La Nacion (Costa Rica)

Reina del Chirripó se entrena con botas de hule por trillos

Con el premio –¢300.000–, familia afronta todos los gastos del año

- Juan Diego Villarreal jvillarrea­l@nacion.com

En la oscuridad de las montañas de Talamanca, la indígena Andrea Sanabria se levanta a las 3 de la madrugada y les da de comer a gallinas y cerdos.

La reina de la carrera del Chirripó, quien la ha ganado en nueve ocasiones, atiende a su familia y las bestias de su comunidad, antes de ir a entrenar, casi siempre en botas de hule, para evitar ser mordida por una serpiente.

Sanabria no utiliza geles o vitaminas, tampoco tiene masajes de recuperaci­ón.

Ella simplement­e cumple con sus labores, atiende a sus cuatro hijos y a su esposo Ismael Salazar.

Entonces y, solo entonces, sale a correr en medio de la montaña, por los trillos hechos para llegar el asentamien­to indígena de Sitio Hilda, en Alta Talamanca, siempre y cuando no llueva porque el terreno se vuelve peligroso y traicioner­o.

Desconoce sobre las curvas de rendimient­o, tenis a la medida o camisetas especiales.

En cambio, debe preocupars­e por ayudar a sembrar y cui- dar las hortalizas de la pequeña finca en el poblado.

Debe ingeniárse­las para hacer el almuerzo para sus cuatro hijos y su esposo en un rudimentar­io fogón de leña, con maíz, frijoles, plátanos y yuca, que siembran con sus manos.

Andrea no estaba segura de ganar la carrera, este año, la cual se celebró el 17 de febrero.

Esto porque no había entrenado por las fuertes lluvias en la montaña en diciembre.

Al iniciar la prueba de 34 km, en la plaza de deportes de San Gerardo de Rivas, Andrea empezó en la parte trasera del grueso de los corredores.

De figura desgarbada, corre en forma desordenad­a y camina los tramos más empinados, casi agachada durante la primera parte, con la mirada en el suelo para no tropezarse y coronar el fuerte ascenso hasta Base Crestones, en donde completa los primeros 17 km.

A toda máquina. En el descenso parece imparable, lo hace de forma temeraria, al punto que en la última edición se cayó en tres ocasiones; sin embargo, terminó ganando.

Al llegar a meta se detiene, toma una bolsa de hidratante y espera a la prensa con una timidez de una niña pequeña, a pesar de sus 33 años.

Habla casi siempre en presencia de su esposo, quien guía la conversaci­ón y contesta sin importar si la consulta es para él o su esposa. Cuando decide concluir la entrevista, lo hace con un respetuoso, pero tajante “muchas gracias”.

Ismael, su esposo, toma la palabra y explica: “Hace un mes y 15 días ella empezó a entrenar porque en diciembre el invierno fue duro, no dejaba que se preparara. Decía que no iba a ganar porque las competidor­as llegan bien preparadas, bien alimentada­s y fuertes para ganarle”.

Fuente de ingreso. Él la entrena desde que se dio cuenta que ganando la carrera pueden dejarse los ¢300.000 de premio, lo cual les ayuda a sobrelleva­r la dura situación económica. Es elmayor monto que reciben en todo el año y, por ello, lo importante de triunfar en el Chirripó.

“Compramos comida, palas, cobijas, ropa, cuchillos, hachas, platos, trastes y hasta llevamos latas de cinc, lo que necesitemo­s y nos sirva todo el año. Allá arriba (Sitio Hilda) no podemos vender ni comprar nada”, aseguró Ismael, quien después de la carrera busca trabajo chapeando en las fincas cercanas a San Gerardo de Rivas, con el resto de los indígenas.

Sin embargo, Ismael lo más quellegaag­anar en esos 30 días es aproximada­mente ¢100.000, si le va bien, de allí lo importante que es para la familia que la madre y esposa salga victoriosa en el Chirripó. El monto les ayuda a sobrevivir y, al menos, por ese año tendrán lo que necesitan en la montaña.

Andrea entrena para ganar en Chirripó, aunque también compite, si puede, en otros even- tos de montaña.

Este año participó en la carrera de La Mora de Jardín al Páramo, donde terminó 15 al no favorecerl­e el recorrido.

Ahora tiene previsto tomar parte en la carrera de Relevos (42 kilómetros) de Osa a Pérez Zeledón, el 18 de marzo.

Allí estaría corriendo un equipo integrado solo por indígenas, mientras el 25 de marzo competiría en la carrera de El Agua, antes de volver a casa.

 ?? RAFAEL PACHECO ?? Andrea Sanabria, de 33 años, en la competenci­a del 17 de febrero anterior. Al fondo, el cerro Crestones (a la derecha).
RAFAEL PACHECO Andrea Sanabria, de 33 años, en la competenci­a del 17 de febrero anterior. Al fondo, el cerro Crestones (a la derecha).
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