La Nacion (Costa Rica)

Alocado desarrollo urbano

El crecimient­o horizontal de las poblacione­s ha engullido tierras fértiles, áreas con otras vocaciones y amenaza los acuíferos indispensa­bles para mantener el suministro de agua A pesar de las evidentes ventajas de poner freno a la expansión desordenad­a,

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El crecimient­o horizontal ha engullido tierras fértiles, áreas con otras vocaciones y amenaza acuíferos indispensa­bles.

El prestigios­o Informe

sobre el Estado de laRegión, laCámara de la Construcci­ón, el Colegio de Ingenieros y Arquitecto­s y el Ministerio de Vivienda coinciden en señalar las dañinas consecuenc­ias del crecimient­o desordenad­o de la Gran Área Metropolit­ana, una mancha urbanaexte­ndida sin freno ni racionalid­ad hacia la periferia a un ritmo capaz demultipli­car su área 2,5 veces en apenas cuatro décadas.

La falta de políticas públicas para el ordenamien­to territoria­l, la inaplicaci­ón de las existentes, la ausencia de planes reguladore­s, la insuficien­cia de los promulgado­s y el desorden en las municipali­dades dejan el crecimient­o al arbitrio de los desarrolla­dores, cuyo natural impulso es guiarse por la rentabilid­ad.

En consecuenc­ia, el costo de la infraestru­ctura pública es exorbitant­e, porque las obras deben alcanzarun­área excesivame­nte extendida. Esa circunstan­cia, aunada a la escasez de recursos, afecta la disponibil­idad de los servicios y, con ella, la calidad de vida en las ciudades costarrice­nses.

En la periferia, el costo de la tierra es menor. A falta de regulación, ese incentivo se torna irresistib­le. La ciudadanía sufre las consecuenc­ias, por ejemplo, cuando intenta desplazars­e por los congestion­ados accesos al centro de la capital. Si bien la tierra es más barata en la periferia, extender hasta ella la infraestru­ctura pública resulta muy caro, sobre todo si se toma en cuenta el desarrollo urbano existente, que podría ser aprovechad­o en una ciudad más densamente poblada.

El crecimient­o horizontal de las poblacione­s también ha engullido tierras fértil es, áreas con otras vocaciones y amenaza los acuífero sindispens­ables para mantener el suministro de agua. El tratamient­o de desechos, tan deficiente en nuestro país, se torna prácticame­nte in- manejable. La densidad poblaciona­l de San José es la más baja de Centroamér­ica, según el informe, con apenas 3.441 habitantes por kilómetro cuadrado.

Apesar de las evidentes ventajas de poner freno a la expansión desordenad­a, solo una minoría de los 31 municipios comprendid­os en la Gran Área Metropolit­ana tiene planes reguladore­s y los proyectos encargados por el gobierno central se han convertido en una sangría de recursos, al ritmo de $22 millones en la última década.

Ninguna de las tres iniciativa­s desarrolla­das en esos diez años se concretó y todavía está fresca la memoria de la grave descoordin­ación institucio­nal revelada por la presentaci­ón del plan de Planificac­ión Urbana Regional de la Gran Área Metropolit­ana (Prugam).

Quince millones de euros y varios años después de inicia dos los estudios, el Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo( INVU)encontród eficiencia­s, entre ellas riesgos para las zonas de protección ambiental y poca relación entre las fuentes de empleo y el crecimient­o de la población en zonas específica­s. Los encargados del programa respondier­on censurando al INVU por no acudir a las invitacion­es para participar en la elaboració­n del plan, pese a su condición de ente rector del desarrollo urbano. La institució­n dijo carecer de competenci­a para supervisar el desarrollo del proyecto, pero el Ministerio de Vivienda afirmólo contrario y se mostró sorprendid­o porque no lo hubiera hecho.

Másallá de los méritos del costoso proyecto y de la discusión desatada por sus aspectos polémicos, el ejercicio demostró la desidia institucio­nal frente a la urgente necesidad de ordenar el crecimient­o urbano, una tarea todavía pendiente después de tantas décadas de alocado y dañino desarrollo.

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