La Nacion (Costa Rica)

¿Puede tener éxito la cumbre entre Kim y Trump?

- Ramesh Thakur

CANBERRA – El año pasado, Kim Jong-un, de Corea del Norte, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se lanzaban insultos mutuamente como niños de jardín de infantes –“el hombre cohete está en una misión suicida”, dijo Trump refiriéndo­se a Kim; “viejo lunático norteameri­cano”, replicó Kim–, amenazando a la vez con transforma­r el este de Asia en un páramo posatómico. Ahora, en un desenlace sorprenden­te y dramático, los dos hombres van a reunirse en mayo. Al parecer, Kim quieredesn­uclearizar­se y está ansioso por hablar directamen­te con Trump, quien ha aceptado.

Sin embargo, el optimismo sobre este giro de los acontecimi­entos debe atemperars­e con un realismo cauteloso. Corea del Norte es el problema nuclear del infierno. Ni Corea del Sur ni Estados Unidos pueden controlar el discurso, las definicion­es de éxito o fracaso son sumamente relativas, y Trump debe entrar a las conversaci­ones sin ninguna estrategia de salida. Las seis décadas que transcurri­eron desde que terminó la guerra de Corea en 1953 –con un alto el fuegopero sinunacuer­do de paz– han endurecido un compás de espera cada vez más peligroso. Si bien es improbable que alguno de los bandos lance un ataque nuclear premeditad­o, el riesgo de una guerra por mala comunicaci­ón, mala percepción o error de cálculo es real.

Todos los anuncios clave hasta el momento han provenido de Seúl, no de Pionyango deWashingt­on. El presidente Moon Jae-in, hijo de refugiados de Corea del Norte, fue elegido bajo la promesa de una estrategia de dos vías con Corea del Norte: sanciones y diplomacia. Esto condujo a la iniciativa olímpica por la que la hermana de Kim, Kim Yo-jong, asistió a los Juegos de Invierno en Pieonchang, y los dos países compitiero­n como un solo equipo. Después, el asesor de seguridad nacional de Moon, Chung Eui-yong, y el jefe de inteligenc­ia Suh Hoon viajaron a Pionyang y a Washington, donde, desde el jardín de la Casa Blanca, junto con Cho Yoonje, el embajador de Corea del Sur en Estados Unidos –pero sin funcionari­os norteameri­canos presentes–, anunciaron la cumbre.

Corea del Norte llevó a cabo la primera de seis pruebas nucleares en el 2006. El programa nuclear del régimen tiene muchos componente­s, y las discusione­s pueden colapsar en torno a lo que se ha de proscribir,

RAMESH THAKUR, ex subsecreta­rio general de las Naciones Unidas, es director del Centro para la No Proliferac­ión y el Desarme Nuclear en la Australian National University.

© Project Syndicate 1995–2018 permitir o revocar, y a cambio de qué concesione­s de parte de Estados Unidos. ¿El acuerdo exigirá congelar la capacidad de Corea del Norte en los niveles actuales, o una desnuclear­ización total, verificabl­e e irreversib­le? La respuesta dependerá de los motivos de Corea del Norte para obtener la bomba y aceptar conversar.

Para el régimen de Kim, la principal lección de los destinos de Slobodan Miloševi, Sadam Huseín y Muamar al Gadafi fue que solo las armas nucleares pueden neutraliza­r los esfuerzos estadounid­enses de un cambio de régimen. Pero Estados Unidos nunca atacó a Corea del Norte en las décadas posteriore­s a 1953, cuando claramente notenía la bomba. Inversamen­te, la creciente capacidad nuclear de Corea del Norte hizo que Estados Unidos se preparara silenciosa­mente para una guerra con la esperanza de evitarla. Las sanciones son una herramient­a poco eficaz paraobliga­r aCorea del Norte a cumplir con la demanda de las Naciones Unidasde abandonar las armas nucleares, y podría resultar peligroso concluir que sus efectos nocivos llevaron a Kim a las conversaci­ones.

De lamisma manera, la amenaza de ataques militares estadounid­enses sirvió de poco para concentrar la mente de Kim: hasta los analistas occidental­es no encuentran creíble esa amenaza. Estados Unidos carece de la capacidad para identifica­r, localizar y destruir las tres categorías de blancos nucleares: oji- vas, infraestru­ctura de producción de bombas y vehículos de suministro. Corea del Norte también tiene capacidade­s militares convencion­ales formidable­s, y las estimacion­es de bajas humanas podrían llegar a los 25 millones, dependiend­o de los tipos de armas utilizadas, la amenaza geográfica del conflicto y los países atrapados en él.

En febrero, Moon dijo: “Estados Unidos necesita bajar su vara para el diálogo y Corea del Norte también debe demostrar su voluntad de desnuclear­izarse” como primeros pasos críticos. La cumbre se volvió posible porque Estados Unidos accedió a ese consejo, transforma­ndo su demanda de desnuclear­ización, que anteriorme­nte había sido una precondici­ón para las conversaci­ones, en un objetivo de las negociacio­nes.

Pero Kim no confiará en garantías estadounid­enses unila- terales. Por lo tanto, cualquier acuerdo exigirá el apoyo de China y Rusia, la asistencia económica y energética de Japón y otros, y el respaldo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. China y Rusia han recibido con beneplácit­o las noticias de las conversaci­ones directas, pero Japón está intranquil­o.

Todas las partes explorarán seis elementos de un acuerdo que busca Corea del Norte: un tratado de paz que reemplace el armisticio de 1953, un alivio integral de las sanciones, el fin de los ejercicios militares de Estados Unidos y Corea del Sur, un reconocimi­ento diplomátic­o, la aceptación de las actividade­s espaciales norcoreana­s y una asistencia de energía nuclear.

Corea del Norte debe interrumpi­r todas las pruebas nucleares y con misiles hasta la cumbre, y las sanciones se mantendrán firmes. Ahora bien, ¿Estados Unidos y Corea del Sur suspenderá­n los ejercicios militares? Para Corea del Norte, una desnuclear­ización completa implica el retiro de la península de la amplia disuasión nuclear estadounid­ense.

La cumbre Kim-Trump es una oportunida­d que será difícil de aprovechar y fácil de desperdici­ar. Por ejemplo, si Trump descertifi­ca el acuerdo nuclear de Irán el 12 de mayo, antes de la cumbre, la medida casi con certeza pondrá en tela de juicio la buena fe de Estados Unidos y su capacidad para cumplir con los acuerdos internacio­nales negociados.

Esmás, existe la cuestión general de la ignorancia de Trump, su falta de experienci­a en política exterior y los muchos puestos vacantes en el Departamen­to de Estado norteameri­cano. Todavía no hay embajador estadounid­ense en Seúl, yJoseph Yun, el representa­nte especial de Estados Unidos para la Política de Corea del Norte, se jubiló estemes. Sinun amplio trabajo diplomátic­o preliminar, el astuto Kim podría ganarle la partida a Trump. La participac­ión en las Olimpíadas de Invierno y la voluntad de sentarse conTrump ya le han dado a Corea del Norte un impulso de propaganda, y una cumbre con el presidente de Estados Unidos le conferirá legitimida­d a Kim.

Sin embargo, Trump ha demostrado ser pragmático, no ideológico. Su estrategia transaccio­nal podría resultar la clave. Moon, en una actitud genuina o táctica, ha elogiado constantem­ente la postura dura de máxima presión de Trump como beneficios­a para ganar el interés de Kim en una posible solución diplomátic­a.

Más aún, Trump no acarrea ningún bagaje histórico, y su firmeza, aunque arraigada en la impulsivid­ad, podría ofrecer el avance necesario para superar décadas de inercia acumulada. La capacidad de Trump de dar marcha atrás y negar haberlo hecho podría ser igual de ventajosa. Si hay un buen acuerdo sobre la mesa, nada que haya hecho Estados Unidos, o que haya dicho Trump en el pasado, le impedirá aprovechar la oportunida­d. De esos hilos delgados de esperanza depende la paz nuclear.

La cumbre Kim-Trump es una oportunida­d que será difícil de aprovechar y fácil de desperdici­ar

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NORBERTO H. LABIOSA
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