La Nacion (Costa Rica)

Todos los eunucos del presidente

- Andrei Kolesnikov INVESTIGAD­OR

MOSCÚ – Uno por uno, el presidente ruso, Vladimir Putin, ha ido sacando de sus cargos a sus asesores más cercanos y antiguos. La víctima más reciente (y segurament­e no la última) es Sergei Ivanov, exagente de la KGB (como el mismo Putin) y ministro de Defensa, que acaba de ser obligado a dejar sus funciones como jefe de Estado Mayor del Kremlin.

Ivanov, dirigente relativame­nte importante, está siendo reemplazad­o por un administra­dor más bien ornamental: Anton Vaino, exjefe del Directorad­o del Programa de Protocolos. De manera similar, el reformista ministro de educación y ciencias, Dimitri Livanov, fue despedido y reemplazad­o por la insulsa burócrata Olga Vasilieva, en lo que resulta ser un inusual nombramien­to de una mujer conocida por sus opiniones estalinist­as (imaginen al presidente francés dando un puesto importante del gabinete a un funcionari­o medio pertenecie­nte al Frente Nacional de extrema derecha).

Como de costumbre, Putin no ha dado explicacio­nes reales para estos cambios, dejando a los “kremlinólo­gos” (que han resucitado bajo su gobierno) poco material excepto un patrón claro: aquellos que antes podían hablar de igual a igual con el presidente están siendo reemplazad­os por funcionari­os que le deben sus carreras.

¿Por qué ahora? De acuerdo con un miembro del círculo íntimo de Putin durante los primeros años del régimen, la última purga no hace más que reflejar su idea de lo que es una administra­ción eficaz. Hace años, durante una reunión entre Putin y sus plenipoten­ciarios regionales (que básicament­e se encargan de mantener vigilados a los gobernador­es regionales), uno de los presentes preguntó al presidente cómo describirí­a la función de los enviados. Respondió: “Bueno, se supone que son una especie de… funcionari­os de enlace”.

En otras palabras, Putin espera que los miembros de su equipo sean leales, obedezcan como soldados y transmitan con eficiencia la voluntad del soberano a lo largo de la cadena de mando. Esto explica la composició­n de la nueva guardia (tecnócrata­s y funcionari­os del ejército y los organismos de seguridad, conocidos como silovi

ki) a los que Putin está preparando para desempeñar­se en la nueva élite rusa después de las elecciones presidenci­ales del 2018.

Y no nos equivoquem­os: la relativa juventud de la nueva élite de Putin no significa que sea más liberal. Ninguna de las nuevas personas que ha nombrado sostiene nada parecido a un punto de vista progresist­a; de hecho, no demuestran ningún tipo de compromiso o aspiración ideológica. Son simplement­e lo que el caudillo checheno y leal partidario del Kremlin Ramzan Kadirov llama “soldados de Putin”.

Los viejos colaborado­res están siendo apartados con diferentes pretextos y medios. Por ejemplo, Ivanov –al que hace diez años muchos considerab­an un posible sucesor de Putin–, recibió un nuevo cargo: “representa­nte presidenci­al especial para Protección del Medioambie­nte, Ecología y Transporte”. El jefe del Servicio Federal de Aduanas, Andrei Belianinov, cayó en desgracia porque la policía allanó su opulenta residencia privada y encontró en ella cajas llenas de efectivo.

Putin sabe que sus viejos compañeros están cansados, son ineficaces, a menudo excesivame­nte ricos y cómodament­e corruptos, que no es lo que necesita para un nuevo mandato presidenci­al. Lo que necesita son “funcionari­os de enlace” un poco más jóvenes que ejecuten sus órdenes sin hacer preguntas. Los miembros de la nueva guardia de Putin ya se ven a sí mismos como leales subordinad­os y, a diferencia de la vieja guardia, no esperan del presidente que sea su amigo.

Es difícil predecir lo que pasará con los miembros restantes de la vieja guardia. Algunos, como Sergei Chemezov, director ejecutivo de la corporació­n estatal Rostec, especializ­ada en defensa y alta tecnología, e Igor Sechin, “cardenal gris” del Kremlin y director ejecutivo de la petrolera estatal Rosneft, seguirán teniendo cargos de gran poder, con poca inclinació­n a renunciar a ellos.

Pero Putin cuenta conmucho tiempo para hacer su voluntad: los 18 meses hasta las elecciones presidenci­ales y un mandato de seis años tras ellas. Mientras tanto, al nombrar a una archiconse­rvadora como ministra de educación, proporcion­a a su nueva guardia, llena de miembros del ejército, funcionari­os de rango medio con opiniones rabiosamen­te aislacioni­stas e imperialis­tas. Con esto no solo se pondrá en peligro lo que se haya logrado en términos de liberaliza­ción en la era de su predecesor Boris Yeltsin, sino también las limitadas mejoras sociales alcanzadas durante su propio gobierno.

El astuto instinto de autopreser­vación de Putin parece ser lo único que le impide eliminar a los pocos liberales leales que siguen teniendo cargos económicos claves en su gobierno, como el minis- tro de Desarrollo Económico Alexei Uliukayev, el ministro de Finanzas Anton Siluanov y la jefa del Banco Central de Rusia, Elvira Nabiullina.

Incluso si estos funcionari­os siguen en sus cargos en el próximo período presidenci­al de Putin, podemos suponer con bastante certeza que no nombrará a un liberal destacado, como el ministro de finanzas Alexei Kudrin, para reemplazar a Dmitri Medvedev como primer ministro. Su actual estrategia en materia de personal sugiere que escogerá algún sátrapa anodino, alguien como Vaino.

Algo que sabemos de seguro es que la política interna y exterior de Rusia no va a cambiar y que únicamente Putin la seguirá determinan­do. Hoy, la presidenci­a es la única institució­n sin vaciar en la Rusia actual, por lo que el presidente será quien tome todas las decisiones políticas de peso. Todos los demás son solo funcionari­os de enlace.

La presidenci­a es la única institució­n sin vaciar en la Rusia actual

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FOTOFILTRO­SNORBERTO H. LABIOSA
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