EN GUARDIA
Todos los años, en Jackson Hole, Wyoming, se reúnen los principales banqueros centrales y otras lumbreras de la macroeconomía mundial para elucubrar sobre los últimos adelantos de su esotérica disciplina. Esta vez, hubo (y no hubo) sorpresas.
La cita era para diseñar una política monetaria más flexible y resistente ( resilient) hacia el futuro, que tomara en cuenta el nuevo estándar normal en el mundo desarrollado ( the new
norm), caracterizado por bajo crecimiento económico, baja inflación y bajas tasas de interés (las tres “B”).
John Williams, reconocido (y vilipendiado) por su primera versión del Consenso de Washington, planteó, junto con otros, el problema así: con bajo crecimiento real y perspectivas inciertas de recuperación, la posibilidad de recaer en recesión es alta. Pero los bancos centrales se han quedado sin fuelle, pues las bajas tasas de interés les impiden atizar la producción reduciéndolas aún más, o tornándolas negativas, para estimular el gasto. Sugirió, entonces, aumentar las metas de inflación del 2% al 4% anual o, alternativamente, usar otro parámetro como crecimiento del PIB para fijar la políticamonetaria.
Había gran expectativa. La propuesta era romper con elparadigma convencional de metas de inflación, cifradas alrededor del 2% anual (algunos economistas ticos aplaudirían). Pero Janet Yellen, presidenta de la Fed, dijo que no, que no habrá cambios en las metas de inflación, la política monetaria de su institución –la más influyente de todas– se mantendrá talycomo se ha realizado en los últimos años, con las innovaciones ya conocidas ( quantitative ea
sing), pero sin abandonar el mítico 2% anual. Agregó que la Fed ya cumplía sus fines estatutarios de estabilidad y pleno empleo, y que, en el futuro cercano, las tasas de interés retomarían su rumbo gradual hacia la meta convencional. Sentó cátedra.
¿Qué conclusiones derivamos los mortales que no asistimos (ni nos invitaron) a Jackson Hole? Que la recuperación será lenta pero segura; la inflación y tasas mundiales de interés serán más bajas que antes ( new norm), pero el 2% anual seguirá reinando como meta de inflación; y si la recesión asomara de nuevo su fea cara, la combatirían con compra directa de activos para estimular la demanda agregada, sin aventurarse a ensayar una meta de inflación al 4%. Para Costa Rica, yo recomendaría mantener la política monetaria actual y su meta de inflación del 3% anual, pues ha demostrado ser eficaz. Sin embargo, la bajaría eventualmente al 2% anual para moldearla al nuevo mundo de las tres “B”.