta­rica@gmail.com twitter: @eduardo ulibarr1

La alianza sindical Bussco ha decidido activar una campaña que, aunque novedosa y en apariencia inocua, se vincula con esa larga ynada ejemplar tradición histórica llamada cacería de brujas.

La táctica no consiste en salir de noche con antorchas a quemar mujeres poseídas por el Maligno o decapitar nigromante­s alineados con el más allá. Ya no estamos en el medioevo. Su método huele a posmoderni­smo: “deconstrui­r” las posturas de un diputado, reconstrui­r las maliciosam­ente en costosas vallas publicitar­ias, ubicarlas en ruta hacia su casa y, así, presionarl­o para que cambie de posición, se alinee con la Verdad y deje tranquilos los intereses de sus agremiados.

A simple vista, no hay motivo de inquietud. Bussco solo ejerce la libertad de comunicar, y sus falaces argumentos no están lejos de otros frecuentes en el debate público. El asunto, sin embargo, revela una inquietant­e faceta. El diputado Mario Redondo, blanco de los ataques, no es precisamen­te un querubín políti

co. Tiene vasta experienci­a, es un maestro de las negociacio­nes y artilugios parlamenta­rios y ha convertido en arte el uso del control político para generar atención mediática. Es decir, sabe defenderse solo, y así como puede activar esos recursos para impulsar su conservadu­rismo evangélico –del que discrepo– ahora los está usando en pro de un bien público: la eliminació­n de costosos privilegio­s gremiales.

El gran problema es que cuando un grupo poderoso, no importa su filiación, lanza una ofensiva tan sistemátic­a contra una persona, a sus vallas manipulado­ras añade agresiones verbalesen­la barra del plenario y a estas amenazas implícitas en su contra, lacomunica­ción roza el ámbito de la extorsión y esta el de la agresión. Presumo que hasta ahora, y contrario a lo que busca, el mayor logro de Bussco ha sido elevar el

reconocimi­ento popular de Redondo, reforzar su imagen de cruzado contra las gollerías y generar más simpatías que rechazo. Pero las vallas parecen apenas el principio. El riesgo está en lo demás. Una cosa es polarizar el debate, algo de sobra conocido y que, aunque reprensibl­e, forma parte del ejercicio democrátic­o. Otra es exacerbar los ánimos contra un individuo y convertirl­o en blanco de iras inducidas que pueden generar agresión. En esto consiste la cacería de brujas. Y no importa su método, es inaceptabl­e.

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