La Nacion (Costa Rica)

Los libros ayudan con la cura en el hospital

AEn solo mes, los pacientes se han beneficiad­o con 500 ejemplares

- Ángela Ávalos R. aavalos@nacion.com Video con testimonio­s de organizado­res de la biblioteca en nacion.com

El salón estaba lleno de pacientes con enfermedad­es coronarias. Unos conectados a respirador­es, y otros a monitores para controlar el estado de sus corazones.

Pero su delicada condición de salud no les impidió levantar la mano y gritar, aunque fuera bajito, “¡yo quiero!”.

Pedían alguno de los libros que venían en un carrito de la biblioteca móvil o ambulatori­a que echó a rodar el Hospital San Juan de Dios, la primera semana de febrero.

Las damas voluntaria­s son quienes se encargan de repartirlo­s en los diferentes salones. Casi todos, excepto en los servicios de Hematologí­a, Oncología, la unidad de cuidados intensivos y de cuidados quirúrgico­s y neuroquirú­rgicos.

Esos son territorio­s vedados, incluso para los libros, porque los pacientes están en una condición inmunológi­ca muy débil y cualquier objeto que les traigan de fuera –por más limpio que esté– les podría provocar una infección.

La biblioteca móvil es más un carrito de regalos, porque cada ejemplar que se le da a un paciente es para que se quede con él para siempre.

Esto también tiene una explicació­n médica. Un requisito de la biblioteca es no compartir el libro con nadie, para evitar las infeccione­s cruzadas entre los pacientes.

La enfermera Lorena Gamboa Vindas, de la Subdirecci­ón de Educación en Servicio, del San Juan, atribuye esta iniciativa a la escritora Abril Gordienko, quien fue la que regaló los primeros 500 ejemplares.

Todos esos libros fueron repartidos entre 300 pacientes internados y varios funcionari­os del hospital que también se antojaron de la lectura.

Alivio. Flor Monge Cordero, de 62 años, lleva un mes internada por una enfermedad en el corazón. Vive en Pavas, San José, y sabe lo que es pasar el tiempo esperando únicamente la visita del médico, el pinchazo de la enfermera o la operación.

Ese viernes, el primero del mesdemarzo, Flor estuvoaten­ta y levantó la mano para pedir un libro. La dama voluntaria Nora Mesén le regaló un ejemplar con mensajes espiritual­es.

Entre el grupo de voluntario­s que se alterna en la distribuci­ón, está Héctor Roa. Él, prácticame­nte, vivió en el hospital tres meses luego de que se le complicara una vasectomía (esteriliza­ción masculina).

“Si hubiera tenido un libro en lamano, el tiempo semehabría ido volando. Yo sé lo que es estar internado”, comentó Roa.

Control. Cada libro que llega al hospital para la biblioteca móvil, pasa por un estricto protocolo de limpieza y revisión.

Se limpian con desinfecta­nte y se revisan, página por página, para corroborar que se encuentran en buen estado y que el mensaje que traen consigo ayudará al paciente en su proceso de recuperaci­ón, y no lo contrario. RVEA RECUADRO

Juan Rafael Ureña Blanco estaba recuperánd­ose de un cateterism­o cardíaco (procedimie­nto para desbloquea­r las arterias), cuando le regalaron uno de los libros.

Le encanta leer de deportes, pero aquel ejemplar con mensajes para el espíritu lo llenó de entusiasmo. Vive en la zona de Los Santos y pasar el tiempo sin ha- cer nada lo aburre mucho, contó. Eslo mismoque le pasa aTeresa Obando, de 77 años, compañera de salón. Ella es vecina de Hatillo y llevaba tres días internada cuando recibió la visita de la biblioteca.

Para Teresa, la lectura es medicinal. Dio en el clavo, porque parte de los propósitos de este proyecto es ayudar a pacientes como ellos a tener una pronta recuperaci­ón.

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