Directora en zona indígena obtiene Premio Nacional de Educación
Reconocimiento incluye un año sabático, durante el cual se dedicará a aprender inglés y ayudará en la construcción de un albergue
En 1989, hacían falta docentes deseosos de trabajar en zonas indígenas por ser estas de difícil acceso, y Ana Cecilia Vásquez dio un paso al frente y se presentó como aspirante para laborar en esos lugares.
El compromiso con la educación indígena que sintió entonces, se ha mantenido en el tiempo, y es por eso que esta mujer, de 50 años y vecina de Buenos Aires, Puntarenas, recibió ayer martes el Premio Nacional de Educación 2017 Mauro Fernández Acuña.
Vásquez aprovechó un convenio entre la Universidad Nacional (UNA) y el Ministerio de Educación Pública (MEP) para iniciar así su formación.
“Empecé a estudiar y trabajar; eso hizo que me fuera enamorando cada día más de las aulas”, aseguró.
La mujer también contó que tiene un bachillerato en Educación Indígena, “porque uno tiene que sensibilizarse (para atender) a las comunidades. Es una cultura diferente, con su propia cosmovisión”, agregó sonriente.
Además de ese título de grado, la docente posee una maestría en Educación Rural Centroamericana.
De sus 28 años de trayectoria en el sistema educativo, primerofue bibliotecóloga, luego maestra y finalmente directora de la Escuela de Ujarrás, en la zona sur del país, ubicada siete kilómetros al norte del cantón de Buenos Aires, en Puntarenas.
Vásquez aseguró que en su labor ha procurado el rescate de las tradiciones autóctonas y el respeto por la naturaleza entre sus alumnos, sin dejar de lado la labor innovadora, el entusiasmo y la creatividad que deben aportar los maestros de escuelas rurales.
Mérito al esfuerzo. En Ujarrás, el 71% de la población tiene dominio del cabécar y su actividad económica principal es la agricultura.
Aunque se comunica con sus estudiantes en español, pues casi no habla la lengua indígena, la maestra no dudó en iniciar su discurso en ese idioma durante la ceremonia de premiación que se llevó a cabo en el auditorio de Casa Presidencial, en Zapote.
En el acto estuvieron presentes la ministra de Educación, Sonia Marta Mora, y el presidente de la República, Luis Guillermo Solís.
Según afirmó, este reconocimiento para ella es “un regalo de Sibö, de Dios”, al esfuerzo que ha realizado, al amor y a la entrega. “A veces uno no se cree apto para un premio de estos y en educación. Realmente, no hay palabras para expresar lo que significa”, expresó , visiblemente emocionada.
Entre las memorias que atesora, está haber sido la maestra de un estudiante en primer grado y, años después, ver a ese mismo alumno convertido en docente de escuela, también de primer grado.
Asimismo, la emociona recordar las “caritas” que llegan “todas tímidas” al kínder y luego reciben el título cuando están en sexto grado.
Su entrega también ha sido reconocida por el Consejo Local de Educación Indígena (CLEI), instancia que, en conjunto con el MEP, decide quiénes pueden impartir lecciones, para preservar la cultura de los indígenas.
“Yo tengo el apoyo de ellos; sonmuchos años ahí. Ellos me han aceptado a pesar de que yo no soy indígena”, manifestó.
Sacrificio y alegría familiar. El reconocimiento de la educadora fue celebrado por su familia, compuesta por su esposo, Óscar Madrigal, y sus cuatro hijos.
“Yo creo que se lo merece, ha trabajado, ha luchado, y se esmera en lo que hace. Este es un momento muy especial”, comentó Madrigal, quien reconoce en su esposa desde hace 30 años a una persona con gran entrega que ama lo que hace.
La pasión de Vásquez por su trabajo ha significado también sacrificio; por eso, este es un triunfo de todos los integrantes de la familia.
“Desde que estamos juntos, ella comenzó a trabajar en el MEP. Eso significó semanas enteras solo, mientras ella estaba en la escuela y se quedaba en territorio [indígena] porque no podía viajar todos los días”, afirmó el cónyuge de la educadora.
Madrigal incluso debió lidiar con la preocupación de no saber de ella. “No estábamos como hoy, con la tecnología y los teléfonos en la mano. Había que esperar dos o tres días para saber cómo estaba [ella]. Eso fue difícil, incluso con nuestros propios hijos, porque ellos permanecían en la casa mientras ella trabajaba”, recordó.
A pesar de considerar que aquellos fueron tiempos “difíciles”, Madrigal aseguró que todo valió la pena. “Hoy vemos la recompensa”, sostuvo.
El Premio Nacional de Educación se otorga desde 1986 a docentes destacados. El mecanismopara escoger al ganador pasa primero por una selección regional. Luego, un jurado nacional, integrado por autoridades delMEP, laAsambleaLegislativa y el Magisterio Nacional, se encarga de elegir al laureado.
El premio para Vásquez será un año sabático, una medalla de oro y una remuneración equivalente a un salario.
Durante ese año se dedicará a aprender inglés y, además, colaborará con la construcciónde un albergue en la comunidad donde se ubica la Escuela de Ujarrás, pues la localidad se vio muy afectada luego del paso de la tormenta Nate.
“UNO TIENE QUE SENSIBILIZARSE (PARA ATENDER) A LAS COMUNIDADES (INDÍGENAS). ES UNA CULTURA DIFERENTE, CON SU PROPIA COSMOVISIÓN. “(EL PREMO) ES UN REGALO DE SIBÖ, DE DIOS, AL ESFUERZO QUE YO HE REALIZADO. A VECES UNO NO SE CREE APTO PARA UN PREMIO DE ESTOS Y EN EDUCACIÓN. REALMENTE, NO HAY PALABRAS PARA EXPRESAR LO QUE SIGNIFICA. Ana Cecilia Vásquez Educadora