Jóvenes protegen cultivo de piña con plaguicida orgánico
A Estudiantes del Liceo de Cariari, en Pococí, Limón, ganaron el primer lugar en feria científica que se enfoca en soluciones ambientales A Este programa, del Ecology Project International, incentiva la investigación científica entre colegiales de zonas
La comunidad donde viven Joshua Espinoza y Marian Ibarra depende económicamente del cultivo de piña. Por eso, los estudiantes del Liceo de Cariari, Pococí de Limón, acudieron a la ciencia para hallar una solución a la plaga de la cochinilla blanca (Dysmicoccus brevi
pes) que afecta a esa fruta. Estees un insecto del orden Hemiptera, al igual que las chinches y pulgones, que absorbe los nutrientes de la planta hasta que la marchita.
Ellos pensaron en un plaguicida orgánico para reducir el impacto ambiental. Tras indagar, identificaron en hojasy semillas del árbol de neem
(Azadirachta indica) su potencial materia prima. Esta especie se ubica en Guanacaste.
El dúo ubicó 25 componentes activos en la semilla. Uno, en particular, resultó controlar al insecto .“Ese compuesto se dirigeal sistema hormonal de la cochinilla y lo que hace es evitar que desarrolle resistencia”, explicó Ibarra a La Nación.
En cuanto a las hojas, sus compuestos resultaron tener aplicación como fertilizante.
Fichados los componentes químicos, los colegiales empezaron a experimentar con fórmulas en un vivero cercano.
El plaguicida que se derivó de su trabajo, llamado IBZO, resultó además útil como controlador de otras plagas, como gorgojos, araña roja, ácaros y hongos como brotitis, roya y mildiu.
Por su investigación y aplicación tecnológica, ellos ganaron el primer lugar de Biociencia, una feria científica enfocada en brindar soluciones a problemas ambientales, y creada por la organización Ecology Project International (EPI).
Este año fue la 17.° edición, que se efectuó en el Colegio Nuestra Señora de Sión, enMoravia. Allí se presentaron 130 proyectos ideados por 300 estudiantes de 30 colegios del país.
El primer lugar le permitirá a Espinoza e Ibarra viajar a la isla Espíritu Santo, en Baja California (México), donde participarán en el Programa de Ecología de Islas que el EPI tiene allí.
El segundo lugar quedó en manos de Andrea Carolina Picado, Diana Alvarado y Lineth Garro Camacho, del Colegio Técnico Profesional de San Pablo de León Cortés, por su investigación sobre la efectividad de los plaguicidas en la lucha contra la roya del café.
Josué Cordero, Melissa Valverde y Yeimy Ureña estudian en el Liceo de Tarrazú y obtuvieron el tercer lugar al desarrollar un bioplástico a partir del café.
Ciencia para conservación. La feria es la culminación de un proceso educativo que conlleva voluntariado e investigación.
Los colegiales visitan la reserva Pacuare, en Limón, donde realizan un voluntariado acompañando a los biólogos en sus caminatas como parte del proyecto de monitoreo de tortugas marinas e incluso se involucran en la toma de datos.
Cuando se puede, también toman parte en otras iniciativas que se efectúan en la reserva.
Esta experiencia, aparte de involucrarlos en conservación, los acerca a las labores de campo que se llevan a cabo en el país como parte de proyectos de investigación. En otras palabras, los colegiales pueden apreciar cuán aplicable es la ciencia a la vida cotidiana.
“En EPI buscamos generar no solo experiencias vivenciales de conservación, sino también desarrollar herramientas y competencias para que los jóvenes puedan encontrar soluciones innovadoras a problemas ambientales que identifiquen en sus comunidades”, resaltó Miguel Fuentes, director de EPI en Costa Rica.
El 75% de participantes son de colegios públicos, a quienes EPI –gracias al apoyo de empresas y donantes– otorga una beca de hasta un 90% en la cuota de inscripción.
A la práctica. La segunda parte del proceso consiste en plantear un proyecto de investigación, cuyos resultados se exponen en Biociencia, para lo cual designan 30 mentores, expertos en áreas de ciencia y tecnología.
Una vez que han puesto manos a la obra, empiezan con una pregunta de investigación que refleja una preocupación.
“En años anteriores, los temas que se veían en la feria estaban relacionados con la vida silvestre. Este año, por ejemplo, hay temas de salud ambiental”, manifestó KarlaMora, quien es coordinadora de Biociencia.
Según Mora, se notan diferencias entre colegios urbanos y rurales. En los primeros, por ejemplo, se plantearon más proyectos orientados a residuos y agua, en tanto en los segundos, las investigaciones se orientaban a desaparición de hábitat y cambios en los ecosistemas.
En comparación con otras ediciones, la urgencia por soluciones llevó a los jóvenes a plantear proyectos donde no solo pudieran investigar sino que los resultados tuvieran una aplicación tecnológica.
Ese fue el caso de Chelsea Rivas, Montserrat Rojas y Axel Saborío, del Colegio Técnico Don Bosco, quienes lograron mención honorífica como mejor proyecto de impacto ambiental.
Ellos generaron carbón a partir de la broza del café con el fin de dar un uso a ese residuo.
La otra mención de honor, al mejor proyecto de innovación social con impacto en la conservación, fue para Paula Valeria Rojas y Sharon Leiva, del Colegio Técnico Profesional San Pablo de León Cortés, quienes investigaron costos y beneficios de producir manzanas (orgánicas y químicas) en fincas deCopey de Dota durante el 2017.