La Nacion (Costa Rica)

Si no votas, te botan

- Jaime Robleto

Privilegio. es porque lo es.

No hay excusa: el menú electoral, por así decirlo, nunca ha sido más variado

Gracias a Dios, ninguno de los supuestos anteriores aplican para el caso de Costa Rica. Tenemos la dicha (no siempre valorada en su justa dimensión) de que el voto individual y secreto de cada ciudadano se verá fielmente reflejado en el conteo final.

No es poca cosa esa falta de distorsión; es, en realidad, una clara bendición de la que gozamos cada cuatro años y que no debemos desperdici­ar.

No se vale invocar la gastada excusa de que no hay por quién votar. El menú electoral, por así decirlo, nunca ha sido más variado y no es difícil encontrar empatía con algún grupo dentro del abanico de posibilida­des ofertadas.

Como es bien sabido, hacer nada, es hacer algo. La indolencia tiene un precio histórico caro; en cambio, la toma de una decisión requiere una cierta dosis de sabiduría.

No se debe incurrir en la falacia de la generaliza­ción de que todas las personas que quieren gobernar tienen una agenda oculta en provecho propio, bajo sertos a través de malabares semánticos.

Esta vez escribo con la sencillez e inocencia de un niño con un buen motivo para hacerlo: evitar que, teniendo la invitación a la fiesta, usted no asista a ella.

Hasta los 17 años de edad, experiment­é dos dictaduras, por ello puedo asegurar que, con independen­cia de la ideología con que dicen cobijarse los gamonales, se trata de dos caras de la misma moneda, sufren la obsesión de perpetuars­e en el poder.

En los Estados fallidos, las elecciones se maquillan de colores espurios y desfilan al son del mejor postor o, peor aún, de quien se siente dueño de su finca/país. Se compran votos incluso a los encargados oficiales de la supervisió­n de los comicios.

Otra modalidad usada es la fragmentac­ión de los poderes del Estado, o, se incurre en un franco o mal disimulado fraude sin supervisió­n de organismos internacio­nales. Si algo de esto le parece conocido esa premisa solo cabría la anarquía y el caos; lo que no es aceptable.

Discernir quién sí y quién no, es difícil, pero es un acto personalís­imo que se ejerce votando, y podría llegar a equiparse a un salto de fe.

Es un poco como el fútbol, que tanto nos gusta: aunque no siempre tenemos claro por qué somos seguidores de un equipo determinad­o, porque puede ser un asunto heredado o familiar, siempre tenemos la posibilida­d de evaluar el rendimient­o de los jugadores.

A manera de desiderata, insufle aire a los pulmones de nuestra perfectibl­e democracia, acuda a las urnas en febrero del 2018, tome decisiones y vote; es un privilegio. Que no le suceda como dice Serrat: que lo sorprenda la vida y despierte sin saber que pasó sentado sobre una calabaza. E l título de este artículo es un juego con palabras homónimas; es decir, aquellas que suenan igual, pero tienen significad­os muy diferentes, por lo cual resulta fundamenta­l conocerlos para entender sus diferencia­s y aplicarlas de forma adecuada.

Es evidente la existencia de una intención pícara en el enunciado, pero existe ausencia de malicia, pues en mi condición de funcionari­o la ley me impide manifestar simpatía partidista o lo opuesto a ella en la política costarrice­nse.

De tal manera, estimada persona que me lee, no pierda por favor su tiempo escarbando entre líneas porque no hay dolo, ni mensajes ocultos in- in extremis, ■

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