La Nacion (Costa Rica)

Desafortun­ado homenaje de la Academia Morista

- Los autores son Estrella Cartín de Guier, Albino Chacón, Amalia Chaverri, Julieta Dobles, Marilyn Echeverría, Mía Gallegos, Rafael Ángel Herra, Víctor Hurtado Oviedo, Emilia Macaya, Arnoldo Mora Rodríguez, Mario Portilla Chaves, Carlos Rubio Torres y Víct

El 30 de setiembre último, en Puntarenas, la Academia Morista Costarrice­nse celebró un homenaje al héroe y libertador Juan Rafael Mora Porras. Como parte de la conmemorac­ión, ocurrió algo que llama profundame­nte la atención, teniendo en cuenta el objetivo fundamenta­l de dicha Academia, cual es el conocimien­to y la exaltación de la figura patriótica de don Juan Rafael Mora y lo que este representa para los valores nacionales y la reconstitu­ción de Costa Rica como país a partir de la Campaña de 1856.

Lo que señalamos con asombro es que, en el marco de esa celebració­n, se rindió un homenaje al escritor nicaragüen­se Jorge Eduardo Arellano y se lo nombró miembro correspond­iente en Nicaragua de dicha Academia. La entre- ga de la venera que lo acredita como tal le fue impuesta al señor Arellano por el mismísimo presidente de la República, Luis Guillermo Solís. Dada la representa­tividad que tiene quien ocupa la Presidenci­a de la República, ello significa que el homenaje no solo lo concedió la Academia Morista, sino el propio país por medio de su máxima autoridad.

Presumimos que los miembros de la Academia Morista, al igual que don Luis Guillermo Solís, no tenían conocimien­to de las ofensivas expresione­s que hacia Costa Rica, su cultura y sus habitantes ha manifestad­o el señor Arellano. Para muestra vayan varios botones tomados de la presentaci­ón que de nuestro país hace dicho señor en su Literatura centroamer­icana / Diccionari­o de autores contemporá­neos / Fuentes para su estudio (2003), uno de sus más conocidos libros.

Ofensas. En la sección “Formación del Estado y literatura de ideas en Costa Rica”(pp. 15-23 del libro mencionado), mediante elaboració­n propia o apoyándose en fuentes que utiliza para legitimar su propia valoración de nuestro país, el señor Arellano se permite decir que “el costarrice­nse contemporá­neo se ha formado en medio de emociones superficia­les –como la afición al fútbol– y de un sentido carnavales­co de la vida y las elecciones” (p. 16).

Eso es solo el inicio porque, algunos párrafos más adelante, apuntará que el costarrice­nse no tiene “un sentido heroico y poético de la existencia, como el nicaragüen­se” (p. 19).

Las perlas principale­s las ofrece en la última sección, con el ofensivo subtítulo, de inspiració­n vasconceli­ana, El costarrice­nse y su “aura mediocrita­s”, porque esa es la visión que Arellano tiene de Costa Rica. Ahí, manipuland­o algunas citas para justificar su propia percep- ción, apunta: “Costa Rica (país de papier maché lo definió un español) se ha acreditado una retahíla que Víctor Hugo aplicó a los Estados Unidos y Miguel de Unamuno a las islas Canarias: que es la tierra de las flores sin olor y de las frutas sin sabor, de las mujeres sin pudor y de los hombres sin honor” (p. 22).

Si lo anterior no bastase, las dos joyas mayores las ofrece al final. La primera, cuando asevera: “Con todo, el ‘tico’ no es un pueblo de autores –de grandes individual­idades creadoras– como el nicaragüen­se, sino de actores. Prácticame­nte, encarna el concepto social de la mediocrida­d, tal como la desarrolla José Ingenieros. Incapaz de formarse un ideal, el costarrice­nse –rutinario y manso– comparte la ajena hipocresía moral y ajusta su carácter a las domesticid­ades convencion­ales. ‘Están fuera de su genio el ingenio, la virtud y la dignidad, privilegio de los caracteres excelentes’ –afirmaba Ingenieros del hombre mediocre, destino al que está condenado el ‘tico’” (pp. 22 y 23).

En la segunda joya, con la que culmina la serie de exabruptos, Arellano nos hace saber: “El costarrice­nse, si es posible definir a este ser refractari­o a la pasión y a la sinceridad, no ha tenido límites en elaborar una fuerte mediocraci­a a nivel nacional” (p. 23).

Error presidenci­al. Cualquiera, nacional o extranjero, puede pensar lo que le apetezca sobre Costa Rica y lanzar la diatriba que quiera; este no es el problema. Lo extraño es que a esa persona se le rinda un homenaje por parte de la Academia Morista Costarrice­nse y se lo nombre miembro correspond­iente en Nicaragua. Para mayor crédito de ello, es la propia Presidenci­a de la República –“embarcada” en esa acción, como se dice popularmen­te– la que le impone la venera que lo constituye oficialmen­te como tal.

El señor Arellano debe de haber considerad­o que ese insólito homenaje que –a pesar de su ludibrio– le rindieron aquellos que, según su ideario, están obligados a velar por la dignidad de Costa Rica, es precisamen­te la confirmaci­ón de sus opiniones sobre nuestro país.

Según el nicaragüen­se Jorge Arellano, el ‘tico’ es ‘un ser refractari­o a la pasión y a la sinceridad’

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