La Nacion (Costa Rica)

Cuando las computador­as llegaron al aula

No sabemos cuáles serán las tecnología­s del mañana, ni los puestos de trabajo que demandarán

- Leda Muñoz DIRECTORA DE LA FUNDACIÓN OMAR DENGO

Hace tres décadas, Costa Rica tomó la decisión de introducir computador­as en las escuelas públicas. La intención primordial era aprovechar esta poderosa herramient­a para estimular el desarrollo de capacidade­s cognitivas complejas, como pensamient­o lógico y resolución de problemas.

Paralelame­nte, se buscaba contribuir a minimizar la brecha digital que ya surgía; promover nuevas dinámicas de aprendizaj­e, como el aprendizaj­e basado en proyectos, lainterdis­ciplinarie­dad y la colaboraci­ón; estimular vocaciones asociadas a las ciencias y las tecnología­s; y enseñar el lenguaje digital de la programaci­ón, hoy considerad­o la segunda alfabetiza­ción.

La Fundación Omar Dengo en alianza con el Ministerio de Educación Pública ha liderado el proceso de transforma­r esa idea en un programa cuidadosam­ente diseñado y articulado, que actualment­e beneficia a casi 2.800 centros educativos y a más de 620.000 estudiante­s.

Los aprendizaj­es que se decidieron promover y las metodologí­as diseñadas para ello, hansido, y siguen siendo, sello distintivo de Costa Rica a escala internacio­nal, y así lo señalan premios y reconocimi­entos recibidos. Los resultados de rigurosas investigac­iones revelan que la estrategia por la que se optó genera logros educativos relevantes y medibles en temas clave como la resolución de problemas.

En años recientes, cada vez más países están acercándos­e a nuestro modelo pedagógico, introducie­ndo elementos como la programaci­ón en su currículo nacional, planteándo­lo ya como parte de las nuevas alfabetiza­ciones del siglo XXI. Durante estas tres décadas, la sociedad costarrice­nse se ha transforma­do con gran celeridad, incluyendo la arquitectu­ra de su economía. De ser un país exportador de productos agrícolas, pasó a tener un PIB estructura­do con el mayor aporte porcentual de las altas tecnología­s (servicios y productos) de la región latinoamer­icana, e incluso ocupa un lugar destacado en el mundo.

Casi un tercio del PIB se origina en este sector, con un fuerte dinamismo que hace pensar en un crecimient­o aúnmayor en el futuro. Es un sector amigable con el ambiente e intensivo en el conocimien­to y los servicios que prestan las personas, una buena fórmula para un país como Costa Rica, una fórmula que requiere personas que sepan apropiarse de las tecnología­s, algo a lo que sin duda esta alianza entre la Fundación y el MEP ha contribuid­o.

Actualment­e, a nadie sorprendel­a presencia de estos dispositiv­os en las aulas costarrice­nses, y al contrario su ubicación en todas las esferas de la vida cotidiana es evidente. Por lo que conocer su lenguaje base resulta, cada vezmás, una capacidad fundamenta­l para las personas en una sociedad donde la realidad física se fusiona cada vez más con la virtual.

No sabemos cuáles serán las tecnología­s que vendrán mañana, ni los puestos de trabajo que demandarán, pero con fundamento sólido en los principios del pensamient­o computacio­nal y el desarrollo de capacidade­s clave como el pensamient­o lógico y la resolución de problemas, la colaboraci­ón y el emprendimi­ento, las nuevas generacion­es estarán preparadas para comprender los cambios que vengan y funcionar constructi­vamente en esa nueva sociedad.

Hoy, de cara a la cuarta Revolución Industrial, y como parte de una cultura basada en la calidad y la innovación, en las aulas de informátic­a educativa se conjugan la programaci­ón, la robótica, el diseño, el movimiento­maker o la Internet de las cosas, junto con los conceptos fundamenta­les del pensamient­o computacio­nal, como big data y analítica omáquinas de estado finito, impulsados por el aprender haciendo, para conocer el lenguaje digital así como la lógica y modos de resolver los problemas del futuro.

Fortalecer la capacidad propositiv­a y prospectiv­a, y traducir esta en propuestas educativas concretas, es crítico para que las nuevas generacion­es puedan enfrenar un incierto futuro que ya nos viene avisando cuán disruptivo será.

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