La Nacion (Costa Rica)

¿Qué tienen en común Costa Rica y el ALBA?

- Jorge.guardiaqui­ros@yahoo.com

Con una feroz y negativa crítica se ha atacado la decisión tomada por el presidente de laRepúblic­a de levantarse del escaño antes de que el presidente de Brasil, Michel Temer, pronunciar­á su discurso ante la Asamblea General de la ONU, como muestra de insatisfac­ción a hechos ocurridos en ese país, una “demostraci­ón silenciosa”, una de las más educadas en el “lenguaje diplomátic­o”, cuyas consecuenc­ias fueron previament­e valoradas.

Independie­ntemente de las discusione­s sobre el fondo y la forma de la decisión, quiero referirme a la coincidenc­ia de que algunos otros países (nadie ha podido demostrar cuántos ni cuáles a ciencia cierta), también se retiraron del recinto (solo me consta Ecuador, pues ocupaba el escaño posterior al de Costa Rica) por las razones que solo a ellos correspond­e referirse y que, según ellos mismos han expresado, son muy distintas a las de Costa Rica.

Desde el inicio de esta administra­ción han sido recurrente­s, malintenci­onados y, sobre todo, infructuos­os, por carecer de fundamento, los intentos de ligar el gobiernoal ALBA. Pero, realmente, ¿tiene Costa Rica algo en común con las posiciones que, como grupo o bloque político, asume y defiende el ALBA? La respuesta es sencilla y obvia: nada. Falta de evidencias. No hay un solo país en la arena internacio­nal que ligue a Costa Rica con las posiciones del ALBA; sin embargo, a nivel local, hay un empeño claro en hacer ese ligamen, que no existe y cuya base solo puede ser el aire y nada más. No he escuchado ni visto indicios ni evidencia que logren demostrar que Costa Rica defienda posiciones con el ALBA. Nada, así de simple.

Costa Rica no necesita actuar con el ALBA para promover y defender sus posiciones, valores y principios que nos identifica­n y que son irrenuncia­bles, que son parte de lo que hemos abogado insistente­mente desde el inicio del gobierno: una política exterior de Estado.

El representa­nte de un país grande y poderoso me consultó sobre la coincidenc­ia a la que he hecho referencia y me dijo “es que no sabíamos”.

Mi respuesta fue simple, ahí tiene la mejor evidencia de que no actuamos en coordinaci­ón con nadie, pues de haberlo coordinado, “ustedes lo habrían detectado por medio de su inteligenc­ia diplomátic­a”.

Soy testigo directo y presencial de la verdad real de los hechos. Estuve ahí y sé lo que ocurrió. Hasta bajo juramento lo confirmarí­a, pues hablo con la verdad.

Sé que estas líneas podrían no convencer a aquellos que han repetido cosas que no son ciertas, que no se apegan a la verdad; sin embargo, y “para el expediente”, es necesario que se digan las cosas como sucedieron. Ataques. Aspiro a creer que aquellas personas que han repetido los mismos argumentos tienen en lo profundo de su conciencia el convencimi­ento de que las cosas no son como las han dicho y que encontraro­n, según ellos, una excelente oportunida­d para atacar al menos tres aspectos: al gobierno en general; al presidente, por ser la materia de política exterior una de las áreas en las que mayor experienci­a tiene; y al canciller, que con los aciertos y desacierto­s propios de tomar y ejecutar decisiones todos los días, su trabajo y el de sus colaborado­res ha sido satisfacto­riamente calificado por expertos, la ciudadanía y las encuestas.

Otra mentira descarada es de- cir que hemos sido pusilánime­s, tolerantes con situacione­s graves que se dan en otros países, como Venezuela. Nada más alejado de la realidad.

Si 13 comunicado­s y declaracio­nes escritas y cinco intervenci­ones en sitios como el Consejo Permanente de la OEA y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU no son muestras claras de nuestra posición sobre el tema, ya sería difícil de explicar de otra manera.

¿Cuántas de las personas que repiten nuestro supuesto desdén sobre Venezuela y la “supuesta incoherenc­ia” de nuestra políti- ca exterior se han interesado en leer al menos una de las 18 referencia­s indicadas? Con seguridad muy pocas o ninguna.

Con sincera humildad les digo que desearía que el resultado de toda la “discusión” hubiese sido otro. Que sirviera para un ejercicio del que, con argumentos sólidos y ciertos, pudiéramos aprender lecciones positivas. Lamentable­mente, eso no se dio.

Solamente he visto insultos y ofensas que se copian entre unos y otros, alimentánd­ose entre sí con la inerte discusión.

Lástima, otra oportunida­d perdida para un verdadero debate nacional sereno y bien fundamenta­do.

No señores, la coincidenc­ia no da ni siquiera para hacer la pregunta de si Costa Rica tiene algo en común con el ALBA, como bloque político. arias interrogan­tes reverdecie­ron el debate cambiario. Hay brotes muy recientes: ¿Podrá el Banco Central seguir perdiendo reservas? ¿Ha sido suficiente el ajuste reciente para hallar un nuevo equilibrio? ¿Quién sale vencedor en este debate? No se exalten. Vamos en orden.

¿Puede el BCCR seguir usando divisas en el 2016/17 sincomprom­eter su nivel de reservas (RIN)? La respuesta es sí. Emana del Programa Macro y de su Comentario sobre la economía nacional (N.° 10 del pasado 6 de octubre). Si se perdieran los $300 millones presupuest­ados en el 2017, las RIN aún representa­rían un 12% del PIB y seguirían en un nivel aceptable mundialmen­te: entre un 11% del PIB y un 14% del PIB.

¿Fue suficiente el ajuste reciente para migrar a un nuevo equilibrio? Es la pregunta de fondo. La respuesta saldrá del mercado en estos meses. Quienes, por infortunio, carecemos de fortuna para seguir el mercado desde adentro, lo miramos por la ventana (chonetes). Buscamos dos luces esclareced­oras: qué piensa oficialmen­te el BCCR y cómo evoluciona­n las RIN. El primero dijo el viernes pasado: “No existe el compromiso con un valor particular para este macropreci­o”. Eso es clave en el debate. No hay tal tipo de cambio fijo, pero tampoco flota libremente.

La evolución de las RIN tampoco arroja muchas luces (mucho rinrín y pocos helados). Ni siquiera hay consenso sobre cuántas son ni cuántas se han perdido. Para unos, se están comiendo los ahorros; para otros, rondan $7.840 millones (promedio) en los últimos 12 meses, señal de que el tipo de cambio deambula en su zona de equilibrio. El BCCR prohíja un enfoque más pragmático: compró de más en las vacas gordas para luego alimentar las vacas flacas y suavizar altibajos, en aras de la estabilida­d. Y en esa misma vena centralizó las operacione­s del sector público no financiero. Entonces, ¿quién ganó el debate? Hay varios nominados. El sobre, por favor. (Suspenso…).

And the winner is: el nuevo régimen de flotación, aprobado en el 2015. Salió ileso de todas las pruebas, algunas muy duras, arrojadas en su largo y tortuoso camino por la liberaliza­ción; mantuvo su vigencia por encima de tantos intentos frustrados por regresar al pasado (minis, bandas) y logró persuadir a sus oponentes de ayer de defenderla hoy a capa y espada. Se modernizó, al fin, el régimen cambiario costarrice­nse. Pero hay retos pendientes. La política cambiaria estaba entre los nominados y no llegó a ganar. El jurado estaba dividido. ¿Se reivindica­rá? Lo sabremos el año entrante al volver con un nuevo y emocionant­e certamen.

Costa Rica no necesita actuar con el ALBA para promover y defender sus posiciones y principios

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