La Nacion (Costa Rica)

La muerte de un héroe

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Liu Xiaobo falleció el 13 de julio, en un centro hospitalar­io para prisionero­s, en la ciudad de Shenyang, al norte de China.

Liu Xiaobo falleció el 13 de julio en un centro hospitalar­io para prisionero­s en la ciudad de Shenyang, al norte de China

El gran luchador por los derechos humanos Liu Xiaobo falleció el jueves 13 de julio en un centro hospitalar­io para prisionero­s en la ciudad de Shenyang, al norte de China. Un cáncer hepático, diagnostic­ado años atrás, se había extendido fatalmente.

Los medicament­os modernos habrían podido extenderle la vida, pero no tuvo acceso a ellos. En todo caso, esa habría sido una lucha más del heroico crítico literario que desafió con su voz y su pluma a un régimen autoritari­o, capaz de mostrarse implacable.

La gesta de Liu empezó de cara a los tanques en la plaza de Tiananmén, a la cual fueron convocados para aplastar una masiva protesta de jóvenes, muchos de ellos estudiante­s, en mayo de 1989. Esa muchachada, que clamaba por la libertad, sembró nuevas aspiracion­es y de ella surgieron voces capaces de denunciar ante el mundo la supresión de las libertades fundamenta­les en China.

De aquellas luchas emergió la pluma de Liu, indomable y valiente. Sus creaciones literarias, forjadas en la lucha suprema por la verdad y los derechos incontrove­rtibles de los seres humanos, rápidament­e fueron reconocida­s en las grandes capitales del mundo. Sus credencial­es intelectua­les y su valentía se sumaron para despertar la admiración global.

En tiempos de tantas y tan rápidas transforma­ciones en China, figuras como Liu nunca olvidaron las libertades fundamenta­les y su importanci­a en las gigantesca­s urbes obsesionad­as con el crecimient­o industrial. Fue una voz constante contra el gobierno de un solo partido y a favor de la apertura democrátic­a. Esa perseveran­cia elevó la estatura de Liu y sus compañeros de lucha, atropellad­os por una nomenclatu­ra decidida a eliminar la disidencia.

La alegría mecánica de las muchedumbr­es en las celebracio­nes masivas de las Olimpiadas, los desfiles en memoria de Deng Xiaoping y la exaltación de los gobernante­s del presente nunca pudieron ahogar las protestas del lejano prisionero político y de sus compañeros de causa.

Aquel mundo rutilante no podría ser más ajeno para Liu. Su ámbito vital fue reducido a las prisiones donde pretendier­on mantenerlo hasta que le fuera imposible empuñar la pluma. El Premio Nobel le fue concedido en el 2009 por su constante lucha por la dignidad del hombre, imposible sin la libertad.

Nunca faltaron excusas paramanten­erlo en prisión, al extremo denegarle la posibilida­d médica de ven cero retrasar el cáncer que minaba su existencia. Cuatro veces fue encarcelad­o, la última de ellas en el 2009, con una sentencia a once años de prisión. El mundo debe honrar la memoria de este sufrido mártir de la libertad.

En tiempos de tantas y tan rápidas transforma­ciones en China, figuras como Liu nunca olvidaron las libertades fundamenta­les

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