Laboratorio de Arqueología indaga de dónde venimos
AAbierto desde 1968, resguarda 1.000 muestras de distintos tipos AMateriales provienen de unos 500 sitios arqueológicos
Sobre un trozo de papel aluminio y con ayuda de una pinza, la arqueóloga María López escudriña una muestra de suelo. Con paciencia y pericia, escarba entre la tierra en busca de semillas carbonizadas que revelen lo que comían personas que vivieron siglos atrás.
Solo se requiere una semilla, un trozo de madera quemado por las llamas de los fogones, hebras de textiles, almidones o simples restos vegetales, para que López y sus colegas del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Costa Rica (UCR) puedan datar la ocupación de determinado sitio y, a partir de allí, reconstruir cómo era la Costa Rica donde vivieron nuestros antepasados precolombinos.
“Uno trata de conocer a las sociedades que vivieron aquí y, como arqueólogos, trabajamos con objetos materiales para tratar de acercarnos a ellas”, comentó Carolina Cavallini, investigadora y asistente técnica del Laboratorio.
Este se ubica en el tercer piso de la Facultad de Ciencias Sociales, en la Ciudad de la Investigación de la UCR, y está cerrado al público, aunque ocasionalmente se realizan exposiciones en sus pasillos para que los estudiantes vean lo que allí se resguarda.
Lleva el nombre de su fundador, Carlos Humberto Aguilar Piedra, quien también es el padre científico del Monumento Nacional Guayabo, el sitio arqueológico más conocido de Costa Rica.
Aguilar insistió en la idea de tener un lugar donde se resguardaran materiales recolectados desde 1942, principalmente aquellos provenientes del sitio Retes, ubicado en las faldas del volcán Irazú.
En 1968, la UCR creó el Laboratorio. De hecho, su centro de documentación preserva los diarios de campo de Aguilar, escritos de su puño y letra.
Colecciones. En este laboratorio, se custodian materiales provenientes de unos 500 sitios arqueológicos en el país.
A nivelnacional, se desconocen cuántos sitios arqueológicos existen, aunque la plataforma Orígenes, del Museo Nacio- nal, reúne datos de más de 4.200 asentamientos precolombinos.
“Se sabe de ciertas áreas que tienen un alto potencial arqueológico, como Guanacaste, el Caribe y el Valle Central, pues tenían una alta densidad precolombina. Son sectores donde es muy probable que aparezca un sitio porque, al igual que en el presente, hay zonas más llamativas para que el ser humano habite”, dijo Patricia Fernández, coordinadora del Laboratorio.
Según Fernández, aunque parezca mentira, el Valle Central es una de las zonas menos conocidas arqueológica mente, debido a que yace debajo de la infraestructura que actualmente ocupamos. “Ahora que existe un nuevo boom construc- tivo, por ley se les exige una evaluación arqueológica, y eso nos ha permitido conocer más lo que hay en la Gran Área Metropolitana”, señaló Fernández.
En este medio siglo, los investigadores de la UCR han trabajado sitios como las faldas del volcán Irazú, el Monumento Nacional Guayabo (Turrialba), Pavas, Curridabat, Palo Verde, San Ramón, San Vito, Coto Brus y Corinto, en Guápiles.
Deallí se han extraído piezas de cerámica indígena, artefactos elaborados en piedra, jade, oro y conchas, entre otros. En cuanto a la colección de piezas cerámicas completas, esta asciende a 620, sin contar las cuentas de conchas, puntas de flecha, objetos de obsidiana, jade y oro que se preservan en la colección especial.
Además, el Laboratorio preserva más de 1.000muestras de suelo, plantas, semillas, y huesos humanos y animales.
Aparte de los diarios decampo, se resguardan 596 archivos, entre fotografías, planos, informes y documentos.
Al ser patrimonio nacional, las colecciones están disponibles a todos los investigadores que quieran consultarlas.
Restos orgánicos. López trabaja en la sala de análisis de restos orgánicos, de los cualeshay dos tipos. Los macroscópicos son aquellos que se ven a simple vista, como semillas, madera carbonizada, huesos y conchas.
“A partir de las maderas carbonizadas, podemos llegar al detalle de saber la especie de árbol que esa población utilizó”, acotó Fernández.
En tanto, los microrrestos solo pueden observarse a través del microscopio. Son los fitolitos (partículas vegetales que permanecen tras desaparecer la materia orgánica), polen, almidones y fibras textiles.
“Estos son útiles para conocer el tipo de dieta, los recursos vegetales y animales que esa población estaba consumiendo. De hecho, podemos reconstruir el entorno donde vivieron a partir de los restos de flora y fauna”, explicó López.
Estos materiales orgánicos tienen otra función: fechar el periodo en que cierto grupo ocupó un sitio a partir de la técnica del carbono 14.
Esas dataciones se complementan con el análisis del contexto en que vivieron los seres humanos. Por ello, los arqueólogos recolectan muestras de suelo en enterramientos o zonas habitacionales.
“Nosotros usamos estratigrafía (estudio de la disposición y características de las rocas sedimentarias a lo largo de las capas de suelo) para llevar el control. Por ejemplo, si estamos buscando semillas para identificar el tipo de alimentación, entonces podemos ver –según la estratigrafía– si esas especies cambiaron en el tiempo o si fue la misma especie siempre”, mencionó Fernández.
Como los asentamientos humanos de la actualidad, los sitios arqueológicos se ven amenazados por terremotos y deslizamientos, así como por ríos.
Así, la labor de los investigadores es, hasta cierto punto, una carrera contra el tiempo para encontrar respuestas a preguntas sobre nuestro pasado.