Prudencia financiera
El entorno económicomundial y local es otro. Se hacen evidentes condiciones más duras en términos de aumento de los macroprecios, inflación, tasas de interés, tipo de cambio y desaceleración económica.
Confío totalmente en la regulación del sistema financiero; empero, pecando de reiterativo, no puedo dejar de lado algunas tendencias que preocupan.
1. Exceso de exposición crediticia para consumo. De los $37.000 millones que debe el sector privado en el país al sistema financiero, 32%, casi $12.000millones, están en este sector.
2. La mayoría de estos créditos están otorgados a tasas de interés variables, sea en colones o en dólares, por lo que ajustes mayores de inflación o tasas locales e internacionales, sin duda, presagian una mayor carga financiera para los hogares.
3. Varias veces se ha señalado el riesgo de familias o empresas que poseen créditos en dólares, sin tener ingresos en esa mone- da. Al final del 2016, el equivalente a $22.000 millones estaba colocado en colones; en dólares, $4.000 millones estaban otorgados a generadores y $11.000 millones a no generadores.
4. Ya en la Encuesta Nacional de Hogares del 2013 se mostraba que los primeros cuatro deciles de las familias tenían una relación de gastos corrientes superiores a sus ingresos corrientes, y cubrían la diferencia con crédito formal e informal.
Ante estos señalamientos, sugiero algunas medidas de prudencia bancaria. Por ejemplo, la Central de Información de Deudores de la Superintendencia General de Entidades Financieras, donde se registran las deudas de las familias, debería ser alimentada no solo por los intermediarios financieros supervisados, sino por todos quienes están en el negocio del crédito.
Tampoco puede haber arbitraje regulatorio, en el sentido de que las entidades supervisadas estén obligadas a pedir una serie de documentos y hacer análisis exhaustivos en condiciones normales y bajo condiciones de estrés, mientras que las entidades no supervisadas lo hacen a su mejor entender.
El endeudamiento de las familias debe tener límites máximos racionales. Y no es posible seguir elevando los plazos de financiación de las tarjetas de crédito o créditos personales, sin una relación lógica con el tipo de bien y la vida útil de este.