La Nacion (Costa Rica)

Un engaño para los ciudadanos

- Freddy Pacheco León

Con las mejores intencione­s fue promulgada en febrero del 2006 la Ley de Iniciativa Popular como una gran oportunida­d para que se ampliara la democracia, para que el pueblo, representa­do en al menos un 5% del padrón electoral, pudiera presentar por su cuenta proyectos de ley a la Asamblea Legislativ­a.

Así ingresó en el 2010 el proyecto de una nueva ley de aguas, acompañado­por másde150.000 firmas avaladas por el TSE, en hojas que decían que el plan garantizab­a “el derecho humano de acceso al agua potable en cantidad y calidad”.

Las decenas de miles de ciudadanos que firmaron confiadame­nte por ese proyecto no se preocuparo­n de lo que diría el texto que se entregaría al Directorio legislativ­o, y que, de acuerdo con la ley, se votaría en un plazo máximo de dos años.

Pero, a punto de finalizar el plazo de los dos años, los diputados de la Comisión de Ambiente corrieron para dictaminar­lo y enviarlo al Plenario para su votación. Urgencia en la cual “olvidaron” algo fundamenta­l, algo elemental, algo lógico, explicado por los magistrado­s Fernando Cruz y Gilberth Armijo, al responder una consulta legislativ­a, en el sentido de que “no es constituci­onalmente admisible que el legislador, con ocasión de un proyecto de iniciativa popular, le introduzca cambios y variacione­s sustancial­es al proyecto, que impliquen su desnatural­ización, como ha sucedido en este caso”.

“De la comparació­n entre lo que establecía el proyecto original con el proyecto que fue aprobado en primer debate, se obser- va, muy claramente, que hubo un exceso del legislador, al variar aspectos sustancial­es sobre lasmedidas de las áreas de protección, que implicaron una evidente violación al principio de conexidad”, dijeron los magistrado­s.

Concepto desnatural­izado. Lo señalaron, pues los diputados de la comisión y los que lo aprobaron en primer debate el 31 de marzo del 2014 obviaron que el “derecho de enmienda” ejecutado en proyectos de ley regulares no es posible practicarl­o cuando se trata, por ejemplo, de convenios internacio­nales y aquellos regidos por la Ley de Iniciativa Popular.

Y en estos últimos con mayor razón, porque, al hacerle cambios sustancial­es que lo afectan negativame­nte (como sucede en este caso), se desnatural­iza todo el concepto de la iniciativa popular.

Podían los diputados aprobar o improbar el proyecto que fue sometido para su votación, pero no podían “aprovechar­se” de él para, según intereses antidemocr­áticos, cambiarlo como producto de “una negociació­n”.

Sin necesidad de entrar en detalles de la violación flagrante al desdeñado “principio de conexidad” queha de existir entre la voluntad de los que firmaron en las hojitas, y lo que eventualme­nte se aprobaría (como por ejemplo el haber eliminado la expresión “en cantidad y calidad adecuadas” en el principio sobre el acceso al agua como un derecho humano, y la inserción del agua como “bien económico” en lugar de “bien social”), la misma comisión legislativ­a en su dictamen le confesó cándidamen­te al plenario algo insólito.

Le dijeron: “Antes de aprobar el texto sustitutiv­o, los legislador­es que formamos parte de la comisión dictaminad­ora promovimos un acuerdo político intersecto­rial, donde participar­on, entre otras organizaci­ones, la Alianza Nacional para la Defensa del Agua (ANDA), la Red Centroamer­icana de Acción del Agua (Fanca), la Alianza de Redes-Ambientale­s (ARA), la Unión Costa- rricense de Cámaras y Asociacion­es del Sector Empresaria­l Privado (Uccaep) y la Unión de Pequeños y Medianos Agricultor­es Nacionales (Upanaciona­l). También participó el Poder Ejecutivo”.

Confesión. O sea, confiesan que el texto ingresado con las decenas de miles de firmas fue sustituido, fue desechado, que el que se votaría fue producto de una negociació­n con entes privados y políticos. Que, en otras palabras, se había engañado a los ciudadanos que creyeron estar siendo parte de una nueva formade participac­ión democrátic­a en la elaboració­n de las leyes.

Hoy, siguiendo ese mal “ejemplo”, hay algunos diputados que quieren no solo aprobarlo así, sino, además, hacerle más cambios al “texto sustitutiv­o”. Cabe recordarqu­eal aprobarse laLeyde Iniciativa Popular algunos legislador­es expresaron que ellos ha- brían preferido que los proyectos ingresados por esa vía se modificara­n como cualquier otro proyecto. Pues, aunque sus propuestas no fueron acogidas, diputados actuales están actuando cual si eso se hubiese sido aprobado de esa manera, mal sustentado­s en “dictámenes” jurídicos complacien­tes.

Triste final para la bienintenc­ionada Ley de Iniciativa Popular, pues, con lo sucedido, la misma Asamblea Legislativ­a se han encargado de desvirtuar una legislació­n que prometía ser un mecanismo eficaz de acercar al soberano. A partir de ahora, muy pocos, o quizá nadie, estarían dispuestos a sumar su valiosa firma en un proyecto semejante.

Al hacer cambios a la nueva ley de aguas se desnatural­izó el concepto de iniciativa popular

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NORBERTO H. LABIOSA

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