Tanta polémica en el fútbol ya empalaga
Saludé el regreso de Medford al fútbol criollo por su habilidad para condimentar un campeonato que corría el riesgo de perderse en la modorra de los convencionalismos.
Y por esto último me refiero a un certamen que, indefectiblemente, terminaba en las vitrinas de Saprissa o Alajuelense, hasta que Herediano se convirtió en asiduo visitante a las instancias finales y empezó a ganarlas.
Pero bastó que el Team se reencontrara con su grandeza y comenzara a colgar estrellas en su firmamento de títulos, para que el torneo se nos redujera a una disputa entre tres, previsible y carente de condimento.
En ese escenario irrumpió Hernán para conducir a los florenses a un merecido cetro ante la Liga el último verano, armado con su conocido arsenal de recursos tácticos y su infaltable verbo filoso que esgrimió en aquella recomendación a McDonald para que buscara piscina.
Este invierno Medford ha polemizado con todos: comenzó con sus propios futbolistas cuando el torneo gateaba, después apuntó a los árbitros hasta ablandarlos, luego le correspondió el turno a Jeaustin a doble sesión y cerró momentáneamente el ciclo ante Farinha.
Polemizar es una inversión a la vista que produce réditos inme- diatos. El aludido responde y los periodistas corren en tropel a reproducir su descarga para darle de comer a la controversia.
Pero hay polémicas de polémicas. La historia reciente nos enseña que las mejores son aquellas en donde la cuota de ofensa va exacerbada y ahí caben la mencionada piscina a McDonald, la “venta de humo” a Watson, el dardo al fútbol duro de Jeaustin cuando jugaba, la chinita a las maneras banales de Hernán y el lenguaje ininteligible de Farinha.
Verse en los diarios, sacudir las ediciones en línea, abrir la sección deportiva de los telediarios y regodearse en los ecos de una grabación radial son un premio muy jugoso para la vanidad de nuestros entrenadores.
Hasta profes comedidos y escrupulosos como Marvin Solano se han sentido atraídos por la tentación de generar controversia, al grado que se animó a recomendarles a los periodistas el sábado anterior cómo abordar la crónica de la merecida victoria liberiana ante el campeón nacional.
A riesgo de que nos empachen antes de que termine el torneo, los entrenadores deberían firmar una tregua de aquí a la cuadrangular final para pasar de nuevo al ataque y motivarnos a escucharlos porque, sí, señores, tanta polémica ya cansaysi no lausancon discrecionalidad, la van a quemar.