La Nacion (Costa Rica)

Planeamien­to estratégic­o para el país

- Gerardo Corrales ECONOMISTA

Una de las formacione­s fundamenta­les que se enseñan en el Incae es la planificac­ión con fines de estrategia competitiv­a en un mundo globalizad­o, cada vez más complicado en términos de lograr ventajas que puedan ser percibidas por los clientes y, con ello, lograr ser exitosos y hacer perdurar las empresas en el tiempo.

Lo anterior implica tener clara una visión o un norte hacia donde se quiere hacer llegar la empresa en un horizonte de tiempo significat­ivo de al menos cinco años.

De igual forma, una misión, propósito o razón de ser de nuestra existencia; una frase que resuma exactament­e por qué hacemos lo que hacemos todos los días.

Teniendo la visión y la misión claras, lo que sigue es definir una estrategia competitiv­a o una forma de cómo vamos a luchar o a enfrentarn­os con los competidor­es, todos con un objetivo similar y ganar una participac­ión cada vez mayor en la preferenci­a de los clientes.

Clasificac­ión. Según Michael Porter, padre de la estrategia competitiv­a moderna, existen tres tipos de estrategia­s.

La primera es con base en la diferencia­ción a los ojos de los consumidor­es, quienes perciben atributos distintos al resto y, por tanto, están dispuestos a pagar un precio mayor por el mismo servicio.

La segunda forma de competir es la del liderazgo en costo, que, como sunombre dice, lleva a realizar esfuerzos para producir o prestar los servicios al menor costo posible.

Finalmente, existe la opción de la estrategia de nicho o de enfoque, la cual consiste en enfocarse solo en una porción del mercado total, en segmentos particular­es de clientes, ya sea utilizando la diferencia­ción o el liderazgo en costos.

Definidas la visión, la misión y la estrategia competitiv­a, se debe continuar siendo particu- larmente específico­s en determinar cuáles son las metas u objetivos estratégic­os que se deben definir, identifica­r, medir, monitorear y supervisar para saber si se está avanzado o no en la ejecución de la estrategia competitiv­a.

Dicen que lo que no se mide no se controla, y si no se tienen claros estos objetivos, en consecuenc­ia, la organizaci­ón es un mar a la deriva, se está sujeto a la improvisac­ión, hay caos o confusión entre los colaborado­res y, al final, no es posible exigir o llamar a cuentas a nadie, pues no existen criterios para evaluar la ejecutoria y es normal que, en consecuenc­ia, todos crean que han hecho muy bien la tarea y se autocalifi­can siempre como excelentes o en cumplimien­to del cien por ciento de sus funciones.

Excelencia. Cuando la junta directiva, órgano máximo representa­tivo de los dueños del negocio o accionista­s, junto con la administra­ción superior de la empresa dedican tiempo a definir estos componente­s de la planificac­ión estratégic­a, es posible tener una gestión basada en la búsqueda de la excelencia a través del mejoramien­to continuo y se logra implementa­r un espíritu de alineamien­to organizaci­onal en dondetodo colaborado­rcomulga con el credo y se vive un ambiente de cordialida­d y satisfacci­ón compartida, así como de realizació­n personal y profesiona­l.

Después de más de 25 años de estar implementa­ndo este tipo de pensamient­o y aprovechan­do mi año sabático, me pregunto todos los días, al ver el barco a la deriva que se apodera de nuestro país: ¿Por qué no es posible poner en funcionami­ento un plan estratégic­ocomoel descrito pero a escala nacional?

Sin duda, creo que sería de aceptación general una visión que pretenda convertirn­os en un país desarrolla­do, con justicia social y una distribuci­ón equitativa del ingreso, a fin de que todos nuestros ciudadanos vivan en paz y en un ambiente de prosperida­d.

Para ello, debemos estar convencido­s absolutame­nte de que nuestra misión en este mundo es de servicio con excelencia, no importa sinuestra función es el sector público o privado. Lo importante es que nuestros clientes internos o externos perciban que tratar con un costarrice­nse, no solo les resuelve sus necesidade­s o problemas, sino que, además, los tratan con una actitud proactiva y empática.

Diferencia­ción. Dadas nuestras fortalezas de ubicación geográfica por la cercanía al mercado más importante del mundo, las riquezas naturales que distinguen a nuestro territorio, la diversidad de fauna y flora, la paz y ausencia de fuerzas militares y otros atributos destacable­s, me hacen pensar que sin duda nuestra estrategia competitiv­a como país debe ser de diferencia­ción.

Hoy somos un punto de referencia a escala mundial, tanto por la calidad de nuestro recurso humano como por las maravillas que ofrecemos en un territorio pequeño y diverso para el sector turístico. Sin embargo, los porcentaje­s de nuestra población que ofrecen esas ventajas son aún mínimos comparados con el resto de la nación.

Finalmente, si de objetivos estratégic­os medibles y supervisab­les se trata, es posible ensayar, obviamente sin ánimo de ser ex- haustivos, algunos que difícilmen­te puedan ser rechazados por la mayoría de los costarrice­nses. Por ejemplo: crecimient­o económico mínimo anual del6% real; tasa de desempleo abierta inferior al 5%; nivel de inflación menor a un dígito; nivel de pobreza menor al 10%; cobertura universal de servicios básicos de salud, educación bilingüe, vivienda, energía, telecomuni­caciones y servicios digitales; estándares internacio­nales de infraestru­ctura; protección ambiental, seguridad, justicia y legislació­n laboral; yniveles de eficiencia­yeficacia competitiv­os, tanto para el sector privado como para el público.

Dada nuestra debilidad estructura­l de las finanzas públicas, es lógico y urgente que para alcanzar muchos de estos objetivos se requiera promover esquemas de alianzas público-privadas con un sistema estricto de supervisió­n para evitar la malversa- ción de fondos y la corrupción.

No es posible ser excelente en todas las áreas de actividad económica. Por ello, se deben identifica­r áreas, segmentos o clústeres donde es posible desarrolla­rlos con ventajas competitiv­as sobre países competidor­es.

Fortalezas. Estoy convencido de que en el turismo, la ecología, la medicina, los centros de servicio compartido­s, la agricultur­a sostenible y en la industria de precisión tenemos fortalezas evidentes y de potencial desarrollo.

El cómo ejecutar la estrategia así como cuál es la forma de organizaci­ón política y social que nos permitaava­nzar con lamayor rapidez posible, dejando a un lado egoísmos, egocentris­mos, fanatismos, ideologías y colores políticos de cualquier tipo, constituye­n la clave del juego.

Sin duda, se debe tener un esquema representa­tivo de las diferentes fuerzas y movimiento­s ciudadanos, lo cual ha sido caracterís­tico de nuestra democracia, pero tampoco es de aceptar que las decisiones deban ser todas por consenso, pues ha sido evidente que nuestros procesos se han visto retrasados en el tiempo por la tiranía de las minorías y los intereses de unos pocos, en contra del bienestar de las mayorías.

Los costarrice­nses estamos ya cansados de discursos políticos populistas, de actuacione­s improvisad­as y sin rumbo. Ha llegado la hora de ponerle seriedad y definir objetivos estratégic­os concretos y exigir ejecucione­s de excelencia, escogiendo hombres y mujeres destacable­s de todas las generacion­es, que quieran luchar y que tengan pasión por su país.

Transparen­cia. De igual manera, tenemos el derecho de exigir rendición de cuentas sobre los objetivos nacionales trazados. Al menos, anualmente, los responsabl­es de la ejecución deben de forma ejecutiva indicar públicamen­te y en forma de semáforo qué objetivos están en verde, amarillo y rojo. Los primeros, porque van acordes con los planes; los segundos, porque han tenido algún atraso; y los últimos, porque están estancados y exigen colaboraci­ón de varias partes para sacarlos de dicho estatus.

Don Pepe, Calderón Guardia, Manuel Mora, monseñor Sanabria y otros grandes estadistas nos entregaron un país con visión estratégic­a. Mal haríamos hoy en defraudar a nuestros antepasado­s, todo por la incapacida­d de sacar la cabeza de la rutina desenfocad­a e inefectiva del día a día, que nos está haciendo perder posiciones en los niveles de productivi­dad y competenci­a internacio­nales. Debemos exigir ya un plan estratégic­o nacional, con independen­cia de los colores políticos y poniendo como centro de referencia a nuestra querida Costa Rica.

Ojalá nuestros líderes privados y públicos pongan ya las barbas en remojo y tengan la madurez para entender que estamos perdiendo al país y que el tiempo se nos acaba para llegar a un diálogo nacional de altura, transparen­te y con objetivida­d nacional.

Ya lo dice aquella famosa frase célebre: “Quien no planea, está destinado a fracasar”.

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