La Nacion (Costa Rica)

El octubre de la vida

- Carlos Valerio

Cansada la madre de que su hija de siete años siempre le rompía el plato en el cual le servía la sopa, una vez decidida le dijo: “Te voy a comprar un plato de madera para que no me quiebres más platos”. La hija, resuelta y con una sorpresiva lucidez, le contestó: “Mami, asegúrate de que sea de buena madera porque en ese mismo plato te serviré tu so- pa cuando seas anciana”.

Octubre es el mes del adulto mayor. El décimo mes advierte que el ocaso del año se avecina. Y es que es verdad que octubre, noviembre y diciembre son ese último ciclo de la existencia cuando más fatigado se puede estar, pero a la vez cuanto más jovial y reposada se puede echar la mirada hacia atrás con esa profunda sabiduría y satisfacci­ón que dan los años vividos.

Nos pasamos la vida entera preparándo­nos y planeando la carrera que elegiremos, la familia que soñamos, incluso diseña- mos la vida de nuestros hijos, las vacaciones que aspiramos, los lugares que visitaremo­s, la casa de nuestros sueños, el modelo del automóvil del próximo año y el teléfono con la mayor cantidad de aplicacion­es.

Pero nadie se prepara para ser adulto mayor. Por esta razón, soñando con la juventud eterna, pero a la vuelta de la esquina nos topamos con que los años se nos vienen encima. Al negar que la vejez nos visitará por siempre, solemos creer que esto nunca nos ocurrirá. Por ello no atesoramos y tampoco valoramos a quienes llegaron primero que nosotros al mes de octubre de la vida.

Nuestro juicio privilegia lo joven a lo viejo, lo rápido a lo lento,

Nuestro juicio privilegia lo joven a lo viejo, lo rápido a lo lento, la fuerza a la debilidad

la fuerza a la debilidad y la joven tez que a las arrugas del abuelo. El último tramo. Es por esta desconsola­da causa que también muchas mujeres compromete­n los ahorros de su jubilación por una cirugía estética y que muchos hombres olvidan a sus esposas por esa chica joven que se sienta al otro lado de la barra.

Llególa horadeacep­tar que el año tiene doce maravillos­os me- ses por los cuales nuestra vida transcurre y que tan hermosa es la primavera de abril, como tan lluvioso el mes de julio, como tan frío el mes de diciembre.

La última parte de la vida, esa que condensa todo lo que hemos sido, es el mejor tesoro con el que contamos. Y es que no en vano los ancianos de verdad, en su reposada mecedora, acaudalan ese descomunal valor que es el octubre de la vida, porque, en realidad, el manantial de la vida se encuentra aquí y no en enero.

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