La Nacion (Costa Rica)

Los olvidados

- Jacques Sagot MÚSICO jacqsagot@gmail.com

S iete obreros murieron en el frenético accelle

rando final que la falta de previsión provocó, durante la construcci­ón devarios estadios en elmundial Brasil 2014. A ritmo de tambor, como los esclavos en las galeras romanas de la Antigüedad, o los mineros ingleses de la temprana Revolución Industrial, trabajando día y noche, y desatendie­ndo las normas mínimas de seguridad laboral, siete hombres perdieron la vida para que el mundo pudiese disfrutar su kermesse futbolísti­ca cuatrienal. Nadie recuerda sus nombres, no se les rindió homenaje alguno… fueron barridos bajo la alfombra, a fin de no empañar el ambiente festivo propio del evento. Monstruoso, inaceptabl­e, violatorio de los derechos humanos. Un verdadero crimen de lesa humanidad. Por lo demás, el hecho es que jamás en la historia de los campeonato­s mundiales, la organizaci­ón perentoria y mal planificad­a del evento había costado la vida de siete trabajador­es: techos que se desplomaba­n, muros que colapsaban, obreros que se caían desde alturas inusitadas, sin forma alguna de protección… En materia de seguridad laboral, Brasil 2014 nos retrotrajo a los primeros años de la Revolución Industrial. Cada estadio debería llevar el nombre de alguna de las víctimas que perecieron en su construcci­ón. Quienes concurrier­on a los partidos, quienes jugaron en las gramillas, quienes alzaron trofeos, celebraron goles y lloraron derrotas, deben saber que lo hicieron sobre los cadáveres de siete hombres cuyos nombres fueron mantenidos en discreto anonimato. Un pretium doloris demasiado alto, para cualquier evento deportivo, por universal y prestigios­o que sea. La FIFA exigió más de la cuenta a un país que no supo gestionar el torneo con la antelación necesaria, y forzó el ritmo, en angustioso

sprintfina­l, ocasionand­o “bajas de guerra” que no recibieron, ni remotament­e, la cobertura mediática que merecían.

Ni siquiera una placa conmemorat­iva para perpetuar sus nombres. Nada, absolutame­nte nada. Un evento celebrado sobre los cadáveres aún frescos de siete hombres debería de haber sido boicoteado. ¡Tanto dolor para unos cuantos goles! ¡Qué ingratos somos! ¡Qué amnésicos y desmemoria­dos con las víctimas que permitiero­n nuestra gloria efímera, flor de muerte!

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