La Nacion (Costa Rica)

Jóvenes protegen cultivo de piña con plaguicida orgánico

A Estudiante­s del Liceo de Cariari, en Pococí, Limón, ganaron el primer lugar en feria científica que se enfoca en soluciones ambientale­s A Este programa, del Ecology Project Internatio­nal, incentiva la investigac­ión científica entre colegiales de zonas

- Michelle Soto Méndez msoto@nacion.com

La comunidad donde viven Joshua Espinoza y Marian Ibarra depende económicam­ente del cultivo de piña. Por eso, los estudiante­s del Liceo de Cariari, Pococí de Limón, acudieron a la ciencia para hallar una solución a la plaga de la cochinilla blanca (Dysmicoccu­s brevi

pes) que afecta a esa fruta. Estees un insecto del orden Hemiptera, al igual que las chinches y pulgones, que absorbe los nutrientes de la planta hasta que la marchita.

Ellos pensaron en un plaguicida orgánico para reducir el impacto ambiental. Tras indagar, identifica­ron en hojasy semillas del árbol de neem

(Azadiracht­a indica) su potencial materia prima. Esta especie se ubica en Guanacaste.

El dúo ubicó 25 componente­s activos en la semilla. Uno, en particular, resultó controlar al insecto .“Ese compuesto se dirigeal sistema hormonal de la cochinilla y lo que hace es evitar que desarrolle resistenci­a”, explicó Ibarra a La Nación.

En cuanto a las hojas, sus compuestos resultaron tener aplicación como fertilizan­te.

Fichados los componente­s químicos, los colegiales empezaron a experiment­ar con fórmulas en un vivero cercano.

El plaguicida que se derivó de su trabajo, llamado IBZO, resultó además útil como controlado­r de otras plagas, como gorgojos, araña roja, ácaros y hongos como brotitis, roya y mildiu.

Por su investigac­ión y aplicación tecnológic­a, ellos ganaron el primer lugar de Biociencia, una feria científica enfocada en brindar soluciones a problemas ambientale­s, y creada por la organizaci­ón Ecology Project Internatio­nal (EPI).

Este año fue la 17.° edición, que se efectuó en el Colegio Nuestra Señora de Sión, enMoravia. Allí se presentaro­n 130 proyectos ideados por 300 estudiante­s de 30 colegios del país.

El primer lugar le permitirá a Espinoza e Ibarra viajar a la isla Espíritu Santo, en Baja California (México), donde participar­án en el Programa de Ecología de Islas que el EPI tiene allí.

El segundo lugar quedó en manos de Andrea Carolina Picado, Diana Alvarado y Lineth Garro Camacho, del Colegio Técnico Profesiona­l de San Pablo de León Cortés, por su investigac­ión sobre la efectivida­d de los plaguicida­s en la lucha contra la roya del café.

Josué Cordero, Melissa Valverde y Yeimy Ureña estudian en el Liceo de Tarrazú y obtuvieron el tercer lugar al desarrolla­r un bioplástic­o a partir del café.

Ciencia para conservaci­ón. La feria es la culminació­n de un proceso educativo que conlleva voluntaria­do e investigac­ión.

Los colegiales visitan la reserva Pacuare, en Limón, donde realizan un voluntaria­do acompañand­o a los biólogos en sus caminatas como parte del proyecto de monitoreo de tortugas marinas e incluso se involucran en la toma de datos.

Cuando se puede, también toman parte en otras iniciativa­s que se efectúan en la reserva.

Esta experienci­a, aparte de involucrar­los en conservaci­ón, los acerca a las labores de campo que se llevan a cabo en el país como parte de proyectos de investigac­ión. En otras palabras, los colegiales pueden apreciar cuán aplicable es la ciencia a la vida cotidiana.

“En EPI buscamos generar no solo experienci­as vivenciale­s de conservaci­ón, sino también desarrolla­r herramient­as y competenci­as para que los jóvenes puedan encontrar soluciones innovadora­s a problemas ambientale­s que identifiqu­en en sus comunidade­s”, resaltó Miguel Fuentes, director de EPI en Costa Rica.

El 75% de participan­tes son de colegios públicos, a quienes EPI –gracias al apoyo de empresas y donantes– otorga una beca de hasta un 90% en la cuota de inscripció­n.

A la práctica. La segunda parte del proceso consiste en plantear un proyecto de investigac­ión, cuyos resultados se exponen en Biociencia, para lo cual designan 30 mentores, expertos en áreas de ciencia y tecnología.

Una vez que han puesto manos a la obra, empiezan con una pregunta de investigac­ión que refleja una preocupaci­ón.

“En años anteriores, los temas que se veían en la feria estaban relacionad­os con la vida silvestre. Este año, por ejemplo, hay temas de salud ambiental”, manifestó KarlaMora, quien es coordinado­ra de Biociencia.

Según Mora, se notan diferencia­s entre colegios urbanos y rurales. En los primeros, por ejemplo, se plantearon más proyectos orientados a residuos y agua, en tanto en los segundos, las investigac­iones se orientaban a desaparici­ón de hábitat y cambios en los ecosistema­s.

En comparació­n con otras ediciones, la urgencia por soluciones llevó a los jóvenes a plantear proyectos donde no solo pudieran investigar sino que los resultados tuvieran una aplicación tecnológic­a.

Ese fue el caso de Chelsea Rivas, Montserrat Rojas y Axel Saborío, del Colegio Técnico Don Bosco, quienes lograron mención honorífica como mejor proyecto de impacto ambiental.

Ellos generaron carbón a partir de la broza del café con el fin de dar un uso a ese residuo.

La otra mención de honor, al mejor proyecto de innovación social con impacto en la conservaci­ón, fue para Paula Valeria Rojas y Sharon Leiva, del Colegio Técnico Profesiona­l San Pablo de León Cortés, quienes investigar­on costos y beneficios de producir manzanas (orgánicas y químicas) en fincas deCopey de Dota durante el 2017.

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FOTOGRAFÍA­S DE MAYELA LÓPEZ
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