La Nacion (Costa Rica)

¿Y las cooperativ­as?

- Jhidalgo@cato.org Juan Carlos Hidalgo

Vivimos tiempos de sacrificio­s, nos recuerda constantem­ente el presidente Solís. Si queremos continuar disfrutand­o de las bondades de nuestro Estado social de derecho, tenemos que pagar más impuestos. No podemos seguir viviendo con “gustos de champán y bolsillos de frijoles”. Pero de pronto emerge la duda: si la situación es tan grave y todos debemos poner de nuestra parte, ¿no es hora de que las cooperativ­as paguen impuestos como el resto de los mortales?

El tema vuelve al tapete tras la adquisició­n de Gallito por parte de la Dos Pinos. El anuncio fue recibido con algarabía en ciertos círculos donde el nacionalis­mo económico sigue siendo fetiche: tras 22 años en manos extranjera­s, esa emblemátic­a empresa de golosinas “vuelve a ser tica”. Además, como señaló La Nación, con esta transacció­n Dos Pinos se está transforma­ndo en un poderoso conglomera­do de alimentos, con adquisicio­nes de otras líneas de producción y plantas en Centroamér­ica.

Pero un detalle de la noticia no generó mayor reacción en las huestes nacionalis­tas, que por lo general son las mismas que pretenden que adoptemos una mayor carga tributaria: al pasar a formar parte de las operacione­s de la Dos Pinos, Gallito y las otras empresas adquiridas dejarán de pagar impuesto sobre la renta, ya que las cooperativ­as están exentas de ese gravamen. Aunado a este beneficio, la ley establece que cuando una cooperativ­a distribuye utilidades (llamados “excedentes”), a sus socios se les retiene únicamente un 5% de impuesto y no el 15% que se paga normalment­e.

De esta forma, hay muchas empresas nacionales importante­s –incluidas entidades financiera­s que manejan activos más grandes que algunos bancos privados– que al utilizar la figura de cooperativ­a no pagan un cinco de impuesto sobre la renta: la Dos Pinos genera un 1,7% del PIB, por ejemplo. Esto no solo representa un odioso privilegio que atenta contra el principio de igualdad ante la ley, sino que los tributos que estas empresas dejan de pagar se le terminan cargando al resto de los contribuye­ntes.

Como era de esperarse, pese a toda la retórica sobre sacrificio­s compartido­s, los planes impositivo­s del presidente Solís no hacen mayor cosa por cambiar este trato discrimina­torio. Por eso, toda reforma fiscal sensata y equitativa debería contemplar la eliminació­n del inciso d) del artículo 3 de la Ley del Impuesto sobre la Renta. Hay que poner a las cooperativ­as a tributar como cualquier otra actividad mercantil.

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FOTOFILTRO/NORBERTO H. LABIOSA
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