Importancia del riesgo
El gran reto del mundo contemporáneo, sobre todo en las condiciones actuales de cambio acelerado y disrupciones digitales, es la creciente incertidumbre o falta de certeza sobre acontecimientos futuros.
En tales circunstancias, al tomar una acción pueden asociarse diferentes resultados posibles con distintos grados o probabilidades de ocurrencia. Eso implica que podría haber riesgo de equivocarse y, por tanto, generar pérdidas o daños.
Esta situación compleja es cada vezmás cierta en la banca. Se trata de una actividad afecta al riesgo por la incertidumbre de muchas decisiones que se toman por parte de las administraciones o juntas directivas.
La gran diferencia con otras actividades es que la banca administra recursos de terceros que confían sus ahorros en dicha institución, con la esperanza de que sus gestores actuarán de forma responsable para devolver el principal más los inte- reses en el plazo acordado, pues fueron formados técnicamente en una gestión profesional de administración del riesgo.
Se acepta que en el negocio bancario hay tres tipos generales de riesgos. El más antiguo y conocido es el riesgo de crédito, que consiste en que el deudor no atienda el repago de los intereses y el principal adeudado, en las condiciones pactadas.
Los segundos, conocidos como de mercado, tienen que ver con la probabilidad de generar pérdidas por fluctuaciones en las tasas de interés, tipos de cambio, precios de las garantías de los créditos que desvaloricen los activos o las inversiones de la entidad, o bien, la imposibilidad de hacerles frente a las obligaciones por no tener el efectivo o la liquidez suficiente.
Finalmente, existen los riesgos operativo s que podrían ocasionar pérdidas por mal funcionamiento de la entidad, sea por malas formalizaciones de tipo legal de sus operaciones, fraudes, fallas tecnológicas, incumplimientos por falta de controles internos o de cumplimiento en prevención de lavado de dinero y, que, al final, afectan la reputación, confianza y credibilidad de la organización.
Si las directivas y administraciones de los bancos no se han formado en gestión profesional de riesgos, es como subirse a un avión, donde el piloto lo dirige sin instrumentos. Nadie, en su sano juicio y con previo conocimiento, cometería esta locura.